Proyecto Patrimonio - 2010 | index | Marco Aurelio Rodríguez | Autores |

 

 

DOSCIENTOS AÑOS DE SER CHILENOS

Por Marco Aurelio Rodríguez

Star Wars o Star Trek?
            Pepsi Cola o Coca Cola®?
            Hamburguesas Rich o McDonald's®?
            Empanada Frita o Empanada de Horno?
            VTR o Metrópolis?
            Condorito o Pepe Antártico?
(www.dewback.cl/log/archives/2003/09/06/)

En 1925 Gabriela Mistral se quejaba de que los chilenos fuéramos más cóndor que huemul (1). Claro, Chile llevaba cien años de vida republicana y nos creíamos una raza privilegiada y poderosa. En 1834, para presumir “el orgullo justo del fuerte” —semejante a “hermoso buitre”— pregonamos un escudo patrio donde, a más del cóndor y el huemul, aparecía la rúbrica “Por la razón o la fuerza”. Sobrevolábamos “la carroña tendida en una quebrada”. Cercana a ese sentimiento nacionalista posterior a la Guerra del Pacífico y cuyas expectativas persisten exageradamente hasta el cierre de las oficinas salitreras nortinas, nuestra poetisa se inquietaba ante “algunos héroes nacionales [que] pertenecen a lo que llamaríamos el orden del cóndor”. Son los años 20 y el epicentro idiosincrásico de lo chileno se resuelve en la capital adonde llegan, en medio de guerras intestinas acomodaticias de espíritu (2), primero los mineros del norte —como años más tarde lo harán los demás mineros— y luego los campesinos, a la búsqueda de ¿la carroña tendida sobre una quebrada?

Nuestros animales simbólicos tienen su razón de ser y representan, acaso, las constantes de nuestro carácter nacional. Los mapuches basan muchos de sus mitos en la inteligencia o viveza del cóndor, señor altivo de los cielos, mensajero de lo divino, reencarnación de las almas nobles y valientes y poseedor de una gran sabiduría. El nombre dado por los taxónomos al cóndor andino es Vultur gryphus, lo que rescata sus insinuaciones mitológicas sin dejar de considerarlo un carroñero: un buitre-Grifo, mitad águila/mitad león, con su indecente fama de depredador pero necesario en su papel —bueno y malo— del “que limpia” las sobras. La imagen del cóndor aparece asociada a distintas culturas de la América preincaica y se mantiene todavía activa. Cóndor, pez y felino eran parte de monolitos altiplánicos antiquísimos, atavíos de un relato que enfrenta al cóndor y al pez, la virtud integrativa frente a lo aciago del tiempo, y luego el felino es quien concilia. El cóndor pasa de su etapa ínfima de pez a la altiva de felino: nuevamente llegamos al Grifo. Las aves representan siempre para el hombre una metáfora de la ascensión y de la libertad. El cóndor, el animal volador más grande del mundo, es un ave sagrada pero maligna, a la que el mítico Elal de los tehuelches cazó con una flecha y como castigo por llevarse niños le sacó todas las plumas de la cabeza.

El huemul, en cambio, es un animal delicado y hermoso, curioso, de mansedumbre casi infantil: cuando huyen, se detienen de tiempo en tiempo para ver si los siguen. Ciervo nativo de la cordillera chileno-argentina, de formas robustas y apariencia rechoncha, patas cortas y orejas bastante desarrolladas, de pelaje escaso y áspero, de color pardo intenso, con la parte inferior de la cola blanca, solamente los machos poseen cornamenta (dos pares de astas que se bifurcan en la base), la que se cambia todos los años, de hábitos herbívoros y carácter pasivo, el huemul, cuya población no superaría los 1000 individuos en grupos aislados y fragmentados, está en peligro de extinción (3). Así lo caracteriza Gabriela Mistral: “El huemul es una bestezuela sensible y menuda; tiene parentesco con la gacela, lo cual es estar emparentado con lo perfecto. Su fuerza está en su agilidad. Lo defiende la finura de sus sentidos: el oído delicado, el ojo de agua atenta, el olfato agudo. Él, como los ciervos, se salva a menudo sin combate, con la inteligencia, que se le vuelve un poder inefable. Delgado y palpitante su hocico, la mirada verdosa de recoger el bosque circundante; el cuello del dibujo más puro, los costados movidos de aliento, la pezuña dura, como de plata. En él se olvida la bestia, porque llega a parecer un motivo floral. Vive en la luz verde de los matorrales y tiene algo de la luz en su rapidez de flecha”.(4) Los principales enemigos del huemul son el león y el hombre.

Los dos “aspectos del espíritu” que toma nuestra materialidad de carácter, también son remarcados por otros autores que se han dado a la tarea de entender nuestra identidad. Benjamín Subercaseaux, autor de Chile o una loca geografía, ve un conflicto no resuelto en esta conjura de opuestos. Este hombre de extremos que es el chileno, “impermeable a la experiencia” (testarudo en la tarea de entender, de apaciguar), inestable e irresponsable, vive de la sorpresa; desconcierta su imprevisibilidad. Su timidez (de huemul) y su agresividad (de pájaro) (5) lo hacen “un ser a disgusto”.(6) Ha pasado más de una generación luego de las palabras de Gabriela Mistral y el chileno no solo no ha apaciguado su espíritu (cual un diamante), sino que ha corroído su gracia. No por otra razón durante la mitad de este período, un personaje harapiento e indeterminado (casi un roto pero más bien un zarrapastroso; un albañil tipo “maestro chasquilla”; con apellidos popular y derechista, ser indeterminado, chacotero, como la realidad política de entonces), se entromete en la imaginería pública como un limosnero de reivindicaciones. Verdejo tuvo su esplendor en la revista Topaze; su propugnador, Jorge Délano “Coke”. (7) Varios autores coinciden en la representación irresoluta de nuestra ralea. En 1965, Horacio Serrano en su estudio “El chileno, un desconocido”, plantea consideraciones que nuestra cosecha patrimonial seguirá acentuando: se refiere a nuestro ser como ahistórico, vector del desfase entre el chileno, su medio y su historia. Este carácter rayano en lo sicótico, previene su valor más bien aislado que social de la tipología chilena. No somos ni europeos ni indios ni mestizos, en palabras de Serrano.

Por esa época también, un importante autor, Luis Oyarzún, hará un “Resumen de Chile”. Las prevenciones de este ensayo (que nuestro escritor fallecido en 1972 no alcanzará a corroborar) se verán encarnadas fundamentalmente (febrilmente) en la siguiente década —luego del Golpe del 73. Su exposición, que muestra un gran respeto por los recursos y las bellezas de nuestra tierra, habla de la dicotomía de los tipos humanos que, en definitiva, han terminado por no adaptarse a su entorno, el huaso y el roto andariego, y cuyas “expresiones significativas” aderezan la historia social, o sea, especifican nuestra idiosincrasia. La percepción sensible e intelectual de Luis Oyarzún (8), se muestra lastimada en un sentido antropológico profundo y extensivo ante la falta de mitos instauradores patrios (la falta de materia y espíritu históricos), que lo hace reclamar —lo que es muy grave— la carencia de alma nacional. Por lo mismo, al proponer, su historiografía cultural(9) , al “hombre de imaginación y de pasión— que no encuentra su sitio propio en ninguna parte establecida, en ningún estrato del país, y vaga a lo largo del territorio o sale de él hacia tierras extrañas”(10) frente al roto, “el chileno pata de perro, patiperro”, no podemos dejar de pensar en los fantasmas que transitan por allí.

El chileno parece que se hallara siempre a disgusto en su país, vive una frustración de su ser más profundo frente a varios fracasos de no instauración de algo que no sabe, porque —además— no se conoce. Por lo tanto, mientras, bosqueja proyectos, actitudes, caricaturas. De país y de sí mismo como corolario, o a veces al revés.(11) Siempre desanudado, airado y en señal de tránsito. Y los que mejor promueven esta consistencia duende son los titiriteros de siempre, los grupos de poder que sobrevuelan “la carroña tendida en una quebrada”, y que rinden pleitesía, sobre todo, a su generador central más allá de donde se muestra la Cordillera de Los Andes, ese barranco donde los huemules ya no importan.

La historia —en verdad— es una anécdota perpetua. A comienzos de la década de 1940 el Departamento de Estado norteamericano, motivado por el conflicto de la Segunda Guerra Mundial, inicia su “operación simpatía” hacia América Latina y, bajo esta consigna, se producen las películas de Walt Disney Saludos amigos y Los tres caballeros, en las cuales se estereotipa a algunos pueblos latinoamericanos con animales antropomorfos envasados en tierra de Laurel & Hardy. Pepe Carioca en Brasil y Pancho Pistolas en México, por ejemplo. Pero en Chile, país no terminado, la cosa no era tan fácil. Algo tan poco humano como el avioncito Pedro (que en honor a Don Pedro Aguirre Cerda se rebautizó Pedrito), que se empinaba con un esfuerzo intrépido por nuestra Cordillera, fue considerado un trasplante de querencia, una falsedad. Por lo menos para René Ríos Boettiger, conocido como Pepo. A más aclaración, fijémonos en el siguiente diálogo de Pepo y su alternativa de caracterización: “P: Pensé en nuestro escudo, pensé en el huemul y el cóndor, pensé que entre las dos figuras tú estabas más cerca de lo que somos nosotros. Porque a pesar de que Don Arturo Alessandri decía que nuestro país estaba plagado de huemules, en la política la especie esa como que se estaba extinguiendo. Preferí el cóndor. Por eso te hice bajar a ti de la cordillera, te calcé ojotas, te puse sombrero de huaso, te hice hablar y vivir en el mundo de los humanos. Tú serías uno más de nosotros, Condorito”.

Condorito es, por sobre todas las cosas, un personaje popular, simple, autóctono, supuestamente apolítico y conformista, una personalidad con la que casi todos los hispanos pueden identificarse (12). Aunque puede encarnar papeles diversos en sus aventuras, sus ojotas o su poncho delatarán siempre su estirpe de roto. Con trabajo siempre escaso y poco dinero en el bolsillo, sin embargo le sobra imaginación y le llueven los amigos. Así supera los problemas del diario vivir. Su lenguaje es el que usa la gente común. Condorito, modelo tercermundista capaz de adaptarse a cualquier situación, encarna la experiencia cultural colectiva de los latinoamericanos, su carácter ladino, la astucia que les permite sobrevivir en condiciones adversas y un rostro risueño con un optimismo a toda prueba. Este personaje de tiras cómicas más célebre y más leído del mundo hispanohablante, rebuscador, aventurero, luchador que no se da nunca por vencido dentro y fuera de esa ciudad pequeña o pueblo grande y provinciano que es Pelotillehue, representa la “estética de la sobrevivencia” que, más allá del ingenio, el esfuerzo, el sarcasmo, la crueldad o los prejuicios, o precisamente a partir de ellos, devela una manera absurda de la realidad (13) donde lo único que queda, desde el extrañamiento, es pedir una explicación, sin racionalizar nunca —eso sí— la paradoja de las cosas. Es una especie marginal, un “afuerino” en la ciudad y en el campo.

La paradoja de ser chileno es encarnada por otro personaje más astuto todavía. Aquel a quien no se le escapa nada, una especie de huaso ladino avecindado en la capital, Pepe Antártico. Su autor, Percy (Percy Eaglehurst Ramos), confidencia que necesitó crearlo “como un hombre chileno a medio camino entre el tradicional roto chileno y el huaso más criollo”. (14) Con su estampa de conquistador bajito, narigón, vestido con un traje a rayas, su único objetivo en la vida, aparte de las farras, es conquistar mujeres. Eternamente joven, mantiene bien su estampa fresca desde los años cincuenta, (15) resulta ser tierno, con un mundo interior particular, sensual, que atrapa a las curvilíneas féminas, un alma lúdica (peligrosamente infantil) en la que no comparecen sus inexactas obsesiones sexuales. Lo mismo que su compatriota Condorito, es un ciudadano de clase media sin preocupaciones políticas (sin responsabilidades de ninguna especie) que representa el papel que se requiera para —aquí la diferencia con el lerdo pajarraco—  seducir a las mujeres y estar siempre presto a arrancar de los maridos celosos. Piropea más de lo conveniente a cualquier mujer que se cruce por su camino, es un acosador rápido y tremendamente efectivo: necesita nada más que una viñeta o cuadro de diálogo para lograr sus propósitos. Es un soñador, un “hombre en su actuación diaria”: un chileno que necesita creer que le van muy bien las cosas. Se refugia en un hedonismo exculpatorio, pese a ser siempre sorprendido: por el marido celoso o por el vacío propio de la conquista sin amor. Y nuevamente el vacío. Nuestra manera de ser es una historieta incompleta.

“Mejor es el ojo emocionado que observa detrás de unas cañas, que el ojo sanguinoso que domina sólo desde arriba”, decía Gabriela Mistral en su ensayo. Eso hemos llegado a ser, tímidos mirones de las cosas que pasan. ¿Los animales tienen alma? (16) “Cuando huyen, se detienen de tiempo en tiempo para ver si los siguen”. Fantasmas de nuestra identidad inexacta, podríamos ser como La Pequeña Lulú o como El Gato con Botas. Tal vez sería preferible. Pero ya ven, elegimos la Coca Cola o la Pepsi Cola y la acompañamos mejor de una Hamburguesa que de una empanada.

Seguimos siendo afuerinos. Sobrevolamos “las sobras” porque nosotros mismos, aún, somos incompletos e indefinidos.

…Unas palabras finales.

Podría acusárseme, por las inferencias o impresiones derivadas de este ensayo, de derrochador de mitos, de hacer una caricatura del chileno. Yo podría contestar —desde Luis Oyarzún— dudando de su existencia. Y contesto desde mí: dudo de su existencia (de los mitos del ser chileno, claro). Podría reprochárseme la inconsistencia, lo pretenciosa de mi visión. No es mía; me baso en una apreciación de Gabriela Mistral. Pero yo asimismo la suscribo. Podrían, en fin, criticarme mi negatividad cercana a lo apátrida. Al respecto dos anécdotas ¡Plop!

Cuando Ricardo Lagos, Ministro de Educación entonces, en 1990 llamó a Europa a Roberto Matta para anunciarle que le habían otorgado el Premio Nacional de Arte e invitarlo a visitarnos, el artista chileno que rompió con su país tras el golpe militar del general Augusto Pinochet, en 1973, que tenía la nacionalidad francesa, la cubana y la española, que había recibido los máximos galardones mundiales, como el Premio Príncipe de Asturias, en 1992, y el Tomás Francisco Prieto, en 2000, replicó desde Italia, donde fijaría su residencia final: “No, Chile está tan lejos y yo estoy viejo. ¿Por qué no le venden Chile a los japoneses y se compran un lugar cerca de aquí?”

¡Mal chileno, no!

Por otro lado, cuando la autora de Poema de Chile viene a Chile el año 1954 (9 años después del Nobel) invitada por el gobierno de la época de Carlos Ibáñez del Campo —el mismo que en los años 30 le había quitado la pensión de gracia—, le preguntan por qué no regresa a su patria, si aquí en Chile la atendían tan bien. Gabriela Mistral, “tierna y feroz” como la calificara Paul Valery, contesta: “El primer mes me tratarían como La Divina Gabriela, el segundo mes como La Gabriela, hasta que terminarían tratándome de Ésa… (17). La poeta, quien nombró en su testamento albacea y heredera universal a la estadounidense Doris Dana, su secretaria y amiga (decisión que muchos chilenos no perdonan), murió tres años después en Nueva York. Entre sus papeles inéditos, se encontraba, a propósito del dolor por su patria, la siguiente expurgación: “quiero morirme en paz en este destierro que parece enteramente voluntario, pero que no lo es”.

* * *

NOTAS


(1)              “Menos Cóndor y más Huemul”, El Mercurio, 11 de julio de 1925. En: Recados contando a Chile. Alfonso M. Escudero (comp.), Santiago de Chile, Ed. del Pacífico, 1957.

(2)              Me refiero a la atmósfera de guerras civiles durante el gobierno de Arturo Alessandri Palma en Santiago, condición inflamada por la intromisión de los afuerinos que poco a poco reclamarán los fundamentos de la nueva patria, importando —y confundiendo— términos ácratas, populistas, solidarios y democráticos. Tiempos de luchas y de ingenuidades.

(3)              Un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile anunció por estos días que intenta la reproducción asistida del huemul. El grupo tomó células de estos animales en vías de extinción, las que ha cultivado y congelado para implantarlas en una madre sustituta, posiblemente de la especie ciervo rojo.

(4)              Y todavía agregará: “El huemul quiere decir la sensibilidad de una raza: sentidos finos, inteligencia vigilante, gracia. Y todo eso es defensa, espolones invisibles, pero eficaces, del Espíritu”. Su artículo terminará endilgando la gracia por sobre la fuerza. “Lo que importa es que el orden de la gacela haya existido y siga existiendo en la gente chilena”.

(5)              Este montaje de paréntesis apuntala no solamente mi pensamiento, también sirve para recoger las conclusiones aproximativas de Subercaseaux.

(6)              “Un Chile no conmemorativo” (1960) y —sobre todo, nótese el siguiente título apreciativo:— “El hombre inconcluso” (1962).

(7)              Un momento antológico de esta caricatura, en la década del 40, fue cuando el Presidente Pedro Aguirre Cerda conversa con Verdejo, muy cerca de un cementerio, en la tumba del Frente Popular, poco antes de la muerte del presidente.

(8)              Un excelente poeta y prodigioso esteta.

(9)              Como es calificado su estudio.

(10)             “Lastarria sugería que el chileno, para mejorar de genio, necesitaba desprenderse de su tierra”, escribe Oyarzún para resaltar su tesis.

(11)             Basta reparar en títulos (aparte de los tratados en este estudio), literarios y ensayísticos diversos en nuestro país, desde Los trasplantados (1904; donde el chileno busca su fundamento nacional… en Francia) hasta el reciente Mi país inventado (escrito en EE.UU. el 2003  por nuestra Isabel Allende): un siglo de búsquedas descaminadas.

(12)             Según un estudio realizado en Norteamérica, alrededor del 75% de los hispanos de EE.UU. entrevistados se identifican personalmente con la imagen de Condorito.

(13)             Los condoros son, precisamente, los sinsentidos a que llevan (o con que se presentan) algunas situaciones, las que son asumidas por alguien que sufre o es gestor de las mismas.

(14)             “…una vez tuve la tarea de crear un personaje chileno que tuviera las características bastante marcadas de un chileno; se me pidió que no fuera un tipo vulgar, lo que se llamaba en una época 'el roto chileno', ni que tampoco representara al huaso, al hombre de campo (…). Entonces, había que hacer a un hombre intermedio, un hombre que fuera de clase media —eso fue lo que yo pensé— y con algunas características que son universales, en todo caso, de la admiración hacia el sexo femenino. Exagerando, por supuesto, como es una caricatura, y ahí nació el personaje”.

(15)             En un comienzo su autor pensó en llamarlo Pepe o José Fresco —por lo picaflor—, pero “justo en esos días el Presidente Gabriel González Videla regresaba de su viaje a la Antártica (1948) y fue muy buen recibido en nuestra capital. De su gira por esas heladas latitudes, y aprovechando las circunstancias, fue bautizado este amigable personaje como Pepe Antártico”.

(16)             “¿Qué ha pasado con el alma? Resulta que es lo más animal que existe, tanto que los romanos antes de inventar el sustantivo animal, con el significado que tiene para nosotros y tenía también para ellos, inventaron el adjetivo animalis, que traducimos como animal (adj.; p. ej. "reino animal", "comportamiento animal"), y distintamente a lo que significa este adjetivo para nosotros, significaba aéreo (de ánimus-anemoV / ánemos), de aire, viviente, animado, para pasar luego a significar en exclusiva irracional, bruto, bestia...”, explicación que encontramos en www.elalmanaque.com, que luego remata: “Los animales tienen un alma colectiva, que es su patrimonio instintivo, herencia genética tan inexorable como la anatómica, pero que degenera con mucha mayor rapidez si no tiene las condiciones adecuadas de desenvolvimiento. Y además del alma colectiva, tienen cada uno su alma individual, que no es otra, sino una concreción de aquella en cada individuo y en cada momento puntual. Los animales tienen un alma solidísima, tan definida como los miembros del cuerpo de cada individuo y de la colectividad que forman. Cuando a estos animales se les arranca de su colectividad y de su ambiente, es como si se les extirpase el alma. Y como al hombre, arrancado de sus instintos, se les ha de crear una nueva alma”.

(17)             La cita que aparentemente se toma como textual, no lo es, puesto que no pude encontrar el documento exacto que refiera el hecho. Mi memoria, en todo caso, no es febril ni carroñera.

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2010 
A Página Principal
| A Archivo Marco Aurelio Rodríguez | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
DOSCIENTOS AÑOS DE SER CHILENOS.
Por Marco Aurelio Rodríguez