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NOVELA DE DIOS: una lectura a las partituras del caos
Poemas de Ernesto Carrión. La Caída Editorial. Argentina, 2013

Por Víctor Vimos




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Ordenar el mundo, en su sentido primario, significa inventarlo: dotar a sus elementos de una disposición funcional, en la que cada uno intente la armonía, la que en conjunto se encargue de ser piel en la cotidianidad, aglutinando a su alrededor significado y sentido en todo gesto, sonido e imagen. En ese mismo sentido, pero de forma inversa y perversa, oponerse al orden, es decir, tener impulsos para acrecentar el caos que despoja de significado a los objetos y los enfrenta a las grandes preguntas celestes que habitan en el vacío, significaría destrozar el mundo, volverlo cenizas.

He ahí la labor del poeta.

Ernesto Carrión, ha construido un camino que, en esencia, ha tenido como sentido puro esa devastación: ir del mundo a un No mundo, del sentido al Sin sentido, de aquello que resulta normal a aquello que es todo un reto en su extrañeza. La representación final de ese recorrido, tangible y visible en el signo de vacío que Carrión ha inscrito en su nombre, ha sido solo una parte de lo que su búsqueda ya ha descrito en su imaginario poético: palabras que significan algo distante y distinto que lo que su uso cotidiano indica, sonidos que alteran al verso hasta confundir su estructura gramatical, escases de adjetivos en las descripciones, funciones anormales para los verbos, una suma de caos en la escritura.

Y sobre ese terreno, que nada tiene que ver con la docilidad, su trabajo ha logrado armar un tejido orgánico, en cuya sustancia vital reside la poesía.

Para ello, Ernesto Carrión se ha mantenido en labor de demolición constante, debiendo sortear la gran limitación de quien es vencido por el verso y, consiente de su reto, se propone, cada vez y con más urgencia, una voz nueva desde la que pueda seguir cuestionando el contenido de las palabras.

Esta vez lo ha hecho con Dios; no debería extrañarnos pues la búsqueda del vacío no puede hacerse atado a norma moral o espiritual alguna, y debe, por el contrario, superar el lugar de origen de esas expresiones, es decir, buscar el epicentro anterior a la historia, a la escritura, tocar la filosofía o la teología.

Solo así, paradójicamente, se cumpliría esa contradicción propia de quien escribe: todo acto filosófico o del pensamiento es, a la vez, un acto lingüístico.

Por eso dice:

/Quiero contar la historia
de lo que pasó con nuestro futuro hermoso:

tímpano potente en sus colinas, Azul Darío./

Un énfasis propio de Novela de Dios, y que le terminará otorgando una identidad clara al poemario, en medio de todo el universo poético de Carrión, reside en un uso especialmente alterado de la estructura gramatical: un verbo no servirá, necesariamente para describir una acción como sí lo hará con un sonido, un sustantivo desafiará el poder de los conectores para dosificar su uso junto a los verbos, los adjetivos intentarán nominar antes que describir. Todo para conducir al extremo de borrar el significado de los elementos de la oración.

Por eso dice:

/Ojo voy. Ojo: voy. Al ojo voy. Allí va el ojo hoy: cedro, pluma, aliento, brisa, cuerda, tunda, frío, cielo: desintegración. Brisa, triza, risa, Frida, píntame, inversión, amonestación, cortina, cadena, cabeza, sándalo y arena: amor. Cariño, espuma, híbrido y maniqueísmo, máquina y corona, campo y fornicación: deforestación. Tetas, parasoles, sobre soles tetas y ratones: ojos que reinventan su crisol: Pastos y repartos, partos en desiertos, ruina, manta, máscara y acción: ensayo por surgir Soy. Tómame cariño con paciencia, al ojo voy cuando más me distraigo: quiéreme por favor en toda mi perfecta imperfección./

Una vez definida la materia prima con la que labrará el poemario, Carrión aplica la que, para mi punto de vista, es una técnica surgida de esa labor de devastación: la polifonía que permite, a varias voces a la vez, dar testimonio del acabose. Esa forma de describir los eventos, ya había sido utilizada por el poeta en trabajos anteriores, sin embargo, aquí logra un despliegue especial al tramar, sobre la No – vela de Dios, una No historia del mundo. Adán y Eva serán suplantados por Diego Rivera y Frida Kalho, una especie de mandamientos, serán emitidos en cartas firmadas por el Átomo de Cesio, ese misterio galileico, y escapará más allá del poema, a la propia realidad, transcribiendo conversaciones que realiza consigo mismo, con su esposa, con su pequeño hijo.

Las múltiples voces revelan así una serie de tensiones simbólicas en las que la poesía ha sido utilizada como constante señal de interrogación.

Por eso dice:

/__________ E es una nave espacial, una exficción de la vida, un agujero negro. Este sujeto de estudio ha querido escribir un libro donde Dios pueda ser oído sin acercársele. A cada página escrita la precede otra, y ambas desaparecen en la suma de agujeros negros que son E y su obra. Además allí la experiencia es tan falsa como la lectura que alguien está llevando de su Novela en este momento. En el principio era. No palabras. Nunca más un verbo, un sustantivo haciendo algo correcto. Nada: simplemente un espectáculo barroco, un chorro cósmico, la mancha colorada de los avestruces, el silencio previo al movimiento. El movimiento _________/

Ocho capítulos alternados con siete No capítulos, conforman la propuesta de Novela de Dios en la que Carrión ha llevado a buen puerto su intención de modular los significados huyendo de la servidumbre a la que está sometida la escritura por la escritura. Ha develado la condición de quien se entrega por completo a la poesía, quien no se detiene solo en la construcción de un discurso alimentado por las condiciones sociales que envuelven al creador, sino que, haciendo uso del estilo y del lenguaje, ha buscado sumergirse en las aguas densas de la historia, pare emerger de ellas dueño de una forma de codificación que demuestra eso que parece nítido desde el origen de la escritura: debajo de toda filosofía se esconde una prosa poética.

Con este trabajo, la cartografía poética de Ernesto Carrión, se consolida como una de las más profundas y ricas de lo que se viene realizando en las latitudes del idioma castellano, paradójicamente, siendo este un río al que el poeta siempre remonta contracorriente.



 



 

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