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Neruda, la biografía que falta


por Gonzalo Contreras
Domingo 16 de mayo de 2004


Curiosamente, al celebrarse este año el centenario del nacimiento de Pablo Neruda, nos encontramos con que no hay una sola biografía completa de su vida. Por cierto, se han escrito innumerables libros acerca de Neruda, pero ninguno da cuenta en forma exhaustiva del total del periplo nerudiano. Tal vez el intento más ambicioso sea el de Volodia Teitelboim, pero con todo el respeto que me merece Volodia, su trabajo es sólo parcial y en parte sesgado.

El Partido Comunista no renunciará nunca a la idea de que Neruda es patrimonio de ellos. Por eso lo de Volodia tiene algo de hagiográfico, que según el diccionario, tiene que ver con la vida de los santos. Los artistas no tienen que ser más buenos o probos que el ciudadano común y a menudo, por circunstancias de su oficio y la vida que ello implica, suelen llevar existencias más agitadas y turbulentas que el resto de los mortales.

"Los chilenos tenemos una grave tendencia a canonizar, a esculpir precipitadamente a nuestras grandes figuras de manera de asegurar su intangibilidad. Por eso falta y está pendiente una obra totalizadora de la vida de Pablo Neruda. A ver quién se atreve".


Pienso en los magníficos y monumentales trabajos biográficos de Richard Ellman sobre Joyce y Wilde, el de Pinter acerca de Proust, dos colosales tomos de Gibbons sobre García Lorca. Son obras tan exhaustivas y meticulosas, que uno se pregunta cómo el autor tuvo acceso a ese pequeño detalle iluminador que nos muestra un aspecto desconocido pero indispensable de la vida de su biografiado. Nada de eso existe acerca de nuestro principal poeta.

Los escabrosos detalles de los últimos días de Proust en la obra de Pinter, en nada me han hecho cambiar mi visión del novelista francés, si es que no la vuelve más interesante. Nada de esto tiene que ver con un posible morbo del público respecto de nuestros íconos culturales. Es simplemente, como en mi caso, que uno quiere saber, saber más. No me basta con el Neruda festivo, pantagruélico, coleccionista de cachivaches, amigo de sus amigos, enemigo de sus enemigos, político tenue y ambiguo, enamorado impenitente. Todo eso se sabe, por partes dispersas, como en “Adiós Poeta”, de Jorge Edwards, o en el reciente libro de Sergio Macías sobre los años madrileños de Neruda.

Alguien, no se quién, en lo posible que no sea chileno, habrá de armar el puzzle de este personaje complejo, monstruo de mil caras, que fue Pablo Neruda. Hay tantos aspectos de su vida que conocemos sólo superficialmente, como su tormentosa relación con la enigmática Jossie Bliss, su matrimonio con María Antonieta Hagenaar, su relación con su hija hidrocefálica, su amorío y posterior matrimonio con Delia del Carril, luego con Matilde Urrutia, su relación con la propia sobrina de Matilde, sus tira y afloja con la Unión Soviética, su traumática relación con la revolución cubana y con Fidel, su beligerante relación con los poetas chilenos de su tiempo. Claro, se trata de aspectos conocidos por todos, pero, como dije antes, en parcialidades.

Los chilenos tenemos una grave tendencia a canonizar, a esculpir precipitadamente a nuestras grandes figuras de manera de asegurar su intangibilidad. Por eso falta y está pendiente una obra totalizadora de la vida de Pablo Neruda. Yo la estoy esperando. A ver quién se atreve.

 

 

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La escritora entra al debate por la celebración del centenario del Premio Nobel de Literatura

Diamela Eltit: “Pablo Neruda siempre fue un poeta oficial”

por Carlos Vergara
en Las Ultimas Noticias
Sábado 15 de mayo de 2004

“A veces todo esto del centenario me parece saturante, fetichizante, petrificante
y vacuo”, arremete la Eltit.
“Fue senador y precandidato a la Presidencia de la República. No se puede dudar de que tenía interés en habitar espacios de poder”, opina la artista.


Diamela Eltit, la autora de novelas como “Lumpérica”, “El cuarto mundo” o “Los vigilantes”, se pasea por su casona de Ñuñoa, mientras en uno de los muros de su escritorio destaca una singular carta, fechada en 1969, Estados Unidos, y dedicada a una pequeña Diamela. El remitente, quien ocupa tinta verde, es un poeta sureño que se hacía llamar Pablo Neruda. “Mi madre se la pidió”, dice con una sonrisa algo melancólica, al tiempo que intenta ordenar sus tajantes ideas sobre el próximo y parafernálico centenario del nacimiento de tan ilustre firmante.

“Es ambiguo y complejo”, comienza. “Por una parte son construcciones culturales de plataformas de identidad. Eso está bien. Es un emprendimiento político. Ahora, desde otro punto de vista, es algo saturante, fetichizante, petrificante y vacuo. Pero hay que poner sobre la mesa de qué se trata. Ahora ves que Neruda se consume mucho y no hay diversificación. Él es la figura única y hay hasta chocolates con su cara”, opina.

-El centenario de la Mistral fue bastante discreto en términos de celebración.
-Eso es seguro, pero son tics del sistema. Eso habla de la asimetría de género, de raza y de sexo que en este país se marcan tan profundamente.

-¿Cómo ve usted al Neruda poeta?
-Para mí el Neruda poeta es una figura estratégica. Tanto en el plano nacional, como mundial. “Residencia en la Tierra” es un aporte textual, rompe métricas y rimas. Eso está completamente censado por el campo de especialistas y no está en discusión. Es un aporte ineludible, tal como (César) Vallejo. Él va a tener libros tensos y menos tensos. Las Residencias y parte del “Canto General” tratan de abrir y romper con la historia blanca, incorporando a los pueblos precolombinos.

-¿Hablamos de un poeta oficial?
- Claro que sí. Fue un poeta oficial. Es más, siempre buscó la oficialización. Surge en un momento histórico específico, cuando la figura del sujeto letrado y del poeta tenían una gran calificación social, algo que pasó en toda Latinoamérica. El poeta era una voz garantizada, a la cual se le preguntaban cosas. Es como lo que sería hoy la voz del empresario. El poeta estaba cerca de los discursos centrales. Y allí fue donde habitó Neruda.

-¿Por qué ocupó ese lugar?
-Porque era un espacio que estaba dado. Había un dispositivo social en el cual esa voz tenía validez. Neruda estuvo ahí de una manera bastante intensa. Fue senador y precandidato a la Presidencia de la República. No se puede dudar de que tenía interés en habitar esos espacios de poder. Se oficializó bastante rápido, tal como Octavio Paz en México, y, a diferencia de Vallejo en Perú, quien habitó en la periferia y en un lugar más inestable de la realidad.

 

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Neruda, la biografía que falta, por Gonzalo Contreras.
En Las Ultimas Noticias,
domingo 16 de mayo de 2004.