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De antologías

Por Jorge Etcheverry

 

La proliferación de antologías en papel y virtuales resulta a primera vista sorprendente. En los últimos años han aparecido en Chile numerosas publicaciones antológicas que reúnen a los autores por agrupación, tema, región, zona, generación, o por género, los hacen participar en la conmemoración de eventos específicos, o apoyar causas o circunstancias especiales. Hay otras con intenciones abarcadoras y totalizantes, como por ejemplo dos trabajos recientes de Gonzalo Contreras. El primero es su Poesía Desclasificada, una compilación de poetas bajo la dictadura, de la que ya circula el primer tomo sobre poetas del ‘interior’, quedando por aparecer aún el que contendría las voces del ‘exterior’, ‘diáspora’, ‘exilio’, región XIV o como quiera que se la llame. La segunda es un volumen bilingüe español-inglés sobre poéticas de Chile, con 189 autores que van desde Pedro de Valdivia y Alonso de Ercilla y Zúñiga hasta Pablo Paredes, el más reciente, nacido en Santiago en 1982. Otras antologías recientes de intención totalizadora son El lugar de la memoria, otro mundo es posible”, que reúne a poetas y narradores y en cuya introducción se presenta como “el testimonio de una parte de nuestra historia, sobre todo la relacionada con el período de la dictadura y la imposición del neoliberalismo”. Esta antología fue compilada por el Colectivo de Escritores Luis Enrique Délano, célula de escritores comunistas e incluye a más de cien autores, identificados por ciudad, distrito o pueblo, cuyos textos van delineando una imagen geográfica que es un registro nacional de ese período, si aceptamos que la literatura—y de algún modo las otras formas artísticas— son en última instancia representaciones de un estado de cosas, una memoria de la sociedad. Estas dos antologías representan un ejemplo a la mano, en lo que se refiere a publicaciones en papel. Me han llegado recientemente y las menciono por su valor y su impecable presentación impresa. Dicho sea de paso, estos volúmenes en este país (Canadá) le costarían un ojo de la cara a los interesados por el elevado precio del libro en Chile, que alcanza niveles ‘ internacionales’ a lo que se agregan los costos de flete y el recargo de distribución.

Lo que es interesante es que estas dos compilaciones reflejan una tendencia presente de la literatura y la vida cultural chilena de los últimos años, tanto del ‘interior’ como del ‘exterior’: el intento de la reconstrucción, rescate, fijación de la memoria, objetivo manifiesto de estas dos producciones que muestran así una intención que ya he creído rastrear en otras compilaciones un poco anteriores. Se trata de la antología bilingüe Los Poetas y el General: Voces de oposición en Chile bajo Augusto Pinochet 1973-1989, compilada por Eva Goldschmidt Wyman. LOM Ediciones, 2002, en cuya primera línea la autora nos dice que “Debemos mantener viva la memoria y nunca olvidar, para que la historia no se repita”. Este propósito se perfila también en la antología titulada Presencia Femenina en la Literatura Nacional, de Lina Vera Lamperein, actualizada recientemente con la colaboración de la poeta Paz Molina y que cubre autoras hasta el año 2005, un excelente libro de divulgación de la escritura de mujeres chilenas, en todos los géneros, desde el siglo XVIII hasta la fecha.

Y de alguna manera tiene esa intención, en otro campo literario, la recopilación de la literatura chilena de ciencia ficción—este pariente pobre de las letras chilenas— publicada en 2006, Años Luz, Mapa Estelar de la Ciencia Ficción en Chile. Su antologador, el poeta y académico Marcelo Novoa, dice en el prólogo, “ ¿O me va a decir que la manipulación genética de alimentos, el dominio bélico del espacio o la centralización total de la información, no son sino apenas síntomas notorios del nuevo orden mundial? ¡A mí que me registren las pesadillas! Pues, al leer tanta CF, me he puesto a sudar frío por fantasmas de un tiempo que nunca será pasado... ... tercermundistas de fin de siglo, insomnes y tiritando contra los muros de fábricas abandonadas, esperamos la noche como una bendición de sombra sobre nuestras existencias miserables...”

Vemos la cercanía de esto con esa “imposición del neoliberalismo” mencionado en el prólogo de El lugar de la memoria. Así veremos que hay una atmósfera, un ‘espíritu de la época’, un estado de cosas para esta proliferación de antologías que organizan, rescatan, exploran e inventarían períodos y campos históricos y presentes. La presente intensificación del capitalismo mundial, llamada el neoliberalismo, viene en su envión mercantil a incrementar otro poco la homogeneidad moderna, que en aras de la transacción comercial perfecta, tiende a eliminar las excentricidades, anfractuosidades y particularidades nacionales, culturales, regionales, tratando de homogeneizar y simplificar mercados, productores y consumidores y sus interrelaciones. Su ideal es una cultura, un idioma, un modo de intercambio universales. Entonces el deterioro identitario aparece a la vuelta de la esquina acompañado por la extensión invasora de las maneras y productos culturales—incluyendo el lenguaje—de la sociedad originante del sistema, el Centro Desarrollado Anglófono de la expansión neoliberal. Y en el Chile periférico ya tiembla un poco el entusiasmo macondiano de Fuguet que inserta al Santiago joven y pije en la ubicua metrópoli mundial. Estamos a enorme distancia de los sesenta, que eran no tan sólo la década de las revoluciones frustradas de América Latina y la antesala del gobierno de Allende, sino también los Beatles, la marihuana y los hippies, la casi devoción con que se aceptaban aspectos de lo más moderno de una (sub)cultura gringa en la Concentración de bicicletas de Carlos Olivares y en el Antonio Skármeta de Desnudos en el tejado, deudor de Salinger y Saroyan, en momentos en que la cultura alternativa vitalista y antibelicista de la juventud americana hacía que en Chile uno pudiera pasar de escuchar el Submarino Amarrillo directamente a las barricadas.

Y así el proyecto antologador chileno más ambicioso del que se tenga noticia se encuadra en estos parámetros contemporáneos de la producción de antologías, que ya no parecen ser la mera recolección de los poetas o prosistas que a uno le gustan más o que son amigos de uno. O el guiño a la institución literaria que hace el compilador al publicar a los autores ‘históricos’ o de corriente principal para que le den el pase al el mundo académico o crítico.

Ya en el primer volumen de su Antología Crítica de la Poesía Chilena, el poeta e investigador Naín Nómez pretende nada menos que un registro poético nacional en su contexto histórico social, y así en su antología que lleva varios tomos a lo largo de casi dos décadas, se plantea ya desde su inicio, que: “...intenta ser algo más que una mera recopilación de textos en orden cronológico y con noticias de sus autores. Pretende no sólo entregar una selección de poemas y poetas, sino también mostrar los cruces y las articulaciones que se han producido entre las obras literarias, la historia y la cultura del país. De ahí que se haya optado por una perspectiva y una posición personales, en tomo a las épocas, períodos, movimientos y producciones singulares”. La identidad del país mismo en su actual situación de entredicho secreta intentos de recuperación de la memoria histórica en sus variadas particularidades, aunque ya esté con el cuerpo medio hundido en la totalización neoliberal globalizante que impone el idioma inglés, el Halloween y los Estudios Culturales, entre muchas otras cosas. Pero que posibilita a la vez esta misma nota desde el otro lado del mundo.

 

 

 

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