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Poco me importa (Autoedición, abril 2009, 39 páginas.)
de Andrés Florit Cento


Por Ernesto González Barnert

“En horas de soledad
Los libros son mis amigos,
Ellos comparten conmigo
Mi tristeza que es verdad.”
J.F. M.

“Poco me importa” es una manera de caminar Santiago, esta “capital de no sé qué” al decir de Gonzalo Rojas. Una manera de develar uno de sus rostros: el de pueblo grande, ese subterráneo provincianismo que la caracteriza, con sus respectivas epifanías y opacidades para quien se da tiempo para observarla con cariño, pero también con sinceridad. Un álbum de poemas deslumbrantes que nos devuelven escenas urbanas a contra mano de esa voluntad de transformación arquitectónica continua, de esa búsqueda de nuevas localizaciones por parte de determinados grupos sociales —estratos medios y altos de la sociedad—en una actitud que desestima la ciudad existente y prefiere conformar otra nueva. Y, por otra parte, rescata las vivencias, la cotidianidad de esa juventud imperecedera que persiste en nuestro corazón: “en que es pecado corregir la ortografía de los muros”, “las sábanas no entibian el lado vacío de la cama”, “las palabras son jaulas que siempre quedan mal cerradas”, “es imposible huir”, “bombo y caja de un rock duro/ que no transo ante lo que llaman fe”, etc. Esa vida que hacemos en la plaza, en la calle, caminando sin destino, de reojo en los escaparates o en el bamboleo con que una muchacha se pierde de vista ante nuestra cortedad. Esa melancolía como una pátina que embellece lo aciago del futuro, lo pesado del presente en un momento de nuestra vida. Ese lirismo áspero de quien se observa con rigor y sagacidad. Pero también sensitivo y noble ante la vida y el espejo de mano de la literatura. Una literatura a ras del suelo, que sabe el barro, resistir el peso de la bota, entrever tendido en alguna plaza, ser yuyo en tus manos. Donde tartamudear también es un comienzo. Pasos que reemplazan pasos en la memoria rota del asfalto.

Así también es un acopio de sabiduría ganada, un contemplar a la velocidad de la vuelta de la hoja, un sobreponerse a la prosa de los días. Aunque a veces solo podamos expresar la sombra o ser ese mal arquero frente a los contragolpes del tiempo. Andrés Florit (Stgo, 1982)  da con el poder de la lengua que moja el tedio, que mete baza en lo mejor de nuestra tradición poética y da con versos que ilustran una realidad dejada atrás, más no perdida del todo. Una poesía fraguada a la vieja usanza, es decir, en esa “visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato.” Como expresa Rimbaud.

"No es preciso tener muchos libros, sino tenerlos buenos." Dice Séneca. Y este poemario que no solo nos produce placer por lo que se dice sino por la manera de decirlo es uno de ellos en mi pieza.

 

 

 De “Poco me importa”

 

A LAS 3 DE LA TARDE…

A las tres de la tarde
algo me tranquiliza en las plazas vacías
los rastrillos de los jardineros
reposan olvidados en el pasto
y es como si todos hubieran muerto
o hubieran cerrado sus negocios para dormir un rato,
como en la provincia.
Es una hora inútil,
propicia para ocupaciones inútiles:
caminar lento, mirar lento,
seguir a un quiltro por calles donde no pasa nadie
o ver las ramas de un cerezo oscurecido por el verano.

Amo caminar por las calles desiertas a las 3 de la tarde,
reconciliarme con el sol,
sentir que soy parte de un bello sueño
que día a día se repite.

 


TENDIDO SOBRE LA HIERBA

Tendido sobre la hierba
escucho a unos pájaros
y poco me importa
saber sus nombres.

 


EN LA PLAZA

No sé cómo se llaman
los árboles de esta plaza,
nadie nos ha presentado.

Tampoco sé el nombre
de esos hombres
que conversan al frente.

Mi propio nombre se diluye
cuando le hago cariño al quiltro
que nadie ha bautizado.

 


HEIDEGGER EN LA VITRINA

Mientras contemplaba
en la vitrina
una bella edición
de Qué significa pensar,
el reflejo de un cuerpo alejándose
se apoderó del vidrio
y sólo tuve ojos para esa silueta
que paso a paso perdía
por no dejar de pensar.

 


LA CASA A SOLAS

Paso mis dedos
por los lugares donde se posó tu cuerpo
y vuelvo a tocarte,
            levemente,
cuando recorro la casa a solas.
Desde las cosas inertes
regresas
y siento de nuevo tu calor,
           un instante.

 

II

 

HAPPY END

No se trata de ser nostálgico
sino de entregarse a la muerte
acumulada en esas viejas películas
es como morder flores secas
ver que la memoria es un vinilo tan frágil
porque dicen que recordar
es inventar eso que desapareció
y si es un invento, entonces
no cabe la palabra nostalgia
es que los ojos cambian de color con los años
aunque el corazón siga intacto
y uno siga afirmando cosas
como si necesitara ese bastón
la muerte acumulada en esas viejas imágenes
se proyecta en salas que pronto van a demoler
entonces no se trata de ser nostálgico
ni de seguir repitiendo versos
sino de cerrar los ojos para ver a los fantasmas
que aguardan ser inventados
por la muerte acumulada en nosotros
esa ya cansada de su ceguera
ansiosa de ser canción.

 


CROQUIS

De nuevo estoy dibujando la tarde que me envuelve
recostado en un murmullo que no viene de afuera
son leves matices en un cuadro de pocos colores
que me dejan quieto como quiltro a pleno sol en la vereda
yuyos que apenas se mueven
con el viento de los autos que pasan cerca
es que hay una melodía entrecortada por los charcos 
allí me vi antes del barro       mucho antes
del cántaro roto en el horno
es una forma que se me escabulle entre los dedos
cuando toco el agua que no he de beber y pasa
arcilla que el viento dispersa en una cancha cualquiera
donde los jugadores de siempre ya perdieron sus partidos
y siguen jugando mientras yo sigo escribiendo
caminando por el riel de un tren que no va a pasar más.

 


ESTOY AGOTADO DE HABLAR...

Estoy agotado de hablar porque sostengo algo que no quiero sostener
me quedo con el silencio de las paredes manchadas y de las mismas mesas
que reciben día y noche a los que están cansados de escuchar
mendigos que ya no estiran la mano ni se entregan a otro patrón
ya no la trampa de la mirada que suplica mantener el orden
es la ocasión propicia para subir al techo y quedarse ahí
viendo como el sol termina por dejarnos en paz
los queltehues revolotean y quieren lanzarse en picada
tienes que morder las alas de tu enemigo y dejarlo en el piso
el aire viciado de la superficie hará el resto
los pájaros se alejan y tú ya ni los ves porque dejaron de existir
cuando las mesas comenzaron a llenarse y hubo que salir del bar
no no estoy triste  no no me pasa nada  sí sí te quiero  no no estoy mintiendo
las fuentes secas de la plaza podrían hablar más fuerte
los columpios vacíos que todavía se mueven podrían hablar más fuerte
las hojas secas amontonadas en una bolsa negra podrían hablar más fuerte
pero sólo habla una luz que se enciende a destiempo
en un sótano que de pronto alguien baja a limpiar.

 


A VECES VOY POR LA CALLE...

A veces voy por la calle imaginando
con los audífonos puestos, creyendo ser otro
y me encuentro de bruces
con mi reflejo en alguna vitrina
o en el vidrio del Metro
entre estación y estación
entonces no me veo         ni me compro
mis manos me delatan
manos de pianista decían los viejos
pero claramente esta hoja no es un piano
ni estas palabras una canción.

 

 

 

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Poco me importa (Autoedición, abril 2009, 39 páginas.)
Poesía de Andrés Florit Cento.
Por Ernesto González Barnert