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Amarillo crepúsculo: Ciudadano de la horripilancia

Andrés Anwandter, La Calabaza del Diablo, 2012, 252 pp.

Juan Manuel Vial
La Tercera, 4 de Febrero de 2012




 


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Cuando un poeta desarrolla extensamente en un libro nuevo ciertas ideas por las que ya ha rondado en poemarios anteriores, y cuando esas ideas o fijaciones han demostrado ser interesantes, genuinas, provocadoras, sensibles y profundas, se suele decir que el poeta aquel, sea quien sea, ha alcanzado la madurez literaria. La categorización es un tanto condescendiente, a la vez que permite un amplio margen de error, pues la llamada madurez literaria es un atributo que siempre está en riesgo de perderse por culpa de alguna publicación posterior deficiente. Sin embargo, luego de leer Amarillo crepúsculo, el excelente libro de poemas de Andrés Anwandter, uno se siente inevitablemente tentado a hablar de madurez literaria.

Escritos entre los años 2000 y 2010, los versos de Anwandter retratan a un hombre que ha alcanzado, coincidentemente, la madurez, claro que en este caso según los cánones sociales vigentes: el tipo paga cuentas, se endeuda, tiene un trabajo estable y ha formado una familia. A la vez, el hablante del libro, que nació en la década de los 70 y experimentó durante la dictadura "los mejores años de mi vida / la infancia en lo posible / alejada del horror general", defiende posiciones sutiles y enarbola quejas dotadas de sentido común, buen gusto, cinismo e inteligencia.

Enfrentado a los contratiempos y a las singularidades de nuestra época, que en su opinión nunca son deslumbrantes, el protagonista de Amarillo crepúsculo se toma en serio el fenómeno de los celulares de palo, se lamenta por "la escasez notoria de estrellas" en la ciudad, por los cerros decapitados ( "el ángel del progreso / es una retroexcavadora" ), al tiempo que añora el paisaje rural del sur e intenta combatir las triquiñuelas que a todos nosotros -consumidores a fin de cuentas- nos tiende el mercado: "No me fidelizarán / las cadenas / de supermercados únicos / con sus ridículos descuentos / por tarjeta / (…)". La fealdad urbana que lo rodea es otra de las fijaciones del observador, pero incluso a partir de ella, de la horripilancia, el poeta es capaz de obtener versos con brillo: "algunos muros erizados / de trozos de vidrio / concentran el sol poderoso / como los edificios de espejos".

En ocasiones el hablante utiliza la tonalidad propia del humor seco, aunque también desliza confesiones sonoramente cómicas: "Traté de enderezar la ch / de endurecerla / por medio de ejercicios / ante el espejo / ch    fijamente / los ojos abiertos / sin parpadear / ch / como un escupo / de mentira / enderezar un poco más / cada vez        la ch / para decir por ejemplo / derecha / pinochetista / conchetumadre / sin que noten mi origen / pero no hay caso". Las pullas, que aquí no escasean, están por lo general dirigidas al poder, al "mundillo literario criollo" y al uso generalizado de los lugares comunes en el entorno extendido.

Liberados de títulos y de cualquier otro quiebre -lo cual les permite acoplarse unos a otros como si fuesen parte de un relato único-, los poemas de este libro tienen una particularidad que también resulta agradable para el oído: el especial esmero en el ritmo que les ha insuflado el autor, quien, en un momento dado, propone lo siguiente: "para emerger de la catástrofe / será preciso / desencadenarla primero / en el mundillo literario / pero yo no soy un dios / ni un pronombre personal / la prosa pura no me convence / la poesía ha vencido". No miente aquí el instigador: Amarillo crepúsculo es un triunfo verdadero.



 

 

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Amarillo crepúsculo: Ciudadano de la horripilancia.
"Amarillo crepúsculo", de Andrés Anwandter, La Calabaza del Diablo, 2012, 252 pp.
Por Juan Manuel Vial.
La Tercera, 4 de Febrero de 2012.