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Parte de la correspondencia entre ambos escritores
......................... permanece en la Universidad de Princeton




El ocaso del poeta: las cartas de Neruda a Jorge Edwards


por Pamela Gutierrez (Princeton), Marcelo Soto
Publicado en Diario La Tercera, domingo 21 de septiembre de 2003.

 

Una veintena de cartas que el Premio Nobel le envió a Jorge Edwards entre 1963 y 1973 está guardada en la biblioteca de la Universidad de Princeton, en el estado de Nueva Jersey. La Tercera pudo revisar este material que refleja, entre otras cosas, el voluntarismo final del poeta, que era optimista frente a la política chilena pese a todas las señales negativas y desconocía la naturaleza de su enfermedad. Tenía cancer, pero pensaba que era reumatismo.


Aquí todo bien: los momios más furiosos cada día: regocijante", escribe Pablo Neruda el 26 de junio de 1973. El poeta, enfermo de cáncer, se encuentra en Isla Negra, junto a su esposa Matilde Urrutia, quien mantiene a su lado un cerco protector. No le ha contado la verdad del mal que le aqueja, y Neruda piensa que es reumatismo.

Cierta ingenuidad, mezclada con algo de voluntarismo, se aprecia cuando comenta el terrible
momento político que vive Chile. Pese a que todas las señales hablan de un desenlace trágico, el autor de Residencia en la Tierra se muestra porfiadamente optimista en esta carta que permanece en la Universidad de Princeton.

El destinatario de la misiva es Jorge Edwards, quien estudió en ese centro de estudios, ubicado en
el estado de Nueva Jersey, y entregó a la biblioteca sus archivos personales y manuscritos. Entre estos papeles destaca una veintena de cartas que Neruda le envió desde principios de los 60 hasta poco antes de su muerte. Testimonio de una larga y profunda amistad, que debió vencer barreras de edad, carácter e ideología, las misivas reflejan el voluntarismo final del poeta -que estando en Chile en 1973 se negaba a aceptar el mal pronóstico de la Unidad Popular-, así como la ignorancia frente a la gravedad de su enfermedad, que era evidente para sus amigos.

Además, la correspondencia entrega nuevas luces sobre la frustrada campaña para que en 1966 obtuviera el Nobel -que contó con el apoyo del gobierno de Eduardo Frei Montalva- y deja en evidencia algunas debilidades de su carácter, como la tendencia a abusar de los amigos con pedidos insólitos, que si no eran satisfechos le provocaban berrinches propios de un niño. Por último, las cartas revelan su prosa lírica, risueña, su gusto por el chisme y su legendaria glotonería: matiza los mensajes con bromas ingeniosas, usando palabras en clave y tirando al pasar uno que otro comentario malicioso, para luego enumerar, como si se tratase de la descripción de una obra de arte, los platos de una comilona digna de un emperador romano.

 

Favores para el Poeta

Nunca fue fácil ser amigo de Pablo Neruda. Rodeado por una corte de aduladores, el poeta exigía a sus cercanos una fidelidad casi absoluta, además de estar siempre listos para cumplir sus caprichos, a veces extravagantes y nada sencillos de satisfacer. Jorge Edwards, que conoció a Neruda desde los año 50, sufrió en carne propia esta mezcla de dependencia, temor y admiración que provocaba el autor de Canto General. Enrique Lafourcade llegó a decir, en forma vengativa, que Edwards se había convertido en el "novelista de los mandados" y el propio aludido confesó que "Neruda era una presencia muy invasora... Nicanor Parra me reprocha: tú perdiste tu vida por Neruda".

Las cartas de Princeton tienen como factor común los pedidos de Neruda, que Edwards debe esmerarse en realizar so pena de sufrir el enojo del poeta. "Supongo que no habrás olvidado ir a ver el indio anticuario y a ver si me tienes alguna noticia de los dos mascarones", le comenta por ejemplo el 4 de agosto de 1970.

Del mismo modo, tras renunciar a la embajada en París, por su estado de salud, Neruda le pide a Edwards, que era consejero en dicha repartición, que se haga cargo de los detalles prácticos, en especial del traslado de un auto desde Francia a Chile. "El Citroen llegó con una puerta deshecha, el vidrio correspondiente despedazado. Amén que el reloj desaparecido. No sé si estarán los neumáticos. Parece que una tormenta en el Atlántico causó algunos destrozos", le cuenta el poeta -sin dar las gracias- el 3 de abril de 1973.

Unos meses después, y mientras en Chile la situación se torna inmanejable, no deja de pedirle otros favores: "Te ruego adquirirme 2 libros de menor cuantía, cuyos avisos te mando en recortes adjuntos. Mándamelos si puedes. Alguna vez te daré el importe", le escribe el 23 de julio de 1973.

 

El "Boss"

Neruda se refiere a Salvador Allende en estas cartas como "el Boss". El 26 de noviembre de 1972 le cuenta de un almuerzo con el Presidente -que llega a Isla Negra en helicóptero- y Clodomiro Almeyda.

Usando un lenguaje en clave, describe una conversación con el "Boss" sobre la situación económica -Edwards y Neruda compartían una postura moderada para llevar a cabo las reformas de la UP- y para su sorpresa Allende le dijo que su visión era razonable.

En otra carta, analiza la realidad del país desde un punto de vista algo militante, cosa que sorprende a Edwards. En diciembre de 1972 le escribe el siguiente diagnóstico: "El país esta tan indefinable como lo ha sido siempre. Los momios han llegado a una insolencia rayana en lo criminal. Aquí no escuchas sino radios de derecha, insultando afiebradamente al Gobierno y reclamando libertad de expresión. Todas las querellas judiciales del Gobierno, contra estos desacatos, van a parar al tacho de la basura, depositadas allí, por nuestro aparato de mal llamada justicia".

"Nuestro aparato de Contraloría se encarga de rechazar lo que manda el Gobierno y el Congreso, de atajar todo lo que se quiere hacer".

"En cuanto al desabastecimiento, lo que te conté en la carta anterior, sigue igual, aunque algo mejor. Todo el mundo se las arregla para las vituallas, mientras los momios practican el acaparamiento en forma gigantesca".

"La CIA inundó de dólares el país, para apoyar el Paro Patronal y esa divisa bajó en bolsa negra".

Según Edwards, al llegar a Chile Neruda se dejó vencer por el voluntarismo e intentó no ver los nubarrones que se avecinaban. "Aquí los momios están resentidos como caballos de circo, asustados del tigre popular. Sin embargo, hay conciencia y se va ganando firme", comenta el autor de Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada el 14 de abril de 1973.

Luego agrega que vivir en Chile "es tónico, estimulante, como ningún otro. Vivir en otra parte me parece parasitario. Qué tontería fue quedarnos tanto tiempo fuera. Si en verdad hay mucho defecto, se hacen frente a ti las mejores cosas, en medio de una batalla que en el fondo es tranquila".

 

"Sigo con mi reumatismo"

¿Por qué Matilde Urrutia decide ocultar a Neruda que tiene cáncer? Aconsejada por los doctores, la esposa del poeta prefiere suavizar la gravedad de su enfermedad y en una carta del 11 de febrero de 1973, Neruda le cuenta a su amigo "aquí está la cosa que arde y vale la pena vivir. Yo sigo con mi reumatismo, pero escribo muchísimo. Después de las elecciones se viajará a París para embarcar libros y muebles".

En el mismo mensaje le cuenta que "el ministerio (de Relaciones Exteriores) dará curso a la renuncia (como embajador en Francia) pero no se cuándo".

Despreocupado de los asuntos prácticos, Neruda le resta importancia a su renuncia, aunque es un hecho político delicado. Una vez más, Edwards va en su ayuda. "El ministerio me dice que tu renuncia, que se publicó en todos los diarios, es un asunto administrativo interno y no debo comunicarla...", le cuenta Edwards en su respuesta del 12 de febrero. "No haré nada antes que me aclares un punto: ¿seguirás como embajador de la Unesco? Creo que te conviene seguir, aunque sea ad honorem. De lo contrario tendrás que pagar subidos impuestos".

El 18 de febrero, Neruda le contesta que "con respecto a la Unesco yo no he renunciado aún y la fórmula que tú me dices está bien...". Unos párrafos más adelante le comenta que "mi reumatismo va cada día mejor, pero ando con bastón y no me gusta moverme".

Neruda, en estos días finales, vive una especie de regreso a la sensualidad de la juventud y observa a las bañistas, ayudado con prismáticos, desde su habitación que da al mar en Isla Negra. Su humor está radiante. El 12 de julio cumple 69 años. "Documentos irrefutables me prueban que el 12 pasado en vez de libar copiosamente Beaujolais por la salud de tu amigo que cumplía millones de minutos, te dedicabas a la sórdida Maison Gallimard", escribe dos meses antes de su muerte, ocurrida el 23 de septiembre de 1973, a pocos días del golpe militar.

 

 

La frustrada campaña al Nobel en 1966

Las cartas de Princeton revelan un episodio poco conocido en la trayectoria de Neruda: su campaña de 1966 para ganar el premio Nobel, con el apoyo del gobierno de Frei Montalva, a quien dedicaría párrafos críticos en sus memorias.

Como era habitual en Neruda, el poeta dispone del tiempo de sus amigos y encarga a Edwards una exposición sobre su obra que planea hacerse en Estocolmo como parte de la campaña. “El Ministro decidió hacer una exposición bibliográfica en Estocolmo, y a petición mía te ha encargado que dirijas la parte de mis libros.

Pensé que este sería un agradable viaje para ti y que puedes hacer el favor de contrarrestar la campaña del asqueroso uruguayete (Ricardo Paseyro, quien vinculó a Neruda con un intento de asesinato de Trotsky). No creo en el Premio.

Han cargado demasiado la medida produciendo el terror y no ha habido ninguna campaña defensiva. En este sentido, la iniciativa es grandiosa, puesto que con conferencias y recitales se le podría dar mucha más vida”

Más adelante agrega: “No sé si te dije que la carta de los cubanos escritores es sencillamente vil”. Se refiere a la carta que los autores de la isla publicaron criticando a Neruda por una reciente visita a EE.UU. El poeta pensaba que detrás de esa carta estaba Castro y era resultado del “Culto” a la personalidad del comandante. Pensaba que era un ataque a la línea moderada del PC chileno.

Edwards tenía otros planes y trató de zafarse del compromiso. Neruda le envía una nueva carta, algo dolida. “Se buscaba una persona amable, generosa, inteligente, y yo inocentemente te propuse sin saber que interrumpía tus vacaciones con nuestra querida Sun”.

El autor de Crepusculario se refiere a la académica sueca Sun Axelsson. El poeta pensaba que Edwards tenía un affaire con la muchacha, cosa que el narrador niega. De todos modos, debió interrumpir sus planes y partir a Estocolmo. En la capital sueca, el amigo de Neruda descubrió que no era una buena idea hacer la exposición.

Se juntó con el miembro de la Academia, que otorga el Nobel, Arthur Lundqvist, admirador de Neruda y marxista convencido. En su escritorio Lundqvist tenía la carta de los cubanos y Edwards está convencido de que la misiva influyó en que Neruda no ganara el Nobel en esa oportunidad.


 


Banquete nerudiano

Isla negra, noviembre 26, 1972.

Querido Georgious, el asunto es como sigue: queso mantecoso con aceitunas.
Erizos, plato colmado, gran centolla fresca. Congrio frito o paila marina con congrio y camarones, filete con pebre, cebollas, tomates y ají verde.

Very happy chirimoyas.

Blanco Las Encinas 1969, tinto Concha y Toro reservado, cosecha 1954, de la cavernosa bodega de don Jaime.

Esto y otras cosas es lo que comimos en la hostería Santa Elena. Grande cuisine. Total, la prodigiosa suma de dos dólares brourse noire. Aparte de esto, está todo florido, incluyendo el mar. El cielo completamente azul, salvo a la puesta de sol, que se tiñe de sesenta colores.

 


 

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Pablo Neruda: El ocaso del poeta: las cartas de Neruda a Jorge Edwards,
por Pamela Gutierrez (Princeton), Marcelo Soto.
Fuente: Diario La Tercera,
domingo 21 de septiembre de 2003.