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MARTÍN ROLDÁN RUIZ, escritor

"Los personajes de Generación cochebomba tenían que ser así, como los subtes que llegaban a los conciertos y se iban al final, llevándose sus historias a sus barrios"

Martín Roldán Ruiz (Lima, 1970) es autor de Generación Cochebomba (2007). Novela escrita con un estilo alimentado por los vesánicos sonidos del buen rock de garaje, el idóneo para representar a una juventud, la que vivió el nefasto y asqueroso primer gobierno de Alan García, marcada por la incertidumbre, la modorra y la impotencia. Generación Cochebomba es una novela que no debe pasar desapercibida, la cual está llamada a ser considerada la novela subte de los ochenta. Sobre ella conversé con su autor.

Gabriel Ruiz-Ortega

- Si la memoria no me falla, no recuerdo que se haya escrito una novela, de esta magnitud, sobre la desazón juvenil de la segunda mitad de los ochenta.
Bueno, para serte sincero, solamente he leído Al final de la calle de Óscar Malca, y La ciudad de los culpables de Rafael Inocente, que están consideradas dentro de esa temática juvenil ochentera. Creo que dentro de esto también está Contraeltráfico de Rilo o Con el diablo adentro de Max Palacios, pero no he tenido la suerte de leerlos así que no podría decir más. Cuando yo me propuse escribir Generación cochebomba, quise que el tiempo de la novela estuviera en esa segunda mitad, lo cual era importante para mí, porque lo traumático ocurrió, precisamente, en esos años. Estaba en el poder Alan García que nos hundió en prima en la crisis económica más terrible de nuestra historia, y acentúo los desaciertos del gobierno de Belaúnde en cuanto a la lucha antisubversiva. Entonces, para los que crecimos en esa especie de acorralamiento, los que estábamos en medio de esa pugna sangrienta por el poder -subversión por un lado, represión por el otro- no nos quedaba otra que buscar espacios donde desenvolvernos de manera vital; mejor dicho, enfrentando la realidad, encontrar esos escapes, que todos buscamos o nos inventamos, para no explotar como un coche bomba. Y fue precisamente el movimiento del Rock Subterráneo el espacio donde muchos nos encontramos con la vida. Yo fui uno de ellos, y encontré en la mancha subte las vivencias, miedos, anhelos, pasiones y contradicciones de un sector de mi generación que me marcaron mucho. Y creo que lo ambicioso, al momento de escribirla, es el intento por reflejar ese tiempo histórico, con todos sus matices amorosos, musicales, juerguísticos, chupísticos, qué sé yo. No solamente una pincelada de esos años, o de la juventud de esos años, sino también ir a las causas, al contexto, que motivaron una juventud a punto de explotar.

- Adrián R., tu protagonista, y tú, tenían entre 15 y 20 años a fines de los ochenta. A la distancia, parece que el integrar un grupo terrorista como Sendero Luminoso era una opción no tan descabellada, tal y como lo cuentas en tu novela.
- Así es. Y lo que es curioso, muchos de los que conocí y se integraron a grupos como Sendero o el MRTA eran jóvenes idealistas y muy sensibles a lo que les rodeaba. De la mancha subte los que estuvieron metidos eran personas tan de putamadre que no te los podías imaginar dentro de eso. No creo que hayan llegado más allá de volantear o hacer pintas, porque ahora que conozco más de esas agrupaciones, por interés personal y por haberme documentado para escribir mi novela, es muy difícil que hayan ascendido como para poner bombas o ajusticiar policías. No eran muchos tampoco. Pero igual, un día de la noche a la mañana desaparecían y ya no sabías qué era de ellos; y, cuando preguntabas, alguien te decía: Ha pasado a la clandestinidad. Lo cual se llegó a convertir en una especie de broma macabra y en una opción muy válida en esos años. Porque si eras idealista y sensible a lo que estaba sucediendo y creías que podías cambiar el mundo, pues te ibas radicalizando más de lo que pensabas que eras y te dabas cuenta de que con canciones y los pelos parados no ibas a cambiar nada, salvo tu pequeño mundo, entonces llegaban los Saco Largos y te hablaban solapa, citando a Mao, que la revolución no es un poema, una escultura o una canción… la revolución es lucha de clases, guerra popular. Es violencia revolucionaria, entonces tú que te creías muy radical porque le mentabas la madre a todo el mundo en una canción, no te quedaba otra que ruborizarte, cuestionarte, y si veías válido ese camino, pues decidirte. Por eso uno de los personajes, y no digo quién para no malograrle el desenlace a un futuro lector, a pesar de ser de clase media y tener una vida más o menos acomodada, se dejó llevar por su sensibilidad, por su deseo de cambiar el mundo y termina perteneciendo a Sendero, porque no veía por ningún lado, un camino radical para acabar con las injusticias, ni siquiera entre los subtes.

- Tengo la idea de que la escritura de Generación Cochebomba te tomó muchísimo tiempo.
- La novela nació de un cuento que escribí sobre un concierto subte, el cual termina en batida policial. Por mucho tiempo ese cuento me dio vueltas en la cabeza, como diciéndome que no podía quedar allí, que daba para más. Incluso creo que los personajes me pedían que escribiera más de ellos y esa época. Era 1995. Esa incertidumbre se la conté a una amiga de la escuela de periodismo donde estudiaba, de quien andaba templadazo, y fue ella quien me animó, así que también es culpable de este libro, jajaja. Pero, no solo eso, también estaban las ganas de reflejar esa época a través de la literatura, que siempre fue uno de mis intereses personales. Entonces me embarqué en esta aventura que duró desde 1996, más o menos, hasta el 2002, salvo el 98 y 99 que lo abandoné por motivos de trabajo. Así que fueron cinco años de escribirla y el resto de años hasta su publicación, en el 2007, me dediqué a pulir la rocaza que había escrito, corrigiendo una y otra vez. Para esto me metí a talleres de cuento y novela con Cronwell Jara y Miguel Gutiérrez en la casa museo José Carlos Mariátegui, y también al Taller de Narrativa de la Universidad de San Marcos, donde enseñan Jorge Valenzuela y Antonio Gálvez Ronceros. De todos ellos aprendí muchas cosas que me ayudaron a terminar mi libro.

- Hay muchísimas anécdotas la novela, fácilmente pueden ser semillas de otros trabajos novelísticos parecidos, ya sea para ti o para quien las lea y quiera también escribir sobre esa época.
- En cuanto a las anécdotas que mencionas. Sí, me he dado cuenta de que hay muchas que pueden generar un cuento o una nueva novela, es más tengo la idea de escribir una novela a partir de un hecho violento consignado en uno de los capítulos de Generación cochebomba. En eso ando ahora último, leyendo revistas y libros sobre ese tema, para conocerlo más a fondo. Pero aún no tengo una fecha en que me embarque a escribirla con el pie en el acelerador. Y bueno, si otro escritor, con las mismas inquietudes que yo tuve por reflejar esos años violentos, toma como punto de partida algún capítulo o anécdota de mi libro, pues bacán.

- Como toda novela, lo contado es solo una parte de lo que llegaste a escribir en el magma. ¿A cuántas páginas llegaste?
- Cuando ya creía terminada mi novela, me di cuenta de que le faltaba peso. En el sentido de que caía en esa característica de la narrativa urbana juvenil de los noventa, de priorizar solamente la anécdota de sexo, drogas y pendejada. Si bien mi libro tiene eso, yo deseaba mucho más, algo que lo diferenciara de los otros. Para mí, la diferenciación era incluir el peso de los tiempos, el contexto en que se desenvuelven los personajes y cómo influenció sobre sus vidas. Y más si ese contexto era tan dramático como fueron los ochenta. Por eso decidí incluir capítulos donde se viera a Sendero y las anécdotas de vida de los personajes, previas a la historia central. Esto para ir conociendo cómo fueron cayendo en esa vorágine. Entonces, no eliminé, sino incluí, agregué, metí, empujé, etc. Además, yo no escribo a la loca, a ver qué sale, yo sigo una especie de patrón. A partir de aquí sigue esto, esto y esto. Y sobre lo escrito fui puliendo y concatenando las historias para que nada quede suelto ni esté por las puras. Además, fue muy importante para mí incluir la música que escuchábamos en esos años, que básicamente era Punk Rock, Hardcore, New wave, Dark, Techno Industrial y Metal. Y sobre todo el Rock Subterráneo. Claro que por allí también incluyo a los grupos comercialones y al llamado rock en castellano que está últimamente de moda en las radios. Para mi es el soundtrack de un sector de la juventud urbana en los ochenta y no podía dejar de tener una presencia importante, así como la ciudad de Lima, la urbe decadente, que para mí es uno de los personajes más importantes de Generación cochebomba.

- Los años ochenta, para los jóvenes, estuvieron marcados por la frustración. Esta frustración se refleja en tu novela, pero es muy bien compensada por el desfogue que los protagonistas encuentran en el rock subte, el sexo, la hierba y la palomillada.
- No había otra. Como dije el rock subte fue un espacio donde recalamos muchos jóvenes que estábamos en búsqueda de muchas cosas: amistad, amor, aventura; pero, sobre todo de una identidad y de un medio donde poder expresar lo que sentíamos ante la dura realidad que nos tocó vivir. Y ahora que hablas de frustración, recuerdo que en el año 99, un compañero de trabajo me invitó a su clase de psicología de la universidad Villareal. Al enterarse que yo había participado del movimiento subte, quería que les hablara a los cachimbos de su clase, sobre los jóvenes subtes de los ochenta, para hacer un paralelo con la de los noventa que justo en esos años estaban haciendo la contra a la dictadura de Fujimori. Llevé música y les hablé de todos esos años. Entre esos alumnos había un grupo de rebeldes, idealistas, contestatarios, antistablishment qué sé yo. Bueno al final, mi amigo pidió conclusiones sobre la conversa. Este grupo deliberó y determinó que una muchacha fuera la que diera su conclusión: "Todo lo que ha contado es muy bonito, pero hemos llegado a la conclusión que usted es un conformista". Recuerdo en sus ojos esa convicción que alguna vez vi en los senderistas. "No, preciosa, yo no soy un conformista, soy algo peor…Soy un frustrado, porque al igual que tú, creí que podía cambiar el mundo, y nos dimos cuenta de que a lo mucho podíamos cambiar nuestros pequeños mundos". La expresión de la muchacha pasó de la convicción a la bronca y me dijo poniendo énfasis en las palabras: "¡Te odio!". Con eso daba razón a lo que habíamos creído haber sido los subterráneos. "Gracias, eso me da a entender que sigo siendo un subte, porque de eso se trataba: expresarte, decir lo que sintieras y generar una reacción para bien o para mal, positiva o negativa". La cosa fue que los otros ciclos se pasaron la voz y querían escuchar a este subte frustrado, jajaja. Pero te diré que tampoco andábamos depre todos los días o lamentándonos, como los darkis, zopilototes o niuways de esa época, o como los actuales Emos. Siempre es posible encontrar momentos de felicidad dentro de situaciones extremas, lo cual corrobora lo que tú afirmas sobre mi novela. Por ejemplo, el apagón con sus atentados que Olga y Adrián R observan desde la azotea de un edificio. Es allí donde se besan por primera vez, es un momento inolvidable para ambos. Así igual también hay momentos menos romanticotes que, dicho sea de paso, son inolvidables, donde interviene la palomillada, el trago antitodo o el sexo sin amor. Y así como en la ficción, fue igual en la realidad.

- Pienso que la movida subte fue muy especial en esos años, o sea, más real, y lo que continuó de ella en los noventa fue más pose que otra cosa.
- Fueron situaciones distintas en contextos distintos. Nosotros en los ochenta no teníamos nada, mejor dicho no teníamos medios para poder expresar toda la frustración o rabia contra el sistema alienado como así decíamos en esa época. Entonces al no tener nada, lo que hicimos fue crearnos esos medios. Influenció mucho el Punk con eso del Do it yourself, que es literalmente: Hazlo tú mismo. Parece una contradicción que hayamos estado en contra de un sistema al que llamábamos alienado y que la principal influencia sea un movimiento juvenil de Inglaterra, pero la alienación se hubiera dado si lo tomábamos como una moda cualquiera como pudo ser el Breakdance o algo así. El Rock Subte tuvo características propias de una juventud afectada por situaciones económica-sociales, de guerra interna, que utilizaron el rock, básicamente el sonido punk del rock, para hacer sentir su voz. Por eso digo si los jóvenes que luego formarían las primeras bandas subtes, se quejaban de que hubieran muchas que hacían covers de Deep Purple, AC/DC, Nazareth, etc., obviamente en ingles y que no expresaban nada que los identificara con el público que estaba esperando algo donde verse reflejados, pues no les quedó otra que tomar bajo, guitarra y batería y subirse a un escenario y decir todo lo que tenían que decir. Obvio que no iba a ser como Chachi Luján que cantaba: Gracias por lo que tu me diste, corito que sonaba cachaciento, cuando un pata que no podía estudiar o no conseguía trabajo, lo escuchaba por la radio pues no tenía nada que agradecer a nadie, más bien mucho qué reclamar. Posteriormente se abrió todo un circuito de distribución e información mediante maquetas o cintas demo de las bandas, conciertos autogestionados y fanzines o revistas autofinanciadas. Entonces, con esto quiero decir que el movimiento subterráneo, fue un producto del contexto violento y de crisis de los años ochenta que muere cuando cambia la situación y creo yo que empieza con el golpe del 5 de abril de 1992 y se consolida con la caída de Gonzalo, el control de la inflación y la capitulación de Sendero Luminoso. Ahora bien, sin inflación, sin terrorismo, con todo tipo de medios y facilidades que los subtes no teníamos: buenas salas de ensayo y grabación, discos de todo género, Internet, cable, revistas, conciertos auspiciados que garantizaban una buena organización y equipos, ¿crees que sería honesto seguir llamándose movimiento subterráneo? La figura había cambiado y lo que se dio, cuando el país estaba estabilizado, era otra cosa. Distinto pero, creo yo, igual de válido. Los que vinieron en los noventa están más cercanos de lo que se llamó rock alternativo. ¿Y si hubo más pose, pues quién no es posero en alguna medida? Quizás los subtes fueron más sufridos para forjar su movimiento, los otros no, tuvieron todo al alcance y lo disfrutaron, supongo.

- Una de las lecturas paralelas que le hago a tu novela es que tranquilamente puede ser la gran crónica del backstage del movimiento subte.
- En parte das en el clavo, pues cuando me decidí a escribir, me propuse que los personajes sean como esos anónimos que se aparecían en los conciertos de manera solitaria y tímida, se colocaban en un rincón, escuchaban a las bandas, pogueaban de vez en cuando y luego se retiraban sin más. Hasta ahora recuerdo esos rostros y siempre los consideré como automarginados dentro de los marginados. Entonces, los personajes de Generación cochebomba tenían que ser así, como los subtes que llegaban a los conciertos y se iban al final, llevándose sus historias a sus barrios. Eso era lo que deseba, mostrar esas vidas anónimas que nadie llegó a conocer, porque para muchos el Rock Subte es solamente Leuzemia, Narcosis o Zcuela Cerrada, y allí están equivocados, porque el rock subte es mucho más que una banda, un disco o una canción, es la vida misma. Por eso no es la historia de alguna de las bandas ya mencionadas, sino la historia de aquellos que iban a sus conciertos o escuchaban sus canciones de algún casete pirateado. Tampoco me apetecía escribir una ficción sobre algo muy real, como la historia de Leuzemia o Narcosis, hubiera preferido escribir un reportaje, pero creo que ya se me adelantaron.

- Una de las personas a las que dedicas la novela es Edgar Barraza, mejor conocido como Kilowatt. Para los que no saben de él, ¿podrías decir algunas palabras sobre su persona?
- Kilowatt se podría decir que fue uno de los primeros rockeros (y ruqueros también) que proponía cantar en castellano en esos años. Tengo un recorte de la revista Caretas del año 81 sobre un recital de poesía organizado por los Kloaka, en ella mencionan a Kola Rok, el grupo de Kilowatt, y su tema Yony Huancayo, que es un cover del Johny B goode, de Chuck Berry, pero con una letra más acorde con la realidad peruana, la historia de un huancaíno, llamado Yony, que viene a la capital para progresar, pero al ser tratado como una basura regresa a su tierra desilusionado. Aparte de esto, era un pata que siempre llegaba con un trago en el bolsillo de la casaca de cuero y una sonrisa en los labios. Siempre entusiasta, muy pilas, y sobre todo muy buena persona. Así es como lo recuerdo. Lastimosamente falleció en la Argentina, donde se lo llevó un amigo común para que afronte una enfermedad que a las finales se lo llevó de este mundo.

- Tu novela está por encima de ser un eslabón más de lo que se escribió en narrativa en los noventa. Hay una estructura que la sostiene hasta el final. ¿Qué autores fueron tus referentes inmediatos?
- Gracias por lo que dices de mi novela y por eso quisiera mencionar opiniones que me parecen validas, para conocerla un poco más. El día de la presentación en el centro cultural de España, Jorge Valenzuela emparentaba mi novela con la narrativa de los noventa, por ciertas características que encontraba en ella: El nihilismo de algunos personajes, la relación con el rock, las drogas, etc. Yo estoy de acuerdo, pero también la opinión de algunos lectores que escriben a mi mail, me hacen ver que hay algo más. Por ejemplo, un estudiante de San Marcos me escribió que después de leer mi libro, se entusiasmó por retomar su tesis sobre la música rock y la violencia. Otro, estudiante de teología de la ciudad de Arequipa, me escribió que a través de mi novela pudo conocer y comprender más a la juventud de esos años de la violencia, años en que él era un niño. Incluso su profesor, un sacerdote sociólogo, proponía hacer una interpretación de los ochenta a partir de mi libro. Otra, y esta es la que más me emocionó, fue una alumna de un colegio secundario con bachillerato internacional, que me mandó una monografía titulada ¿En qué medida el contexto social en los años 80 caracteriza a la generación "cochebomba" de la narrativa peruana?. El 95% de las respuestas las saca analizando mi novela. Eso me emociona porque cuando yo escribía mi libro, alucinaba que podía servir para que alguien que no había vivido esa época, pudiera conocerla y entenderla, tal como me sucedió cuando yo leí dos novelas que fueron fundamentales para escribir Generación cochebomba: La de Julio Ramón Ribeyro, Los Geniecillos dominicales, y la de Mario Vargas Llosa, Conversación en la catedral. Con esto respondo tu pregunta: Básicamente de los Geniecillos dominicales me influenció mucho esa atmósfera decadente de los barrios marginales y residenciales de Lima y de Conversación en la catedral, el rompimiento de tiempo y espacio y su ambición de ser una novela total que engloba todos los aspectos de un momento en la historia del Perú, como fue el ochenio de Odría. A eso apuntaba con mi libro, y por la acogida de los lectores que afirman conocer más de los años violentos a través de él, pues creo que no me equivoqué. De esos dos libros rescato, también, la característica de sus protagonistas. Ludo Tótem y Zavalita, ambos desclasados. Esa no pertenencia de esos personajes, se reforzaron con Meaursault, el protagonista de El extranjero de Albert Camus, para crear a Adrián R y compañía, aunque hay personajes importantes en mi libro que no son nihilistas ni descreídos, equivocados tal vez.

- Con diferencias implícitas, hermano tu novela con "Incendiar la ciudad" de Julio Durán. Ambas respiran del mismo hartazgo que corroe a sus personajes. La novela de Durán está ambientada meses previos al autogolpe de Fujimori y la tuya, como ya se dijo, en los peores años del primer gobierno de Alan García.
- Aún recuerdo cuando Julio se apareció, chibolazo, una noche por mi casa de Breña, junto a su primo, para que le prestara casetes o discos de Hardcore Punk, desde allí hemos tenido una buena amistad. Incluso años después cuando formé mi banda Dictadura de Conciencia, lo probamos en la guitarra, pero su rasgueteo era muy punki, nada extremo como el Hardcore que deseábamos hacer. Yo me alejé mucho de la mancha subte, cuando ya estaba escribiendo mi novela. Pero cuando me encontraba con la gente y les comentaba, ellos me decían que Julio estaba escribiendo también, lo que me parecía de putamadre. Hasta que un día me invitó a la presentación en el centro cultural El Averno, donde me obsequió un ejemplar. Yo creo, y siempre lo he dicho en todos los sitios donde he tenido oportunidad de hablar de mi libro, que si alguien que haya leído Generación cochebomba y desea complementar sus lecturas de esos años, a partir del movimiento subterráneo, pues tiene en Incendiar la ciudad de Julio Durán, un buen complemento.

- En la solapa de la novela se anuncia que estás escribiendo un libro de cuentos. ¿Sigues la misma temática de Generación Cochebomba?
Mmmmm, no. Tengo cuentos que podrían considerarse subtes o con esas características, pero por lo pronto los he dejado. El libro de cuentos que menciono en la solapa, trata sobre el fenómeno de la violencia de las barras bravas, concretamente de la barra de Alianza Lima. Deseo, a partir de esos cuentos, reflejar las contradicciones que tenemos como país en formación, después de atravesar una guerra interna. Terminada la guerra civil, comienza la guerra urbana, y las barras bravas son ese fenómeno donde las contradicciones que aún no superamos están muy presentes. Ellos son consecuencia de errores cometidos a lo largo de nuestra historia, y me parece muy válido plasmarlo en un libro de cuentos. Por lo pronto uno de ellos, ¿Quiénes son los culpables?, fue publicado en la Revista Otras voces.

 

 

 

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MARTÍN ROLDÁN RUIZ, escritor
Entrevista de Gabriel Ruiz-Ortega.