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NAVIDAD Y MATANZA, de Carlos Labbé 

LA ÚLTIMA CASILLA

Por Pilar García C.
sobrelibros.cl lunes, 25 de junio de 2007

       
           
Toda especulación extraliteraria podrá ser usada en tu contra.

El juego con las expectativas en Navidad y Matanza es tanto el señuelo como el deseo de llegar al final; la meta es la epifanía. La escritura misma se convierte en esta expectativa que no tarda en cumplirse para abrir nuevos caminos que se bifurcan, y que sugieren una escritura inacabada, un algo más que -eventualmente- estaría en los setenta y un capítulos que le faltan a la novela. Esta cualidad compositiva propone múltiples lugares de indeterminación que, a su vez, tensan los límites entre ficción y no ficción: la casilla final salta a otro plano de existencia y ahí se descalabra el ojo que lee, que siente su función un tanto limitada al no encontrar los significados últimos en el papel. La noción de juego que plantea Carlos Labbé se realiza de un modo enajenado, poniendo al lector-jugador en la necesidad de replantear una lectura que pareciera realizarse en otro ámbito, en una cercanía de la escritura, en una letra que atenta con salir de su espacio establecido en la hoja.

Una novela que revela el modo en que fue concebida -a este respecto, una autonovela- cumple justamente la función de volver a velar, proponiéndose como alegoría de la escritura primera; del experimento-novela de Lunes a Domingo, a desarrollar en el laboratorio como pasatiempo. Esto no es más que verbalización del límite y exposición del marco, pero de un marco que se desajusta y adquiere diversas dimensiones. La narración nos pone frente al proceso de formación y estructuración, frente a los borradores de lo que leemos, donde los experimentos incipientes de correos electrónicos enviados entre los participantes de nominación semanal son el escrito último: la novela-juego. De ahí la pregunta sobre la novela escrita y la novela por escribir. De ahí que el juego y el experimento se superpongan a lo que acostumbramos llamar novela. Domingo, hacia el principio, instala el "quizá" -¿un azar literario?- en la ocurrencia de los eventos y en las posibilidades de sentido que éstos tengan: "todo era un montaje", todo era imaginaciones.

El vértigo que propone el experimento-novela entraña el inconsciente (consciente) deseo -o la ilusión- de llegar a alguna verdad postulada por el texto -en un sentido tan amplio como que una lectura nos devele algo, una verdad personal, posible de contemplar- y que ésta se vea cumplida en la avidez oculta, constante, pero siempre negada y recordada por la misma escritura ficticia, de llegar al origen, la voz o el sentido. Aquí la voz autoral se deja ver, pero para autorreproducirse en las consecuentes voces autorales que suponen ser él mismo: el periodista, Domingo, Carlos, en un desdoblamiento que deja en evidencia su truco.

Navidad y Matanza es juego, experimento de escritura, ya que responde más bien a criterios compositivos donde las instrucciones de juego o de uso no están presentes más que codificadas en la lectura. La irrupción de elementos, datos y personajes extraños en un mundo de absoluta y -por tanto- precaria realidad, crean una atmósfera de enigma e incertidumbre pasiva, de extrañeza dada, como si sus personajes siempre escondieran el rostro y su retrato se desdibujara por las versiones. Esta atmósfera maligna, que se supone impregnada por los efectos del "éxtasis del odio", se trueca igualmente en una imagen irreal y onírica hacia el final de la novela-juego, en medio de una playa, entre la arena, con toallas que desaparecen y la llegada de una Alicia cambiante, múltiple, siempre presente, parte de esta historia y de otras.

Por el lado, o atravesando la historia, las pistas a organizar por este periodista detectivesco deben ayudarle a desatar los cabos sueltos respecto a la desaparición de los hermanos Vivar, la cuasi fantasmal Transensorial, su propio deambular por ambos pueblos para encontrarse con una Alicia desacralizada y con un Boris que, al igual que el periodista, que Carlos, que Domingo, es una identidad narrativa que huye utilizando la suplantación de caracteres, para terminar siendo el gasolinero lector de James versus la araña. Pistas que configuran, a su vez, las casillas de la novela-juego del lector. Una Alicia en un país del delirio y la extrañeza de esta familia torcida donde pareciera que todos los enigmas quedarán sólo sugeridos por una conciencia imaginante que, bajo los efectos del hadón, se re-crea en el sutil nonsense disfrazado de cordura de una realidad demasiado real, transformada por la ficción y su juego.

 

 

 

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