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Poesía y performance:

El hambre del amor en  “La perla Suelta” de Paula Ilabaca

Por Diego Ramírez Gajardo

Ya no creo, ni quiero creer en los cruces, los cruces entre poesía y performance, los cruces entre géneros de poesía y prosa, los cruces, las cruces. Quiero pensar en la libertad que nos hace trabajar con el lenguaje, de una sola y única forma, estas extensiones son como los brazos, como las piernas, como cuando te crece el pelo, como cuando cuentas las cicatrices y las marcas. Eso es la performance y la poesía, es lo mismo, exactamente lo mismo. Reviso fotografías, videos, una semana antes Paula asiste de invitada a mi taller literario, la observo, y hace menos semanas la veo leer en México, saca una collar entre perlas blancas y rojas, y cuelgan y caen, y se pierden, una noche encontré esas perlas entre mi pantalón y bajo mi cama, otras noches esas perlas me persiguen por los pasillos de mi casa: la estoy leyendo, la estoy viendo, pienso que que su poesía es la acción performática: la veo leer, la veo murmurar, adquiere el ensayo de la voz sobre la otra voz, es como si la perla, es como si la suelta leyeran al mismo tiempo, pienso que Paula interviene su voz cuando lee, pienso que Paula interviene su vida como una acción de arte, su biografía como un poema sobre la página, como su propia fotografía en la portada de este libro.

No pensemos mas en las categorizaciones que nos han hecho sufrir durante tanto tiempo, pienso en Paula Ilabaca, en la historia de sus otros libros, todos como una canción desesperada y hermosa, pienso en su trabajo, sus acciones de arte y luego vuelvo al libro, es lo mismo, es otra página del libro, es otro formato cuando la página nos queda chica, nos molesta y queremos extendernos, a su propio pelo, a su cuello amordazado, a su cuerpo con corsés y maquillaje, sus trajes de terciopelo; la veo bailar en otra noche sin registros, y la veo moverse, deslizarse,  y entiendo una vez mas que no hay límite, entre la obra, entre la vida, entre el amor, entre el deseo; los limites ya no existen, ya nos aburrieron y la autora exhibe esas hermosas borraduras como estas, sus perlas sueltas.

Reviso las imágenes y vuelvo a su libro, fracturo los límites entre su performance y su poética:

Escena 1: Biblioteca nacional, en esta misma sala, la autora, corta su pelo, lo exhibe y nos presenta a la perla, coreografiando su propia poética. El pelo corto, muy corto, masculinizando el rasgo, presentado el reverso del deseo, otra forma de hacer el amor, de coger a la fuerza, de invertir el control y el poder de los cuerpos, y de las dominaciones en ese colchón, en esa cama naranja. El cuello ortopédico suspendido por la autora, la domesticación, el collar, nuevamente las perlas, las perlas brillantes, la primera vez de la perla en escena. En Estado de sitio, La proyección nos muestra a la autora en su cama quizás, en su cuarto privado quizás, es su cuerpo la proyección y un chico la acompaña, se miran, no se miran, la rutina del tiempo, la rutina del amor sobre esa cama blanca blanca como el corazón de leche, y la Ciudad Lucía esta afuera, afuera de ese cuarto, de esa pieza donde las yeguas empezaban a pastar el romance y el cariño.

Encuentro de poesía, Poquita Fe (2008), la estoy observando desde un video, el registro, la presenta una poeta mas dentro del canon jerárquico de las mesas de lectura, se rompe ese canon, la autora, extiende, saca de su caja toráxica una hilera de perlas brillantes, hermosas, esas perlas salen como la lengua, como la baba, como la boca entera, en medio de la sala, el silencio, la autora corta, las tijeras expanden miles de perlitas blancas que caen, gotean / chorrean en medio de la sala. Pienso en la bacteria alojada en la garganta, en la enfermedad del amor, en el cruce entre cuerpo, pliegue, fluido, y siempre, absolutamente siempre esa enfermedad del amor. La sanidad la aburre, nos aburre, es toda la noche, el deseo, el rey o el joyero en la garganta, alojados, atorados.

¿era yo? ¿esa era yo? : Universidad Diego Portales, la autora no habla, habla pero es el registro del registro nuevamente, su voz como banda sonora, su cuerpo humedecido, la ropa en agua, la ropa mojada, apegada, adherida, camina entre el público, susurra murmura. La voz de la autora no es esa voz, es una grabación, en la penumbra, la luz que la ilumina, la cuchara en la boca, la miel en la boca, el registro del video, el registro del registro. El primerísimo primer plano, y la poética del roce. El territorio básico en escena. Ahora la suelta, es la que exhibe el morbo del dolor, el desamor, el ya no, es el llanto, el primerísimo primer plano de ese llanto aterrador y certero.

Una noche de hace casi dos años atrás, Paula me cuenta de la crisis de la página en blanco. Entonces hablamos del amor, de la pérdida; y la noche era inmensa y las calles también, es hermoso como tanta basura hay en toda la ciudad un lunes por la noche después de un taller literario al lado del zoológico, en el miedo de esa oscuridad ambos hablamos de la pérdida y el amor, es en ese punto, en esas noches en que la perla emerge como ejercicio de voz, como nuevo estilo de decir, ahí surge y se vuelve loca y se vuelve histérica, hasta convertirse en esta perla tan suelta de entregar deseo a cualquiera que la quiera, para contabilizar esa historia de ausencias de los que nos dejaron esperando solos esos lunes en la noche en que hablamos de la pérdida y el amor.

La Perla Suelta, (Editorial Cuarto Propio), es todo lo anterior, y vuelve a romper el canon del género, esa tensión hermosa, de luchar por lo inclasificable por el no lugar que representa también la vida, la historia, la omisión absoluta de todo, cuando se empieza a escribir. Porque los egos y las teatralizaciones de la poesía chilena, existen y mucho, pero solo la dejan fuera los verdaderos poetas cuando se enfrentan a lo aterrador de la página en blanco y en las páginas de este libro la derrota se vuelve brillante, y la pérdida se vuelve perversa, en estas páginas, cuando la dejan sola, ella se cansa, cuando la acompañan también se cansa, ella se permite autosatisfacer su cuerpo y el lenguaje; mirando con asco y cariño esos lacios que ya no entretienen. Porque aunque todos dicen que brilla, ella, en la soledad de su noche, de su pieza, se mira en el reflejo del espejo. Ahí esta el abandono, la belleza de la carencia que hace que este libro, sea el despliegue entre poesía y prosa, o quizás novela, si, una historia del desamor novelado, entre el rey y su perla suelta, entre la perla y la suelta que son lo mismo, pero no lo son, en esa cama naranja como único escenario posible, en esa histeria de los cuerpos amordazados y sabiéndose lejos, o haciendo como que están juntos cuando en realidad no se tocan hace días.

Esa hambre del cuerpo, ese hambre en la página en blanco, esa hambre es la boca silenciada, es la escritura, el grafema, la marquita sobre la página, la letra y la mano que escribe, la marquita como una perla infecta, como la enfermedad de los días que la cansan, que la agotan. Las yeguas lloran, la perla jadea y recita frente a su espejo, esta muerta de miedo, están muertas de miedo, pero, nunca, en este libro, nunca lo van a demostrar, la belleza esta en el riesgo de estos cuerpos femeninos dolientes que se saben necesitados de afectos, necesitados del mismo falo protector que ya las agota, que ya no tiene gracia. No es el ritual erótico, no tiene que ver con penetración, sino con dominación del amor, con un cuerpo otro: rey o eunuco, que ingresa acaricia y deja viscosidades mortuorias, enfermedades simbólicas como posibilidades de sentirse un poco menos sola. Esta es la metáfora de la nueva mujer, que entrega su cuerpo solo porque que quiere, porque quiere ser la perla mas suelta de las noches, porque quiere bailar y meterse con todos, y esa posibilidad me parece que es simbolizar la lectura masculina de todas las putas que la escritura de hombres escribe, todas las mujeres de la literatura latinoamericana eran putas hermosas que entretenían a los chicos héroes en años de Boom y realismo mágico. Hoy estas chicas son mas arriesgadas en la espera, son unas hermosas perlas sueltas, que son las yeguas, son las sueltas de cuerpo, que aparecen en el libro como protagonistas del deseo, un deseo femenino que ahora si quiere nombrar y mas allá de eso, ahora quiere cercar al otro deseo masculino que ya no tiene ganas, que ya no sirve, que ya no satisface, que ya no sabe como amar. Cito: “la perla jode y jode sin cesar. Será porque le han pasado por encima tantas veces.”

Las escenografías del espacio intimo: El cuerpo como un objeto mas sobre la cama, sobre la mesa o sobre el sofá, ese cuerpo es la perla, la tibieza y las pequeñas cavidades perversas de esa perla, que invita, necesita y exige. Aquí la Perla no es la sometida, sino se hace la sometida, quiere, exige y recibe; se mira al espejo y sabe que lo único que tiene además de su corazón de oro, es su perla brillante y humedecida invitando a los eunucos y el rey,  ya casi muerto de amor,  a vivir a su lado.

A lo lejos la música de fondo, la opera glam que las hace bailar como yeguas pastando el cariño en la cama naranja, a veces puede ser una banda británica de post-punk o quizás  a veces es Brenda Lee, o la música noventera de picos gemelos , entonces me acuerdo de la noche en México en que veíamos escenitas fatales de Lynch y Paula me enseñaba a bailar con “desgano pero con ganas” en medio de la protagonista y la pantalla, en medio de la realidad y la fiesta que vendría después.

Ya que venga otra cosa - dice la perla- es que lo insaciable, es la propuesta que se despliega, sola, pero insaciable, no quiere a nadie pero los quiere a todos, son esos fallos, esas paradojas hermosas de estas chicas que son lo mismo pero no lo son, una nace de la otra, una es el resultado del follon, porque el tercer personaje es el joyero que forma, pule, acaricia y lame la perlita naciente entre el cariño desesperado de la suelta madre, de la madre suelta. Porque ella ya tiene la tiña del vientre hirviendo y los ojos resecos de tanto llorar. Y todos los hombres se mueren, hasta el rey se muere, y esa muerta es hermosa porque sirve para las ganas y para la noche, a veces el rey es letárgico y bello  pero después viene el hambre, el hambre, la boca que se enferma, la garganta que se enferma, por culpa siempre por culpa de la perla infecta, la perla que recibe el castigo de la enfermedad del amor. Cito: Después de la tristeza viene el hambre piensa la suelta mientras va jodiendo por la ciudad

En la Perla Suelta,  el  Hambre  es como una nueva manera de pedir, que queda con ganas, que se muere de hambre de deseo, de recibir un cariño, uno mas en medio de la noche, en medio del invierno, a pesar de que las flores se quemen, ellas las quemadas que son como el amor, pero no, porque las yeguas, las yeguas en este libro no se enamoran. Ella muy suelta de cuerpo, domina la histeria de su propio deseo, aquí se acabaron las lamentaciones o las pedidas por favor, aquí ella decide, lo hermoso es que hace que no decide nada, se hace la que no quiere, pero le gusta, Cuando se toca sola, cuando la cama esta vacía y la suelta quiere seguir jodiendo aunque le digan que no.

Y entonces viene  la  construcción de la joya: el hilo /  el  collar /  la perla, el nacimiento de la perla, y los ojos del joyero que tocan lastiman acarician el engranaje de la piedra. El joyero, el eunuco, el rey, todos y la perla, la perla siempre brillante, exigente, la estética de esa insatisfacción como una bella propuesta de decir no te alcanza para mi, no te la puedes conmigo, aunque ella quería quedarse con algo pero todo lo botaba, todo le salía.

El hambre del amor, que no se llena ni con miel, ni con un rey durmiendo al lado, esta hambre se extiende en todas las páginas de este libro, en todos los desbordes, los no limites hermosos, los cánones muertos como el eunuco, o  como el rey, como las noches esas en que hablábamos de hombres para no sentirnos abandonadas y tristes. Se acordara de mi?, leo, en la Perla Suelta, reviso, adjunto, vuelvo a la imagen, a la performance, a las fotografías, hace un mes que no jodo con nadie, hablamos, le escribo, a la Perla Suelta, la autora, la noche. Vamos  rájame el corazón - decía la perla y entones entendía solo entendía que la perla y el hambre de la perla, era lo que la llevaba a ofrecer su boca como si fuera un territorio nuevo. Al final la suelta frente al espejo recitando jodiendo pensando por favor no, de nuevo no por favor. Ahora esta más sola y más hermosa, ahora las  yeguas ya no parían,  sino pastaban y meaban miel como la cuchara sobre su boca sobre sus labios, vuelvo a la imagen, a la fotografía de portada, vuelvo a las noches juntos mirando a los joyeros guapos invitándonos a bailar, pienso en los caprichos, en la cadena de oro, en el collar, de nuevo la miel en las bocas, de nuevo la cama naranja, las quemadas, las abandonadas, nosotros caminando quizás también lloriqueando como la suelta, o quizás como la perla que sabe lo que quiere y siempre, siempre pide mas.

 

Diego Ramírez
Noviembre, 2009.

 

 

 

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