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"El Imperio de la inocencia" de Santiago Azar
Diario El Centro. Talca. 21 de Noviembre de 2013
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El destacado poeta y abogado Santiago Azar
obtuvo en 1992 el primer lugar en el Concurso Iberoamericano de poesía “Paz y Cooperación” del gobierno regional de Madrid, España, por su obra “Punta de Tierra en Tinieblas”.
Este 2013 publicó su libro “El Imperio de la Inocencia”, bajo el sello de “Pequeño Dios Editores”. Su trabajo ha sido recogido en diversas antologías en Chile y el extranjero, como también traducido a varios idiomas. Reside actualmente en Talca, considerándose un maulino de arraigo en la zona.
- ¿Qué importancia tiene para la región el que los poetas publiquen, dentro de un mercado exiguo para el género?
- La poesía crea la identidad de sus pueblos. Un país sin poetas, es un país sin alma. Vaya que es cierto lo que digo, si miramos a Alemania, a Francia o a Italia, cuyos poetas son parte del alma nacional y precisamente son el pilar fundamental en la base republicana. El ser humano necesita identificarse, reflejarse con el “canto a sí mismo”, parafraseando al viejo capitán. Y en ese contexto, la poesía que se hace desde la provincia a la capital, siempre es re-evolucionaria. Siempre es una mirada más pura, con menos cemento. Y en ese camino estamos.
- ¿Qué te motivó a escribir este nuevo libro y de poesía, que hoy muy pocos leen?
- Aunque suene a conversación marciana, es precisamente la poesía la que te genera un canal de comunicación con esos sueños que el ser humano deja guardados en los bolsillos después de la jornada diaria. La poesía se sigue leyendo en un mundo absolutamente hostil al género. No hay batallas perdidas. Chile no es Chile sin sus poetas, mayores y menores. No hay quien lo pueda retratar de mejor forma. Tal vez el libro, sufra los embates de las nuevas y empoderadas tecnologías. Es sólo cuestión de adaptarse. Los robots también necesitan poesía.
- ¿Podrías clasificar tu poesía de “irreverente” y “subversiva”?
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Creo que el “Imperio de la Inocencia”, como gran parte de mi poesía está cruzada por una risotada que tragar de mejor forma los días amargos. Es “subversiva” en cuanto se “encapucha” frente a lo que conocemos como correcto, porque en el día a día, he tratado de poetizar y hacer culto de un objeto poético, todo aquello que la palabra alcance. Las palabras pueden ser revolucionarias por sí mismas y nunca debemos renunciara ello. De otra forma, hace 6 mil años que está todo escrito.
No obstante, la risotada también es llanto, humos de cigarros viejos, besos que nunca se recibieron. Eso es el mapa de mi poesía.
- ¿Cuál es a tu juicio la realidad de los poetas en Chile?
- La realidad de la poesía en Chile, es en cierta forma una irrealidad. Pequeños mundillos literarios tratando de marcar presencia frente a un universo hostil que hace lo posible por silenciar toda forma alternativa de comprender la palabra. Sin embargo, la poesía chilena existe, con rasgos dispersos, pero con mucho que entregar aún a la literatura latinoamericana.
- ¿A qué lectores te gustaría dirigirte, más allá del círculo de cercanos y seguidores?
- Mi escritura está amparada por el oficio, al que reconozco y respeto. Mis procesos creativos son absolutamente conscientes y en ese contexto creo que mi poesía aborda siempre pequeños instantes de risa y llanto que pretendo sean respirables por la mayoría de los mortales. La universalidad es un horizonte que siempre pretendo alcanzar y no escribo para mis aplausos interiores. Creo en el lector ideal, pero al mismo tiempo, estoy plenamente claro que hay que facilitar ese lector ideal con una escritura que permita el nacimiento y proyección de esos lectores ideales, sin renunciar a lo que en esencia nos ha llevado a escribir. Creo en el poema como un pequeño mundo y en ese camino, me he enamorado de la poesía y no de los versos. Gran parte de los vacíos de la poesía actual es la ausencia del rigor del poema frente a la mera sumatoria de versos. Entender el poema de esa manera, es un ejercicio inoficioso y poco productivo. Mi poesía, en definitiva, es un trueno que no pierde jamás la ternura y la carcajada.
