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Un monumento vivo

Por Camilo Marks
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 8 de octubre de 2006


OBRAS COMPLETAS & ALGO +

Nicanor Parra
Galaxia Gutenberg, Colombia, 2006,1068 páginas

 


¿Puede decirse algo original sobre Nicanor Parra después de haber leído las decenas de críticas, ensayos y libros que le ha dedicado Ignacio Valente durante los últimos 40 años? Prácticamente nada. Quien es el máximo responsable de la difusión del poeta de San Fabián de Alico —y también del prestigio de Juan Luis Martínez, Raúl Zurita, Isabel Allende en sus comienzos o José Miguel Varas—, así como partícipe en la concesión del Premio Nacional de Literatura, sólo recibe un par de palabras en el extenso prólogo al primer tomo de estas Obras completas & algo +. Es una omisión descomedida, porque en las 150 páginas de introducción, prefacio y cronología hay una abundancia tal de referencias a Holderlin, Benjamín, Schiller, etcétera, al lado de oscuros comentaristas, catedráticos sin repercusión o emplazamientos a la mala leche de tantos autores, que es legítimo preguntarse si fue recelo o un simple desliz haber excluido de la actual edición al principal divulgador del antipoeta. Desde luego, las dos carillas de Harold Bloom, exangües calificativos al vate de Ñuble, junto a sus maniáticas comparaciones con Whitman, son incomprensibles, salvo por el complejo de inferioridad español frente a la tradición angloamericana. Niall Binns, por su parte, desarrolla una historia perfecta, de tintes excelsos: Parra fue, es y será siempre un anarquista subversivo, un santón iconoclasta sin contradicciones, un joven nonagenario inclasificable, inmarcesible, más allá del bien y del mal.

Que logre sobrevivir de modo glorioso a semejante embestida hagiográfica, a tamaño control de su persona, vida, actividades o publicaciones resulta un milagro y ello debemos agradecerlo a la prodigiosa poesía que ha creado, capaz de superar todas las formas de interpretación, censura, ejercicios de vigilancia e inspección practicados por centenares de eruditos, académicos, lectores de los más variados sesgos y tendencias.

Este enorme volumen emocionará, sobre todo, a aquellos que saben de memoria los Poemas y Antipoemas, los Versos de salón y las Canciones rusas, todas colecciones incluidas en la Obra Gruesa (1969), pero que deseen tener acceso a los textos previos, a la ruta que condujo a la revolución antipoética. Y tal como la pintura de Picasso, Malevich, Mondrian, eximios dibujantes que alcanzaron la abstracción tras un largo proceso, puede ser ininteligible sin haber visto los lienzos de Goya, Rembrandt, Delacroix, las líneas de Parra, tan fácil en apariencia, aunque tan lleno de significados, son inexplicables sin la lírica que le precedió; ellas conforman, asimismo, el momento crucial del género poético contemporáneo en nuestro idioma y la cima de las vanguardias que le antecedieron.

La segunda parte del monumental trabajo, llamada "Los trapos al sol", contiene títulos inubicables, entre los que sobresalen Cancionero sin nombre (1937), que nunca se reimprimió, y Ejercicios respiratorios (1943), con espléndidas estrofas donde resplandece la métrica del Siglo de Oro, se percibe la deuda con la Generación del 27 y se anuncia la futura insurrección de los antipoemas. Así, "Suicidio violento", de tono surrealista, en octosílabos tan caros a la escuela criolla, prefigura el "San Antonio", de 1954: "Me muero por mi corbata/ de rosa de sombra ardiendo,/ si quieres que te lo diga,/ me muero porque te quiero..."/. La aliteración de nuestra letra más sonora —r, rr— halla en la tercera estancia al Santo de Padua una suerte de cúspide beatífica, desmoronada al final: "Sus labios rojos con el vino/ de los placeres terrenales/ ya se desprenden de su boca/ como coágulos de sangre.../ están grabados a porfía/ los siete pecados capitales".

Parra ha tenido la suerte de contar con excelentes traductores y sus piezas más famosas, eminentemente citables, deben sonar muy bien en otros idiomas. Sin embargo, hay formas populares que él elevó a categorías supremas —la cueca, la tonada, los ritmos nativos— muy difíciles de entender fuera de Chile, quizás imposibles de captar en lenguas extranjeras. En este y muchos otros sentidos, la primera sección de su esperadas Obras... nos entrega al vate más querido de la nación y también al más culto, irónico, al más discutido y venerado.

 

 

Nicanor Parra: Nació en 1914. En 1938 se recibió de profesor de Matemáticas en la Universidad de Chile. Publicó en 1937 Cancionero sin nombre. Becado en Estados Unidos e Inglaterra, regresó a Chile en 1951. Fruto de esa experiencia, cambia radicalmente el tono y el lenguaje de su obra, y publica en 1954 sus célebres Poemas y antipoemas con los que renueva la poesía nacional. Ha obtenido los premios Nacional de Literatura (1969); Juan Rulfo (1991), y Reina Sofía (2001).

 

 

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