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“Che Arturo”, el DJ de tangos

Por Javier Campos

 

 

 

 

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El DJ que ponía la música en el restaurante ucraniano en la milonga del fin de semana no sabía bailar. El mesero le dijo a alguien que el DJ (asunto bien extraño) “no tenía musicalidad”. El mesero sacaba al azar tales interpretaciones o escuchaba de otros o él mismo aumentaba el chisme a proporciones disparatadas.

Pero la verdad era otra. El DJ, de nombre Arthur, pero él prefería le dijeran “Che Arturo” (y esto último era lo único que sabía el mesero), tenía problema en su órgano del equilibrio por eso nunca pudo aprender a manejar una bicicleta desde pequeño ni menos caminar por una tabla o tronco para cruzar un pequeño charquito de agua. Siempre se caía al agua. Así es como lo eliminaron de hacer el servicio militar en Inglaterra. Cuando vivía en Liverpool no pudo tener una cita con la muchacha más sensual del barrio donde vivía. Ella no sólo era fan de Los Beatles y según ella había tenido un romance de media hora con Ringo Starr sino que amaba las motos. Hasta allí llegó la relación de Arthur con ella porque seguro que ambos morirían si a él se le ocurría manejar esa máquina. Él pensaba pedir prestada la Harley Davidson, reciente regalo de su padre a un amigo pero éste se negó rotundamente y que ni por broma le volviera a pedir tan estúpido favor. Nunca Arthur pudo olvidar a esa muchacha que la encontraba parecida a Marilyn Monroe cuando estaba casada con el escritor Arthur Miller y vivían en Connecticut en un pueblito llamado Roxbury. Él tenía una foto de ella, de Marilyn Monroe, que siempre guardó en su billetera como si fuera un amuleto de la suerte. En ese entonces, cuando su amigo se negó a prestarle la bella máquina, se quedó únicamente con una bella imagen de ella besándole sus orejas. Tenía el raro pensamiento que aquella jovencita, parecida a esa famosa actriz, poseía un poder divino y con una deliciosa y perversa sensualidad le restauraría el sentido del equilibrio pues como ese sentido estaba dentro de las orejas ella podría despertárselo para siempre introduciéndole su deliciosa lengua por el oído medio. Cómo se interesó en el tango y llegó a convertirse en DJ y ser el más respetado en todo el estado de Nueva York y otros estados de EE.UU que organizaban milongas es otra historia.

Siempre quedó irresuelta esa posible cita con aquella muchacha de Liverpool. Especialmente la imagen de ella besándole las orejas o metiendo su lengua en sus oídos. Luego se fue convirtiendo en una sensualidad que deseaba encontrar en alguna parte. Y la vino a encontrar en el tango. Tuvo siempre una gran musicalidad desde muy pequeño. Su padre de origen alemán tocaba en su iglesia el acordeón los domingos. Con él aprendió aquel instrumento y años más tardes, cuando se enamoró de su propia Marilyn Monroe, se encontró con el sonido del bandoneón. Enseñaba música en una escuela secundaria de Liverpool y por casualidad vio un cartel que anunciaba un quinteto de tango. Era el año 1990. El quinteto era de Astor Piazzola de quienes no tenía idea. Del cartel le interesó la foto de un hombre que tocaba un acordeón muy parecido al que tocaba su padre en la iglesia. Era esa música que parecía estar buscando y la encontró en ese concierto. Era esa la sensualidad que tenía acumulada en su cabeza desde que fue frustrada aquella cita por no poder manejar una moto.

Tres meses después de enterarse en lo que pudo sobre el tango, escuchar lo que podía encontrar en Liverpool que no era mucho decidió irse a Buenos Aires sin siquiera saber una palabra de español. Para ganarse la vida en Argentina hizo algún contacto y se fue a enseñar inglés en una escuela privada. Paso cinco años escuchando y acumulando tangos, valses y milongas. Su español era tan perfecto como el conocimiento del lunfardo que le hizo entender mucho más las historias de cada tango y amar como nadie, incluso más que un argentino, toda esa música que se le metió en todo el cuerpo. Lo que más le entristecía era no poder bailarlo. Perdía el equilibrio fácilmente. Así fue como tuvo muchas novias tangueras argentinas pero por más paciencia que tuvieron de que pudiera bailar al menos un tango sin perder el equilibrio no pudo retener a ninguna. La veía bailar con otros bailadores en alguna milonga en Buenos Aires y sufría verla abrazada a otro y todo por la maldita falta de su equilibrio. Aun así no podía renunciar al tango aunque sólo pudiera tener relaciones sentimentales temporarias toda su vida.

Hacía cinco años que vivía en Nueva York. No fue difícil que lo contrataran rápidamente muchos lugares de milonga que requerían de buenos DJ. Él venía de Buenos Aires con muchas cartas de recomendación de los mejores y famosos profesores de tango y también por el Festival Mundial de tango de la ciudad de Buenos Aires donde fue DJ dos años seguidos en la noche final cuando se deciden los campeones mundiales de tango salón, tango vals y milonga.

El mesero de la milonga del restaurante ucraniano dijo que el mismo “Che Arturo” le había dicho que no bailaba porque no tenía musicalidad y por eso el mesero repetía aquello a los que le preguntaban que era raro que un DJ de tango no bailara. Había sí una mujer japonesa muy bella que siempre hablaba con el DJ pero el mesero ignoraba lo que ellos conversaban. Una vez los vi desde mi lejana mesa pedirle ella que bailaran. El DJ aceptó pero se veía que no podía seguir la música, sentía un leve vértigo que lo descontrolaba. Perdía el equilibrio como si estuviera ebrio. La mujer japonesa se reía tiernamente y luego lo dejaba sentado al lado de su laptop con los miles de tangos que había coleccionado en Buenos Aires. A él le gustaba que esa mujer lo sacara a bailar, especialmente cuando le hablaba casi susurrando en su oído. Le traía otros recuerdos de su pasado en Liverpool pero también de una mujer de la cual no podía olvidar y que era muy  parecida a Marilyn Monroe, especialmente cuando la actriz estuvo casada con un escritor norteamericano y vivían en Roxbury, Connecticut.   Pero esa historia jamás la sabría nadie, ni el mismo mesero que parecía un muchado muy dado a llevar y traer chismes o adictos a los thrillers de moda. No por casualidad en sus descansos leía y releía como un obseso la Trilogía Milenum de Stieg Larsson

 


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(Inédito de libro en preparación sobre tango).  Reciente publicación de cinco relatos sobre tango, Tangazos, publicado en la prestigiosa revista de literatura dirigida por Sergio Ramírez, Carátula, número 51, Diciembre 2012-Enero 2013 http://www.caratula.net/ediciones/51/narrativa-jcampos.php#.UL0S7eZH6j4.facebook

 



 


 

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