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La multiplicidad poética como salud
y el fascismo en la canonización de las poéticas.

 
Por Alexis Donoso G. 



“El año que es abundante de poesía, suele serlo de hambre”.
Miguel De Cervantes.

Puede ser que no muy a menudo escuchemos decir que es saludable la existencia de una multiplicidad de poéticas y es muy probable para quien lea en este momento sea su primera vez y carezca de importancia, como es valido también que se pregunte o no ¿Si debe existir esta multiplicidad o debe por el contrario existir sólo una forma de hacer, una forma de llegar, una forma que se imponga a las otras, que las extermine? ¿Una escritura se debe imponer por su propia voluntad, calidad, en definitiva por lo que es o por la voluntad de los críticos o simplemente por un acto de canonización que encubre una necesidad ya muy antigua, la de una ética política cuyo fin es la retroalimentación de poder, una forma de repartirse este poder, una lucha inagotable en la obtención del poder por el poder? Es irrisorio jugar a repartirse el poder, a devolverse favores, en tiempos donde a través de la escritura poética se obtiene cada vez menos voluntad real de poder, la que se cede por un status quo, posición más o menos cómoda al interior del mercado de relaciones e intercambios dentro de una sociedad.

Ahora, el que pueda existir sólo una forma de hacer las cosas, de llegar a algún lugar o para lo que trata este artículo que es el hacer poesía, que este hacer conllevase estrictamente sólo un método para ejecutar esta acción como suelen creer algunos también para los distintos ámbitos, científico, artístico, religioso, etc., permitiría al fascismo de una política canonizadora encontrar resonancia y salir victorioso en la imposición de su apetecido estado totalitario en materia escritural que asegura el exterminio de sus disidencias. Pero no, hacer poesía no es hacer ciencia (si no te vuelves Gastón Bachelard) y para mala suerte de los tradicionales actos canónicos fascistas, en ciencia tampoco existe sólo un método. No hay método. Al menos que produzcas tu poética del espacio.           

El que se escriban, se produzcan una multiplicidad de poéticas en un país es signo de que este goce de una salud que otros quieren para sí. La necesidad de una multiplicidad de poéticas se debe imponer entonces por sobre la necesidad de excluir, exterminar al otro, para detentar poder. La riqueza y salud de este país ha sido siempre el producir por naturaleza una multiplicidad de voces o poéticas, como también hemos aprendido que le es natural a la vez producir una tradición canonizadora cuyos efectos principales son el silenciamiento, el aniquilamiento de unas por sobre otras voces, y la reducción de una multiplicidad de voces en una, dos o tres, más particulares. Es evidente que la cantidad no asegura la calidad, pero también lo es que el aniquilamiento por el aniquilamiento implica una extinción. No es raro en un país con tradición dictatorial que a sus individuos lo primero que se les ocurra es matar al otro para sacarlo del camino. Una poética como cualquier otro organismo debe crecer o perecer, es necesario, pero también es importante asegurar que en el espacio en que se desarrolla dicha poética, tenga la posibilidad de luchar por su existir y no sea cortada de cuajo esta posibilidad por las manos y el poder de un pequeño Dios-Padre-Humano de la canonización que también se dice llamar: el exterminador.   

En otros tiempos esta salud quiso también ser exterminada. Es vox populi que en el periodo de las vanguardias latinoamericanas, Humberto Díaz Casanueva, Rosamel del Valle, Winétt de Rokha, Juvencio Valle, entre otros, existían y fueron omitidos, opacados, apocados, por la luz y el poderío de quien era más o menos macho y militante de la izquierda oficialista chilena y así hacia delante tiende a reproducirse esta lógica de la canonización en las diversas “generaciones emergentes”. ¿Rodrigo Lira, Juan Luis Martínez, inclusive Vicente Huidobro, eran escrituras poderosas en el tiempo en que se escribían o se nos han ido imponiendo con el paso de los años por sí mismas, una vez corrido el velo del los errores de la canonización apresurada?      
 
La existencia de una multiplicidad de escrituras o poéticas trae consigo un enriquecimiento de la experiencia de escribir y de las escrituras (poéticas) mismas. Y aquello que es significativo de esta multiplicidad, es que las escrituras existentes puedan combatir, ejercer su voluntad, medir su poder. La posibilidad de luchar, de combatir es lo importante de esta multiplicidad y no es condición sine qua non de ella, un pasivo convivir, si no el enfrentarse, el combatir lo que las hace más o menos nobles y dignas de su existencia. Para que existan poderosas escrituras y para que estas se impongan sobre otras, en un mundo aún binario, deben necesariamente existir esas otras escrituras que se supone menos poderosas, ya sea por desconocimiento o por un mero afán canonizador. En este sentido abrir un lugar, un espacio por medio del lenguaje, considerando que el lenguaje mismo es asunto de espacio, dejar que las poéticas convivan con todos sus conflictos, es un desafío que adquiere a su vez una superación moral de las dicotomías y dialécticas más clásicas. La superación por cierto de “la moral del codazo”. Hoy estamos enfrentados a cuestiones más heterogéneas que homogéneas, sin embargo, se debe tener en cuenta que en el escenario actual aún se visibilizan restos de homogeneidad debido a que las diferencias, las heterogeneidades tienden a igualarse en el punto en que se diferencian. Es decir aún no se produce del todo la diferencia. 
             
Las escrituras poderosas deben imponerse por sí mismas, por su propia voluntad de poder, por su fuerza y vehemencia que las caracteriza. Ser independientes y rechazar cualquier intento de canonización que las sitúe en un lugar de poder y que intente a su vez retribuirse poder por medio de esta acción canonizadora, de ser así, dicha escritura o poética sólo deviene vacío de poder.      

Ejercer una función canonizadora respecto de unas escrituras determinadas, es decir abogar por unas en desmedro de otras conlleva un acto de libertad y de valentía, por cuanto supone una elección política y ética, pero al mismo tiempo en que esta función es ejercida auto impone su sesgo y que es su cerco más intimo.
 
Cerrar la posibilidad de lectura y reducir haciendo pasar las escrituras por filtros canonizadores ya sea impuestos por las academias o por sujetos que detentan el poder repartido a través de la promoción de una cultura oficial ni siquiera de Estado si no de gobiernos de turno que van y vienen, es el actuar típico de un fascismo que persiste aún en Chile y cuyas matrices discursivas yacen y se promueven en la creación sintomática de una poética que se define por su critica y enfrentamiento a una determinada dictadura. Diremos de ellas que fueron valientes, subversivas, transgresoras, pero sintomáticas. También diremos de ellas que fueron necesarias para la aparición del nuevo y actual escenario, en que la convivencia entre las múltiples poéticas es posible y no pacifica, por que más allá de privilegiar el deglutir entre sí, se impone como necesidad la crítica frente a un mercado, a un neoliberalismo que se ramifica en la sobreexplotación brutal, en el hambre en todas sus dimensiones y que ya se ha instalado y desea quedarse. En definitiva, el actual, no es un tiempo de apagón cultural y lo celebramos, es una época nueva para la poesía en Chile y Latinoamérica, una época de abundancia poética, que no se define por la escritura de uno, dos o tres libros que se publican si no por la totalidad de las obras poéticas que emergieron en dicho contexto y que serán en la posteridad un libro, el mismo libro escrito por todos, un poema que dará cuenta del proceso social, económico, histórico y político distinto a los anteriores y en el que fue escrito. Por ahora todavía es un proceso en marcha. Dejemos las ansias de canonizar y de aparecer dando las coordenadas de lo que se debe seguir por que es lo bueno, lo superior a nuestro parecer, dejemos que las escrituras fluyan y que el tiempo y el hipócrita lector hagan su trabajo.            

En suma: insistiremos en que las escrituras poderosas se imponen por sí mismas, por su propia voluntad, por su calidad, por lo que son. No necesitan ser canonizadas por nadie. Si bien, aprobar algo, una escritura en particular, es valido, debido a que conlleva una política y una ética en la elección que se realiza, ejercer una coerción y una fuerza canonizadora con aires de producir el gusto a los demás, no lo es. Declarar santo y poner al Papa en el catálogo de ellos, a un siervo de Dios ya beatificado, calificar de buena a una persona, cosa o a un corazón, no es, ni debe ser asunto de escritura (o poética), menos es asunto del poeta.      

 

 

 

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