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NIÑOS ESCRITORES DEL SUR
“Cuentos y Poemas de Pichidegua” (Ediciones Ágora Diseño, abril 2015)
Por Miguel Ángel Bravo
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Está comprobado que la creación literaria ayuda a los niños en variados aspectos: concentración, desarrollo imaginativo, pasión lectora, facilidad expresiva, amor por los textos, sensibilidad ante el mundo –este mismo que se cae a pedazos-, entre otras virtudes.
Es decir, el proceso de creación escrita es como esas vitaminas completas que fortifican todas las necesidades del espíritu humano.
He ahí la cuarta producción que encabeza el escritor nacional Reinaldo Edmundo Marchant: “Cuentos y Poemas de Pichidegua” (Ediciones Ágora Diseño, abril 2015). Leemos por parte del Alcalde Adolfo Cerón y Jaime Morales, Director de Educación de esa zona, el valor personal y patrimonial de estos textos cuyos protagonistas son los estudiantes de doce escuelas rurales de esa localidad. Loable punto de vista que ojala muchos municipios imitaran.
El libro reúne las mejores piezas remitidas a un certamen literario. Poesía y cuento. Tema libre. Y a echar a volar la imaginación. Afuera, la maravillosa naturaleza campestre. Escriben los niños. Bailan las aves. Aves divinas. Un sol de oro se hunde y asoma en los altos cerros. Las historias de los abuelos afloran con respeto. Las primeras inquietudes de amor también están presentes. El colegio y el crecimiento de historias que lentamente inundan los corazones. Relatos ficticios. La alegría y el dolor que perciben alumnos de edades que fluctúan entre los seis y catorce años. Autores que sueñan con emular a Neruda, a Mistral, y a otros grandes literatos que, como ellos, se forjaron en apartados lugares geográficos.
En los escritos, vuelan mariposas, un animalito es salvado, las raíces locales son orgullo de la nación, árboles mágicos parecen caminar por las trillas, el canto de los pájaros embellece los cielos, aparece un astro millonario, el amor incipiente hace naufragar, y se describe a los padres, los campos y la escuela, asoma, por supuesto, la cueca, el baile tradicional, y el volantín, la esperanza de la madre, las palabras del hijo que sueña para esa madre, y los profesores, la Biblioteca, lugar predilecto para recoger sueños.
No existe mejor forma para entender a los pequeños que leyendo sus propios sueños e inquietudes. Por ello es destacable – como se hizo en dicho certamen- que el tema lo elijan libremente, para que derramen sin límites su inmensidad individual.
Niños y adolescentes inquietos. Inquietos de esta vida. Por escribir. Deseosos que lean esos escritos guardados tal vez en cuadernos. Asoman almas de poetas. De prosistas. Al cerrar sus escritos, ondea ese incipiente talento. La imaginación. El anhelo que sean el día de mañana grandes escritores. Que perseveren en el oficio de las letras. ¡No hay nada más lindo que un pequeño diga: quiero ser poeta!
Ya han dado los primeros pasos. Ser publicados en un libro. Han de saber ellos que son escasos los escritores que tienen ese privilegio a tan corta edad: figurar en un texto, bajo la guía de escritor a quien, desde ahora, y con todo derecho, pueden considerar “un colega…”
