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El obsceno pájaro del olvido


Por Carlos Franz

En Babelia. 9 de octubre de 2004.


Busco por las librerías de un Madrid canicular obras de José Donoso. No hay ninguna en inventarios, no está "en existencia", me contestan. Termino en las librerías de segunda mano de la calle de los Libreros, y en la cuesta de Moyano. No hay nada, nada. Le pregunto a un par de amigos académicos. Me dicen que algunos profesores de literatura hispanoamericana citan de vez en cuando a Donoso, que incluso lo dan a leer; pero no ellos, no ellos.

Recuerdo a José Donoso diciéndome, poco antes de su muerte: "En diez años, nadie me leerá". Esa aguda intuición acerca de la vanidad y el capricho de la literatura, que siempre lo acompañó. La idea -políticamente incorrecta- de que la literatura también es materia de gustos, y éstos son por definición volubles y mudables. No han pasado siquiera diez años y, en España, donde vivió dos décadas, y triunfó en la estima supuestamente perdurable de sus críticos, ya nadie lo lee, está fuera de los inventarios, ha entrado en la "inexistencia".

El olvido empezó a prepararse con el cadáver aún caliente. Cuando Roberto Bolaño volvió a Chile en 1997, unos meses después de la muerte de Donoso, dijo que ése era un escritor "con un par de obras buenas y el resto para salir arrancando". Si es por menospreciar, eso se podría decir hasta de Cervantes. No es de extrañar que no lo comprendiera. Donoso no puede ser un escritor más diferente. Conforme a la ya clásica distinción de Isaías Berlin, entre escritores erizos y escritores zorros, Donoso fue un escritor zorro. Un autor que cambiaba de estrategias, que huía de los estilos fijos, de la voz y la estética únicas. Sobre todo, fue alguien que supo y mostró que éstos son disfraces, formas momentáneas, cuando no modas del intelecto. Así como los gustos estéticos cambian, mudan, caducan y también retornan, el cambio de estilos, la metamorfosis y el disfraz son la constante de la obra donosiana. En muchos escritores se da una evolución y una transformación de sus propias convicciones estéticas. La diferencia con Donoso es que él hizo de esa mudanza un tema y una estética, en sí misma. Por ejemplo, la duda radical acerca del estilo, como meta literaria moderna, es el mecanismo narrativo de una de sus novelas fundamentales, Casa de Campo. Allí, imita y desacraliza un siglo, al menos, de estilos literarios, sin dar a ninguno por mejor, y dejando a todos por plausibles. Esa novela significó el punto más alto de la trayectoria de Donoso en España. Con ella ganó el Premio de la Crítica, en 1978. Uno de los escasos cuatro libros de autores latinoamericanos que lo han ganado en los cincuenta años de ese premio (prueba, si se requiriera alguna, del provincianismo estético de la crítica española). Y ahora, "no está en existencia".

Pero lo que yo realmente buscaba en las librerías madrileñas era El jardín de al lado. Recién llegado a vivir en el Madrid desolado del verano, no pude menos que buscar ese libro acerca de un Madrid sofocante en el que un escritor latinoamericano sueña con lo que no tendrá, y se angustia con la emulación de otro escritor ficticio: Marcelo Chiriboga. Amalgama de García Márquez con Carlos Fuentes y Vargas Llosa, este Chiriboga -"el más insolentemente célebre de todos los integrantes del dudoso boom"- es un revuelto de las envidias literarias de su época que Donoso conoció, y controló, con su irónico escepticismo acerca de la inseguridad de los prestigios literarios. Promediando El jardín...

el escritor frustrado y cizañero que lo protagoniza se encuentra en el Rastro de Madrid con la agente literaria y "capomafia del boom", Nuria Monclús (álter ego, por supuesto, de Carmen Balcells), quien acompaña a su representado estrella, Marcelo Chiriboga. Los ve a ambos desde la calle, en el interior de una tienda de antigüedades, mientras examinan abstraídos un cierto búho de plata. Donoso pone a Chiriboga y a Monclús (a todo el boom y a su agente) dentro de esa tienda de antigüedades y los observa como los objetos transitorios que son -que fueron-. Todo boom, toda fama, toda certeza estética, está amenazada de vejez, de transitoriedad, de ir a parar al Rastro de nuestro olvido, nos estaba diciendo José Donoso. Y al mismo tiempo describe el búho de plata florentino que estos candidatos a la antigüedad tienen en sus manos: "Presionando una pluma de su ala izquierda salta la cabeza, descubriendo adentro una minúscula redoma de cristal verdoso: -Para el veneno

... -explica el propietario de la tienda. -Tal vez cizaña -sugiere Chiriboga, sonriéndole a Nuria".

Y yo casi puedo ver a Donoso sonriéndonos también, malicioso, desde su "inexistencia" en el inventario de esta transitoria posteridad.


 

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El obsceno pájaro del olvido.
Por Carlos Franz.
Fuente: Babelia, 9 de octubre de 2004.