Proyecto Patrimonio - 2015 | index | Autores |

 

 

 

 


 

 


UNA RENOVADA E INEXPLICABLE CONFIANZA EN LA PALABRA
“Un Álbum de Poesía”, de José Tomás Labarthe y Antonia Isaacson, Pequeño Dios editores, 2015.

Por Ana María Risco

* Fragmento de texto leído en la presentación del libro

 


 


.. .. .. .. .. .

Un Álbum de Poesía, de José Tomás Labarthe (poesía textual) y Antonia Isaacson (visualidad), se compone de cinco movimientos que son a su vez libros-en-el-libro. Dos álbumes de láminas, o colecciones de poemas que refieren al inicio de la poesía en una mítica escuela, llamada aquí “Universidad”; un librito de traducciones libres de poesía japonesa, un abecedario, y un libro de poemas finales llamado “Puntos ciegos”. Estas partes funcionan con cierta independencia, aunque hay ramas y cableríos que las unen propiciando una especie de recorrido que va precisamente de la rama vegetal, de aquel espacio arbóreo que oficia aquí como metáfora de una edad de oro de la poesía, a los cables, que cobran a lo largo del libro la forma de fibras nerviosas, maquínicas e industriales,  que unen el poema a la urbe y lo automatizan.

Cada uno de esos cinco libros alojados en el libro propone formas específicas de diálogo entre la palabra ─el verso o prosa poética─ y una visualidad larvaria y tentativa, que a lo largo del recorrido se expresa por medio del trazo ─que circunscribe, bordea, explicita puntos de fuga reales o imaginarios o se licúa para asimilarse a extensiones de territorio o paisaje─; la mancha ─que se abre para transformarse en follaje, nubarrón o humareda, erupción volcánica, calcinamiento, carbonización o derrame─ y el punto ─que funda al ordenarse en tramas uniformes la tecnicidad de una imagen fotográfica, cuya aparición anuncia al interior del álbum las tempestades y los naufragios del cuerpo poético que arrecian hacia el final.

Fuera de los libros-en-el-libro hay ciertos gestos editoriales implicados en este álbum sobre los que no conviene pasar por alto si se quiere jugar el juego que propone: una página al inicio donde se encuentran impresas todas y cada una de sus doble páginas en miniatura, al modo de una extraña escritura vertical; índices al final de cada parte, a modo de una señalética retrospectiva; una nota conclusiva de cada tramo que contiene fragmentos de un pulido informe de lectura escrito por terceros. Este informe, puede presumirse, es el de los jurados del Fondart que evaluaron el libro, y la presencia de sus fragmentos repartidos entre las páginas hace entrar intempestivamente al álbum una dimensión de su recepción y circulación, efecto que se prolonga también sobre las solapas donde hay registros de una conversación por mail, sostenida por el autor conmigo que, siendo originalmente una discursividad exterior al texto, queda finalmente también tragada por su factura. Estas pequeñas y reiteradas transgresiones a la lógica del aparato-libro tradicional, son las que nos recuerdan durante la lectura, como decía antes, que estamos ante un libro, un libro diría ahora que es desbordado, sacado de sus casillas, por la energía del ejercicio poético que contiene.

Me detengo un momento para intentar referirme a esta energía, remitiéndome a algunas ocurrencias peregrinas que tuve tras la revisión de las primeras versiones. Decía yo en esa correspondencia, que los poemas verbovisuales me generaban la extraña sensación de estar al mismo tiempo ante un mundo orgánico, cíclico, vegetal como el de los primeros parajes de la escuela rural de la poesía y las voces estacionales del haiku, y otro mundo digital, entrecortado, inconexo, como el del lenguaje de la cultura urbana, el inconsciente y sus condensaciones y yuxtaposiciones maquinales.

Pensando más en estas observaciones frente al ejemplar impreso, pienso que algo vislumbraban sobre los giros diversos y a veces contrastantes del habla que se encuentran y entrechocan en la escritura de José Tomás para sacar una especie de chispa de la lengua cuyo efecto poético es consistente con el que surge del encuentro entre palabra y visualidad:

“Originalmente el poema es pura energía.

Es indispensable explorar / con una linterna encendida en flor

hasta encontrar sus gajos, sus adelantos.

Es Uno quien se deja capturar / y así Él se confía y se determina y se fija a sí mismo

un lenguaje raro y un número de serie inexacto” (se lee en pág. 31)

Mucho de lo que ocurre en el Álbum parece responder a la idea de que el poema existe en potencia antes que la lengua, que es palabra y significado pero también dibujo trazo y sonido, le haga lugar. Los lugares para el poema abiertos aquí se encuentran en territorios de alto tráfico, es decir, en medio de un cierto coloquialismo, donde se inaugura de pronto, por efecto de algún encuentro inesperado de palabras, un espacio de indeterminación espectacular. El lenguaje del poema de José Tomás se hunde en las versatilidades del verso buscando una especie de salida de quicio del habla, que vuelva a enhebrar lengua y sentido, produciendo un efecto liberador en las palabras y sus dibujos. El coloquialismo de este libro no es, sin embargo, antipoético. No busca bajar al poeta del olimpo, sino por el contrario, dispararlo hacia fuera del lugar donde las palabras reptan. No hay prosaísmo en el giro experimental de esta poesía, sino una inyección devota de imágenes nuevas  en las palabras de siempre y para siempre.


Vuelvo entonces desde aquí a ese desborde del libro en el libro y de las palabras en la visualidad de la escritura. La poesía que hay en este ejercicio notable se pregunta también por los pasajes y transiciones que existen entre lo escrito y lo rasgado o pronunciado como huella o sonido gutural. Por eso hay tal vez en medio de él, una evocación, a través de la traducción licenciosa, a la poesía japonesa y especialmente a la delicadeza del haiku, cuyos tres versos rasgan la conciencia y el espacio visible como lo haría algún grito o garra animal. Buscar la poesía en la lengua es también volver al dibujo de la escritura y volver a sus latencias materiales, visuales y sonoras. Volver a esa superficie de inscripción, la superficie, la hoja blanca, maleable, manchable, dibujable, que en algún lugar de la historia cobró la forma de un códice, para interrogarla o para desarreglarla con un signo de interrogación.

En dicho empeño muy visible en esta producción, espejea renovado algo del proyecto poético de Juan Luis Martínez, quien con sobrada destreza jugó con las formas del libro y con las superficies de la página como un modo de asediar las fronteras materiales de la literatura antes de pronunciar su disolución. Me atrevería a decir que en la poesía que contiene este álbum, hay una renovada e inexplicable confianza en la palabra, que sobrevivió también en el proyecto de Martínez a pesar de todos sus apocalipsis y funerales. Algo de esta poesía entraña también una renovada confianza en el libro como una potencia transformadora de la realidad: el libro como el lugar de una revolución social y cultural en el lenguaje y como  acceso a una forma radical de libertad. De hecho la imagen de una puerta, que es al mismo tiempo el ojo de una cerradura y una llave, imagen inscrita en varias de sus páginas, resulta ser en este álbum un sello y una clave de lectura:

“Las puertas portan los portes de las partes

los libros son la llave / abre y atraviesa hacia la Universidad de Poesía

el epicentro que genera tu crecimiento personal” (se lee en pág. 25)

Diré para terminar que hay también en estos juegos literarios con la institución poética y libresca un guiño sutil a las prácticas literarias que han hecho visible la disolución o indeterminación de la figura del autor. Si bien no encontramos desaparición o tachadura del nombre del autor entre los recursos visuales de este álbum ─que se cuida de no hacer obvia a ninguna de sus influencias─ nos encontramos aquí con una indeterminación de otra naturaleza. Si la poesía del álbum es una zona de tránsitos e intercambio de flujos entre lo verbal y lo visual, si en el libro, la palabra y la letra pulsan sus propios límites para insistir en una especie de principio poético que se asocia a los primeros juegos visual sonoros con la lengua, quién es el autor de este poemario: ¿José Tomás o Antonia?  ¿José Tomás y Antonia en una especie de alianza que ocurre en tierra de nadie? ¿Una objetividad que acontece entre estos dos sujetos y por la que habla en primera persona la poesía?

Los dejo y me quedo con esas preguntas.



 



 

Proyecto Patrimonio— Año 2015 
A Página Principal
| A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
UNA RENOVADA E INEXPLICABLE CONFIANZA EN LA PALABRA
“Un Álbum de Poesía”, de José Tomás Labarthe y Antonia Isaacson, Pequeño Dios editores, 2015.
Por Ana María Risco