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POESÍA CIVIL DE SERGIO RAIMONDI

Jaime Pinos

La hoja de la guadaña 

Leí por primera vez Poesía Civil el año 2002, a poco de ser publicado. Si mal no recuerdo, fue Washington Cucurto el que, invitado a un ciclo de lecturas organizado por La Calabaza del Diablo, trae los libros de Ediciones VOX. Entre ellos el texto de Sergio Raimondi. Desde entonces, leo y releo este libro que, unánimemente, ha sido reconocido como uno de los más relevantes de la producción poética argentina del periodo.

Desde luego, se trata de un texto cuyas significaciones múltiples son imposibles de abordar acá. Lo que sigue son algunas notas, dos o tres vistas parciales de una poética cuya profundidad admiro y recojo como una referencia.

Materia de disputa la poesía escribe Raimondi en el poema Poética y revolución industrial, delicadísima cuestión/para asumir la cual sería necesario un diagnóstico/de los criterios del público lector, ya sean estos/débiles o robustos en su enajenación o conciencia,/un análisis de los modos según los cuales hábitos/y lenguaje reaccionan entre sí y un buen estudio/de los distintos vaivenes entre literatura y sociedad./De hecho se dice que estos poemas fueron escritos/para iluminar la percepción de quienes pierden,/de a miles congregados en ingentes ciudades/la sutileza del propio pensar en la uniformidad/de sus ocupaciones e incapaces son ya de reacción/ante lo que no sean estímulos groseros o violentos.

Hábitos y lenguaje. Un estudio de los vaivenes entre literatura y sociedad. Iluminar la percepción.

La poesía de Sergio Raimondi no es lírica. Si por poesía lírica se entiende aquella cuya búsqueda es la belleza, como quiera que esta se defina. Por el contrario, sus materiales son prosaicos, aparentemente triviales. En esta poesía hay escenas industriales, registros históricos, informes, reglamentos y contratos. Ferrocarriles, gaseoductos, trigo y cangrejos. De hecho, sería probable para un lector distraído o prejuicioso rechazar su propia calidad de poesía.

La poesía de Raimondi no busca belleza. Como dice en una entrevista, el tema es justamente lo que la palabra “belleza” no deja ver. La poesía de Raimondi busca realidad. Se define como una indagación de alcance antropológico y, por lo tanto, político. La poesía como investigación, como una forma de interrogar a lo real.  Dice Raimondi, hablando sobre la escritura de Poesía Civil: tuvo más o menos el carácter de una investigación: es decir, cada poema implicaba en general muchísimas lecturas, toma de notas, charlas inclusive con éste y con aquel, visitas repetidas a determinados lugares. La literatura misma es interrogada también. La literatura será sometida a investigación como se titula un poema que dice: Se trata de poner en tela de juicio la literatura/con criterios no creados por ella; o sea: / de tensar los versos ante la acción del fuego/ y de calificarlos no con el lápiz sino con el cuchillo, /por ejemplo, o una sierra cariada/o el carozo de un durazno.

Tensar los versos ante la acción del fuego. Lo que esta poesía intenta comprender es una vida y un paisaje configurados por la economía. Por el poder del dinero y el dinero del poder. Determinados, cotidianamente, por los flujos mercantiles y las estrategias del capital. Ingeniero White, un lugar que, desde la década del ’90, es convertido en una suerte de laboratorio, geográfica y demográficamente acotado, donde se experimentó con la implantación neoliberal en un lapso extremadamente breve.  Esa es la locación de estos poemas. El fuego donde se tensan estos versos, el filo del cuchillo por donde caminan.

Para hacerse cargo de esa complejidad, de los vaivenes entre literatura y sociedad, esta poesía se despliega más allá de los límites convencionales o genéricos. Se asume como un discurso necesariamente híbrido. Como dice Raimondi: en muchas ocasiones el poema es un cruce de discursos que van mucho más allá (o no tanto, depende) de los registros de la literatura. En su afán epistemológico, de construcción de conocimiento, Poesía Civil aborda la realidad abriendo la poesía más allá de sus lindes, ampliando el teatro de operaciones: ¿cuáles son los límites de ese “terreno de la poesía”? ¿Cuántas hectáreas tiene ese “terreno”? Y sobre todo (ya con cierta suspicacia): ¿Quién es el terrateniente? Asumo los problemas, sin duda, pero tengo la confianza de que nadie puede afirmar con argumentos sólidos cuáles son esos límites. Y en definitiva creo que extender los límites de lo que se puede entender o no por poesía supone también extender otros.

En el contexto de esta ampliación del campo de batalla, el poema es un ejercicio de registro, selección y montaje. Un ejercicio de construcción. La escritura, un trabajo lento y meticuloso que supone un acto de voluntad antes que un producto de la inspiración; Simplemente no me resulta útil creer en la inspiración, más allá de haber comprendido que los fenómenos, o sobre todo la palabra que los designa, está asociada a una serie de conceptos que me resultan limitados, que – entiendo – favorecen una perspectiva mística de la dinámica de las cosas. Creo entonces que el pasaje de una página en blanco a una página con un poema tiene más que ver en mi caso con un acto de voluntad, con una concepción, con una especie de “trabajo” (pongo comillas), con resistencias y esfuerzos por superarlas y con un poema final que, siempre, dista de aquella concepción inicial. El poema como un campo de fuerza donde se atraen y repelen la realidad y el lenguaje, las palabras y las cosas. El poeta como un operador o un trabajador especializado que afina sus instrumentos para poder fijar esa dinámica entre significantes y significados. Supongo que a la inspiración nunca se le iba a ocurrir traerme esas ofrendas tan nimias, tan microscópicas y tan vulgares como pueden ser la prosa de una noticia sobre una conferencia de Pietro Gori en Bahía Blanca, los datos sobre las malas cosechas de los años ’30 o la información técnica sobre el reactor UNIPOL de la planta petroquímica flotante, ¿no? Supongo que la inspiración se dedica a cosas más importantes.

Desde luego, esta perspectiva constructiva de practicar la poesía se traduce, a nivel del verso, en una artesanía cuidadosa y paciente. En un trabajo de alta precisión. A propósito de esto, me parece gráfico el relato de Gustavo López sobre el proceso de edición de Poesía Civil: Poesía civil fue lo más increíble que me tocó, el hecho de ver cómo el tipo iba ajustando los textos del libro de la misma manera que un mecánico ajusta las piezas de un motor… a veces me llamaba a las 12 de la noche porque necesitaba cambiar una coma, o modificar un verso; al principio pensé que era un exagerado, pero después me di cuenta que todo lo que decía tenía sentido, era un trabajo de ajuste muy preciso, cada cambio aportaba al sentido de la obra en términos determinantes y se conllevaba con la obra final.

Vuelvo a los versos que citaba al principio. Estos poemas fueron escritos/para iluminar la percepción de quienes pierden,/de a miles congregados en ingentes ciudades/la sutileza del propio pensar en la uniformidad/de sus ocupaciones e incapaces son ya de reacción. La poesía de Sergio Raimondi consigue justamente eso. Consigue con eficacia revertir en el lector esa incapacidad, vital más que literaria, de reacción, de pensamiento autónomo. Contribuye a iluminar su percepción de lo real mediante un conjunto procedimientos de resignificación y distanciamiento que logran presentar las cosas bajo una nueva luz. Ese es su empeño: disuadir al lector del leve sueño ganado a la comodidad e invitarlo a obtener uno más denso, propio del cansancio que supone haber trabajado en la dificultad.

 Seguramente, esa es una de las tareas más relevantes de la poesía hoy por hoy. Cambiar en el lector el sueño de la comodidad por la dificultad y el trabajo que implica comprender su propia vida y su contexto. Aún en medio del espectáculo y la omnipresencia de las narrativas del poder. Aún frente a la poesía practicada como otra forma de retórica, omisión u ocultamiento. Eso es lo que define, creo, a una poesía como necesaria. O en términos de Raimondi: un poema sería necesario en tanto fuese capaz,/ dicen, de responder a esas preguntas esenciales/como la de, oh, la Muerte, asunto aparentemente/ inevitable. Pongamos que sea así. Lo que interesa/sin embargo es la materia con que ha sido forjada/la hoja de la bendita guadaña.

 

Presentación de Poesía Civil de Sergio Raimondi
en ciclo Antología en Movimiento. Agosto de 2011

Fotografía de Timo Berger


 

 

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