.......................... S ALEJO CARPENTIER

 





 

 

LA PRIMAVERA DE CARPENTIER

En su último libro, el escritor cubano construye un mundo de anécdotas dispares




Por Alfonso Calderón

 

 

Significativo y caótico, desaforado y ambicioso, lleno de hallazgos y con señas de despilfarro, polifónico, dramático, es el último libro de Alejo Carpentier. La consagración de la primavera (Editorial Siglo XXI). El ha explicado que pretendió y vale la pena oírle.

"Tuve un amigo, poeta anaquizante, surrealista, enemigo de cuanto se ligara al concepto de "patria", que murió en un campo de concentración nazi, después de haberse señalado como héroe de la resistencia francesa. Conocí combatiendo en las filas de la Brigadas Internacionales, al hijo de un banquero neoyorkino. Conocí a un trompetista cubano,estrella de cabarets durante años, que se alistó en el Ejercito Republicano y, después de la derrota, tras de las alambradas del campo de Argelés-sur-mer, tuvo el ánimo de componer congas que se hicieron famosas. Vi, en las Brigadas, a muchos jóvenes nacidos en medios conservadores y antimarxistas. Y vi a muchos hombres, procedentes de la grande y pequeña burguesía de mi país, abrazando incondicionalmente la causa de la Revolución Cubana.

"Y ante mis ojos tuve el caso de mi madre, educada en un liceo imperial de Bakú, amiga de Anna Pávlova -como la Vera de mi novela-, que, anticomunista y blanca hasta mi encarcelamiento (1927), cambió de actitud hasta el punto de traducir, en los años 30, algunas novelas sovieticas... Sorprendida por la guerra, cuando se hallaba casualmente en París, fue presa por la Gestapo "porque su hijo, desde hacía mucho tiempo venía publicando artículos contra Hitler en la prensa cubana". Librándose de sus carceleros con pasmosa habilidad, huyó de la capital, se sumó a la resistencia francesa en La Carrèze, y terminó su existencia en La Habana, rodeada de jóvenes comunistas a quienes daba clases de ruso, totalmente identificada con el proceso revolucionario cubano".

Entre horizontes de arena

Un día, continúa, enterado de que "una culta e inteligente rusa vivía desde hacía muchos años en Baracoa (la población más remota, aislada y desatendida del país, hasta que una carretera, construída después de 1959, la situara cabalmente dentro de nuestra geografía) y, una mañana, alcanzada por la historia en su lejano retiro, había sido despertada por los gritos de "¡Viva la Revolución!", pensé en escribir esta novela, que primero hubo de titularse: La rusa de Baracoa.

"Hombres y mujeres de destinos modificados, transformados, revertido o superados, con su anuencia o sin ella, por la Historia de nuestro siglo: tales son los personajes de la presente novela, cuyo parecido con modelos reales era totalmente inevitable".

Dispuesto a no guardar nada, Carpentier ordena el libro por la vía de la música. Su estructura es visiblemente una continuidad rítmica que aparece en consonancia con la historia: "El suelo. Medida del suelo. Tranco, salto, levitación, anhelada ingravidez sobre el suelo. La danza. La danza siempre, oficio de alción. Y, por destino, haber vivido en llano, en inmensidades planas, entre horizontes de arena, de helechos, de nieves, a ras de las aguas marinas, inquietas, revueltas, o, de súbito, arrojadas al asalto de sus linderos la alevosa energía del embate de fondo".

En la ambición está el riesgo

Como en aluvión, el novelista sugiere o desarrolla, se deja oír -a veces, en el trasfondo ideológico, por encima de sus personajes-, ordena el inventario de voces y hace de la anécdota un foco de irradación, un núcleo de resonancias. Todo se combina, ningún detalle parece caprichoso, la poesía también está en las cosas,en el tiempo, en el compromiso, y, con los ojos del narrador -un cubano que comienza de joven a combatir contra el dictador Machado- o de la narradora -la rusa blanca, con la cual se cruza en España- se detallan los tonos del París surrealista, de los pintores, de la gente cotidiana, del jazz, de los barrios nostálgicos; de la Guerra Civil Española, del nazismo, de la Segunda Guerra, de la resistencia francesa; de la lucha ideológica y de los encantos y desencantos, de la dictadura batístiana y del triunfo de Fidel Castro.

En un orden de contrapunto, los capítulos se suceden con disparidad manifiesta. En una crisis de desarrollo, a veces sobra, a veces falta, y el deseo de abarcarlo todo reduce las posibilidades expresivas. Carpentier siente el poder de las anécdotas y las va poniendo ahí, dejando que se tranfiguren gracias a la complicidad del lector. Los ritmos y las balas del Quinto, quinto, quinto regimiento, el coro que entona "anda jaleo"; Paul Robeson, el gran dios negro, y su Join in the fight, O negro comrade; Django Reinhardt tocando la guitarra con sus tres dedos en París; pero también los Dioses de la Lluvia y del Aire, las ocultas mitologías americanas, anticipando -en la teoría de Carpentier- todos los actos y ritos mágicos del surrealismo.

Si El acoso era una síntesis, y Concierto barroco una jam-session en connivencia con el epíritu de la vieja música, La consagración de la primavera es una invocación, un recuento, un testimonio mayestático, una búsqueda de explicación de nuevas realidades por la secuencia de la Historia. Y en su ambición y desmesura, sin duda, están sus riesgos...



En Revista Hoy. 9 al 15 de mayo de 1979






 








 
 

 

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letras.mysite.com , proyecto patrimonio, Alejo Carpentier : La primavera de Carpentier, por Alfonso Calderón. (1979)






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