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DIEGO RAMÍREZ Y BRIAN, EL NOMBRE DE MI PAÍS EN LLAMAS:
“Este libro fue un gesto de amor absoluto”


Desde su temprana iniciación literaria, Diego Ramírez no sólo indagó en los límites fronterizos, sino que estableció nuevas formas de acercamiento a un escenario tildado de salvaje. Todo, en una atmósfera de sutil y macabra inocencia. Ya en sus primeros textos, la voz del hablante se extraviaba en el recodo de la pronunciación, haciendo eco de su fuerza. Hoy, entre la hambruna y el hartazgo, asoma una hilacha geográfica en tanto herida de los nuevos delitos.  Siguiendo la estructura confesional, y marcado por el sello de la autopublicación, Bryan, el nombre de mi país en llamas (Editorial Moda y Pueblo, 2008) se impone como confesión del clandestinaje histórico y moral de un cuerpo / país cuya memoria esboza límites ya desdibujados entre la biografía y la merma. A simple vista, es posible advertir la fractura como reivindicación de una moraleja inconclusa; también, a partir del silencio.

Por Carolina Vega Ramírez

- En este libro instalas dos temas muy potentes: el amor y la política.
- Sí. Yo conté esta gran historia de amor; pero también fue la gran metáfora de país; y creo que si no hubiera conocido a alguien que se llamara Brian, no habría podido escribir nunca. Era lo que necesitaba como referente absoluto para contar lo que siempre quise contar. Desde muy pequeño tuve mis ideas políticas bien asentadas. Si bien es cierto, nunca fui un militante activo, sí participé en las marchas, en protestas. Con la literatura tuve miedo de acercarme, porque estaba la idea de que uno no puede escribir panfletos políticos; entonces quise reivindicar estas dos cosas: el amor y lo político. Siempre, en los talleres les pedía a los alumnos que no escribieran ni del amor, ni de la política y luego me cuestioné por qué, si ambos eran tan importantes. Podía contar una historia del país tan terrible, aunque fuera insistente. Aunque ya haya muerto el dictador; por qué no insistir con el tema, si aún hay muertos que no aparecen y por qué no insistir con la historia de amor; si uno sigue amando de la misma manera. Quise jugar con esos dos lugares comunes absolutos y reivindicarlos lo que más pudiera, a partir de un panfleto amoroso, una historia de amor desesperada; y a la vez una historia política muy rebelde, porque recurro a consignas políticas y gestos como el día del joven combatiente, las protestas, la violencia.

- ¿Cuál es el impulso inicial, el primer coqueteo con el tema central y de qué forma comienza a corporizarse en los textos que constituyen el libro?
- Yo me propuse rescatar una cultura; desde cómo hacer una molotov hasta citar fragmentos del Manifiesto Comunista; todo cruzado por una historia de amor. Son caprichos casi absolutos que tienen que ver con esa reivindicación del “todavía es posible“, aunque no me lo permitan. Ésta es una patria lamentablemente aún tan marcada por lo militar, con la bandera, que aún representa un emblema potentísimo que me sigue molestando y dando rabia a pesar de que las cosas han cambiado tanto. Aunque tenemos a la primera mujer presidenta, aún asociamos el discurso a la cosa macha, agresiva, violenta, represiva. Están dejando fuera un montón de voces. Los jóvenes no tienen ningún espacio; y bueno, todo lo que involucra; porque si además hablamos de homosexuales, mapuches; y nos vamos a la periferia, aparecen todos esos cruces que yo tenía tan cerca y estaban estrechamente ligados con la historia que vivía. Nunca me lo inventé. A mí jamás me ha gustado escribir desde ese paisajismo y empezar a crear “el” personaje. Yo veía la historia del libro. Llegaba a Maipú, con esos barrios, esas calles, esas personas. Es una historia que a mucha gente le parece extraña, como con efectos especiales; pero realmente yo conté todo desde mi biografía y el presente de aquella situación.

- Una de las características materiales del libro es estar construido artesanalmente; erigiéndose como autopublicación. Ello implica, además, la reafirmación de los preceptos iniciales que te planteaste al escribirlo. ¿Cómo surge esa inquietud?
- El proceso de Brian fue un capricho muy bonito. Yo dije “quiero hacer este libro, quiero contar esta historia y no quiero pensarlo más”. Por eso me permití inventar la editorial Moda y Pueblo; hacerlo yo, fotocopiarlo y convertirlo en una pieza casi clandestina, inencontrable, con ejemplares enumerados y armados por mí. Me parecía que esa artesanía representaba no sólo un gesto de humildad, sino de decir “a mí me interesa sólo mi poesía, no la foto de la solapa ni el material del que pueda estar hecho el libro”. Entonces, me permití ese recurso, pero también escribir cosas que no había escrito nunca. Todo lo que aparece ahí no lo hubiera escrito si detrás no estuviera el gesto de la autopublicación, la corchetera y la fotocopia. Me di una licencia de ilegalidad, de clandestinaje, cercanía y complicidad que creo que no volveré a tener con ninguna otra obra. Yo no sabía que se siente tanto placer en ser tu propio editor y hacer absolutamente lo que quieras en cada una de las páginas.

El proceso de armado fue un juego llevado al extremo. Y resulta metafórico, porque es un libro que está hablando desde un lugar político de resistencia. Me parecía que eso tenía que ver con el contexto mismo. Brian no se merecía una obra de lujo que perteneciera a un sistema de mercado. No podía ser neoliberal publicando este libro. Tenía que ser lo más clandestino y “proleta” que me permitiera. Fue hermoso, a pesar de que algunos fragmentos resultan ilegibles y presentan muchos errores. Siento que eso también le da un plus que a mí me gusta. Era lo que quería lograr.

- Centrándonos en la historia, lo primero que llama la atención al establecer contacto con el libro es el rescate de los sustantivos propios en tanto frontera, geografía y pérdida. ¿Cómo se establece esa relación entre el nombre y un lugar a veces físico, otras, más utópico?
- Ése fue un nombre que me maravilló cuando lo escuché, porque empecé a pensar en la cantidad de “Brian” que podían existir en Chile. Sentí que decía mucho sobre la ironía, las burlas. Cuando yo digo cómo se llama el libro, la gente se ríe con una malicia extraña, que tiene que ver con una cosa un poco fascista. En el fondo, hay algo simpático en el nombre, pero finalmente también puede ser una tragedia y una fatalidad. Representa un lugar, un sector social, un espacio cultural, aunque también habla de los padres y la razón que los impulsó a llamar a sus hijos de esta manera grandilocuente, extranjera, impronunciable. Brian habla de liceos, calles, lugares. Es un nombre que instala un espacio físico y geográfico. “Mi país en llamas” está atravesado por todo eso.

Yo quise contar la historia desde ese nombre, ese lugar y esa historia de amor particular con toda una biografía de nación. El mismo septiembre en que los personajes se conocen, se aman, están escondidos queriéndose, suceden otras cosas afuera, en un contexto casi inentendible para él. En el fondo, el libro se inscribe casi como un texto de historia y geografía donde hay que explicar todo; desde la cordillera, el mar; hasta el contexto: los muertos, la gente que ya no está; todo cruzado desde el romanticismo.

- Si bien es cierto, el nombre de Brian es el que más destaca en el libro, también aparece el de José, a quien podríamos describir como la antítesis del primero …
- Él de alguna manera me permitió contar el otro polo de la historia. Está incluido en la segunda parte del libro, que quizás ni siquiera sea necesario leer, porque fue creada como un capricho del autor. En ella agregué todos los materiales que me permitieron llevar a cabo este poemario. Ahí se cruzaba esta otra historia de amor que tenía que ver con el barrio alto; un espacio mucho más terrible e incluso violento, porque es menos tierno. Es fuertísimo ver al neoliberalismo encima del cuerpo de un adolescente desesperado, que además está preocupado de qué lugares se mueven y cuál es su estrategia económica frente a la historia de amor. Entonces los dejé hablar a los dos, porque me parecía alucinante; muy violento y terrible. Por un lado, aparecía la voz discapacitada, analfabeta, triste, sin educación, de Brian; y por otro lado, este otro nombre propio mucho más fuerte; con segundo nombre, con apellido, que escribía en inglés y era portador de una estética mucho más perversa. Él se sabía guapo y dominaba la historia. Me parecía que era muy bonito el giro, porque representaba la otra parte. Significaba poner a discutir las dos clases sociales, pero a partir de una historia de amor.

- De alguna manera, ambos polos sirven para posicionar dos esferas: una Matria mucho más instintiva, inexperta, oculta (Brian); en desmedro de la Patria como un terreno de dominio público y lo masculino (José)...
- En el libro, siento que armé un nuevo lenguaje, un nuevo discurso a partir de esas hablas. Quizás mi trabajo fue más de selección y edición. Muchos eran textos literarios que ellos mismos me mandaron; otros, fragmentos que robé de sus fotologs, conversaciones de Messenger y los medios donde se expresaban, que a la vez decían mucho. En esas fuentes estaba todo lo que yo quería decir; y ni siquiera era necesario que lo hiciera. Sus bocas sueltas daban la pauta. Ahí radican sus diferencias: el neoliberalismo. La brecha entre un liceo público y un colegio con nombre inglés ya estaba expresada de manera salvaje a partir de estas hablas y su conocimiento del mundo. Uno era un chico muy seguro del contexto y de su historia de amor. Maltrataba a la gente, decía “te quiero ver en tal lugar y a tal hora“, con pleno control de lo que quería, y de sus sueños y deseos; aunque a la vez no tenía nada. Como escribí en un poema, “en tu pieza lo tienes todo, pero el que falta soy yo”, porque en el fondo nadie lo quería. Por otro lado, está este otro lenguaje, de un chico muerto de miedo de la calle, de la ciudad, de sus vecinos, de sus compañeros de colegio, de su madre y eso es aterrador. A mí me parecía muy fascinante situar a ambos desde los mismos lugares; y a partir de espacios tan distintos -pero en un mismo país- poder llegar a construir esta habla y atravesar la misma historia de país.

- De qué manera se manifiesta la Patria en las historias presentes, como un bosquejo represivo desde la figura del padre en el hogar, hasta la alegoría de un dictador en el espacio colectivo, y cómo aquéllo se traslada a la historia contenida en el libro?
- La historia de la Patria nombrada en masculino tiene que ver con el castigo, la culpa, los padres, las personas que te dejan, los que no te quieren. Hay un discurso de los individuos como subalternos. Uno no se puede cambiar de comuna, de apellido. Las posibilidades están reducidas y marcadas por esos límites, que si bien es cierto son violentos y terribles, tienen su parte bella, y eso es lo que quise plasmar en el libro: sentir que finalmente esta gran escena de guerra también permitía un ambiente maravilloso: ver la periferia iluminada de fuego; el país no se olvida de nada y mantiene su manera de resistir.

- Uno de los tópicos que resalta en el libro es la capacidad de instalar diversas hablas. Incluso el narrador adopta variadas formas de lenguaje y es, por así decirlo, capaz de desdoblarse de acuerdo al personaje con el que comienza a interactuar.
- Cuando conocí estos lenguajes tan distintos, también me involucré con ellos. Me parecía fascinante la idea de generar ambos referentes. Yo iba anotando. Había palabras que no conocía. Fue un descubrimiento absoluto del lugar, las cosas que ellos mismos decían. Dónde es esto, cómo es; qué significa esto otro, eso me pareció muy bonito. Desde ahí, el hablante juega. Pasa a ser víctima y victimario. Es algo que aflora en la mayoría de mis textos, pero en este caso creo que por primera vez me permito instalar un testimonio autorial. Aparece mi nombre, mis registros, mi fotolog. Asomo hablando con mis amigos; desde mi propio lugar, y claramente eso también es un tema muy íntimo que responde al formato. El libro tiene un tono muy intimista, y si yo no hubiera aparecido como autor, habría parecido muy falso. O sea, se habría asemejado a una maqueta. Me parece que si no me exponía hasta ese grado, el libro no habría tenido sentido y habría carecido de la emotividad al sentir que estaba contando mi gran historia de amor. En algún momento tuve la opción de esconder un poco, pero me parecía que no era correcto hacerlo. No había otra opción.

- El libro es casi una bitácora hecha a pedacitos. Por un lado tenemos la situación  política. Por otro, aparece una historia más superficial, anclada en los tecnologicismos y el auge de la comunicación no verbal, a distancia. ¿De qué manera se aúnan ambos polos? ¿En qué momento se cruzan y bajo qué licencia?
- El tema de la bitácora aparece porque dentro de las reivindicaciones de género hay unos que me gustan mucho, que son los confesionales. Tienen que ver con el diario de vida, la carta, las conversaciones en Messenger y esos recursos que caen rápidamente en el discurso del corazón. Siempre que piensas en carta, asalta la idea de amor. El diario de vida encierra lugares afectivos. Como ésta es una gran historia de amor recurrí a cancioneros, boleros, y gestos literarios estilísticos casi infantiles pero muy potentes que hablan de los tiempos actuales. Uno ahora se ama y termina por msn. Sin embargo, también hay una estructura de libro en la primera parte. La segunda, corresponde casi a lo que no se debe leer y lo que jamás debería haber publicado: las fotografías, cosas de las que pronto me arrepentiré pero que en ese momento me parecían necesarias. Uno a veces no domina mucho lo que quiere hacer con estos trabajos; pero como es una autopublicación, me permití que tuviera esos registros tan míos. Insistí en ese recurso porque era parte de la misma histeria que estaba utilizando. Quise que hubiera una bitácora y una mezcla absoluta de imágenes que para mí resultaban fundamentales. Además, dialogaban directamente con el texto.

- Teniendo como tópicos las fronteras y el deseo; el cuerpo como un territorio de conflicto y una geografía. ¿De qué manera la historia política es transversalizada por una historia de amor y viceversa?
- Eso siempre me interesó mucho porque era un tema que rondaba hacía mucho tiempo; desde otro proyecto literario que estoy haciendo (Mistrala), y con el que gané el Consejo del Libro el año pasado. Ése es un proyecto donde trabajo con el cuerpo herido, rasurado, lacerado y que tiene que ver con la manera en que los jóvenes se automutilan estéticamente -desde su pelo, hasta sus brazos; sus piernas- y que a su vez constituye una cita con el cuerpo femenino que utilizó este tipo de actos durante los ’80. Siempre me interesó mucho ese tema; pero nunca lo había trasladado desde mi cuerpo, pasándolo por mi país y por mi historia de amor. Entonces, aquí descubrí eso. Es un giro que creo puede ser lo más bonito del libro: descubrir que un chico desde nuestra posibilidad amorosa también podía ser mi continente, mi frontera, mi cordillera, el mar. También cité una acción de Elías Adasme, artista visual de los ‘80, que hizo literalmente lo que yo quería representar: El cuerpo de un hombre desnudo con el mapa de Chile proyectado sobre su piel. Entonces, me planteé de qué manera podía contar la historia política terrible desde mi lugar, con todas las limitaciones que eso implica; porque yo no luché por la dictadura; yo era muy chico, no andaba en las protestas. No participé de ese discurso; pero sí puedo hablar desde un ahora, donde también suceden cosas. Las mismas mujeres siguen buscando a sus familiares; mucho más cansadas, más viejas, es esa misma biografía recurrente que vives a diario. La violencia… Todavía en Chile para los 11 de septiembre se enmudece la ciudad y en la noche la gente se esconde; no puede salir; se queman las calles. Aún se arman esos caos que literalmente se cruzaron con mi historia de amor. Muchas veces no podíamos salir. Teníamos que quedarnos encerrados escuchando los balazos; mirábamos hacia afuera los neumáticos cerca de una esquina en Maipú. Entonces hay un cruce muy bonito. Esto no es una historia de ciencia ficción. De alguna manera todos hemos arrancado del guanaco, hemos visto las barricadas y de pronto creemos que parece una maqueta muy extraña con un paisaje detrás, sin embargo, está aún muy presente; latiendo, haciéndose. Y muchas veces son los jóvenes los protagonistas de esa historia.               

- Hay una impronta muy pop en el libro; tanto en las citas como en ciertos diálogos. Aparecen, por ejemplo, epígrafes de Shakira. ¿No te da miedo que de pronto eso sea mal interpretado, por estar inmerso en un tema tan trascendente como el acontecer político de este país?
- Sí. Me dio harto miedo. Yo decía: una de dos, o me voy al extremo con mi panfleto político, aunque después me digan “qué trasnochado el tipo, qué antigua su consigna“, o escribía un texto de amor absoluto, homosexual. Pero cuando opté por exagerar ambas, decidí llevarlas al extremo. Entonces, el lenguaje pop tiene que ver con esa incapacidad. Jugar con Shakira como un referente cultural. Hacerla dialogar con el Manifiesto Comunista era algo que tenía que ver conmigo, con lo que hago, con lo que pienso, con lo que escribo. Me gustó rescatar esas estéticas un poco más bastardas, sucias, subterráneas. Me dio mucho temor; pero siento que por lo mismo esos miedos se pierden al ver algo tan artesanal. Es un libro que nunca va a llegar a tanta gente, y eso de alguna manera me permite manejar los lectores que tendrá. Hay una cosa muy secreta; muy clandestina, que quizás sea la justificación extraña de todo esto. Para mí “Brian” está conectado con otros lugares. Son otras mis búsquedas. Nunca pensé en un lugar mayor. Es un libro más adolescente. De pronto yo mismo maldigo eso. Sin querer, quizás le estoy dando una categoría de libro no serio cuando en realidad fue escrito con la misma implicancia del resto. Sin embargo, es un libro que no va dirigido a una elite intelectual. Es casi para mí. Y a pesar de lo que pensé, eso también le da un plus. Hay una confesión muy explícita; sin disfraces. Estoy siendo muy claro con lo que quiero decir y la forma en que lo hago. Incluso la manera de narrar es muy distinta a la de mis otros registros. Creo que eso ha funcionado; a mucha gente le ha llegado más de lo que creía. Yo siento que detrás de toda esa basurita contemporánea de lo pop, hay toda una historia adolescente que no podía dejar de lado. Nosotros nos amábamos desde Messenger y Fotolog. Pero si no hubiese puesto la protesta y la barricada, me habría dado más miedo. Quizás estoy trabajando más allá, uno no domina mucho lo que esta escribiendo, quizás ese trabajo posterior corresponde al lector.
 
- El libro es también una radiografía del Chile ochentero, de algún modo actualizado. En ese sentido, tú tienes muchos referentes escriturales de esa época…
- Claro. Todos mis profesores son de la generación del ‘80. Me formé con esa poesía rebelde, combatiente de fines de la dictadura, con textos valientes; muchos libros de mujeres, como Bobby Sands desfallece en el muro (Carmen Berenguer), Vía Pública (Eugenia Brito), Piedras Rodantes (Malú Urriola) y La Bandera de Chile (Elvira Hernández); todos muy luminosos. Los rescaté junto a un cancionero que volví a escuchar. Intérpretes como Sol y Lluvia, Quilapayún e Inti Illimani me hicieron conectar de nuevo con el discurso de un “venceremos” lleno de ese romanticismo que uno todavía canta en manifestaciones, y que me parecía prudente destacar y volver a instalar como un pequeño grito, un aullido contemporáneo. En el fondo los tiempos han cambiado, pero también hay muchas cosas pendientes. Aún hay rabias y rebeldías palpitando, guardadas. Sus protagonistas son estos jóvenes. Me parece que ellos están haciendo cosas: se mueven, ejercen una resistencia diaria. Eso me parece muy bonito.

- Siguiendo con el mismo tema, ¿de qué manera se cruzan el púber actual con el niño/adolescente que tú fuiste en los ‘80? ¿Cómo se conjugan ambas historias para posicionarse en el presente?
- De todas formas aparezco con voz de niño. Desde el querer volver a serlo y no poder; y sobre todo porque uno es mucho más cobarde y más restringido en cuanto a los deseos y los lugares. Por ejemplo, desde un discurso homosexual los jóvenes ahora ni siquiera pasan por el clóset. Tienen todo muy decidido, muy claro. Los padres que los forman, si bien es cierto vienen con la tradición de la dictadura, son progenitores nuevos; mucho más generosos, más dispuestos. Se mueven en otros lugares, en otra historia. Entonces, claro que está el cruce de la nostalgia extrema, pero a la vez hay una identificación con la orfandad, la soledad, el miedo terrible. Uno en la adolescencia debe definirlo todo: la sexualidad, los sueños, lo que quieres y no quieres ser. Son muchas responsabilidades que decides en tan poco tiempo. Yo siempre he pensado que es la edad más difícil. Entonces, descubrir eso de nuevo y conectarme desde este presente -mucho más viejo- fue muy significativo.
  
- ¿Cuál es la progresión que han sufrido tus textos, desde Relamido, pasando por Corazoncito/noche, El baile de los Niños, Mi Delito, Mistrala (ambos en preparación) y éste?
- Bueno, de partida “Brian” es el más libre. Lo hice muy enamorado. Este libro fue un gesto de amor absoluto. Lo siento tan mío que incluso fue lanzado para mi cumpleaños. Además, recurrí a todos mis lugares casi infantiles, de diario de vida. Acudí a mis libretitas y mis apuntes y había un tema en común, que era Bryan. En su creación, también hubo una convocatoria entre amigos. Uno diagramó la portada, otra lo diseñó, mi hermana realizó el dibujo de La Moneda de la contraportada, la Gladys (González) lo presentó. En el fondo, me dejé querer y a la vez decidí ser yo y mi propia historia. Quizás no soy demasiado serio, pero sí muy estricto con mis textos. Los sufro mucho. Por eso me demoro tanto en publicar. Los dos primeros libros pertenecen a una época más adolescente. Creo que de mis amigos poetas más cercanos, fui el último en publicar. Siempre tuve miedo. Lo trabajé mucho. Mi Delito, por otra parte, está siendo escrito hace cuatro ó cinco años. Mistrala comencé a escribirlo ahora, pero lo más probable es que lo publique de aquí a dos años más. Me demoro mucho en escribir los libros porque para mí implica mucho trabajo, dedicación, edición. Para mí los libros tienen distintas etapas de construcción. Lo escribes, lo vives, te desangras. Luego lo corriges, lo dejas respirar, lo abandonas un tiempo para retomarlo después. Esa demora tiene que ver también con la paciencia que le dedico a cada uno. Yo no estoy preocupado de demostrarle nada a nadie. Es un trabajo muy personal.

- Quiero que hablemos del caballito de la portada.
- Es muy raro; pero cuando hago los libros, primero pienso en el título, y en este caso vi el caballito y me maravilló. Es un caballito bebé inmerso en formalina. No nació, no creció. Entonces, tiene una lectura muy bonita. Existe la dicotomía, porque representa lo agresivo y macho, pero a la vez sugiere un acto de ternura absoluto. Jamás llegas a imaginártelo como una masculinidad. Ahí aparece una lectura desde el imaginario de la yegua. Cuando vi la imagen, supe inmediatamente que el libro iba a llamarse “Brian, el nombre de mi país en llamas” y que ésa sería la portada. Después, le he dado otras lecturas que tienen que ver con mi biografía. A mí siempre me llamó la atención que en la cárcel, a los homosexuales los insultaban llamándolos “caballos“, por la manera en que se aparean. La imagen cumple la función de instalar a este caballito como un personaje frágil que no llegaría a ser lo que todos querían que fuera, y que por eso seguiría siendo frágil y huérfano.

- De acuerdo a tus obras anteriores, mutamos de una mariposa a un caballito con alas...
- Ése ya es un gesto de inmolar a este caballito niño perdido, un poco huérfano; abrirle también la posibilidad; contarle una historia de amor y que en cada página avance por los poemas, porque también es la esperanza del texto decirle “claro, te faltan las alitas, pero de todos modos podrás volar”. Quizás lo hice pensando en ese texto precioso de Lemebel “hay tantos niños que nacerán con una alita rota y yo quiero que vuelen“. Son esos niños los que están representados en la imagen; es un cuerpo prestado que no debiste utilizar; son trajes y biografías que me parecían dignos de reivindicar, como la historia clandestina y ya no tan anonima de Brian. También está la cita de mis referentes infantiles: Sheera, Rainbow Brite, que apelaban a mi fantasía de niño y también aluden a mi deseo frustrado de haber tenido un caballito con alas, quizás por eso decidi colocar un dibujo de un caballito abriendo y cerrando las alas, en movimiento en el final de cada página del libro.

 

 

Brian,
El nombre de mi país en llamas

(Fragmentos)

Los jóvenes no pueden volver a casa
Porque ningún padre los espera.
- Jorge Teillier -

En sus ojos hermosos la patria

Brian,
Vamos a escribir nuestra historia de amor en llamas
Y nadie en este país
Va a saber que estamos amándonos
Desesperadamente en septiembre.

Brian,
Vamos a escribir juntos
Esta declaración encendida de nuestros cuerpos
Apilados con furia en estas noches frías.
En estas bocas muertas.

 


Septiembre

Hay un país cercado
Hay rejas en las calles
Hay una ciudad sitiada por el miedo de los nuevos poderes de estado
Hay una ciudad enmudecida por la renuncia
Por el recuerdo de la rabia
Y la rabia y de nuevo la rabia
Y es necesario absolutamente que esa rabia
sea el campo de batalla
y el fuego
y tu nombre
y mis amigos más jóvenes
sobre las vigilancias represivas
Y los poderes pactados
No es que niegan el dolor
Es solo la crueldad de sabernos concientes y sensibles
Con nuestras violencias de niños.
Es necesario ver a mi país en llamas
A toda una ciudad brillando en la periferia nocturna de la memoria
Quiero ver encendida todas las noches de Chile
Villa Francia, Peñalolen, La Victoria
Quiero ver derretirse de rabia las calles
Las guerrillas hermosas del no olvido
Hay que seguir incendiando mi país entero
Hasta que no se olvide y no se renuncie
A los nombres faltantes en la historia de Chile.

Quiero ver mi país en llamas
Hasta que la coordenadas encendidas de mi corazón
sigan tejiendo rebeldías en septiembre
porque duele la patria por el borde
Y por el cielo
Y las faltas rebeldes
Y el recorte
Y el apellido distante
Y las llamas simbólicas
sobre el registro enloquecido de un pueblo .-

 


No somos héroes,
No somos los más lindos de la fiesta
Pero pertenecemos a un sangramiento
A un acoplado múltiple de la protesta
A un llanto inicial.
Estamos juntos por el abuso
Por la violencia de su casa, sus padres, su educación.
Estamos juntos
Por la sobrevivencia y el abandono.
Es amor, pero de otra forma
Mira como allá afuera
Una estrella de ira
Llega desde el cielo
A borrar las líneas blancas de la calle
Mira como esa corona de neumáticos
Irradia una noche perfecta / brillante
Temblorosa y efectista
Para la guerra y el pueblo.
Mira por este rincón
Como se transforma la ciudad y el silencio
En la historia reciente
En la cicatriz
Y en nuestros miedos.
Ven, acércate
Déjame contarte una historia
Que empezó hace treinta y cinco años
Déjame contarte sobre las llamas
Y esa noche en que jugamos a mordernos
Por cada disparo al aire
Que nos agitaba el cuerpo
Que nos hacia provocar un pequeño roce
Menos dulce, cuando te escondes en mis brazos
Y escribo con los dedos en tu pelo
Un poemita agressor
Mientras te escucho dormir
Mientras escucho el susurro sin lengua
Que me recorta tu baba infinita
Penetrando descaradamente tu corazón casi anarquista.

 

Hagamos un carnaval humano entre el desborde y mi conmoción, cuando no existe cama, no existe nada, inventamos el amor en el piso, es julio, y ese invierno se pega a tus piernas y a mis brazos. Estamos muriendo de amor y de frío, entonces me abrazas, entonces te tengo a mi lado despacito chillando, entonces cuando yo pienso que serás otro chico nuevo para llamar por las noches sin sentido, te inclinas, te la llevas a la boca, sin decirte la descubres y te la llevas a la boca, tienes adiestramiento con esos movimientos rítmicos, y me miras hacia arriba, me miras y ya no bailamos, solo tú bailas con tu boca y con mi cuerpecito extendido en el sobrecogimiento de tu deseo, es increíble Brian, te ves increíble, y entonces cuando cambias radicalmente la declaración es que me enamoro de verdad, cuando brusco la lengua son dientes, cuando una pequeña mordida romántica me deja herida la punta y el cariño. Si, Brian, eras una vampiro arrepentida, te alejas, te arrinconas y levemente una lágrima de seda por tus ojos, eres igual que todos, para esto me querías cierto, para esto me trajiste a este lugar cierto. Si, Brian, eso quería y te quería a ti, y quería darte la posibilidad de olvidar tu tristeza hermosa que se te marca en la ropa, el cuerpo y el labio. Brian, no seas tonto, esto es amor y deseo, o como se llame. Brian, yo no te obligo a nada. Brian, sigue que te tengo ganas. Brian, no me dejas así tan iniciado. Eres mi cariño, mi consuelo, mi expatriación. Brian, esa noche, dormimos casi juntos, y enumere tus sueños y los respiros, y te vi llorar y escupirme, esa noche, me di cuenta que eras este poema y que me iba a costar borrarte de las libretitas, del celular, de los correos electrónicos, de las calles, el metro, todos / todos los lugares donde estuvimos, todos los lugares por donde pasaste. Brian, eres mi ciudad, mi nombre y mi deseo.

La valentía para sangrar dos días seguido

 

 

 

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