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Los alteradores de Jaime Arancibia Pinto

Presentación de Antonio Pedrals
(Valparaíso, 5 de junio de 2018)


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Más que una presentación al uso, quisiera invitar a leer el libro que nos convoca.
La obra llegó a mis manos en vísperas de un fin de semana largo, justo al momento en que consideraba posibles lecturas para el tiempo que se abría.
Al revisarla, con una hojeada rápida y miscelánea, me pareció descubrir un texto atractivo, con temas disímiles, desde escenas de la vida cotidiana hasta episodios ajenos al mundo ordinario.
Algunas líneas leídas al azar me hicieron recordar a Gonzalo Rojas, cuando dice que algunos escritores juegan en el filo de eso que llaman realidad y de eso que llaman irrealidad, intentando olfatear lo oculto, lo invisible desde lo visible...
En definitiva, leí el libro de modo continuo, estimulado por los sugestivos cambios de ritmo y temática que ofrece el autor.
Algunos textos clásicos de retórica piden que, en la medida de lo posible, los libros de ficción proporcionen tres efectos definidos: diversión, información y convivencia. Creo que los tres se logran aquí con creces.
Digamos por lo pronto que, tanto considerado en conjunto, como en cada una de sus unidades, Los alteradores resulta entretenido. Cada lector podrá comprobarlo por sí mismo. La obra lo saca a uno de su ámbito ordinario, del ‘mundo amanual’.
Cumple con la función de apartarnos de nuestro diario vivir lleno de asperezas, de oposiciones, de angustias. Pero, dado el carácter poliédrico de la obra, ello no significa que prescinda de referencias a lo que está ocurriendo en el globo: uno de los relatos anota justamente que: “quizás el mundo no esté preparado aún para solventar todos sus problemas de convivencia, de riquezas mal cimentadas, de hambrunas, de matanzas y de ulteriores persecuciones sin freno”; el mundo estaría muy joven para superar estos obstáculos.
También el libro es informativo en varios aspectos.
Así ocurre, por ejemplo, cuando habla de esas “ciudades iluminadas” que obedecen a un trazado previo, inspirado en cierta simbología… Ese relato me ha hecho recordar a Auroville, en la India, ciudad espiritual iniciada el año 1968, y que, inspirada en la doctrina de Aurobindo, asume la forma de una galaxia que aspira a extenderse por el resto del globo...
Las facetas de diversión e información de la obra están asentadas, a su vez, en la convivencia que nos proporciona con los más variados y singulares personajes. Para hablar de ellos conviene detenerse en cada uno de los relatos:
En “Los alteradores”, nos encontramos con unos individuos misteriosos, extraños literatos que, frente a obras elaboradas, se arreglan para alterar el texto a fin de cambiar, en definitiva, el original. Volveré sobre este punto.
En “Apuntes familiares”, que sigue al cuento anterior, el relato transcurre en el mundo de todos los días, refiriendo entrañables escenas de la casa de la abuela Aurora, en La Cruz, cerca de Quillota. Destaca aquí la figura de la tía Ercilia, siempre amable, cariñosa, entretenida, soltera definitiva, que solía explicar las razones por las que no había contraído matrimonio.
El cuento, que salva del olvido a una dama sonriente, sugestiva, positiva, habría sido de especial agrado para Carlos León, cuyo primer libro recoge justamente recuerdos de este género.
En “Az- ten- ghilu-cafardo- rumdorm”, nombre difícil si lo hay, el personaje es el último druida que participó en el Conciliábulo de Plinalión, celebrado en lo que fue alguna vez el zigurat de Nínive. Como puede apreciarse, saltamos desde la inmediata Quillota, ciudad que según Edwards Bello es una de las matrices de las urbes chilenas, hasta una enigmática construcción asiática de siglos muy lejanos.
Volviendo a nuestro país, “El fabuloso imperio de don Pantaleón Vega”, recoge la vida de un porteño de gran espíritu comercial que, por azares de la vida, termina con sus días en la cárcel. Pero eso no le impide seguir desarrollando sus emprendimientos, tanto en beneficio personal como de los propios internos. Gracias a sus logros don Pantaleón logra al fin, en los hechos, cumplir su condena fuera de la cárcel, concurriendo solo el día de visita judicial donde, seguramente, tuvo la oportunidad de conocerlo el autor de la obra.
En “Historia secreta de los junjubes”, nos alejamos ampliamente de los personajes que suelen aparecer en los relatos al uso. Aquí intervienen los junjubes, personas que, por diversos motivos, no tuvieron una existencia real, sino una existencia posible, plausible en términos materiales, pero ilusoria en los hechos reales.
En el relato titulado “En el Metro”, aparece una dama sin nombre señalado que, muy de acuerdo con los tiempos que corren, es víctima del acoso de un desconocido. Este cuento es el toque de actualidad actualisísima de la obra.
Lo curioso es que el acoso que describe tiene características que, por lo que se sabe, aún no han sido estrenadas, a pesar de la multitud de acosadores que, según los medios de comunicación, recorren nuestras ciudades y aglomeraciones en busca de presas.
Aquí estamos ante un delicado aporte al género literario que algunos han llamado ‘Válparaporno’. Pero, por la especial dignidad del espacio en que nos encontramos, me veo en la necesidad de subrayar que se trata de un aporte suave, amable, nada escandaloso.
En “Las ciudades iluminadas”, que ya hemos mencionado, aparece Juan de Dios Nepuceno Fernández, estudioso de manuscritos antiguos y ediciones bibliográficas sobre la edificación y creación de unas ciudades con especial origen y significado.
Se mencionan así ciudades como Carcassone, La Rioja, Arequipa, etc., y sus singularidades. El estudioso resume su pensamiento en cuatro apotegmas, el primero de las cuales dice que “no todas las ciudades demuestran lo que realmente son, algunas mantienen el misterio de porque fueron edificadas allí y no en otro lugar”. Otro de los enunciados alude a la conexión de ciertas ciudades con la magia, las artes adivinatorias, la astronomía, etc.
Tras la lectura del cuento —interesante como todos los demás—, uno se queda pensando en la ciudad que ahora nos alberga, ciudad laberíntica, llena de rincones nunca explorados; sostenida, en los cerros, como dice Allan Browne, por el pie derecho del ingenio. Quizás en un próximo trabajo el autor nos entregue luces sobre este Válparaenigma…
En “Pluto”, conocemos a un anciano melancólico acompañado de un perro, Pluto, gravemente enfermo. Por su trama y su desarrollo, este cuento también habría atraído en forma especial a Carlos León. Por lo demás, su nombre coincide con el apodo canino que sus compañeros universitarios asignaron a León en sus tiempos de la Escuela de Derecho.
Pero en verdad, creo que León, abogado que raras veces visitó este palacio, dedicado como estaba a sus clases y a sus escrituras, se habría entusiasmado con todo el libro, apreciando la condición iridiscente que le otorga el singular punto de vista del autor.
En el último relato, “Sin ulterior recurso”, el personaje central, dice el autor, es uno de esos pro-hombres que a través de los tiempos (de muchos siglos) se han dedicado sostenida pero concienzudamente a la improba, delicada, substancial, determinante y magnánima labor de impartir justicia.
Lo singular del caso es que, seguramente sin conocer el fundamento, este magistrado se ajusta al exigentísimo precepto romano fiat iustitia pereat mundus, hágase justicia y perezca el mundo. Aquí se abre una oportunidad de hacer un comentario de Teoría General del Derecho, pero se los voy a ahorrar.
Estamos, en total, ante nueve relatos.
Con todo, hay razones, en las que no me detendré, para pensar que, en su origen, los textos fueron primeramente diez. Como ustedes anticiparán, lo que habría ocurrido es que, en su momento, se dejaron caer sobre los originales, unos misteriosos alteradores que, apropiándose de la última unidad, la décima, distribuyeron su contenido en los capítulos precedentes.
Con ello, el libro habría permanecido completo, inalterado y, a la vez, al amparo del mágico número nueve (cuadrado de tres, número sagrado) ganando así un poder y un sortilegio que el lector atento podrá percibir claramente...
Con todo lo dicho, olvidaba decir que la lectura de la obra permite, naturalmente, una especial convivencia del lector con el autor, a quien he tenido el agrado de conocer personalmente hoy.
La solapa de la obra trae los habituales datos externos pero, como es usual, nada refiere sobre su vida personal. Con todo, la lectura nos va revelando a un personaje singular; a veces serio, a veces lúdico; atento a las circunstancias; profundamente reflexivo; lector de clásicos, nuevos y novísimos; intensamente llamado por el arte poético, pictórico y escultórico de la escritura...
No cuesta mucho pensar que es probable que, antes de revestirse con la toga judicial, el autor se detenga diariamente a expresar algo así como gracias, porque para todos / amanece lo divino/ y el infinito me asalta/ cada mañana/ desde la ventana/ desde los pájaros/ desde la luz.



 

 

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