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Giuseppe Ungaretti

ALGUNOS POEMAS

Traducción de Rodolfo Alonso

 

UNIVERSO

Con el mar
me hago
un ataúd
de frescura

 

MAÑANA

Me ilumina
lo inmenso

 

DORMIR

Quisiera parecerme
a este lugar
echado
en su camisa
de nieve

 

UNA PALOMA

De otros diluvios una paloma escucho.

 

DOS NOTAS

Hierbas enhebra un arroyuelo.

Un lago torvo al cielo glauco ofende.

 

EL ROCÍO ILUMINADO

La tierra tiembla
de placer
bajo un sol
de violencias
gentiles

 

SILENCIO EN LIGURIA

Decae flexible la llanura de agua.

En sus urnas el sol
Aún secreto se baña.

Un leve encarnado transcurre.

Y él abre de pronto a las bahías
La gran dulzura de los ojos.

La sombra sumergida de las rocas muere.

Dulce brotar de las caderas alegres,
El verdadero amor es una calma encendida.

Y la gozo difusa
Desde el ala alabastrina
De una mañana inmóvil.

 

La Piedad

1

Soy un hombre herido.

Y me quisiera ir
Y finalmente llegar,
Piedad, donde se escucha
El hombre que está solo consigo.

No tengo más que soberbia y bondad.

Y me siento exilado entre los hombres.

Pero por ellos sufro.

¿No seré digno de volver a mí?

He poblado de nombres el silencio.

¿Hice pedazos corazón y mente
Para caer en servidumbre de palabras?

Reino sobre fantasmas.

Ah hojas secas,
Alma llevada aquí y allá...

No, odio el viento y su voz
De bestia inmemorable.

Dios, ¿aquellos que te imploran
No te conocen ya más que de nombre?

Me has expulsado de la vida. 

¿Me expulsarás de la muerte?

Quizás el hombre también es indigno de esperar.

¿Está seca también la fuente del remordimiento?

Qué importa el pecado,
Si ya no conduce a la pureza.

La carne recuerda apenas
Que ha sido fuerte alguna vez.

Es loca y gastada, el alma.

Dios, mira nuestra debilidad.

Queremos una certeza.

¿Ya ni siquiera ríes de nosotros?

Y compadécenos entonces, crueldad.

No puedo ya más estar amurallado
En el deseo sin amor.

Muéstranos un vestigio de justicia.

¿Cuál es tu ley?

Fulmina mis pobres emociones.
Libérame de la inquietud.

Estoy cansado de gritar sin voz.

 

2

Melancólica carne
Donde brotó la alegría alguna vez,
Ojos entreabiertos en el cansado despertar,
¿Tú ves, alma demasiado madura,
El que seré, caído en tierra?

Está en los vivos el camino de los muertos.

Somos nosotros el torrente de sombras,

Son ellas el grano que nos estalla en sueño,

Suya es la lejanía que nos queda,

Y suya es la sombra que da peso a los nombres.

¿La esperanza de un montón de sombra
y no otra cosa es nuestra suerte?

¿Y tú, Dios, sólo serás un sueño?

Al menos a un sueño, temerarios,
Queremos que te parezcas.

Es fruto de la demencia más clara.

No tiembla en nubes de ramas
Como pájaros de mañana
Al filo de los párpados.

En nosotros está y languidece, llaga misteriosa.

 

3

La luz que nos hiere
Es un filo cada vez más sutil.

¿No deslumbras tú, si no matas?

Dame esta alegría suprema.

 

4

El hombre, monótono universo,
Cree extender sus bienes
Y de sus manos febriles
No salen más que límites sin fin.

Sobre el vacío unido
A su hilo de araña,
No teme y no seduce
Sino el propio grito.

Repara lo gastado alzando tumbas,
Y para pensarte, Eterno,
No tiene más que las blasfemias.

 

 

 

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