.............................. ANTONIO SKARMETA
 

 

Skármeta : La derrota de la distancia

por Ariel Dorfman
(Washington, D.C)


 
Dorfman comenta dos de las últimas novelas de Skármeta: La insurrección y Soñé que la nieve ardía, haciendo notar cómo en una y otra (que suceden en Nicaragua y Chile, respectivamente) el escritor intenta mostrar la posibilidad de reconstitución de una nacionalidad herida a través de la comunicación, que constituye a los individuos en "pueblo".

 .....En su última novela, La Insurrección (ediciones del Norte, 1982), el escritor chileno Antonio Skármeta encuentra por fin al protagonista que ha estado buscando toda su vida: un pueblo entero.

.....Al relatar la rebelión sandinista de la ciudad de León en los meses, semanas, días, minutos, antes de la victoria de julio de 1979, el narrador evita cuidadosamente la trampa de construir un héroe individual. Aunque merodea más que nada en torno a los conflictos de la familia de los Menor -y ese apellido enfatiza desde ya que lo insignificante y secundario será acá lo principal y catalizador -, el foco narrativo no se restringe a sus miembros, sino que va recorriendo a cada simple ser humano que se ve envuelto, casi en contra de su voluntad y definitivamente en contra de su sentido común, en una lucha a muerte, peligrosa y desgastadora, para acabar con una dictadura.

.....Esta técnica de ir variando incesantemente la perspectiva desde la cual se prepara la insurrección, de intensificarse dentro de un personaje para después pasar a otro y trenzarse en ese mundo de dentro y fuera, tal procedimiento estilístico pudo haber sido sugerido por los hombres y mujeres de León misma. Para asaltar el cuartel general de la Guardia, ellos irán horadando un pasaje secreto entre las murallas de las casas, invadiendo  como amantes embravecidos la privacidad y desamparando habitaciones, pasando de mano en mano una manguera de bomberos que va a llenarse, no de agua, sino de petróleo, hasta finalmente hacer estallar en llamas la fortaleza inexpugnable del enemigo.

.....Para que ese instrumento bélico -un objeto de paz, ¿pero no somos todos nosotros objetos de paz, no somos todos unos cuerpos vulnerables e indefensos utilizables para más gratos propósitos?- llegue a hacer su cometido, debe ser tocado, acariciado, adorado, temido, por cada inofensivo habitante de la ciudad en ofensiva, como si solamente el murmullo unido de las soledades y los dedos pudiera garantizar su nacimiento. El narrador hace algo similar: debe pasear su mirada por cada ojo vacilante y entregar su garganta a cada voz que busca expresión. Son seres humanos que en circunstancias normales jamás pretenderían alzar el tono o cuestionar los mandamientos que suelen estar ensimismados en una supervivencia mínima. Conocemos al cartero, al bombero, al peluquero, al cura, a la mujer más anciana del pueblo, un niño por acá, una novia por allá, una proyeccionista de cine acullá, y más allá de ellos, y cerca, y en torno a cada uno, un enjambre, un coro, una catarata de otras existencias que se amplían en los capítulos a medida de que se extiende como un fuego el coraje. No habrá victoria, en efecto, hasta que esas pequeñas voluntades, esas vidas precarias, no hayan escogido el camino de la rebeldía, un camino que -como lo comprobarán en la mutilación, en la muerte, en la violación, varios de los personajes antes del final de la novela- no está exento de duras pruebas.

.....La insurrección, entonces, sólo se hace visible militarmente cuando ha germinado antes en hombres y mujeres comunes y corrientes. Tal proceso no es fácil.

.....Cuando la novela se abre, el pueblo, así como la familia Menor, está dividido. Todos odian al régimen de Somoza, pero no todos están dispuestos a arriesgar su vida para aplacar ese odio. Están comprometidos en la agridulce telaraña de lo cotidiano, ese entrabado de trabajos, expectativas amorosas, planes de matrimonio y estudios y negocios, esa maraña que suele ser más tenaz que cualquier miedo, rabia o injusticia. No sólo es terror reina, al principio de este libro como al principio de todo gobierno autoritario: imperan también la comodidad y la conveniencia, la incapacidad para imaginar otra alternativa, otra sociedad, otro mundo. Las armas se superponen a la autoneutralización de los habitantes: la dictadura dicta y dura en los corazones y los cuerpos recalcitrantes. En el nudo central de la novela, por ende, no es sólo el temor o la drástica necesidad financiera lo que opone a Agustín Menor, soldado de Somoza y auxiliar del capitán Flores, a su padre y su hermana, sandinistas ambos. El también abriga sueños de salir de Nicaragua, de tener éxito en EE.UU.,  de "educarse" y mejorar de condición. Antes de que Agustín deserte, habrá que presenciar el oleaje general, la resaca y el vaivén lento y desesperado de los demás personajes. Directa e indirectamente, el resto de la población lo está, se está, empujando, y cada paso tímido y menos tímido, cada compromiso empecinado y dudoso, cada decisión intransable y vaticinio de decisión, apoyan y sustentan las acciones de los demás. Si él puede finalmente romper con el ejército que ha jurado servir, es porque en forma paralela otros territorios en pugna se han ido definiendo, se han agregado otros dubitativos a la cosecha milagrosa de la ciudad. Él es uno más que tiene que hacer el viaje hacia el colectivo al que pertenece, hacia el país que le han robado, un robo que no puede entenderse exclusivamente como un acto de explotación física, económica, militar o política, sino también como un saqueo de tipo cultural. Tiene que ir él, y todos los  él  y todas las ellas, hacia el riesgo unánime de hacer en la realidad el país que han intuido y protegido hasta ahora, en la multiplicación de sus intimidades.

.....Siendo la insurrección, por lo tanto, un fenómeno indudablemente social, Skármeta no se concentra en sus rasgos sociológicos, ni en su dimensión político-económica o en sus etapas militares. Para él, el pueblo podrá realizar esa gesta -atravesar la frontera que separa a los neutrales de los invencibles-, porque el pueblo es el último, penúltimo, definitivo, poeta; el creador y guardián de un lenguaje que desafía el idioma oficial de indiferencia, mentiras y agresividad que conjuga la falsa patria. Frente a la grandilocuencia de la tiranía -y de los medios de comunicación con sus héroes de celuloide. Está la elocuencia grande de la colectividad. La rebelión como acción es factible porque los personajes se han ido acercando en su deslengura, haciéndose comunes en ella, reconociéndose en sus alegrías, escrúpulos, alusiones y recelos. La certidumbre de combatir depende, antes del encuentro de la palabra decencia en un tanteo de significados. El idioma se una para convencer a los otros, para engañar a las autoridades, para consolidar una campana conjunta con la cual sonar. En esta bullente versión propia, formada por un tejido de sueños y contrasueños particulares en que confluyen las voluntades de una comunidad, la que permite y acompaña los actos de subordinación. Asumiendo, por lo tanto, tales panoramas relámpagos, repentinos desplazamientos de puntos de vista, surgimientos de testigos e irradiaciones personales de toda especie, el texto logra ponerle rienda a una cierta tendencia natural a la dispersión para conservar su unidad básica.

Una larga batalla

.....Esta novela se concentra, entonces, en un pueblo tomando posesión plural de esa comarca incierta y fluctuante  que es el idioma, un idioma vigilado por las balas y la desconfianza, pero también un idioma en que reside la eventualidad de conocer y extender la propia vida.
.....Es una batalla lenta y larga.

......La situación inicial es una en que todo es equívoco, silencioso, elusivo. La primera frase nos habla de una carta que no llega destino. La huelga de correos y el cartero que no entrega la correspondencia son la causa inmediata, la explicación aparente, de esa barrea. Pero en realidad se trata más bien de un símbolo, una evidencia entre otras, de una incomunicación crónica, de una situación humana, y por ende, lingüística, deteriorada. La separación y la distancia se instalan en las palabras: los amantes monologan sin poder asegurarse de ser escuchados, mientras que los padres y los hijos tienen ganas de que la tierra les tragara las bocas y nadie los pudiera escuchar.

.....La mentira se vuelve costumbre. Es en esta circunstancia degradada que la vocación de cada personaje de convertirse en un comunicador, de encontrar un vaticinio de vocabulario que pudiera compartir, es lo que fundamenta la posibilidad de que, poco a poco, como un boxeador que se vitaliza al percibir de pronto que él es el público y no un solitario púgil en un ring, se vaya cambiando el ritmo de la narración, de que el lenguaje termine siendo- como el país- un destino común.


La revolución se concibe como un supremo acto de comunicación

.....Sí el idioma comienza, así, por ser un ejercicio de cómo sobrevivir, esgrimiendo palabras apropiadas en el momento preciso, aprendiendo a inventar para cada nueva situación la estructura que permite convocar a los aliados mientras se confunde a los rivales, termina elevándose a un acto estético continuo e incesante en que cada cual explora con los demás el país que algún día le podría pertenecer no sólo en la imaginación. Con razón, reiteradamente, los personajes mencionan el hecho que los sandinistas son todos poetas. Si tuviéramos tantos rifles como poetas, se lamenta uno de ellos, ya abríamos ganado. Pero el capitán Flores intuye que ésa es la razón por la cual, justamente, Somoza ya perdió la guerra. Tal vez se da cuenta de que en torno a él, como un río subterráneo de palabras, se está fundando una nación, como una pareja de amantes que copula, le va poniendo nombres de nuevo a cada rincón. La revolución se concibe como un supremo acto de comunicación. Un acto que ha sido preparado por millones de pequeños y grandes poetas defendiendo el idioma, reventando el silencio. Es un gigantesco y continuo acto de nacimiento, bautismo, matrimonio, sepelio, regeneración, actos esenciales en que cada destino individual se ve reflejado y fundido en el de los demás.

.....Skármeta cree que la función del poeta "profesional" es acompañar este proceso, ayudar al hombre a amanecer y, por qué no, a enamorar a al amada, como ocurre, por lo demás, en su última obra teatral, Ardiente Paciencia, donde Pablo Neruda ocupa el escenario para que un cartero pueda encontrar el vocabulario para atraer a la jovencita de sus quimeras.

.....Por eso, La Insurrección, lejos de ser un relato lineal, es un experimento de todas las habladurías posibles, apareciendo las palabras de Darío y Cardenal como gotas de lluvia en el inmenso aguacero del pueblo nicaragüense, mientras que los testimonios reales de la rebelión se insertan sin problemas en el texto lírico del autor.

.....Pero esta alianza entre un pueblo de poetas y los poetas del pueblo, esta alianza entre los luchadores contra el silencio colectivo e individual que se alimentan mutuamente, que se superponen, que se inspiran unos a otros, esta alianza es algo que hay que ganar en la historia.

 La sociedad escindida

.....En  "Soñé que la nieve ardía", su novela sobre el proceso chileno que acaba de reeditar Ediciones Lar en España (primera edición, Planeta, 1975), Skármeta muestra justamente cómo la incomunicación en el seno del pueblo, los conflictos de aspiraciones e idiomas antagónicos pueden frustrar a un país.

.....A la capital arriba Arturo, un genio futbolístico, un plástico de la pelota, un deportista de milagro, un joven tristemente virgen, con dos propósitos: por una parte, convertirse en estrella y ganar mucho dinero; por la otra, acostarse con una muchacha. Desafortunadamente para él, sus sueños de autorrealización se van a hacer añicos en contra de la historia colectiva del pueblo chileno, que está tratando de armar un experimento socialista. Él ha decidido subir en base a su individualismo, los valores de la competencia, la manipulación de los demás, el egoísmo, justo en el momento en que quienes lo rodean en la pensión donde vive están practicando una humanidad alternativa, la necesidad de construir entre todos una sociedad que no tenga por base el que unos pocos pisoteen a unos muchos. Arturo quiere tener éxito en el mundo público y en el mundo privado. Los valores que le sirven para surgir y ascender en el primero de estos mundos, guardando para sí los talentos que podrían ser útiles a los demás, son, sin embargo, aquellos que le obstaculizan el amor en el mundo íntimo, de los sentimientos. Él tendrá que renunciar a uno de sus sueños. En el Chile en transformación puede ser un hombre de negocios o puede ser amante, puede acumular dinero o puede acumular amigos. Frente a su idea de sí mismo como artista del esférico, como alguien que se considera  propietario exclusivo, con marca registrada, de sus habilidades mágicas, está un colectivo popular, un grupo de muchachos y chicas que saben que la vida misma es una obra de arte, y que modelan entre todos un idioma enteramente suyo, generoso, dialógico, envolvente, creador. Arturo está invadido por el silencio o, más bien dicho, su silencio está lleno de su propio ego, de su propia mitología. Si quiere amar, es decir, si quiere comunicarse, va a tener que abandonar su trayectoria pública, sus sueños dominantes, su visión de su propio poder, tendrá que deshacer cada una de sus ilusiones de grandeza para mirarse en el espejo d los demás. No le será fácil dejar de hablar el idioma que le han enseñado, y que le garantiza notoriedad y lujo, no le será fácil empezar a hablar el idioma que se está creando contra los intereses privados que son los suyos. Demasiado tarde Arturo se da cuenta de que para hacer la travesía hacia el amor y el verbo de los demás le será forzoso descubrirse como artista que vive para el mercado. Al hacerlo, significativamente, pierde su habilidad para marcar goles.
.....Esta tardanza es su tragedia, y es la tragedia de Chile. Los militares asaltan el poder y destruyen la democracia.

.....Además de estos personajes, representantes realistas de clases que entraron en conflicto en el verificable Chile del 72 y 73, hay otro ser, diferente, el señor Pequeño. Es un artista de vodevil fracasado y pertenece, como ha señalado el crítico Grinor Rojo, a otra tradición literaria; es los onírico, lo absurdo, lo existencial. La cruza por el Chile de Allende como un cometa invisible e incómodo, casi sin rozar a los protagonistas enfrascados en su debate, misteriosamente huyendo de una pesadilla exterminadora, protegido por los ángeles, intentado rescatar los residuos de un mundo imaginario que no sea utilitario, ni en forma individual (como el de Arturo) ni en la forma social (como el de los compañeros). Es una figura de fantasía e infra (o supra) realidad en un mundo signado por la política.

.....Este personaje ahistórico agrega otra dimensión, intransable, inasible, a una estructura literaria que ya estaba fraccionada, otro segmento que participa a contrapelo en un movimiento de voluntad que no pueden concertar una estrategia única y unívoca en el lenguaje. Estamos presenciando, entonces, las razones de la derrota de la Unidad Popular, los idiomas centrípetos de un país que no logró clarificar sus objetivos y las posibilidades de materializarlos. La vitalidad de los militantes, la poesía arrolladora de cuna y de himno de guerra, el amor que exudan a cada instante, están escindidos por desarmonías y desacuerdos internos, son insuficientes para centrar el mundo, para responder a las dudas de Arturo y del Señor Pequeño. De una manera paradójica ellos también están sumergidos en los onírico, en cuanto no ven lo que se les viene encima, siguen cantando y celebrándose ¡en medio de una muerte que avanza! No es, no puede ser, una casualidad, que los dos individuos más importantes en esta novela que retrata un proceso colectivo, sean ambos apolíticos, ambos marginales, ambos seres aislados. A Arturo se lo convence cuando ya es tarde. El señor Pequeño ni siquiera escucha la discusión.

.....Skármeta presenta una sociedad que marcha hacia su crisis sin que ninguno de sus sectores logre encontrar un idioma común que evite la sangre final. Los sueños de los tres grupos de esta novela se interfieren, se obstaculizan y, por último, dadas las circunstancias históricas, piden lo imposible: piden -como dice el epígrafe de la novela- a la nieve arder, piden al fuego helarse.

En búsqueda de la unidad perdida

.....Es esta mutua cancelación lo que no ocurre en el victorioso desenlace de "La Insurrección". La problematización de la realidad que royó "Soñé que la nieve ardía" está evitada, aunque no superada. El proceso de alianzas y de tensiones dentro de la coalición que derrota a Somoza es vago en La Insurrección. Agustín representa -en forma débil- las aspiraciones sociales de una burguesía que ha perdido el control del país, y él no puede, por lo tanto, encarnar, como lo hace Arturo, todas las contradicciones sexuales y sociales del pujante mito que el capitalismo disemina y  bombea en los cerebros y los corazones. Arturo está ligado ideológicamente a una clase que va a quedarse en el poder, y de ahí el arraigo en él de su movilidad social; Agustín se va desenganchando de una clase que está perdiendo. Pero aun así, el hecho de que Agustín, el personaje "problema" (similar a Arturo), el decisivo para ganar a la causa, sea convenientemente despachado al final de la novela, es significativo. Es como si Skármeta no quisiera, en su ardua crónica de amor sandinista, inyectar ningún elemento de esos que hicieron frustrarse al proceso chileno. Se congela al pueblo en la instantánea de la victoria, en el momento de una unanimidad política y estética.

.....Para ponerlo de otro modo: leyendo esta novela, uno no podría predecir la tirantez del período post-insurrecional en Nicaragua, el hecho de que quienes participaron en el derrocamiento del tirano no comparte siempre las mismas opciones futuras para la nación. "La Insurrección" rehusa aventurarse en el campo minado de los desgarros y las tendencias que sin duda ya estaban presentes en el transcurso mismo de la lucha con Somoza, tensiones no en torno al miedo del presente, sino en torno al miedo del futuro.

.....Pero "La Insurrección" no puede leerse únicamente como un reportaje a una realidad contemporánea e inmediata. No hay que olvidar que se trata de la recreación que hace un escritor chileno de un país cuyos matices no le son familiares y que él investigó en profundidad solamente después del triunfo de 1979, cuando viajó, con el equipo de cine del director alemán Peter Lilienthal, para hacer la película en que se basó posteriormente la novela.

.....Desde la perspectiva de la distancia, entonces, Nicaragua aparece como un lugar histórico donde el novelista puede proyectar las esperanzas para su propio pueblo. Ese país de Centroamérica permite, mágica, metafóricamente, al escritor chileno exiliado de su propia historia, retornar a su tierra. De lo que se trata es, desde el extranjero, refundar el país originario despedazado por la dictadura, volver a encontrar un sitio en el planeta donde los héroes comunes y corrientes de toda la vida de Skármeta puedan encontrar un modo de comunicarse con los demás y, comunicándose, echar las bases para una sociedad que esté de acuerdo con la poesía enmarañada con que sienten sus propias existencias.

.....La obra del exilio de Skármeta, cuentos, radioteatros, relatos infantiles, guiones de cine, ha sido, después de la fragmentación esperanzada de "Soñé que la nieve ardía", un intento de reconstitución de la nacionalidad herida y dispersa, de hallar los fundamentos en el lenguaje y en la realidad -es decir, en la gente -, del Chile que pueda conjugarse como futuro y no como pretérito.

.....En cada obra suya desde que salió de Chile, Skármeta pone a prueba a la nación, pone a prueba a la cultura popular del hombre común, que es la última muralla de resistencia. Es lo que ocurre en su novelita infantil "No pasó nada" (Pomaire, 1980), donde el joven tiene que luchar por dar nacimiento adentro suyo de la patria lejana.

..... "La insurrección", entonces, tan repleta de personajes reales y cotidianos, tan familiares, no puede entenderse como una obra realista. El pueblo chileno está dentro y al lado del nicaragüense en las calles de León, el incendio de Neruda sirve para describir el fuego que consume el cuartel de la Guardia, los militares y los amantes de Nicaragua actúan como si estuvieran enfrentándose en Valparaíso.

.....Skármeta está, como siempre, llenando su libro de futuro, proponiendo que todo sucede en cada país y que cada país es el país de la esperanza, en que la inminencia de lo que va a suceder, de los que va a liberarse, es más fuerte que el peso y el descenso actuales.

..... "La Insurrección" es una obra del exilio porque,  con sus carteros que finalmente entregan la correspondencia y con su lenguaje que finalmente contacta a un pueblo con su libertad, es una derrota de la distancia.

.....Debajo de los dichos nicaragüenses, de las nubes centroamericanas, muy dentro de los corazones de los seguidores de Sandino, está profetizando Skármeta o que va a pasar en el Chile de sus mañanas y de sus albricias cuando el pueblo y sus poetas utilicen por fin a fondo aquellas metáforas que deberían ser más fieras que las peores ametralladoras.

en revista Mensaje Nº 318, Mayo ,1983

 

 

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