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Poemas y antipoemas

Por Alone
El Mercurio, 8 de agosto de 1954, pág. 2


Me han advertido severamente que no hable de este libro. Una persona de buena voluntad asegura que es comunista, que el jurado que lo premió en un "Concurso Nacional de Poesía", estaba en su mayoría compuesto de comunistas y que, por lo demás, basta leer el encendido elogio que le dedica persona tan poco aficionada a elogiar como Neruda.

Mayor motivo para comentarlo.

Dentro de un régimen liberal, se necesita indispensablemente cierta dosis de comunismo. No en cuanto doctrina verdadera, sino en cuanto ese elemento sagrado e intangible que se llama "oposición". Esto lo entienden pocos, porque constituye la más singular paradoja: combatir al comunismo y respetarlo, herirlo y defenderlo, he ahí algo que nunca entrará en las cabezas totalitarias. Y que cuesta bastante introducir en otras. Pero es así. Como los perfumes muy finos necesitan ciertas partículas de sustancias fétidas, porque de otro modo no se percibirían, el funcionamiento de la libertad política necesita aspirantes a la tiranía, luchadores que combatan por alguna dictadura. ¡No muchos! Si triunfan, hacen desaparecer la libertad y matan la santa oposición.

Prueba que estamos lejos de ese peligro, el lujo que podemos darnos de elogiar plenamente, sin restricciones, con entusiasmo, a Nicanor Parra.

Es un poeta admirable.

Nada más impetuosamente libre que su verso. En todo instante se le siente el impulso espontáneo y como un "goce de ser". No le importan trabas. Salta de un idioma a otro con toda soltura y una especie de gracia seria que imprime su sello.

No lo llamemos humorista: sugiere la idea de un profesional encargado de hacer reír, cosa horrenda y contraproducente. Parecen, más bien, poemas desatados que corren como quieren. A menudo, las estrofas se arrastran, empiezan en la prosa, dan unas vueltas, como los aviones antes de partir. De pronto, se elevan y salen, saltando. Minutos después, van por allá volando, cruzan el cielo, rompen las nubes.

Nicanor Parra es un poeta moderno.

Ello no le impide en manera alguna ser antiguo. La famosa cortina de hierro que divide a las generaciones, él la perfora a cada rato, sin la menor dificultad. Los que están allá se escandalizan viendo los bailes que bailan al lado de acá. Y viceversa. Nicanor Parra va de uno a otro como si no hubiera cortina.

Una vez andando
Por un parque inglés
Con un angelorum
Sin querer me hallé.

Buenos días, dijo.
Yo le contesté.
El en castellano.
Pero yo en francés.

Dites moi, don angel.
Comment va monsieur.
Él me dio la mano.
Yo le tomé el pie:
¡Hay que ver, señores.
Cómo un ángel es!

Así comienza una de las composiciones más conocida de Nicanor Parra. Porque no pretendemos descubrirlo: tiene varios premios sobre la conciencia y hasta un estudio especial, la Introducción a la poesía de Nicanor Parra, hecha por Enrique Lihn con toda reverencia. Pero un buen poeta siempre es nuevo; cada vez que se toma un libro suyo parece que se le descubriera.

¿Hay cosas inéditas aquí?

Por el placer que producen, todas lo son; pero hay, particularmente, ciertas divagaciones extrañas, casi en prosa, mantenidas a fuerza de ritmo, a una velocidad endemoniada y con una especie de embrujo, que se leen y vuelven a leerse sin llegar nunca al fondo. Son clarísimas, parecen elementales: eso las vuelve más misteriosas. Eduardo Anguita va a reprochármelo. Este joven cree que mi oficio consiste en saber lo que no se sabe, averiguar lo que no admite averiguaciones o decir que uno entiende lo que, en realidad, no ha entendido. Rehuso ese honor. No me complace escribir mentiras y presentar una fachada imponente. Prefiero la extraña, la inconcebible e indescifrable
verdad. ¿Qué sería de nosotros si alguna vez llegáramos a comprenderlo todo? Desaparecería el atractivo de la existencia, la razón de ser.

Remoto peligro.

Hemos buscado para reproducirlas algunas de esas composiciones. Necesitarían demasiado espacio. Exigen enderredor cierta atmósfera, no se pueden sacar sencillamente ni menos fragmentarlas. Nombremos "Las tablas". Allí intervienen evidentemente confidencias freudianas y pasa el complejo de la madre. Mi traje estaba empapado de sangre —y entre mis dedos se veían algunos cabellos— Los cabellos de mi pobre madre. —Por qué maltratas a tu madre —me preguntaba entonces una piedra —una piedra cubierta de polvo—. Por qué la maltratas. Es una pesadilla lúcida: ídolos, tablas de la ley, pájaros, cosas de sueño. Entonces yo me volví de nuevo a mi dama —y le empecé a dar más firme que antes—. Para mantenerse despierto había que hacer algo. Nombremos también, aunque se sale del género, la divertida "Oda a las palomas", el enigmático "Túnel", el "Solo de piano", reflexivo, el macabro autorretrato del profesor que hace quinientas horas de clase, para recalar definitivamente en Catalina Parra:

Caminando sola
Por ciudad extraña
Qué será de nuestra
Catalina Parra.

Cuánto tiempo ¡un año!
Que no sé palabra
De esta memorable
Catalina Parra.

Bajo impenitente
Lluvia derramada
Dónde irá la pobre
Catalina Parra.

¡Ah, si yo supiera!
Pero no sé nada
Cuál es tu destino
Catalina Pálida.

Ay, amor perdido
¡Lámpara sellada!
Que esta rosa nunca
Pierda su fragancia.

A todo esto, en todo esto, ¿qué del comunismo? ¿Por qué no suenan maldiciones a Estados Unidos ni escuchamos anatemas contra Foster Dulles? ¿Acaso este poeta osa violar las consignas y desobedece el mandato? ¿Nada, ni siquiera una alusión a la pobre Guatemala?

Curioso.

Parece que, además de talento, de ímpetu de racia, de frescor, de imágenes y ritmos impensados, este poeta tuviera buen gusto.

Poemas y Antipoemas. Versión pdf, "Memoria Chilena.cl"

 

 


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Poemas y antipoemas.
Por Alone.
Fuente: El Mercurio, 8 de agosto de 1954, pág. 2