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UN FOGONAZO DE POESÍA EN EL NORTE ARGENTINO
Letrarte, VI Encuentro Internacional de Escritores
San Miguel de Tucumán; julio, 2011

Por Arturo Volantines


Un fogonazo de luz me despertó en medio de la noche. Al abrir los ojos me encontré con el busto del caudillo, Felipe Varela y, más allá, con la Iglesia de la Virgen del Valle. Estaba en Catamarca. Era la penúltima semana de julio. Creía que no volvería a la tierra de mis abuelos. Pero, estaba nuevamente allí, en mis raíces. Fue un viaje larguísimo; el más largo que he realizado: más de 30 horas en bus. Me bajé. Respiraba nuevamente esa pampa de pulmones anchos. En la frescura de la noche bailé en gratitud a la Pachamama. Estaba contento; venía satisfecho del “Letrarte, VI Encuentro Internacional de Escritores” en San Miguel de Tucumán. Y, también, canté: “Desde la cuesta del Portezuelo/ mirando abajo parece un sueño:/ un pueblito aquí, otro más allá,/ y un camino largo que baja y se pierde…”.

La ciudad de Tucumán es de clima amable a pesar que me caía invierno. Los naranjales cargados de fruta madura adornan casi todas las calles del centro. Sin tráfico infernal y con siesta del mediodía a esta ciudad todavía le queda aire de provincia. Con el terminal más grande de América Latina, aquí se juntan los que vienen de Perú, Bolivia y Paraguay. Es sábado al atardecer; el olor a asado y a locro respira entre los “molles” y edificios de media altura. Más allá, la música de “Los Tucu Tucu”; chacareras y zambas me detienen. La luna arriba alumbra; nos miramos cómplices: “Yo no le canto a la luna/ Porque alumbra nada mas/ Le canto porque ella sabe/ De mi largo caminar”. La noche llena bares y restoranes; sorprendidos por el esplendor del “América” entramos con los poetas Carlos Norberto Carbone y Óscar Barrionuevo, y atendidos por un poeta administrador, entre un bullicio de tanta gente, le hacemos honor a Baco.

Con más de 100 invitados el Encuentro parte fuerte, con lecturas en diversos lugares de la ciudad. Otros, se desplazan a Simoca, Tafí y Monteros. Con globos en el aire se inaugura en vieja casona colonial llamada: “Museo de la Casa Histórica de la Independencia”. Discursos precisos; una autoridad, dice: “son unos exagerados, por eso les va bien”. A esa hora, quería encontrarme con mi amiga, la poeta Mirta Sema, y ver si con tantos versos la poesía sería áurea y vino tinto.

En la Taberna “La San Juan” se deja caer la primera lluvia de poemas. De ratos parecían ninjas en vuelo de palabras. Aparece un uruguayo que se cree Artigas. Luego, el salteño, José Agüero Molina se explaya como mantequilla y argumenta sobre la tradición del “Cristo solo”. Después los porteños, encabezados por Roberto Alifano: pasa revista a la poesía latinoamericana; Neruda y su visita a Isla Negra, y, luego, penetra en su devoción por Borges: señala con firmeza que Borges es el más “obras completas” del idioma, porque sus cuentos y poesías son notablemente parejos. Arrugo la nariz. Pero, bueno, Borges es lo más notable de la literatura literaria. Al fin, le encuentro razón. Y con tanta perdida reciente en Argentina: La Copa América; los presidentes, Kirchner y Menen; Sábato y Cabral, no se nos vaya a morir Borges. Más adelante, se tira Antonio Requeni, y quedo casi con la boca abierta; versos técnicamente perfectos y sonetos frescos como si vinieran llegando con Colón a América. Me lo encuentro en la reciente: “200 años de la poesía argentina (2010)” en un homenaje a Roberto Santoro, poeta: “La luz, medrosa, se repliega/ y las lágrimas ruedan por los pómulos/ de la impotencia y la resignación./ Sólo eres un nombre en una lista./ Pero yo creo/ en la venganza del poema.// No haya paz en la tumba del verdugo”.

Después que Carlitos Levy nos hizo navegar en su “Mar de Ginebra” no esperaba que el norte argentino le pusiera enjundia a la poesía, pero ahí estaban los 0riojanos, los tucumanos, los salteños, demostrando que la poesía tiene abono en esos espacios abiertos para cantar sin complejos desde la misma tierra. Me sorprendió el poeta riojano, Daniel Gatica. Me regala los dos tomos de sus obras completas. Notable su primer libro llamado: “Memorias de los llanos”. En su texto Guitarra, dice: “Tarde afinada en manos de algarrobo/ con una letra azul de estambres.// Hay todavía pájaros redondos/ en tu boca juglar resucitada…”. Luego, el poeta salteño, David Slodky se lanza con sus poemas y microcuentos: “Tres Relatos bíblicos y otros cuentos (2011)”. Y, aparecen los de Entre Ríos, de Santa Fe, de Jujuy, de Misiones, de Río Gallegos, Santiago del Estero, etc.

Espero en vano que aparezcan: Jorge Bocanera y Gustavo Tisocco. Más adelante, vamos a leer a la Universidad Nacional de Tucumán. Alicia Mondaca de La Serena se luce en la mañana, y yo aleteo en la tarde; luego, me repito el plato en la plenaria del cierre; estoy en mi salsa y me mando los poemas atacameños. Más de un alguno cree con algo de razón que se trata de otra provincia cuyana. Escucho con atención las lecturas magníficas de Carlos Norberto Carbone, Hugo Francisco Rivella, Alicia Grinbank y Carlos Levy. Antes, el paraguayo, Mario Vidal nos presenta un notable libro: “Napalpí, la herida abierta”, en torno a otra masacre indígena desconocida. 

Ya la madrugada de varios días después, nos avisa que tenemos que volver a Chile. Reviso las maletas: los libros me están sobrando. No estoy seguro que debo desechar; tal vez mis chilpes para que entren tantos versos encuadernados en buenas ediciones. Es que estos poetas son tan exagerados; recuerdo lo que se dijo en la inauguración.

Encuentro memorable. No hubo respiro. Me quedó tiempo, sin embargo, para hablar con los viejos de la ciudad; escuchar música en las calles; comer de los mejores platos; ni en Versalles había comido así. La poesía, en litros o en kilos, vivió aquí; desde Europa hasta Tierra del Fuego. Voces juveniles, más maduras, otras notoriamente vanguardistas y muchos aferrados a la lírica española; poesía vital, vivida casi como el oxígeno.    

¿Los organizadores dónde estaban?; cuando estoy acostumbrado a que en casi todos los encuentros son para el lucimiento o gendarmería de los dueños de casas. Julio Caravelli y Myriam Leal se hicieron transparentes, para que la poesía circulara libremente, sin el típico ego dictaturium de los organizadores; permitieron que la poesía fuera la dueña, inclusive con la complicidad de Eros.

Ahora, ¿por qué lo percibí tan notable? Me sentí muy acompañado por mi hermana y compañera, Alicia Mondaca; porque Carlitos Levy se ha convertido en la mejor expresión de las hermandad con mis raíces norteargentinas; porque compartir la mesa con Lydia Alfonso, Roberto Alifano, Antonio Requeni, David Slodky y muchos otros, fue simplemente inolvidable. Claro, me hubiera gustado encontrarme con Tisocco y Bocanera y los poetas de San Juan, que brillaron por la ausencia, pero supongo que Graciela López, José Casas y Reyna Domínguez se van a aparecer.

Lo fundamental del éxito de este Encuentro estuvo en la libertad de actuar de los poetas; en la disponibilidad de ir de una lectura a otra, de la calidad de muchos de los invitados; lo mágico de la inauguración con globos en el cielo, lo preciso de los discursos. A mí me pareció muy gravitante que no se hostigara a los poetas en sus lecturas; que hubo cierta libertad de leer y mesura en acotar dichos tiempos. Creo, que eso ayudó muchísimo para que cada poeta pudiera hacer su propuesta. En la mayoría de los casos fue posible percibir cada intencionalidad y quedar con una idea suficientemente clara de las propuestas estéticas y de los registros tonales de los participantes.

 Fue importante dialogar con algunos de los poetas canónicos argentinos; que a pesar de ser un país grande; lo porteño no se ha comido totalmente a las provincias. Buen ejemplo. Los organizadores también acertaron en lo estético; es difícil convocar masivamente a un sector del país y particularmente de esa provincia sin caer en la parcialidad regionalista, pero se tuvo la mesura para que la poesía hablara desde la poesía. Eso no sucede en Chile, ya que el área metropolitana sólo se mira desde el ombligo engordado con la ayuda del Estado y con la complicidad de ciertos poetas de la provincia del norte que son calcetineros y acólitos y yanaconas, especialmente en el miserable tráfico de influencias, de la literatura oficial chilena. En general, y ya como lo decía con tanta propiedad, Mario Bahamonde: no somos parte de la literatura chilena; somos otra suma. Eso le cuesta entender a muchos complacientes del norte. Sin embargo, Atacama viene haciéndose así el viento en los bofedales desde Tiwanaku.

Fuimos a este Encuentro sin permiso de lo “chileno”; seguiremos en eso. No necesito la comprensión de los yanaconas ni la visa de los patrones del centralismo. No tengo certeza qué es lo chileno, pero sí tengo certeza de qué es lo atacameño. Esto me es suficiente.


 

 

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