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"Las sienes del Asno de Oro" de Alejandro Godoy
Ganador del Concurso de Poesía Juvenil “Arthur Rimbaud”


 

 

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TEXTO DE PRESENTACIÓN

PRÓLOGO

 

El concurso Arthur Rimbaud ha sido una valiosa iniciativa para rescatar a los valores emergentes de la poesía chilena del siglo veintiuno. Y esto no es menor, pues la poesía ha sido, con toda probabilidad, el destilado más noble de nuestra tradición cultural, la carta de presentación de Chile al gran acervo de la literatura universal del último siglo. En esta primera versión el reconocimiento lo obtuvo Las sienes del Asno de Oro de Alejandro Godoy. El jurado al fallar la obra ganadora tuvo en cuenta la madurez escritural de su autor, que trabaja versos donde la densidad de las imágenes, tejiéndose y destejiéndose en espirales apretadas con aliento sinfónico, nos invita a sumergirnos al descenso de edades y aires sin llamado de una voz que indaga su propia genealogía e identidad, luchando por tomar forma desde el simbolismo de la filiación humana y divina, donde la madre desnutrida por el lenguaje, o el padre a quien se le ofrece una sien que, desmontada, en espinos arde, o también al abuelo, a quien se invoca admonitoriamente ya que otra vez sobra un palmo de carne, dialogan con los ancestros y padres poéticos desde la Mistral a Lezama, sin contar con los guiños a Eduardo Anguita o Alberto Rubio, abrazando una herencia que va marcando la bitácora de una palabra surgente, cargada de símbolos y premoniciones físicas y metafísicas, donde se atraviesan boldos, hendiduras, piedras, entrañas, surcos, resinas y lagares. Vaya esta muestra que ausculta la vocación más profunda del itinerario emprendido: Olvidé el sol y separé mis pulsos, quemé mi rostro y me hicieron señas los pastos al palpar en aire el salar la cifra de mi mano. Así, Las sienes del Asno de oro es la celebración del triunfo expresivo de la palabra poética que ahora, gracias a este concurso, asoma a una publicación en busca del lector que ha de completar el poema.

Armando Roa Vial.

 

 

Las sienes del Asno de Oro
selección de poemas

 

 

La mano de Dios que escribe tan antigua como el hambre me ha dejado ciego;
bastarda su cruz invierte en mí la carroña de cualquier imagen,
el círculo que acopia la palabra niega esta endeble ración de cansancio prometida.
Dios albergado en mi boca una mueca relega su arduo quehacer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ganas tuve de hablar a quien esta mano busca en cuerda y mástil. La sangre responde a un ángel crónico; la sombra de su leño transfigura las rocas. Trenza mi entraña una espiga al octavo descanso. Un puñal de mirra en la nuca, la grasa árabe y el jacal tabasqueño atados a la columna.

El suero fermenta la levadura,
braña un puñal de carne,
desgrano el cedrón,
palpo encía la mazorca,
el vientre pudre el metal de la saeta,
la pulpa al contornear su forma muerde
un brote el palmar negro;
cribado el surco, la seda al pecho.

Afirmo mi costado y por banales suelen sin palabra declarar que alabo en humedad la garza. Doce son de todo tiempo la lonja en forra entreabre un trocado de avellanos, y al segundo día en sed entrego el herbazal un nido de islas en ley y hallazgo. Palpo una trinidad de bocas. Dando olvido el dedal en lanzadera de aceites y resinas recojo por palabra una sílaba de fuego. En sed el brazo coge un Dios en flecha desposado.

Pido matar al que me lleva y echar mi hornaza en préstamo.

 

 

 

 

Otra vez, abuelo, sobra un palmo de carne;
de sien al pie el racimo desollado,
y, si duermo, habla la sangre con la escarcha
que se cierra en tres blancas lejías.
Ahora el filo acomoda mis costillas y en dédalo
mi cuerpo se cubre con tus hebras.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La tardanza de la imagen ensierpa el tímpano. El licor de caña acedia los linajes de juncal la miel al cierzo. La mazorca trisca la corteza, el diedro esquila en carne la espiga tajeó mi cuello. Escalda hojuelas de coca la palabra en este cráneo cubre el costado de mis pulsos.

Reconozco esa palabra por otro concedida;
el signo zanjando la imagen forzada a desdoblar mi rostro.
¿Quién me preguntará por mi palabra?
¿Qué entender de mi palabra?
En la noche vendí mi boca para recuperar el habla
y aún me encuentro, a la arcilla de tu brazo, vendado.
En mi sien jaspea el sebo precoz de tu redada.

Torcí mi boca, postré en aljibe la resina descuajando el reto que nos une y separa; tu labio cual sendero, a mi cuello, trenzándose. Tu labio inflamado por el frío.

Cegato y múrice al punzar mi llaga me cubrieron con dos sangres.

 

 

 

 

 

 

Padre Lezama, vas cortando lienzos de un rosario en este cuello. Tronco encina y tinte en la artesa este pámpano de lana. La tierra nombrada me hará dormir una España no reconocida; a su destierro esconderán las gentes su rostro. Por hallarme consumido la crin rajó mi cuerpo, dejé flor en nata y poma el topacio cortó mi mano, el cierzo mordió mi nuca y el beleño tuvo los rostros de mi raza en una sola edad.

Laceando corta el galgo una hebra de barro.

 

 

 

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Alejandro Godoy (Santiago, 1993) Estudiante de la carrera de Psicología en la Universidad Nacional Andrés Bello. El 2010 obtiene el primer lugar en el Concurso de Poesía Juvenil del Instituto Chileno Norteamericano, concurso revista Grifo en la UDP, y al año siguiente resulta ganador de los Juegos Florales Gabriela Mistral organizado por la I. Municipalidad de Santiago. El 2012 recibe el premio Arthur Rimbaud con el cual lanza su primer libro Las sienes del Asno de Oro (Editorial CIEM).




 

 

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