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EL MUNDO ES TAL COMO ES

(Capítulo de novela inédita)

Guillermo Martínez Wilson

Desde que llegué a vivir al balneario solo puedo decir que había logrado entablar una sola amistad con un emigrante español, que al igual que yo y mi mujer vivíamos todo año sin abandonar el balneario en los inviernos. Los pueblos de playas al final del verano quedan solitarios, él vivía aquí veinte años, desde que emigró de España y fue uno de los fundadores por los años setenta, con los demás habitantes del pueblo solo era encuentros casuales y eran de un simple saludo: Hola! Y Chao! por lo demás durante el invierno quedábamos unas veinte personas en el pequeño caserío costeño. Mi amigo era dueño del único emporio de abarrotes y en invierno atendía su negocio esporádicamente. Lunes, miércoles y viernes y en los intermedios se dedicaba a comprar y vender ganado que liquidaba en las ferias de animales de la región yo lo acompañaba en esos menesteres, en realidad no se qué actividades más tenía, porque su situación económica, era sólida, mi amigo era un hombre próspero. Tal así era la confianza que nos teníamos, él siempre me informada de sus últimas adquisiciones de propiedades e inversiones. Él me excluía a mí de sus cosas más personales pero no lo hacía conversando con mi mujer que era algo así como su confidente y por último, no me importaba, solo intuía que todo esos secretos eran en relación a que nuestro compadre había decidido casarse y nada menos que con una hija de un gran empresario. Panadero emigrante igual que él. Creo qué mi compadre me excluía por mi carácter que le buscaba el lado cómico de las cosas, él me vedaba de esas intimidades de su vida por miedo a las bromas y chanzas que yo podía hacer de su situación de enamorado a pesar que ya éramos a esa altura amigos y compadres, él apadrino nuestro hijo, y lo hizo con tanto interés que no pudimos negarnos. Así mis días son bastantes simples a fines de la temporada casi sin actividad alguna que hacer, mis trabajos de artesano era más de invierno y acumulaba objetos para vender durante el verano y además era mi propio patrón, trabajo en pequeñas tallas de cerámicas que vendo durante la temporada veraniega, eso me permite hacer mis rutinas a mi modo, casi siempre después de desayunar voy al emporio a charlar con mi compadre. Él se alegra al verme llegar cada mañana.

Cuando llegue esa mañana después de mi desayuno en casa, entre al negocio como siempre, Serafín mi compadre atendía a los clientes que lo hacían ir de un lado a otro, se notaba la falta de su empleado Emiliano un mapuche que solo trabajaba hasta marzo en el emporio y después se iba a sus cosechas de trigo con sus parientes.

- En que ayudo, pregunté solícito

-Sí hombre, me dijo, pero no aquí, atiende al señor que esta ahí sentado. Miré hacia un rincón del almacén y ahí estaba un voluminoso señor con un libro en la mano y su abrigo sobre las piernas, Serafín le dijo a viva voz,

-¡Este aquí es mi compadre!, el lo atenderá hasta que yo quede un poco más libre ¡Y tu! Anda hombre, me dijo, Invita al señor pasar a casa, que viene de parte de Carmen. Un café, algo, tú sabes. Fui a saludar, el señor se levantó del sillón de mimbre con dificultad, me sonrió, y cogió un maletín que tenía encima de unas cajas, y se quedó mirándome sin decir palabra, su cara, o su presencia me recordaba a alguien ¡Quien! No lo podía recordar, él señor tenía un fino bigotito delgado, dejando un gran espacio entre los labios y la nariz, una moda de bigote trasnochada, pero su mirada era pícara e inteligente, sus grandes cachetes mofletudos y rosaditos, pensé en Laurel Y Hardy.

- Pase usted le indiqué y le dije mi nombre: yo soy Samuel, y caminé delante de él por un pasillo hacia el cuarto que hacía de cocina, comedor y lugar de estar del emporio de mi compadre. Entré y mi sorpresa fue mayúscula, todo el lugar estaba totalmente transformado, limpio y con muebles nuevos incluso un gran jarrón con flores secas, totalmente sorprendido por el cambio en los cuartos interiores de casa de mi compadre solo podía suponer que estos cambios y decoraciones eran obra de la novia de Serafín, Carmen y mi mujer. Pensé que esta transformación debió ocurrir en las tardes cuando yo cuidaba a nuestro hijo y no me había enterado. Ya ambientado en la cocina-comedor reformada invité al señor

-Tome usted asiento, póngase cómodo, yo preparo un café en un dos por tres; el señor acomodó sus pertenencias en una silla y se sentó complacido, me comentó lo agradable que estaba la temperatura aquí adentro, aunque insistió en qué él no era friolento, hizo una broma con su gordura, le señalé la cocina de leña y fui a cargarla para que se mantuviera la agradable temperatura de hogar, yo le comenté que en mi casa deberíamos tener una cocina igual. -Por que además sirven de estufas, y aquí no tenemos el problema de leña.

-Ciertamente. Me respondió, en el sur sobra la leña,-

¡Ah micifuz, pequeña cosita, que preciosura! Y el gato de Serafín le salto a sus gordas piernas, que preciosura de minino, le habló y empezaron a ronronearse.

Busqué en las estanterías el café, ya que la Cafetera la tenía a la vista, en un estante di con unas elegantes tazas pequeñas con borde azul y un filete de oro, llevé un par a la mesa, sorprendido de las nuevas adquisiciones de mi compadre, el señor seguía encantado con el gato, le decía, como conversando con el animalillo.

-Yo en casa tengo unas preciosas ratitas blancas, pero no arriesgaría presentártelas, mi querido minino, se despertaría tu instinto y mis pobres, blanquitas sufrirían con solo tu suave presencia, no, no, no, ¿gatos y ratitas? no pueden jugar ¿Le agradan los animales, a usted? Me miró haciendo un gesto de mayordomo Ingles.

-Sufro por ellos, los canarios, y las ratitas blancas son mis favoritas, a los perros me agrada mirarlos cuando juegan y corren, pero sufro verlos encadenados, aun cuando los llevan sus dueños con elegantes cadenas, pero lo peor, no soporto sus ladridos histéricos ante cualquier ruido, ¡Amo el silencio! Por eso, mis pequeñas ratitas silenciosas,¡ Ah… Y los canarios, son un ruidito, casi una melodía, y logran algunos solos con su canto, que ni el mejor flautista. Se quedó mirándome si yo aprobaba lo dicho por él, sonreí, y le contesté en dos minuto y ya está el café.

Gracias, y él continuó: es tal mi amor, mi devoción, por estas criaturas que yo mismo las alimento, no permito que nadie lo haga, mi criada trae las hojitas de lechuga limpias, trocitos de manzana y su alpiste, y yo limpio hasta sus jaulas, se miró sus cuidadas manos.

¿No tiene gatos? Le pregunté.

Me miró sin decirlo, (Idiota, ratitas y gatos y pájaros son incompatibles) -No gatos no, además mi mujer sufre de alergia, a las pieles, y se ríó estremeciendo su gruesa humanidad; y agregó ¿Lo que es muy económico? Y se evita problema con los ecologistas, aunque aquí en esta parte del mundo, los ecologistas aún ni aparecen. En Europa se desviven, incluso la reina de España eliminó de sus vestimentas las pieles, y la nobleza seguirá esa la señal, mal para los peleteros de Escandinavia de Rusia y Canadá; países donde los peleteros se abastecían, un negocio de siglos que ya no será más.

-Sí, le contesté, muchos negocios decaen rápidamente, por las transformaciones que sufren al modernizarse, cambian las costumbres, o la actitud frente a los animales y además que los extinguen.

¡En realidad acotó, no sé cuál es la función de las Jirafas, y los elefantes, en este mundo! No por su piel ciertamente. Las familias de elefantes quizás evoquen nostalgias, los matriarcas son instituciones en algunas culturas; la Italiana por ejemplo, y los Argentinos con sus viejitas.

No presté atención a lo último y seguí. Hace poco hablaba con unos constructores y me di cuenta que sufren la misma crisis, las tecnologías y modas no les permite permanecer en competencia, y dije muy serio: los marmoleros por ejemplo, cada vez se usan menos las lápidas en las tumbas y en los mausoleos.

Me miró extrañado por mi perorata. Yo hacía unos días atrás había conversado con unos viejillos artesanos , que vinieron a reparar una tumba al pequeño cementerio de nuestro balneario y uno de los temas fue lo mal que estaba todo en estos tiempos, los cementerio modernos como grandes extensiones con solo césped y ellos ya no tenían trabajo como cuando eran jóvenes. El señor me miraba como un profesor que da una lección y dijo como a disgusto:

- Las ánforas, esas serán las pequeñitas tumbas del futuro, introduciéndose en mi tema malhumorado. En realidad; dijo -Las lápidas y los mausoleos están demodé, los hombres de hoy en día no creen en la muerte, no la aceptan, o tratan de ignorarla, cosa de los tiempos, en Florencia en mi ultimo viaje a Europa alrededor de la capilla de la familia del Dante existen aun viejos y tradicionales marmoleros, incluso escultores menores, pero que igual trabajaban para la muerte, quizás como usted dice, su tradicional negocio ya empezó a fenecer. En el futuro, no se extrañe, aparecerán alcaldes con el espíritu de los tiempos y se atreverán a vender esas grandes superficies que son los cementerios, ciudades de muertos, y ya no nos asombraremos de ver con palas gigantes desterrarlos de sus lugares, y no se sorprenda usted, se perderá todo respeto por los muertos, nuestros muertos; ¡Pero primero ocurrirá aquí en estas tierras! Donde se odia el pasado, en Europa quizás demore más. Le serví el café. ¿Desea un poco de leche?

Por favor, es usted muy amable, muy amable, dejó al gato en el piso. -Ve minino bonito, ve al calor del hogar, y sonreía complacido. Me senté junto a él, y observé como revolvía el café con elegancia a pesar de sus enormes manos.

Los negocios cambian, no nos extrañemos, mi estimado señor, ¿Samuel? esa vuestra gracia. ¿Verdad?

–Sí, así es.

En los Evangelios se lee la historia de la mujer estéril que rogó al señor y lloraba y gemía en los altares y el sacerdote del templo creyó que estaba borracha, por tanto lamento .El Dios de Israel es un Dios generoso, cuando quiere. El sacerdote comprobó que no era así, que la mujer no estaba ebria y la bendijo, la despidió y qué el Señor le daría satisfacción a su lamento. Y ella cuando concibió y parió a su hijo llamó a ese niño; Samuel, ¿Usted Habrá leído? Cuando el niño estuvo en edad, ella lo dejó en el templo, consagrado a Dios; y fue un gran caudillo y profeta de Israel, ¡Samuel! Hermoso nombre, en general los nombres hebreos son bellos, no ellos.

Preocupado le pregunté, puede ser una impresión ¿Usted no es muy amigo de los judíos?.

-No se asuste Samuel, no soy antisemita, por favor, nada más lejos, soy un admirador de ese pueblo que se expandió por toda la tierra, el patriarca Abraham puede mirar complacido desde las alturas que el señor Jehová, le cumplió su multiplicación infinita, este país, me lo recuerda siempre.

¡Este pueblo!, el nuestro.

¡Sí!, este país, el mismo que pisamos, mí estimado joven Samuel. Un país observante, casi fanático de la ley, y aquí tenía que aparecerle una facción de exaltados exegetas peligrosísimos, que soliviantaban al populacho, con la promesa de un paraíso socialista, solo aquí podía darse ir al cielo por la ley (un cielo socialista en este caso) invocando la ley con resquicios, con un fanatismo semítico. Las consecuencias las tenemos casi a la vuelta de la esquina. Lo qué ocurrió, dejémoslo. El buen gobierno enérgico, necesario, se enfrentará siempre a una cierta raza de escribas y legalistas tediosos que aquí siempre ha habido, como legión, de ahí que hoy nos vemos enfrentados a un dilema, cumplir la ley. El plebiscito. Porque está en La Carta Constitucional. Y debe realizarse.

Se refiere que a fue un error, un gazapo que se introdujo en el texto un desliz que se le escapó a Guzmán* al teólogo legalista. O como quiera, al legalista teólogo.

No, no en especial, lo contingente a personas olvidémoslo, al plebiscito me refiero, debe hacerse y verá usted Samuel, como empezará el reino de los que hacen una escenificación ritualista de las viejas formas de la democracia, régimen, que me merece serias dudas, en pueblos que viven de ideas prestadas hay algo cómico en esto, por que se llega fácil a la tragedia. Se levantó y tomó su abrigo, pensé que le había atacado una ola de frió; pero registró los bolsillos, y extrajo una fina pitillera de plata, me ofreció un cigarrillos, los miré eran delgados y finos envueltos en papel café, tomé uno y fui por los fósforos, ¿Otro café? –

No gracias. Me hizo un gesto con la mano y se dirigió al gato que quería volver a subirse a sus piernas. –

No mi pequeño, el papá cuando fuma requiere de calma para disfrutar, uno de los placeres, regalo de estas tierras. Le prendí el cigarrillo, se llenó los cachetes de humo y lo expelió suavemente quizás queriendo formar volutas de humo.

-No soy un fumador compulsivo! Cuatro o cinco cigarrillos en el día y en la noche, un purito pequeño, Habano por supuesto.

Me empezó a dar cierta aprensión la demora de mi compadre, (pensé para mi y lo presentía que el fondo de toda esta cháchara era, que mi compadre era un aventurero suertudo , un casa fortuna porque ya me había dado cuenta que venía de parte del futuro suegro de mi compadre) mientras el señor fumaba, con toda calma y miraba las láminas enmarcadas, con escenas de bodegones y otras de naturalezas muertas , seguramente escogidas por Carmen, para adorno de la cocina que era totalmente otra y no la que yo conocí de siempre, me preguntaba si este señor, su rostro su presencia que me era tan cercano era como de una novela o film que yo viví intensamente, cuando era un buzo que me sumergía en la lectura y la gozaba; despreciando el mundo exterior que en una época me agobiaba y yo me disparaba a refugiarme entre esos personajes encantadores llenos de tics, y elegantes gestos , como en los salones de Madame Verdurin , con sus ridículos aspavientos y desprecio por ignorancia o maldad de los salones de Guermantes , con otros códigos otras finezas, me veía saliendo de la elegante mansión con mi sombrero de copa ( de tarro llamado en este ordinario país en que me deparó el destino de nacer) calzándome si se puede decir así , mis finos guantes de cabritilla color amarillo pato, mientras mi cochero esperaba sujetando la puerta del coche y esperando órdenes ya sentado. ¿Al forestal? Al parque, no le decía a mí cochero mi verdadero anhelo de ver entre sus grandes plátanos orientales, entre el follaje, un rostro que me inquietaba, con las sonatas de Venteuil en la cabeza.

Este señor que mi compadre me pidió que entretuviera y atendiera, me era conocido. ¿Pero donde? Seguramente era un vendedor de seguros o un comerciante que esperaba hacer una gran venta y necesitaba de mi complicidad, ya que se había percatado, con que afectuosidad me había saludado Serafín. Me senté, no tenía otra opción que esperar. El señor del cual aun no sabía su nombre, yo incomodo miraba en silencio un punto fijo en el mantel. De pronto él hizo un movimiento de torso como si su silla fuera de esos sillones giratorios con ruedas, de escritorio.

-Esas láminas, me indicó, en los muros. Enmarcadas con sus correspondientes vidrios, no esta mal para un lugar como este, aunque a mi me produce escalofríos ante la posibilidad de tener que adornar mis paredes con algo semejante; ¡Ha visto como decoran sus muros los izquierdistas! Con afiches, rostros de sus folkloristas, es una estética de cuarto de zapateros, no me agrada, simplemente no me agrada. Estos..., por los cuadros de los muros, se podrían ubicar en el punto medio del arte de la decoración.

Molesto interiormente, no me atrevía a encararlo, todos mis amigos y conocidos de la playa, y de la época de las revoluciones decoraban sus muros con afiches viejos o nuevos, era evidente la sutileza y la sibilina manera de arrastrarme el poncho, estaba frente a un hombre peligrosamente inteligente, pero yo en realidad no tenía nada más que atenderlo, pero no me atrevía a preguntarle cual era su actuación (papel) en este acto, se levantó a mirar una de las láminas con manifiesta intención de que esa debía ser nuestra conversación, no le interesaba nada de mí y yo no debía interesarme por nada de él.

-¡Seguramente es una reproducción de una pintura francesa del siglo dieciocho! Y a su vez, imitación de las escuelas Flamencas que saturaron el mercado en su época. Decía todo en voz alta como guía de museo, con una caterva de viejitas turista atrás escuchándolo. Y siguió.

-Época que como una oleada, la demanda, las modas, el interés a lo mejor de los mesoneros, por hacer propagandas, estimular el apetito, ya estábamos en etapas de vidas mas relajadas, ¡Para algunos! Claro, no toda Europa eran palacios. Se pintaron bodegones como pan caliente, un mal de toda Europa, no creo se librara nadie; se ha fijado como en Santiago las empresas invitan a pintar temas; como, el café, o cualquier tema, y los pintores van como borregos, muy simpático. Se reía de su disertación.

Yo no le encontraba ninguna gracia, para contrarrestarlo le hice la observación que quizás fuese Carmen, la novia de Serafín, quien eligió las láminas. –Carmen... y se quedo en silencio. Si algo aprecio en las mujeres sobre todo, es cuando poseen una inteligencia que me impacta e impresiona. Es la Inteligencia en las mujeres, un don extraño para mí, es un juego lúdico, me subyuga el solo enfrentarlas en cualquier tema por nimio que sea, más que un adorno, la inteligencia en ellas es la belleza misma, por contradictorio que parezca, y siguió. La naturaleza esquiva se niega a reunir en una sola mujer todo lo que los hombres anhelan, quizás por que si reuniera todo al mismo tiempo inteligencia belleza, más todas las cualidades que la mujer posee, seríamos, mi estimado Samuel, unos pequeños gusanillos esclavos, deslumbrados iríamos babosos por el mundo, aunque se ven algunos babeando por solo partes de ellas. Por eso Dios las hizo solo de una costilla nuestra. Se imagina si hubiese sido de un pedazo de nuestro mejor instrumento, con el que dominamos. Y se rió moviendo toda su grasa ¡Ahora! que estamos más en confianza, le acepto otro café.

-Usted conoce bien a Carmen, es lo que deduzco.

-Si lo suficiente para valorarla como de una inteligencia económica, o más vulgar, ¡Ojo para los negocios!.

-La corazonada, le contesté.

–Sí, una expresión popular muy certera, los sicólogos, incluso filósofos que indagaron en la fenomenología del espíritu, no definen claramente ¿Qué es la intuición? Carmencita empezó en la adolescencia a guiar a su padre.

Yo pensaba que él era don Bonifacio, el águila en los negocios. El que creó la ferretería, la tienda de importación de maquinas para la agricultura, la Panadería.

Ah, mi estimado joven, evidente que el capital original lo creó él, con tesón y ahorros, supongo, aunque entre nos, él es no un típico emigrante, si no un expulsado de la gran crisis que asoló a España, en buenas cuentas fue un rojillo.

Sorprendido lo dije en voz alta, pero ahora es uno de los mas connotados partidarios de la dictadura, incluso benefactor, y usted me dice.

Exacto la gente cambia, pero el tema es qué, fue su hija quien aumentó el capital, lo multiplicó como los panes yo diría en la misma proporción.

¿No será en ferreterías ni tiendas de importación verdad?

Se rió a carcajadas, con lagrimas en los ojos trataba de decirme, se imagina cinco mil ferreterías, una locura una autentica locura, mi estimado joven disculpe que le pregunte, por que veo que usted no tiene ninguna experiencia en negocios ni inversiones. ¡En magnitudes por supuesto! Puedo suponer que usted es rentista, o artista, ambos viven desapegados de los negocios, un poco en el aire, con su correspondiente excepción. Yo tampoco soy un adepto a este mundo del comercio, mi fuerte es el derecho, mi relación a ese mundo es indirecta, mi misión es precaver que todo se concrete dentro de límites e hitos y exigir el cumplimiento, en caso de contratos por supuesto, preservar el derecho del cliente y velar por su interés. ¿Cuál es su oficio mi estimado Samuel?

Un poco molesto por la pregunta, pero en verdad me sentía prisionero de su perorata; respondí Se podría decir “Artista,” es una palabra mayor, pero me relaciono, con el arte creando pequeñas esculturas casi en serie, con muy pequeñas variantes, por que así se venden, y me permiten vivir.

-Ve usted! Pero puede vivir de su arte, en este caso figuritas, aunque los verdaderos artistas; se mueren de hambre, no sé por qué, es un castigo, quizás por querer igualar al único creador, y no reconocerse pequeños imitadores.

Y los artistas, si no mueren de hambre lo hacen en el más grande anonimato, aunque después otras generaciones hagan gárgaras, con la sublimidad, de su magnifica obra, tantos ejemplos, tantos.

Molesto le contesté:

-No creo tan simple el destino de los creadores desde Miguel Ángel, los artistas se hacen valer.

- Ay amigo no creo que el papa Julio II, con sus gastos de guerra y construcciones le pagara más de mil liras de oro, diferidas y un palo por las costillas, hoy generaciones pasan bajo los fresco de la Sixtina con la boca abierta, hoy turbas de japoneses asombrados y todo, costo mil pesos de oro, y muchos ejemplos más.

Pensé para mí que una gran razón estaba de su lado que me impedía rebatirlo, vino a mi memoria, Cervantes, Bach, Mozart, de algunos de ellos no se sabia ni donde estaba su tumba.

- Lo está pensando, ¿No cree usted Samuel? qué Miguel Ángel ya viejo en su Florencia natal, los florentinos al verlos pasar no dirían ahí va ese escultor viejo pobre y (adamado). Y es tan cierto esto que le dijo joven, el divino Miguel Ángel tenía más de ochenta años cuando recién lo invitaron a la academia Florentina.

-Me parece una irreverencia lo que usted dice. ¿Acaso Verdi no disfruto del reconocimiento de sus compatriotas? Y ¿ Picasso, no compraba las casas que quería? Comía lo que deseara, y viajaba a ver sus corridas de toros, su afirmación es falsa, con respecto a los creadores.

Hijo mío sin dejar de admirar tan bellas creaciones del gran maestro de Roncolle. Lo dijo como un pueblucho. Y también Picasso, imagino; usted lo admira por sus éxitos económicos. ¡La gran resonancia de sus artes se la dio la política! Pero a pesar de eso hay que admirarlos en la justa ubicación en el Parnaso de las artes.

No creo que la política tenga nada que ver.

Los políticos necesitaban banderas, motivaciones, para entusiasmar a la gran masa, hoy se usan más los futbolistas; que los hombres así utilizados eran indiferente a la idea de republica, sobre Italia me refiero. Lo interesante es el buen uso de los artistas, para un fin y los llevan a otro, Verdi terminó de senador y conde.

¿Y Picasso?, que me dice de él.

¡Ah! tuvo la suerte de encontrarse con los Stein, dos judíos ricos, que olieron el negocio a largo plazo. De lo que hablábamos, con intuición, o buen ojo para invertir, y después la claque comunista por todo el mundo, pero no hemos ido alejando del tema, que era el buen tino de Carmencita para recomendar a su padre invertir bien, cuado estudiaba en España asistió a la transición, y como en todo revuelo de aguas hay que saber pescar.

Carmencita ya está a punto de ser doctora en economía en una prestigiosa Universidad. Le insistió a su padre invertir en el mundo de la banca, en España se llaman muchas de estas instituciones, Cajas de cualquier cosa, de Piedad, Caja de La Virgen, nombres muy votivos, de una España, que se nos va trasformando inexorablemente y su padre hizo cabeza de reunir algunos inversionistas y hoy controlan el cincuenta y uno por ciento de un gran negocio, yo diría que el capital de allá es mayor que el de acá, Y mi modesto papel es ser su asesor legal , allá y acá.

-¿Carmen habrá recomendado? Comprar aquí industrias del estado que hoy se liquidan por menos del diez por ciento del valor de libros, es como una estampida de hacer negocios que saquean el patrimonio, de este pobre paisito.

Exactamente a rió revuelto. Usted mi joven Samuel es gente de buen valer y no es mi ánimo adularlo, pero me da la impresión que no conoce el mundo, quisiera que fuese como usted, lo idealiza en su buena intención, ¡Pero el mundo es tal como es! Créame yo soy un observador impenitente de este pueblo, le confieso y discúlpeme, lo amo y a su vez lo desprecio, le debo no pocas alegrías. Pero me creerá que me ha producido últimamente una decepción profunda, y he decidido volver a mis orígenes.

¿Cuales son esos? -Europa-

-No es importante el lugar,prescindiendo de valores y lealtades es obvio que el patriotismo no es una religión, en todo caso con la que tenga que persignarme cada día, con lo que he visto me vasta.

Se desanimó, yo insistí. ¿Quizás usted no tenía los medios para adquirir empresas? por el valor de libros, que con la ganancia probada, se recuperan en un año de la inversión. Me miró con manifiesto aire de ofendido, me miró como se mira a un ratón, o una cosa. Me espetó,

Veo y escucho que sabe más de lo que aparenta, mi estimado joven, pero no le quedó claro que los negocios, el comercio así de vulgar ¡No me interesa!

-Yo me refiero más bien a las transacciones políticas a lo que se llega, para provocar un cambio.

Mire mi joven amigo Samuel, visto de un punto de vista de la moral deprimente, desde la política, un casi nada.

Le contesté enojado: Los militares a los cuarteles usados y desechados y todo sigue igual, un poco de griterío por unos muertos, que se iban a morir de todas maneras, los negocios quedan como están los que ayer eran don nadie, dueños del poder económico.

Pero a mí Samuel, eso que usted señala me deprime no tiene estilo, por decirlo de otra manera son vulgares sin clase, no sé si me entiende, todo debe estar en una cierta estética.

-De verdad no entiendo, me da la impresión que usted preferiría que siguiera todo igual, que como ovejas todas se sometan a una gran conducción, y cuestionar su espurio origen es poco menos que una blasfemia.

-Y eso que usted dice Samuel que los militares se vayan a sus cuarteles, los más tontos se volverán pobres, otros se retiran con buenos botines de guerra.

-Y estar siempre listos para salir a defender los sucios valores de los viejos ricos y los nuevos ricos, los sin estilo que usted señala, para el caso da lo mismo, la patria no es una religión.

-Ese es mi temor Samuel, por hacer las cosas tan mal hechas, en un futuro, no cercano, se destemplaran gritando que viene el lobo y nadie saldrá de ningún cuartel a ayudar a nadie, pero no será mi problema.

Miré la hora y le indiqué que debía ir afuera al almacén, me disculpa debo ir a preguntar a que hora cierra Serafín el negocio ya son más de las doce, y en esta casa no se si se almuerza.

-Por mi no se preocupe, haremos así, tomo su maletín y saco unas elegantes carpetas como usted es un hombre de confianza de nuestro afortunado señor Serafín, y se sonrió ¿Usted no lo quiere ver así verdad? Hay gente que se encuentra la virgen amarrada en un trapito, este es el contrato de arriendo de este local-casa, salvaguardado todo su interés como futuro cliente mío, ya que soy el asesor legal de su futuro suegro, y esta otra es un contrato de administración, para representarlos, cuando sean una feliz pareja. Y yo en España podré asesorarlos, se lo he adelantado como es obvio para que consulten con otros profesionales, como es natural, en estos contratos se especifican facultades y limitaciones, ¿Usted sabe poco de leyes verdad?

-Bastante poco.

-La gente a dos clases de profesionales, se niega a ir voluntariamente, a los dentistas y abogados, Para tranquilidad de todos, lo digo por él y usted que parece ser su amigo les informo qué los costos y honorarios, corren por cuenta de don Bonifacio. Los documentos los dejos sobre esta mesa hogareña usted le explica al señor del almacén. Lo ayude a ponerse su abrigo.

-Sobre los temas que hemos tratado superficialmente, creo queda usted Samuel en su posición y yo en la mía, creo que ambos sufrimos una cierta decepción, pero no olvide “El mundo es tal como es”.

 

 

 

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Capítulo de novela inédita.
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