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Muestra poética

Felipe Díaz



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Felipe Díaz (1992, Recoleta, Chile). Ha participado en varios talleres y cursos literarios, entre ellos el curso “De Borges a Bolaño” con la escritora Mili Rodríguez, el taller poético “Durazno sangrando” con Andrés Florit y Ernesto González Barnert el 2015. Con el auspicio de Balmaceda Arte Joven, publicó e ilustró el fanzine “Me hace ruido”. Entre el 2016 y el 2017 participó en el LEA en la Fundación Pablo Neruda, publicando el libro colectivo “Karaoke o muerte”. Actualmente se encuentra editando su primera novela con la Editorial Cuarto Propio y coordina el taller literario LEA RECOLETA, con auspicio de la Fundación Pablo Neruda.

 

 

1.
Vivir con la precisión del borracho
que sin saber cómo
esquiva con elegancia
los automóviles a medianoche.

2.
Agradeciste a tu padre
El nunca haberte dado consejos
Porque así aprendiste a necesitarlos.
A extrapolar ciertas vivencias
Para abrirte paso en el mundo
Y valorar lo que es escucharse.
Quieres escapar de tus horarios
Del sigilo de las metas que persigues.
Envidias en secreto otras formas de vida
A tu juicio más sencillas y loables.
Armarte trozo a trozo en las mañanas
Se ha vuelto tu deporte favorito.
Aunque añores la ignorancia primitiva
Que te permitía diferenciar las casas
Guiándote solamente por olores.

3.
Aprendimos la dirección de los astros
Observando su reflejo en los cántaros con leche.
Sobre la meseta, la configuración de los paisajes
Separa la colmena que da sabor a la corteza
De la industria puesta en desmedro
Por la multiplicación del fruto silvestre.
Paseas a diario por la ensenada
Te deleita la forma y tonalidad del rompeolas
Que revela la fuerza del agua
Y el estrato acusa los minerales inherentes.
Los albatros, las gaviotas
Los mamíferos y peces
Ven corrompida su álgebra marina
Por objetos que no se pueden reciclar.
Durante la noche los botes
Son bestias en reposo sobre un cúmulo de tinta.
Las luces de la caleta delimitan los trayectos
Entre el paso de los turistas
Y la vía de vehículos locales
En dónde nos gusta ver como las mujeres
Secan el cochayuyo al mediodía.

4.
Aliñas tus horas de estudio
Con música y otros artefactos
Que ocupas para desgranar
Ciertas responsabilidades.
Sugeriste que podías disfrutar
De la exactitud del punto
O la efervescencia de la línea
Sobre el dibujo de una mandíbula
Puesta a contraluz.
Pero memorizar especies no es razón
Para hacer de una habitación un capullo
Tejido con los planes de un futuro aceptable.
Nada te salva de lo que eres.
Estamos expuestos como los organismos
A la terrible cadena alimenticia
Que configuró la jerarquía
Entre nómadas y sedentarios.

5.
Nunca llega sola la palabra
Como a la familia, los amigos
Debemos contactarla para que comparta y se embriague
Para que su enjambre nos indique una dirección en el vacío
Luego de los quebraderos de cabeza en los primeros forcejeos.
Fuera de toda retórica imaginada
Nace la piedra angular de su destino
El esqueleto y su música
La carne el color y el aroma
Van tomando forma de algo que nos tiembla
Acechándonos fieramente mientras divagamos.

Creo poder invocarla
Armando cierto sentido
Con la materia que nos habita.
Lo que veo, lo que recibo
Misteriosas esencias que no puedo definir
A pesar de verlas tan claras y vivas
Como la lluvia que cae junto a los postes de luz.
-Quizá no hay tanta magia en la palabra
Y es solo un utensilio más
Como el tenedor o una puerta o como el mismo lápiz
Que obstinadamente ocupo para darle vida-
Quizá la palabra soy yo
Repetida desde el principio por una boca que desconozco y que me espera
Para volver a ejercer algún sonido
Que desemboque en una tonalidad y ritmo diferente.

Pero entonces ¿quién es el que habla?
¿Es la palabra misma, repitiéndose alrededor de nosotros,
                     masajeando el órgano que palpita cuando la escucha llegar?
¿Dónde se almacena?
¿Cuál es su territorio?
¿O nace desde la oscuridad, como un humo o una sombra que ejecuta simulacros de
densidad y ruido, sin llegar a ser nunca la semilla que creemos plantar y cultivar?
Quizá es una embarcación que navega de boca en boca
Traspasándose tercamente en los bostezos prematuros
En los susurros y en los gritos
Que dan fe inexcusable de su necesidad.
He sentido sus síntomas
Sus caricias y gruñidos feroces
Como un animal salvaje que no ataca
Pero que no se deja domesticar.



 

 

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Muestra poética.
Felipe Díaz (1992, Recoleta, Chile)