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Desierto y lugar seguro.

Por Rodrigo Morales

Para iniciar la presentación no puedo sino citar a Bourdieu: “uno de los envites centrales de las rivalidades literarias es el monopolio de la legitimidad literaria, es decir, entre otras cosas, el monopolio de poder decir con autoridad quién está autorizado a llamarse escritor, o incluso a decir quién es escritor; o, si se prefiere, el monopolio del poder de consagración de los productores y de los productos” (…) y esto –plantea Bourdieu con exactitud- sólo puede resolverse “gracias a uno de esos decretos arbitrarios de la ignorancia”. Tratando precariamente de alejarnos de este problema diremos lo siguiente:

Si contamos con la presencia de un relato presentado ante una escena, es porque hay una correspondencia entre la letra, la inscripción y la estética de la recepción, esto es, la definición -finalmente- que da lugar al precio con que se pagará en el mercado lingüístico determinada producción. La máxima distinción con la que cuenta un autor es el devenir consagrado de la letra que lo hace posible, que con más o menos precisión le hace un lugar en la supuesta escena literaria –como producción y recepción- que lo acoge. Planteado así pareciera -entre nosotros- que los autores publicados y célebres presentan su devenir, su capital simbólico, en la consagración mesiánica que el opus dei festeja entre nosotros y de la doxa que diagrama en la mayoría de los casos – y en su transmisión (que es lo que nos importa)- la palabra, la narrativa o el canto (informativo-literario) que los delinea.

El desprendimiento de la narrativa de Bagual penetra en ese contexto problematizando la narrativa del lugar seguro con un devenir desértico, esto es, en la intemperie temática-narrativa y del lugar seguro que opera en la firma consagrada. Bagual rompe, a su manera, la condición de préstamo en la que el eje temático público-privado exige literariamente, es decir, de los temas posibles de ser tratados y publicitados. La franja discursiva que entrega Bagual respecto de la experiencia y la memoria, -entre nosotros qué y cómo se recuerda-, asume entre el precio otorgado y el material presentado ante la escena –a través de un libro de guardia, lugar y espacio de lo recordable- la calidad y las estrategias de trabajo memorial que ocuparán los autores para memorizar sus propias obras. Es por lo tanto –el libro de guardia- la posibilidad de devolverse de un estado cuya única salida es la inscripción, la permanencia -en y de- un archivo que contendría una escena de comunicación que dotaría de sentido las anotaciones premeditadas que estarían en condición de pérdida.

Hay un mundo presentado como desierto, como el peladero de la literatura que lo va tramando toda vez que se escribe, -desprendiéndose para siempre de su escena comunicativa inicial-, lo percibido por el agente narrativo que lo instituye, esto es, un mundo ya inscrito y por tanto modificado mediante la producción de actualización de sentido, de narración ante el libro de guardia y de la sequedad con que el maquillaje de éste se presenta. Dicho de otra manera: el acontecimiento que supone Bagual no atiende a la contingencia tanto como a la necesariedad de la lectura que lo fija literariamente. Diremos que la fractura de Bagual asume su desértico presente mediante la historia que acontece como desocultamiento, es decir, en la escena de inscripción, actualidad y frontera del contexto perdido; en resumen: la condición inevitable del ir a pérdida, de que siempre estamos condenados a ir a pérdida, y en este caso, ese ir a perdida está determinado por los rastros que una vez inscritos nos permiten la lectura de aquella instancia de guardia, de resguardo, de lugar seguro.

La temporalidad allí presente determina el sentido de ilusoria actualidad que –sabemos- será revelado después según condiciones de enunciación (habría que agregar histórico-políticas) que hoy desconocemos. La sequedad con que Bagual trabaja la forma en que esa letra acontece como relato y descripción narrativa, el socavamiento que lleva a cabo sobre la guardia que opera en cada supuesta narración que nos lee, es, en tanto desierto, la posibilidad de pensar la literatura como hurto y litigio y ya no como lugar seguro.

Sabemos que todo modo de existir supone un tramado de fuerzas donde opera lo político, y donde toda relación con el otro atiende el supuesto de una franja verbal que lo lee y antecede. El juego cultural donde reside desde hoy Bagual, en definitiva la illusio, asume entre la narrativa y la idea que lo sustenta el síntoma que el relato y la ausencia –lo no dicho- traducen como actualidad. Las nociones con las que Bagual trabaja son entonces la de evitar la narración de un lugar seguro y optar por la intemperie, -intemperie que no sólo admite la desértica escenografía gramática, sino también los flujos idearios que nutren la posibilidad de la narrativa-, y no obstante la escena donde son administrados los dispositivos de la novela y su recepción, están dispuestos en oposición a la dramaturgia vacua y burguesa que lo antecede; como diría Kristeva leyendo a Barthes: la novela burguesa ofrece una imagen del mundo que es de seguridad y creación. Y Bagual acontece para nosotros -en contraposición- como una imagen mundana de pesadilla y desierto que el orden de la literatura actual y local esperemos no pase por alto.

Santiago, octubre, 2008.

 

 

 

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Desierto y lugar seguro.
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