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Neoconceptualismo, literatura y collage

Por Carlos Almonte y Alan Meller



Las obras de nuestro tiempo
pegotean estilos, copian otras obras o
fragmentos de otras obras, traspasan los
límites de los géneros clásicos;
aglutinan, expanden espacios y aceptan
tiempos múltiples.

 

 

I. Conceptos básicos

Collage. ‘La técnica del collage consiste en tomar un determinado número de elementos de obras, de objetos, de mensajes ya existentes e integrarlos en una creación nueva para producir una totalidad original en la que se manifiestan rupturas (discordancias) de tipos diversos’. Grupo μ, Collages, Révue d’esthétique, 1978.

Pastiche (Voz francesa). Consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, de forma que den la impresión de ser una creación independiente. (Diccionario RAE).

II. Materialidad del collage

El collage hizo su aparición formal con el experimento estético llamado Dadá. Si bien la expresión “collage” existía desde antes, en dicho movimiento se institucionalizó como una manera de hacer arte [1].

El collage, como objeto estético, resulta de una combinación de elementos [2], siendo ésta su principal característica: la combinación de elementos pre-existentes que se dan cita en un nuevo corpus, en una nueva obra, en un nuevo encuadre.

El papel del autor de un collage se ve compelido, y empujado, por una multiplicidad de voces, por una especie de polifonía sistémica, que él mismo tiene el papel (el deber y la función) de desentrañar, discriminar y jerarquizar.

El corpus del cual proviene la materialidad “de origen”, es tan diverso como puede intuirse a partir de la pura (y simple) observación de los resultados. Fragmentos de revistas, periódicos o álbumes de fotos familiares; elementos naturales, materiales en desuso y, en general, todo lo que el autor considere necesario (y adecuado) para formar parte del encuadre final, de la obra contenedora del collage.

La jerarquía estética del collage se expresa como producto final, y no de acuerdo a la importancia de cada fragmento [3]. Un trasto viejo, una lata de basura o un cordel usado, son elementos partícipes (recuperados, reciclados), que tienen el mismo valor potencial que una esquina de un cuadro de Dalí (un bigote o una puerta), o una línea de un texto de Bataille. Todos ellos se reúnen bajo el nuevo aura del formato artístico del collage.

 

III. Origen y consecuencias del Neoconceptualismo

La tradición de lo nuevo alcanzó su clímax durante las vanguardias europeas [4], con toda esa obsesión enfermiza por lo original y rupturista. Luego de esto, el concepto de nuevo u original ha ido variando en sus rangos de importancia, hasta llegar a la a un estadio actual en donde el uso, artero, flagrante y excesivo de la cita, la referencia o derechamente del plagio, se ha hecho costumbre y tradición.

Es bien sabido el uso recurrente de tópicos y figuras tales como la cita, el epígrafe (repetido y sobre-usado), la referencia explícita o el plagio. Varios son los grupos que en la actualidad refieren y promueven al plagio como obra de arte [5]. Uno de los extremos de estas prácticas, está representado por un movimiento nacido en Chile. Dos escritores idearon una técnica radical en relación al uso del pastiche en la literatura. Desde la sospechosa inocencia de un epígrafe, hasta la imagen tomada como préstamo, la cita, la referencia y el intertexto, la creación literaria ha sido una fuente de cultivo (y promotora) para la aparición del Neoconceptualismo, en donde la obra se compone, exclusivamente, de escritos (literarios) anteriores.

En una obra neoconceptual no hay párrafos, líneas, frases o palabras que sean escritas, “creadas primeramente”, por el autor neoconceptual, a diferencia del collage plástico, en donde el autor se da libertad para incluir creaciones espontáneas, tanto suyas como ajenas. En el collage plástico el autor puede crear sobre la base de los fragmentos escogidos. Una línea, un dibujo o un texto escrito sobre la marcha. Es lo que, en la tradición de la creación clásica, se ha dado en llamar “la mano del artista”. En el Neoconceptualismo, “la mano del artista” tiene, por decir lo menos, otro sentido.

Nada más (y nada menos) que el ejercicio de crear literatura usando textos, o fragmentos de textos, pre-existentes. El movimiento Neoconceptual ha creado un completo entramado de obras creativas y teóricas, constituidas por manifiestos y ensayos, que explican los postulados del movimiento.

A partir de su misma definición, resulta evidente lo directa que es la relación entre el Neoconceptualismo y el uso del fragmento en la técnica compositiva. Ya no sólo desde un punto de vista del orden, de la estructura o de la disposición de un texto. El Neoconceptualismo se hace cargo de tradiciones que antes tuvieron preponderancias en otras disciplinas, tales como el collage en la plástica, o el sampleo en la música electrónica [6].

El texto neoconceptual es un texto-pastiche, en donde la importancia del antecedente es variable. Es evidente que el texto-pastiche está hecho de, y a partir de, sus antecedentes. Está formado, pero no delimitado por ellos. En esto radica uno de los valores de la técnica neoconceptual. La suma de las partes no siempre redunda en un resultado equivalente. El valor de la composición final (con toda la ambigüedad que significa decir algo así), estará dado por el uso y la disposición; en definitiva, por el talento y el instinto del artista recopilador, mezclador y compositor del collage, del texto-collage. Es decir, de la obra neoconceptual.

La inspiración creativa se ve manipulada y, hasta cierto punto, limitada a la pertinencia de la discriminación y de la disposición que el párrafo (o fragmento) elegido, ocupará respecto de los restantes párrafos (o fragmentos) elegidos.

Se pueden escoger fragmentos unitarios que tengan que ver con una visión específica: una ideología o una temática. Como ejemplo de esto, existen textos neoconceptuales construidos, escritos, sólo a partir de fragmentos bíblicos, de textos poéticos (de un solo autor o de varios), de épocas y/o técnicas específicas, o de tendencias exactas (incluyendo obras ya neoconceptualizadas). Antes de comenzar el proceso de escritura, se decide (se discrimina, se selecciona) un marco de referencia, dentro del cual cabrán todos los fragmentos a utilizar.

Tal como sucede en el collage plástico, en el que existen obras dedicadas al arte pop, a colores fuertes, a colores débiles, a la vida natural, a la mitología griega, a fotografías, a dibujos, a pinturas, a lenguajes, a escrituras, etc.; también en el Neoconceptualismo existen obras construidas a partir de textos del género policial, del movimiento editorialmente denominado “boom latinoamericano”, de poetas como Jorge Teillier, Juan Luis Martínez, Jorge Luis Borges, o Severo Sarduy; de narradores como Macedonio Fernández, Juan Emar o William Burroughs, de teoría literaria, etc. El corpus (potencial) neoconceptual es tan amplio como la totalidad de las obras literarias. Así de abarcante y pretencioso. Así de sospechoso, sugestivo y atrayente.

En cuanto a la identidad del artista [7], es decir, la voz propia del autor clásico, se distribuye en decenas de voces (cientos o miles, dependiendo del formato que se utilice), que al ser reunidas por un mismo autor pierden su carácter aurático original para mimetizarse o adherirse en una nueva voz, en un nuevo enfoque, en un nuevo aura. Con esto nace la identidad del autor neoconceptual, hecha a partir de un número variable de identidades cercenadas.

 

IV. El uso neoconceptual y su materialidad

Es aquí donde se da la única gran diferencia entre el collage (y la tradición de su procedencia material), y el Neoconceptualismo. Mientras el collage toma prestado o derechamente roba sus materiales desde cualquier ámbito: basura, desechos, recortes, periódicos o estética (entre muchos otros), el Neoconceptualismo restringe su procedencia material al ámbito exclusivamente literario.

Es decir, en términos extremadamente simples, se podría decir que el Neoconceptualismo es un collage literario, pues se trata de un collage cuyos elementos (fragmentos constitutivos) proceden, en su totalidad absoluta, del ámbito literario. El cien por ciento de la materialidad que compone cualquier texto neoconceptual, existe con anterioridad al momento de la creación neoconceptual.

Nada de eso importa si se adecua a las necesidades de engranaje que tiene el neoconceptualizador (autor neoconceptual). Lo único que interesa es el producto final, el cómo se desenvuelve el fragmento en un contexto desconocido en primera instancia. Contexto adoptado y modelado por obra y gracia de un autor ajeno (como autor) a todos, o casi todos, los fragmentos que conviven en una obra neoconceptual [8].

El texto neoconceptual es un texto creado en base al uso de citas ya literarizadas [9] (la primera “literarización” fue realizada por el autor original, o primer autor). Es así como el neoconceptualizador transforma en literatura (original) aquello que ya era literatura. Es en este sentido que puede hablarse del neoconceptualizador como del verdadero literáfago.

El lector ideal de un texto neoconceptual (cuya existencia será, por decir lo menos, altamente improbable), actualiza y reivindica la información contenida en un texto neoconceptual. Lo que no implica que para entender un texto neoconceptual sea necesario (por parte de un lector promedio) estar al tanto de las claves literarias, usadas por el autor neoconceptual a lo largo de un texto.

La obra neoconceptual tiene características propias y su valor ético y estético es susceptible de ser analizado como si fuera un miembro aparte de su(s) fuente(s), además de ser distintivo y por completo original.

V. Epílogo

Se ha dicho que el Neoconceptualismo representa un estado de barbarie. Una especie de canibalismo estético, en donde un creador se sirve, literal y simbólicamente, de otro(s) con un fin estético propio [10]. También se ha dicho que el Neoconceptualismo posee una honestidad superior. Una honestidad depurada que tiende a lo sublime, al seleccionar dentro de un marco ya seleccionado. Otros, en cambio, han dicho que se trata de una mentira flagrante, escandalosa y hasta vulgar. Así de dispares son las opiniones que provoca el Neoconceptualismo en quien lo conoce de cerca.

Sea como sea, no son los neoconceptualistas los llamados a responder a esta clase de preguntas, por lo demás insulsas e inútiles. El caso es que el resultado está a la vista. Es decir, el que lea, entienda, y el que entienda, pastiche.


*** *** ***

Notas

[1] Se atribuye la aparición de la técnica a una práctica que no guardaba relación con el arte. A comienzos del siglo XX, las familias europeas que tenían a un hijo en el ejército, recortaban fotos de soldados aparecidas en los diarios y superponían la foto del rostro del hijo en la de uno de los soldados.
[2] Fragmentos, recortes, sub-encuadres.
[3] Todos los materiales están en el mismo plano, todos tienen el mismo valor (o ausencia de valor).
[4] El Futurismo, el Dadaísmo, el Surrealismo y el Abstraccionismo entre las más importantes.
[5] Los norteamericanos del “Critical art ensemble”, entre otros.
[6] Por nombrar dos disciplinas en que el reciclaje de elementos se da de manera tan directa como en el Neoconceptualismo.
[7] Sin duda un rasgo de individualidad que se pierde, o a lo menos “hibrida”, en el uso de esta técnica.
[8] El alcance está hecho: un autor neoconceptual puede utilizar fragmentos pre-existentes escritos por él mismo.
[9] Hablamos de “literarización”, y no de “ficcionalización”, para no descartar géneros literarios no ficcionales, como la biografía y el ensayo.
[10] Quedaría así fundado el primero movimiento literario de la literafagia.

 

 

 

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