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Para leer a Parra. José Miguel Ibáñez Langlois
Ediciones El Mercurio-Aguilar.
Santiago, julio 2003, 126 pp.

presentación del libro en Santiago, julio de 2003


por José Antonio Viera-Gallo

 


Agradezco la invitación a presentar esta obra , a lanzarla, se dice normalmente. Sí, la lanzaremos en todas las direcciones para que la poesía recupere entre nosotros el sitial social que un tiempo tuvo.

¿Pero -me pregunto- con qué título puedo intervenir en este diálogo -porque de eso se trata- entre dos escritores, dos poetas eminentes? Uno solo puedo invocar y no es poco importante: el de lector apasionado, a veces compulsivo, incluso de poesía y de crítica literaria.

Hoy celebramos la forma clara y contundente, categórica como es su estilo, en que José Miguel Ibáñez analiza y celebra a Nicanor Parra, que irrumpió en la década de los 50 con un espíritu cargado de rebeldía, angustia y humor negro y desenfado malicioso.

Distingue el autor en Parra la poesía de excelente calidad de la antipoesía, que en el fondo -en sus palabras- es más poesía, de la buena, esa que realiza perfectamente un acercamiento en imágenes entre experiencia humana y lenguaje. Y así de lleno entramos en la sustancia de la obra de Parra.

Según José Miguel Ibáñez, antipoemas han existido cíclicamente en la historia, cuando se ha reaccionado contra la rutina verbal, el engolosinamiento del lenguaje sobre sí mismo, buscando mayor libertad expresiva, un acercamiento a la realidad humana, aprovechando el habla común y corriente de la gente. Se recurre entonces a la ironía intentando un enganche nuevo entre poema y prosa.

La antipoesía tiene, pues, un sentido finamente burlesco que se transforma en sátira o crítica social. En Parra no se trata de una opción de banderías ideológicas o políticas, sino de algo más profundo y esencial: es la revelación de las paradojas de la existencia, que darán origen después a sus artefactos. Blanco de sus dardos son el mundo moderno, la política, la religión, la educación, la ciencia y el propio arte. Ibáñez no titubea en admirar ese impulso subversivo.

Incluso el propio Parra se ríe de sí mismo: "Yo soy un tipo ridículo... / Yo pastor protestante / Yo camarón, yo padre de familia / Yo pequeño burgués /... Yo comunista, yo conservador / yo recopilador de santos viejos"... y en otra parte continúa: "Ay de mí, ¡ay de mí! Algo me dice/ que la vida no es más que una quimera / una ilusión, un sueño sin orillas / una pequeña nube pasajera".

En otro lugar Parra afirma: "Y la poesía reside en las cosas o es simplemente un espejismo del espíritu". Busca Parra el acoplamiento de la vida y el arte. Se trata -según Ibáñez- de un ideal imposible de lograr, pero estimulante. Entonces, como todo poeta está siempre en diálogo con los anteriores, me acordé de un pasaje muy sugerente de una conferencia de García Lorca donde sostiene: "La poesía es algo que anda por las calles. Que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas. Se pasa junto a un hombre, se mira a una mujer, se adivina la marcha oblicua de un perro, y en cada uno de estos objetos humanos está la poesía. Por eso yo no concibo la poesía como abstracción, sino como cosa real existente, que ha pasado junto a mí". Parecen ecos de nuestro antipoeta.

Pero la poesía -pese a esta búsqueda de la realidad- es una construcción aparte y como tal distante. Según García Lorca: "Pone ramas de zarzamora u erizos de vidrio para que se hieran por su amor las manos que la buscan". Y a veces la rosa encantada -según Parra- se transforma en una flor llena de piojos, aunque se trate de versos libres, los más artificiosos de todos según el propio Parra atribuye a Ezra Pound.

La antipoesía de Parra enarbola como estandarte la claridad del lenguaje: es "poesía del amanecer", como una "cámara fotográfica que se pasea por el desierto". Ibáñez señala en el libro otros tantos poetas que pretenden esa misma simplicidad expresiva. El verso se despoja de los artificios y "camina casi siempre al borde del fracaso", pero es capaz de emprender el vuelo.

Y aquí permítanme una disgresión. Entre las cualidades que Italo Calvino dice haber buscado en su escritura hay dos que se relacionan con la obra de Parra. Me refiero a la exactitud concebida como un proyecto de obra bien preciso, evocación de imágenes visuales nítidas y un lenguaje preciso para interpretar la imaginación. Calvino sostiene que "a veces piensa que una epidemia pestilente ha golpeado a la humanidad en la facultad que le es más propia, es decir en el uso de la palabra, una peste del lenguaje que se manifiesta como pérdida de su fuerza cognitiva y carencia de inmediatez, como automatismo que tiende a nivelar las expresiones usando fórmulas genéricas, anónimas y abstractas, que diluye los significados... y apaga las chispas que nacen del choque de las palabras con las nuevas circunstancias". Se trata de reemprender la lucha permanente del escritor con el lenguaje tras formas expresivas precisas y sutiles.

En Parra este esfuerzo de exactitud es llevado al extremo en los artefactos, verdaderas sentencias axiomáticas, poesía de los grafitti, y también en sus discursos. Se afana Parra por alcanzar la exactitud usando el lenguaje de todos los días, la palabra adecuada, la frase justa, sin recurrir a signos cabalísticos.

La otra cualidad indicada por Calvino es la levedad de un verso que puede volar como la luz.

Permítanme traer a colación las imágenes que usa Calvino para graficar la ligereza de la escritura. Recurre a un ejemplo mitológico para describir la contradictoria relación del poeta con la realidad, donde está la poesía, pero no como cosa sino como misterio, como posibilidad o llamado. Sostiene el escritor italiano que a veces la realidad le parecía petrificada, carente de sentido, como la Medusa que con su mirada todo lo inhibe y lo cercena. El único héroe capaz de vencer a la Medusa es Perseo, que vuela con sus sandalias aladas, y que no mira la realidad de frente sino su reflejo en el escudo que usa, para escapar a su maleficio y así poder cortarle la cabeza a la Gorgona. De la sangre de la Medusa nace Pegaso, caballo alado que llegará a la fuente donde beben las musas. Pero Perseo, que monta sobre Pegaso, no abandona la cabeza cortada (la realidad), sino que la lleva consigo envuelta en un saco para mostrarla a sus enemigos, tomada por sus pelos convertidos en serpientes para que ellos huyan despavoridos. Luego Perseo para lavarse las manos -según Ovidio en la Metamorfosis- deja sobre las hojas la cabeza de la Medusa boca abajo, y éstas se transforman en corales que las ninfas persiguen para usarlos como adornos en sus alegres correrías.

Así el poeta logra desprender de la sangrante realidad la poesía, una poesía flaca, esencial. Pero debe ser capaz de vencer a la Gorgona para emprender el vuelo: "en el jardín que parece un abismo / la mariposa llama la atención". Es una clara referencia a la levedad.

Luego de estas divagaciones, volviendo al libro en comento, José Miguel Ibáñez analiza la experiencia existencial que está detrás de la antipoesía para descubrir el alcance metafísico de su ironía. Se trata del absurdo del mundo, pero en Parra la conciencia de la culpa se mezcla con una fuerte compasión por la condición humana. Cree Ibáñez encontrar en esa actitud un sincero sentimiento religioso, al cual dedica un interesante capítulo, sentido de Dios que se refleja en sarcasmos, blasfemias e imprecaciones.

Dedica un atento análisis el autor a Los sermones y prédicas del Cristo de Elqui de 1978 y a dos importantes poemas: "Un hombre" (1968) y "El hombre imaginario" (1985). Termina la obra con un esbozo del contexto literario en que surgió Parra y en un paralelo con Neruda.

Al mostrar el cuadro de relaciones literarias cruzadas donde se desarrolla la antipoesía, omite el autor, tal vez por modestia, la influencia que el propio Parra ha tenido en su poesía. Volviendo a leer su monumental poema "Historia de la filosofía", no puede pasar inadvertida esa relación. Termina con los siguientes versos que evocan las formas parrianas:

hoy golpeamos las puertas de la Iglesia Católica
queremos nuestra casa natural
queremos emplearnos en la adoración
si no nos dejan entrar no respondemos no respondemos
en cualquier momento declaramos la tercera guerra mundial
y ahí sí que dejamos la grande pero la grande
nosotros los abismos del corazón.

Celebremos este libro, en el que, leyendo a José Miguel Ibáñez Langlois, aprendemos a apreciar mejor el significado profundo de Nicanor Parra.

Para que la poesía vuelva a ocupar el sitial que tuvo entre nosotros.


 

 

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Nicanor Parra: Para leer a Parra, de José Miguel Ibañez Langlois,
presentación del libro por José Antonio Viera-Gallo,
Santiago, julio de 2003.