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La función del funcionario/ la función del ciudadano

(Carta a mi amigo Leo a propósito de su interpretación en la obra “El año en que nací”, Chile – Argentina.
Texto y dirección Lola Arias).

Paula Ilabaca


 

 

 

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“Alguien grita: venceremos”
Christian Aedo.

Veo a Leo Courbis en escena y es recordar una historia que parece silenciada. Rememoro. Pienso. Aun cuando conozco el trabajo artístico de Leo desde hace muchos años, es inevitable que vea en él corporizada de alguna forma la tarea que realizo a diario en el Centro de Extensión Cultural de la PDI. El apoyo que fomentamos para que los funcionarios exploren su mirada artística y así dejen de funcionar, repito siempre ante toda la jerarquía institucional en esta frase que congrega un pequeño acto de revolución a través del lenguaje. Pues, ¿qué pasa si el funcionario deja de funcionar? ¿Qué ocurre con las Instituciones? La institución en sí no caerá, pero ante el encuentro con el arte seguramente tendrá a las personas que ahí trabajan desacomodadas, intranquilas y, extrañamente, esto las predispondría con otro ánimo a seguir produciendo. El gran padre (la institución) proveerá, entonces, no sólo de la solvencia económica, si no que, además, de espacios de fuga donde el funcionario podrá encontrar eso que le es ajeno y complejo, pero que sin embargo le gusta. Lo que sí tendrá que tomar una decisión: si entrar o no en los espacios que en este caso el Centro de Extensión Cultural PDI ofrece, o bien, si éstos le convienen o no.

Veo a Leo transformado en otro que es él mismo. Me conmuevo. Recuerdo. Se hace presente una historia. Veo a Leo ya no como el dibujante de PDI, sino que lo observo como actor. En escena. Padecer con él y vivir la catarsis: seguir su historia que él mismo va dibujando y que en ciertos trazos se confunde con la mía y me hace recordar la opresión que vivimos en nuestro país de niños, las cosas que en casa no se podían hablar. Siempre pensé que quizás por eso escribo: que por ese motivo la escritura se transformó en mi amor, mi vida, mi luz. Leo es mayor que yo por algunos años y aunque nunca lo había visto actuar, sí conocía su trabajo como pintor. Pienso en las maneras que tiene el cuerpo, la biografía de desarrollar una expresividad. Y cómo el cuerpo y la memoria pareciera que se truncaran  cuando esta expresividad no existe o es nula. Trabajo a diario con una gran cantidad de personas así. Trabajamos ambos, junto a Leo, como funcionarios en la institución que heredamos de nuestros padres. Por opción, por decisión, pero ahí es donde trabajamos.

Espero a Leo cuando la obra finaliza, entre el gentío lo veo aparecer: nos abrazamos. Le agradezco la invitación, la confianza. Ambos, como hijos de policías, sabemos lo que es estar ahí mirándonos después de participar de la obra: él como actor, yo como espectadora. Porque al presenciar “El año en que nací” no sólo fui parte de la historia de Leo, si no que de la historia de todo un país, de todos sus pliegues más profundos. Converso unos momentos con Leo, salimos a fumar un cigarro; un guardia del GAM nos dice: está prohibido fumar acá y no se contenta hasta que nos ve en la Alameda. Con Leo reímos y bromeamos, tan acostumbrados a las prohibiciones. Sin embargo le comento: estoy harta de las prohibiciones. Y ante este cliché reímos más ¿qué otra cosa podemos hacer si no reír? ¿Si no celebrar que estamos vivos? Me gusta la idea de pensar en una sobrevivencia, y no es que seamos maltratados o unos vencidos de la vida, pero sí me gusta pensar en ese humor, en esa belleza que a nuestra vida entrega el arte.

(Leíto, mientras estabas en escena, seguí paso a paso tu historia dibujada sobre las fotografías del pasado. Quizás intenté ver a alguien en ellas, a mi madre en los Centros Abiertos de la señora Lucía, mi padre cuando un día se bajó de la micro regresando del trabajo y un cabro pelusa lo quiso asaltar… lo siguió con un cuchillo y esa intuición de detective, sabes, como que lo hubiera olido, se dio vuelta y lo pilló justo justo... mi papá no usó su arma, sólo lo redujo con una maniobra de judo y qué más, todos estábamos pobres en esa época en la calle Santa Raquel cercanos a la barriá… o mi papá de nuevo en el año 1985 metido en un cine en Buenos Aires viendo “Volver al Futuro”, regresando de ese viaje por trabajo contándonos esas pequeñas historias que parecían esfumar la dictadura, olvidar dónde estábamos, cuando cortaban la luz de noche en La Florida y con mi mamá prendíamos velas mientras el papá estaba acuartelado y no había teléfono, sólo los gritos de los chiquillos por los pasajes del barrio y los perros que ladraban siempre… ¿A tu papá también lo acuartelaban, Leíto? ¿En qué ciudad vivías en 1989? Nosotros estuvimos siempre en Santiago y yo estaba en 4to básico para el Plebiscito y no podía contar que mi papá era policía… sólo si preguntaban dos, tres veces, al final, por cansancio, contar que el papá era Perito en Huellas e identificaba personas muertas…)

Al rato, dejo a Leo con el resto del elenco. Camino por Lastarria y llamo por teléfono a mi padre. Le digo: papi, ¿qué está haciendo? Es viernes por la noche. Me cuenta sobre un programa que ve en la televisión. Le digo: papi, este año escribimos nuestro libro. Me dice que bueno. Me dice que sí. Es una idea que tenemos hace mucho tiempo en mente, sobre un libro de entrevistas donde el entrevistado es él. Hace poco me contó en pleno almuerzo de casino cuando los dos nos miramos a los ojos y compartimos como padre e hija, como el papá Fernando y la primogénita Paula, como profesores que somos de los estudiantes que se preparan para ser policías, cómo fue su día cuando se inicio la dictadura en Chile; y en ese momento me convencí mucho más de que ese libro era algo que teníamos que hacer. Mucho más ahora después de tener “El año en que nací” en el cuerpo. Más que nunca. Y le dije: papi, vengo saliendo de la obra donde actuó el Leo Courbis, papi, estoy muy emocionada y conmovida. Guarda silencio por el otro lado del teléfono. Ahí me cuentas, me dice. Creo que aún no lo hemos hablado. Pienso en Leo. Pienso en cómo le habrá contado él a su papá.

 

(Este texto fue escrito en LDDS al son de las lecturas esa noche.
Recuerdo que leía Aedo, por eso está el epígrafe.
Este texto fue editado, corregido y mejorado.
La escritura de poesía también es ficción).

Enero – febrero 2012.



 

 

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