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LA CARAVANA DEL DESIERTO
Sobre Halo, 19 poetas nacidos en los 90s. Comp. Héctor Hernández Montecinos
Chile: J.C. Sáez Editor, 2014

Yaxkin Melchy



 


.. .. .. .. .. .

I

Se presentó el año pasado en la FILSA (Feria Internacional del Libro de Santiago) y luego en la Fundación Neruda en Chile el libro Halo, 19 poetas nacidos en los 90s, selección y prólogo de Héctor Hernández Montecinos y publicado por JC Sáez Editor. Al día de hoy esta antología ya ha marcado un hito dentro de las letras chilenas como lo fue en su momento Cantares (LOM), la antología de voces emergentes hecha por Raúl Zurita en 2004 y en la que se abrió con singular lenguaje una nueva escena poética en Chile. Ahora se cumplen 10 años de dicha antología y me gustaría retomar el carácter subverso y de descontorno, pero también la coincidencia de direcciones y trayectos que hace mención el prólogo de Héctor Hernández, quien problematiza la dificultad de generar una demarcación generacional en tiempos en que lo literario ha caído en una obsesión por delinear cualquier historia, hasta el grado de que creemos en que todos los grupos literarios son operacionales bajo categorías de edad o identidad. Uno de esos problemas radica en cerrar las obras y clausurar la vida que las une a ellas, como si lo válido fuera en sí la edad en la juventud, o el estar en una fotografía dada y no los lugares y territorios que pueden ser mucho más amplios, contradictorios y ocultos. Como bien lo dijo Zurita al momento de defender Cantares la juventud literaria radica en lo abierto de la actitud poética que es la única que continuamente enjuvenece. Y por esta actitud es que yo creo en Halo más con el trazo de una furigrafía [1] que va como una caravana nómada desde Raúl Zurita hasta Daniel Medina, pasando por la generación de la novísima chilena, pasando por Latinoamérica, por el Español, el Inglés, Internet, etc. Osea un trayecto que sigue dando la vuelta al mundo y recogiendo fragmentos. Hallando lugares o libros increíbles, pero no pudiendo llevar más que lo mínimo, así habría que pensar en esta antología, con la potencia que tiene ese mínimo generoso para expandir universos compartidos.

Durante la presentación de Halo en la FILSA hubo una lectura presencial de la mayoría de los autores y me di cuenta de una velocidad en el habla que descoloca el lenguaje capitalista de lo moderado, lo eficiente y lo trascendente… Al alentar o acelerar el discurso de la cotidianidad nos sorprenden sus palabras, somos avatares de un cuerpo vocal y de una tecnología del juego. En desvariar de sí es donde yo encuentro una conexión con estos poetas que sienten las vibras y las fibras del entramado mutante y con ello un revolucionario desapegue de las filias de las que son objeto constantemente los letrados y sus grupos. Supongo que actualmente hay un crecimiento exponencial del mundo de arte latinoamericano, pero lejos de pensar que vivimos un entusiasta momento poético, creo más bien en el poema como un ente que busca su supervivencia en la fragilidad del ecosistema de la poesía y la vida misma del ocio, del sueño y lo visionario en el mundo actual. Creo en el crecimiento, no mayoritario pero sí intenso de un poético rizoma subterráneo que al ver amenazado su ecosistema nativo, el habla, el don y la complicidad de un mundo nuevo decide tomar nuevamente el rumbo de la caravana. Un lenguaje en el que todos cavamos por ese oscurecimiento o encrudecimiento o singularidad cada vez más fuerte, intensa, extensa… No es casual, que la poesía haya ido a la par de una aventura extremosa conforme el mundo neocapitalista aprendió a hablar en español, y sin embargo el español de este principio de siglo y ya asumiéndose como la primera lengua materna de los “pueblos en desarrollo” ha entregado un gran bagaje y tradición a la institución servil del colonialismo corporativo, donde utilitario y literario se aproximan hasta puntos de confundirse y ser la misma cosa. Desde el siglo pasado estuvo presente en el debate político el modo de encarar este proceso totalizador y que se mantuvo con la resistencia de los modernismos y vanguardias americanos, pero actualmente, en el siglo XXI esto ha debido de mutar para ganar otra capacidad de resistencia desde una minoría obligada al desplazamiento y al contagio como nuevas técnicas de atravesar por los abrumadores y democráticos discursos del poder y el ego. Cartoneras, editoriales independientes, proyectos como la Carnicería Punk y otros tantos virtuales o no, manifiestan que actualmente la poesía es un reducto indígena del propio español, una tribu que ha sido desmembrada de su propio cuerpo en la tradición para tener que reensamblarse a través de otra lectura, más por necesidad que por radicalismos, lo cual no deja de proveer un problema nuevo y serio a la institución y al monumento. Parte de esta historia de reensamblajes tiene que ver con Internet, un espacio de redes que en algún momento se vio como el cómplice esperado del contagio de “lo otro”, de la incertidumbre de las identidades a favor del individuo en nuevas comunidades y la apertura a un intercambio no mercantilizado ni corrupto, una especie de lugar en que se podría encontrar nuestro propio barrio. La lectura y la descarga compartida, que aún sobreviven, afirmaban un quehacer creativo que parecía inaugurar la verdadera era de la información, la era en que tendríamos que devenir constelados para aprender a leer las estrellas de nosotros mismos.

II

Algo de todo aquello, de incertidumbre, de barrio y de ese Internet se encuentra en Halo. Héctor problematiza esa relación con la inercia de las juventudes narrativas que tienen boleto a las industrias editoriales para participar de un baby boom, también es crítico frente al vitoreo poético de un representativo deportivo del suicidio y el malditismo. Halo sería más como una celebración del encuentro de una minoría que se desplaza en caravana aliándose a otras prácticas indígenas del habla y la memoria, la música y la informática. Una antología como Halo apunta a que la memoria es algo que debe estar creándose como resistencia confrontándose incluso al recuerdo y su nostalgia, la memoria es una resistencia política como teórica frente al enciclopedismo y al academicismo que clausuran e inauguran periodos, eras, sexenios, es subversiva frente a todos esos carpetazos que dejan sin voz a los vivos y a los muertos de una experiencia. Halo constata que aquí no sobra nadie y que a su vez hacen falta otros tantos, osea que nos propone una continuación como ejercicio de memoria en vida. Memoria, comunidad, tribu y mitología se hacen notar en Halo como una nube que evade la fijación de una montaña generacional centrada en publicaciones, famas y “trayectorias”, acá sólo existe un futuro intuido y una congregación con la voluntad de convertir esa experiencia en memoria andante. La única manera de crear esa memoria es venciendo el tedio, osea haciéndose cada uno de su tiempo para hablar, escribir, soñar e inventar. He ahí el logro de una replicación Zurita-Hernández y de un gusto por la poesía que sabe a la vida misma. Hablar, escribir, reunir poemas no tiene para el neoliberalismo, todavía, ninguna proyección, y casi ningún asunto que explotarle, es un territorio que aún le es demasiado incómodo. Minimizar la poesía a unas cuantas islas perdidas del otro lado del mundo de la civilización, romantizarla y barbarizarla, tal como se ha hecho con las culturas indígenas, es una prédica de la lectura y la educación neoliberal. La poesía latinoamericana sin gozar de alguna renta no tiene jubilación y esto no le quita el sueño, a diferencia de cierta narrativa y cierta música caída en manos infatigables de spams, pop ups, y oferta de autores jóvenes, idols.

Halo reniega también el carácter local de la poesía, los poemas coexisten con los medios de comunicación, los memes, twitter, etc. Pero la cuestión es el desplazamiento y yo creo que los autores en Halo son aventureros porque hacen sus propias caravanas también en el ciberespacio y porque manejan bien su propia experiencia comunitaria y comunicativa en las redes y el hipertexto. Es un buen momento para decir que ha partido esta caravana del Halo bajo la madrugada que podría ser metáfora misma de la poesía latinoamericana o mundial, la caravana seguramente va hacia alguna parte, pero sobre todo está viviendo en su propio movimiento, lo que dice lo desdice el viento, lo que escribe lo reescribe la arena, sólo las estrellas dan cuenta de que la caravana ha de volver en un trazado con nuevos hallazgos y con nuevos intercambios y rutas de ese hipertexto, o no. No serán las únicas réplicas, porque nos situamos en un desierto atravesado por caravanas que partieron desde Chile, Perú, México, EUA o Guatemala y que son parte de una misma gran caminata de la sed, porque es la sed lo que se parece a la escritura, que no permite asentarse sino moverse dejando sólo con cierta fijeza a las piedras y sus marcas, osea estas furigrafías que llamamos libros. Parecidamente a la crisis que enfrentan los pueblos nómadas actuales, las literaturas intentan delimitar permisos, censos, y establecer ciudades, a veces insufribles, donde hay caravanas cruzando por fronteras. Creo que alucinaciones tan radicales comienzan entonces a volverse difíciles de hallar y la red se vuelve algo imposible de sentir sino uno no parte con ellos: somos viejos, jóvenes, novísimos, antiquísimos, animales, todos cruzando el desierto planetario. Por eso Halo también es algo que nos incita a aprender a nosotros. Si ellos son estos herederos sin padres es porque saben bien de esa contradicción inherente de partir un comienzo en lo que siempre es comienzo y eso se hace con toda la naturaleza visionaria y sabiduría de un encuentro con sus otras familias. Quizá haya varias razones de que estén aquí presentes en esta antología, pero pienso que hay mucho de rumbo intuido y de un cariño donde la aventura le enseña a la razón. Esta caravana mientras camina nos propone un éxtasis de los colores, un desmembramiento fonético, visual y de géneros. Y un cultivo de la belleza muy avanzado, un perfume. Por eso el carácter sustancial del Halo es muy acertado, como un aire iluminado en flores, un sentido nebular y aural. Como si cruzaran los desiertos o los glaciares del planeta, estos autores son las rarezas de las especies no descubiertas y quizá también los nichos ecológicos que aún no pensábamos del lenguaje metafórico. Entran fácilmente por nuevos campos de experiencia lingüística: el olor, el sabor, el tacto, el oído, el ojo y les dan nuevas combinaciones. Son poemas los que aquí se presentan como posibilidades también de pinturas, películas, músicas, cosmologías y actividades secretas. Tanto Halo, como las mexicanas Astronave y Divino Tesoro ylas antologías de la editorial guatemalteca Catafixia o los Tea Party compilados por Cinosargo en la triple frontera Chile, Perú, Bolivia son antologías que no flirtean con la trascendencia literaria sino que presumen de ser los retadores para el nuevo capitalismo espiritual. La lengua metafórica sigue viva si la poesía sigue venciendo al lenguaje de la normalidad del deseo. Estas furigrafías lo entienden y son proyectos que ya respiran y entonan lo potente. El habla latinoamericana aún es sobreconocedora de sus espacios nativos y hace bulla frente a la lobotomía de afectos, de sueños y de rutas fascinantes. No sólo en la mutación está el cambio, la evolución también podría ser un acuerdo mutuo, un plagio mutuo, una antología entre linajes. Por eso digo que Halo es caravana, peregrinaje, osea una alucinación que se guía y nos cuenta de un desierto lleno de cosas, de los otros que eran invisibles y ésa es una subversión que representan proyectos como éste. Héctor Hernández nos ha mandado un avistamiento desde su punto de observación y una vez que hagamos contacto les queda proseguir la invención en cada libro y ojalá sea así que prontamente tengamos que replicar toda esa memoria. Una vez más la lectura como gran catálogo se nos rebela y hay una ansiedad nómada de leer sin localizar, los genes no están localizados en un solo espacio, despiertan, y su vida es fragancia posible en el mapa. La caravana de Halo ya está en marcha y eso los aventaja en hallazgos a los que se conformaron con esperar algo de una literatura.

 

 

SELECCIÓN DE TEXTOS

 

Matías Tolchinski

Candelaria
(fragmento)

LA CIUDAD

Leche de jaguar. Hombres con hasta cinco gibas en el dorso. Taparrabos color caqui. Mujeres con cuellos circinados pulverizando manzanas a pata pelada (y esto me recuerda en algo mis batallas pasadas y este gusto mío de pisar encéfalos hasta hacerlos papilla). Hombres a la cordobana (a la que te criaste, con carimbas pésimamente disimuladas), bebiendo la cañahua de las mismas carcas hirvientes.

Niños de rostros nodulares, de panzas descomunalmente rollizas, resultado de la cantidad de bollos tragados. Mercancías cedizas, puestos de chindas, restos de reses carneadas a vista y paciencia de medio mundo.


LA CIUDAD

Calles enteras pasadas a cascarilla quemada, un olor de los mil chunchules. Minas donde trabajan casi todos y donde el más anciano no ha cumplido treinta años. Y, en pleno centro, tal como dicta la norma, el coloso: un templo fabuloso donde por cada zancada dada un mendigo te quita un ojo. El rigor, finalmente, de un orujo para renovar el alma.

Δ

GRAN EMPORIO GRAN

FERIA

-CAMBUR (UNIDAD)          ....            -CAROSIERAS (KILO)
-CALABAZA (KILO)                        -CARROCHA (DOCENA)
-COBO (NACARADO)         ....                -CAMINÍ (MOLIDA)
-CAÑADILLA (DESCONCHADA)   -COENDÚ (FAENADO)
-GORGOJOS (A GRANEL)    -SALTAMONTES (A GRANEL)
-CANGUI (TONEL)             ....                 -CHABELA (LITRO)
-CHARAPA (ENTERA)     ....                   -CETINA (ENVASE)
-ALMÍBAR (FRASCO)                      -PICOROCOS (FRESCO)

 

ARTESANÍAS

CORROSCAS
CUÁCARAS
TEXTILES DE CONCHIL
TINTURAS DE GRANA COCHINILLA
SANGRE DE TUNAS
ALEPÍN
ESTAMEÑA

CURIOSIDADES        ENSERES        CHAMUCHINAS

SE ACEPTAN CAURIES Y OTRAS
CONCHAS PRECIOSAS
COMO PAGO

 

 

Daniel Olcay Jeneral

Señales

>>
Imagina
que el cuerpo es un aparato inerte, un hardware que necesita de un software básico para poder funcionar y simular que está viviendo.

Imagina
que existe un Banco de Memoria; un gran dispositivo de almacenamiento de software. Una especie de Biblioteca con Vidas- Preset / genéricas / sin embargo, individualizadas.

Imagina
que a pesar de la extrema-seguridad de dicho lugar _(((antivirus
autónomo que se actualiza cada 5 minutos, firewalls,
información encriptada)))_ alguien vulnera el sistema.
Imagina
que El-Viejo-Ramírez es al mismo tiempo El Maniático Prófugo / La Perra del Sumo Nigromante / M / El hueón de Z / El Niño con Piel de Lagarto / El Joven X / El Bastardo / La Niña con Pecas en el Rostro / El Hijo de Nadie / Hijo de Puta / El Niño de los Ojos Cansados / Enlace / El Pequeño Eunuco Mentiroso / Night-Rider.

Imagina que la Gran Máquina es Gorgona.
Imagina que Gorgona es la Gran Máquina.
Imagina que los cables gangrenados babean por más.
Imagina que El Primer Sueño, simplemente se nos fue de las manos.

01100110 01110101 01100011 01101011
01111001 01101111 01110101
>X:/ERROR
>X:/OPEN TRANSMISSION_ █


 

Maximiliano Andrade

Las fábricas del humo
(fragmento)

y la poesía venía a nosotros
en esa extensa y angosta faja de humo
era como si la vida se nos sirviese en bandeja como si la pelota entrara sin patear el penal como si los pacos nos pegaran por lindos como si los narcos nos regalaran la primera para hacerse uno adicto como en las películas de bandoleros cibernéticos que navegaban en porno y otras canciones de bob marley como los perritos que murieron en el sur por ser plaga como esa vida que siempre quisimos tener de justiciero rebelde en una moto como el che guevara o el renegado como la espada o el cavernícola de los monitos gringos o las metralletas y los vaqueros chinos como el pan tostado con la cara de jesucristo que salía de forma recurrente en las noticias de relleno (para mi las más importantes) como los peluches coleccionados con las esquelas y cartitas de pequeñas compañeras que no habían ensangrentado sus calzones como el viento tibio que viene antes de ponerse a llover y la pelota hecha de papel y scotch posterior a la pelota que era un mapamundi como la pizarra cuando quedaba blanca y uno sabía que ahí alguna vez hubo una pizarra negra rayada con tiza como las oraciones del mes de maría y los mariscos carísimos de semana santa como la marea roja y la contaminación como los periodistas con acentos extraños diciendo que hubo un asalto en el barrio alto o la ropa americana cuando uno se preguntaba si existía una vida que usó antes ese mismo pantalón como las modas pasajeras que bailamos y reímos o como las otras que duraron un tiempo más como los resúmenes de los libros que jamás quisimos leer o las trenzas apretadas para marchar un 21 de mayo como los alcaldes de pequeños municipios que soñaron con ser presidentes y sus esposas machistas que soñaron con ser primeras damas como los campos y montañas que vimos por la tele en documentales o los mamíferos que ponía mi abuelo para dormir toda la tarde como el auxilio que prestó carabineros a una mujer parturienta que escuché una vez en un relato de mi tía o las historias de terror los viernes por la noche como los lápices mordidos las tapas perdidas o esos lápices que nunca se devolvieron como los perros que caminan a un lado de las personas que vuelven muy tarde a sus casas o las otras que eligen no volver jamás como los niños delincuentes del juzgado de menores como el tiempo pasado que siempre fue mejor o el recuerdo de las cosas que imaginamos para el futuro como las piedras que rompieron vidrios de vecinos iracundos o las piedras que romperán bancos y plazas públicas como las tormentas que vendrán una vez estemos muertos o como los muertos que nunca conoceremos como el gusto por las golosinas de cumpleaños y las tortas del supermercado hechas con las sobras de otros productos como el porcentaje de impuestos que nunca nadie supo calcular como los niños que esperan una respuesta completa y no un porque sí como historias de kinder que uno no recuerda ni recordará nunca o esos compañeros que nunca fueron tus amigos o esos amigos que se fueron como el humo

yo aquí
una bomba en la mochila
y el recuerdo de mi fábrica de humo

 

 

Roberto Ibáñez Ricou

Poema de los herederos sin padres

We ain’t going to the town
we’re going to the city.
Interpol “NextExit”.

Quisimos ser la generación brillante del siglo veintiuno y nos encontramos con la muralla en nuestras caras los escupos en el piso y las colillas de cigarro apagadas bajo pies rendidos. Quisimos ser muchos quisimos ser diferentes quisimos ser la turba que grita frente a las instituciones y nos encontramos con las caras sonrientes de la televisión en un abrazo fraterno y vacío con nosotros al medio. Quisimos gritar y pudimos: gritamos en los baños de los amigos aletargados intoxicados fuera de nosotros mismos. Pudimos gritarnos pero nunca entendimos qué quisimos decir. Quisimos saberlo todo y creímos que el mundo estaba en nuestras manos crecimos y el mundo se descontroló y nos lo quitaron. Nos pegaron en la frente un cartel que decía sentido y tenía flechas infinitas y tratamos de seguir cada una de ellas y llegábamos al mismo punto y nos mirábamos con cara de no soy nadie y tratábamos de llorar pero no estaba permitido y tratamos de soñar en nuestros asientos y chocábamos contra el techo y tratamos de pintar la muralla pero todo siempre fue blanco y tratamos de derribar la muralla pero era infinita y tratamos de reírnos pero la amargura era infinita. Quisimos ser nosotros mismos pero nuestras pieles estaban destrozadas no supimos si éramos nosotros o si éramos el otro o si nosotros éramos nosotros mismos nunca supimos nada nuestras pieles estaban destrozadas y nos desparramábamos por el piso y fluíamos por la ciudad dando baladros de alegría y de viento verde por la ciudad dando saltos de paracaídas dando tumbos planeta en planeta edifico en edificio buscando la habitación donde sentarnos a hablar mirándonos las orejas y las pestañas cortándonos las uñas fumando un cigarrillo sin filtro buscamos la habitación donde dormir abrazados donde bailar sin alambres de púas en las rodillas en el paraíso terrenal buscamos un purgatorio donde acrisolar nuestros humos inciertos buscamos los libros donde desparramarnos y escondernos y no encontramos nada nunca nada y comprendimos que nuestra eterna búsqueda nunca tuvo resultados y nunca los va a tener porque buscamos lo incomprensible la nada buscamos la nada mientras otros tiesos de pavor se quedaron en sus casas mirando las pantallas esperando que algo asombroso ocurriera esperando un milagro de dios en sus tronos de felpa en sus camas celestiales en los inodoros sagrados donde cuentan cuántas vacas han muerto por minuto se quedaron ellos ahí esperando un milagro del dios en el que nunca creyeron se quedaron ahí en la primera comunión mientras el santo padre les sobaba el sexo flácido blanco y puro se quedaron ahí cuando el sexo ya había endurecido y buscaron los agujeros de la eternidad para el mete y saca en nombre de dios del hijo y del espíritu santo y nosotros al otro lado de las murallas escuchábamos los gritos de horror y las súplicas silenciadas ¿y qué hacíamos? Nada. ¿Y qué decíamos? Nada. Y cuando a uno de los nuestros lo encerraban en esos lugares oscuros donde la gente camina todo el día tampoco dijimos nada y cuando nos metieron pastillas y nos drogaron por el culo tampoco dijimos nada y cuando la propaganda nos violó tampoco hicimos nada no hicimos nada porque nos inventaron los demonios de la sociedad y luchamos contra ellos sin darnos cuenta luchamos contra la mano invisible del político siempre sonriente y cuando nos dimos cuenta ya era muy tarde y lloramos cada uno en su casa solo entre multitudes y cuando nos dimos cuenta ya habíamos perdido la ternura y la candidez y cuando nos dimos cuenta ya habíamos follado en el espacio franco de la vida terrenal ya habíamos empezado a fumar y a escondernos dentro de los músculos. Quisimos ser la turba que paralizó a las instituciones pero nos dimos cuenta que todo era inventado cuando quisimos luchar contra el tirano nunca lo encontramos y ahí quedamos en las bancas de las calles de esta hermosa ciudad apagada en las calles de las cuales nos tenemos que despedir compartiendo quizás el último cigarro sincero la última carcajada desde adentro el último abrazo sin puñales ¡ay! estas calles en las que estuvimos sentados y vimos pasar a la gente y a veces nos reíamos y muchas veces nos quedamos en silencio esperando la campana la señal para ir a encerrarnos a jugar a ser nación a jugar a ser ciudadanos responsables y serios. Qué pena me daba vernos en un espejo qué pena cuando quisimos volvernos locos no resultó nos dimos cuenta de que habíamos nacido locos sin rostros ahí al medio cuando todos estaban preocupados de armar el puzle que nos quedó de país ahí nacimos nosotros los sin lemas los que no tenemos nada por lo que luchar ahí nacimos nosotros los ciudadanos de una patria mejor y más justa ahí nacimos nosotros los que caíamos al piso embriagados con vino y no con marxismo ahí nacimos nosotros los de las risitas inocentes e idiotas ahí nacimos nosotros los que creímos saberlo todo y no quisimos saber nada después ahí nacimos nosotros los melancólicos imperecederos ahí nacimos nosotros con la cabeza hacia atrás y los ojos desorbitados ahí nacimos nosotros sin banderas ni manifiestos ahí nacimos nosotros con la llama primigenia en nuestros cuerpos ahí nacimos nosotros fumando pipa y divagando entre los huesos ahí nacimos nosotros los que hoy nos vamos de esta mole de cemento para entrar a la mole de verdad ahí nacimos nosotros en una jaula de flores amarillas a punto de quedarnos dormidos ahí nacimos nosotros entre los laureles de la patria ultrajada ahí nacimos nosotros simplemente nosotros difusos y extravagantes despreocupados y desaliñados mirándonos en todos los espejos del mundo sin obtener respuesta simplemente nosotros con un pie en el cielo y el otro cortado caminando mancos por las grande alamedas con hojas caídas dejando nuestras manos ahí botadas en el pavimento. Fuimos caminando desde Plaza Italia hasta la Moneda con un pie cortado sin manos fuimos caminando y tuvimos que agachar las cabezas cuando pasábamos frente al banco se nos cayeron los dientes se nos cayó la nariz se nos cerraron los ojos y seguimos adelante como un vaho eterno y pueril. Y aquí estamos. El eco de nuestras voces se acabará por extinguir entre estas paredes no hay manchas de sangre nuestra sobre las más antiguas quizás quedará el esfuerzo de la generación que quiso ser y no pudo.

 

 

Christopher Vargas

/Primero fue el sonido/
(fragmento)

 

Una eternidad de enormes colisiones atómicas fue testigo del comienzo de la vida Altos y bajos el sonido eran las corrientes marinas que hacían ensordecer las palabras desarticuladas que se perdía en los mares remotos del pasado Esas tus primeras palabras formaron atardeceres rosas que no supimos pronunciar

Las corrientes marinas eran los cantos de arquetipos de ballenas de distintos colores en el cielo que ya conoces porque las has visto en sueños sobre tu cabeza En el momento en que las imaginaste los ojos antiguos se abrieron y se hizo la luz En aquel tiempo todas las dimensiones eran una y tragábamos agua como si de eso dependiera nuestra existencia

La ópera, la cantata de los monstruos voladores, al pasar formaban bosquejos de nubes -pasaban llorando matizaban los atardeceres que no podíamos pronunciar el cielo es verde, con tintes de metal colorado, acuoso y sangripesado

El Primer universo fue un gran mar de sonidos que conformaba la geografía celeste de un primer mundo lleno de átomos en ebullición Al finalizar la primera eternidad pude ver al fin los brazos de la niña de ojos de agua y el nacimiento del primer ángel Poco a poco los ojos de mi hermana llenaron el espacio de agua transformándose en una pequeña nube húmeda a la deriva de los golpecitos eléctricos El universo era ahora un mar en el pasado donde las ballenas celestes pudieron nadar pensando que se soñarían a sí mismas por siempre:

Mi hogar es una estrella en llamas Mi hogar es una explosión en cámara lenta Mi hogar son mi padre- madre ardiendo en el centro de la muerte de un planeta deshabitado Mi hogar es homónimo de “Nerviosismo Helado” Mi hogar es la enfermedad de los niños Mi hogar es la futura autodestrucción del primer ángel Mi hogar es el recuerdo de la primera muerte de la que guardo secretos escondidos bajo las tapas de los sesos y de la que procuro resucitar
en noches como ésta

Ahora escucha:

El sonido eléctrico de la corriente de la voz de las partículas de los átomos que forman los senos de las montañas de ketamina bajo el microscopio del ojo del infinito son las tetas de mi madre que son los cantos de las ballenas que vuelan en el cielo junto a grandes grupos de bolsas humeantes que bailan como cometas de colores y se mueven en dirección a El sonido eléctrico de la corriente de la voz de las partículas de los átomos que forman los senos de las montañas de ketamina bajo el microscopio del ojo del infinito ///////

 


Catalina Ríos Muñoz

JPG

en un abrir y cerrar de ideas
nevó polvo
sobre nuestros archivos en jpg

no existe paño
que limpie
la virtualidad del iris

 

Pez soluble

La verdad se apoya en los juncos matemáticos del infinito
y todo avanza al mando de águila ecuestre,
mientras el genio de las flotillas vegetales golpea en sus manos
y el oráculo es revelado por peces eléctricos fluidos.
André Breton.

los pájaros pierden primero los colores, después las formas
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .[se reducen]
picotean           laureles           arcaicos
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [el cielo se desprende del mar]
fulgores violetas
peces mastican partículas suspendidas en la estratósfera

las plumas blancas
de su rostro caen
. . . . . . . . . . . . . . lento
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . escamas
. . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . lluvia [2]

la   ausencia   es   prostituta   su   palabra  también

. . . . . .los peces eléctricos carcomieron con sus garras
.. . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .al oráculo

 

 

Pablo Lara Buizú

Cherokee
(fragmento)

I
El cherokee abre su encéfalo hasta cavar
la piedra
se postra erguido, las gotas caen, la sangre,
rocas repicar siniestras,
sonrisa ilusa, impostando la voz,
colgando el hueso
el cherokee hunde en la tierra una palabra,
ergo cortase su propia lengua,
luego machacase una parábola.

Los hierros de las pampas asedian la
hipotenusa de la sierra.

Los lobos maman ensimismados, azules en la
estepa melódica,
la muerte mata de forma apabullante,
el cherokee y sus plumas, su cintillo de piel de
animal terrible, el péndulo, el vaivén, los taladros
en las bocas.

El perro hunde sus colmillos en la niebla,
el cherokee alza una mirada lenta a
borbotones:
su brazo es un alicate fracturado,
tembloroso,
la sangre cae, repicar siniestra
en la mácula de los ojos
en la fóvea de su dolor,
en la metástasis metamórfica.

El cherokee ve sus manos y lugares y
las tiendas
y el carcaj de su espalda
como una turbulencia feroz.
El cuerpo se desploma,
el polvo resbala hasta el águila mayor
hasta la moto-sierra,
la rumia de los orangutanes;
el fosfato, los cañones naranjos:
América miró el momento,
en que la loba mató al cherokee
y las flechas brotaron de su cabeza tatuada
hasta cavar la piedra
y el espasmo brutal.

 

II
El sol se postró sobre el observatorio
la piedra mugía del musgo cóncavo, una vez
la oceanidad del suelo, de botes de almidón
chapoteando como disparos tartamudos en la
oscuridad del lago Texcoco.

Los dioses nos faltaron el respeto,
no una vez
“riéndose con un tótem pagano en la mano
diestra”
y la sangre emanó de los hermanos, jaguar
ardiendo escuálidos como mártires,
aspas y abejas en colmenas amarillas
yeguas españolas con carruajes y lingotes de
inmortalidad
peñascos, pellizcándose la lengua
unos a otros.
El oro brotando de los paladares
como una sinestesia,
como saliendo de los capullos de las flores
y el tiempo atrapó el reloj,
—agónico, clínico—
y las serpientes enroscadas en los brazos de
los hombres
la mesa de sacrificio como un poema
rectangular,
montañas fugaces en el huracán sináptico
del pensar del azteca, las cosas
girando, desparramadas, los disparos de los
dioses minotauros
violando mujeres y entrecortando
la hemoglobina
de la sangre que cae a borbotones.

El azteca abrió los ojos un instante
y la inmensidad del mar,
el fuego quebrando jade, piedras,
una empalizada,
los maremotos azules son llagas ciclónicas
como voltios.

Las frentes de los hombres con dagas y
el veneno
escupido por los pájaros,
un tulipán planeando un monopatín
abriendo un volantín torcido, bocas
llorar, salpicar las gotas de la sangre
y los ampere en la luz, girando locos.

Tenochtitlán se abre en su alzar monstruoso
una noche de vidrios quebradizos.
Tenochtitlán pide auxilio con una soga para
matarse,
los niños no verán a Tenochtitlán llorar,
antes morirán los niños.

Tenochtitlán se ahoga con las estalactitas
invertidas,
y los crucifijos al revés,
los relámpagos zigzagueando
y las plumas, cereales y lanzas, danza espacial
—Tenochtitlán—,
el observatorio girando, piedras quebrándose
—Tenochtitlán—,
cantares estelares, labios oblicuos
—Tenochtitlán—
estrellas y dientes azulinos, catacumbas
cilíndricas:
Tenochtitlán se hizo pedazos.

Me quedé riendo un rato
y Quetzalcóatl sonreía junto a mí
de brazos cruzados,
esperando mi aprobación.

 

 

Aukán Martínez Kramm

El Santo

Y que sus funerales vikingos nunca se acaben
Y ardiendo sin apagarse
Se alcen en el agua
Animitas de cuero

Con ofrendas de tachas
Con ofrendas de pitillos
Con ofrendas de piercings

Infestando un mar amado
Un mar apátrida

De tinturas de cabello
Que cubren las banderas como anilina misma
Y manchan los escudos
Que los viejos decoloraron con blondon


Los lolitos miramos sin cara de pena
. . . . . . . . . . . . . . Desnudos y floreados
. . . . . . . . . . . . . . En el agua salada
Las barreras de una cuarentena
Que no contendrá nuestro virus sudaca

Somos la generación cabronx
Nos peinamos como María Antonieta
Y te rebanamos con el abanico
Pero nosotros no moriremos en la guillotina
Nacemos de ella

Somos adolecentes transgénicos
Dando pasos por esta arquitectura adaptada al continente
Que sólo vemos a la luz del flash

Somos el amor
El cariño
Que se le pone al destruir el material público
Al perforar la mesa del liceo

Rayarla
Blasfemarla
Patearla

Y leer su tacto
Áspero / chicle / tajos
Rompiendo la mesita
-metro cúbico-
Que pretende
Sólo pretende
Desmembrar los pedacitos
Del collage
De armas y revistas
Un collage
De muñecos y rouge
Que es
Latinoamérica.

 

 

Daniel Medina Lillo

Fueron terribles 40 años
en el desierto
(fragmento)

 

22° Números, rojos Números. Azules números. Verdes números. Números manchados de sangre. Números con cadenas en los tobillos. Se podían ver sendos Números acongojados y encorvados por el peso del Sol — Negra Águila, y sus Ojos incoloros mancillados por las Tinieblas también estaban llenos de Números. Niños Números, mujeres Números, hombres Números, viejos Números marchando en círculos concéntricos, en los campos, en los sembradíos — era su Éxodo taciturno y contorneado y ultraterrestre — Hoy recuerdo que en un Sueño Él me dijo que esos Números eran la Raíz de toda tragedia.
23° Y los Números formaban una serie como las proteínas — y los Números codificaban un mensaje como mi ADN — y los Números escaleraban unos Signos como los Verdes Papeles y las Verdes Raíces y todo modo que deviniese de ellos — y los Números éramos nosotros empaquetados en un sinfín de cintas y de lenguas rojas como cintas y en áridas estanterías — y los Números eran abundantes como las Serpientes mordiéndose la cola — y los
Números eran un montón de huevos en
el Desierto huecos y empastados — y los Números 1.1.2.3.5.8.13.21.34.55 éramos todos nosotros — y los Números π e y Φ eran los lóbregos 3 Ojos de Él — y los Números seguían en corridas columnas escalando por los vacíos así lo vi — y los Números eran rojas y verdes hormigas en el Desierto que es la Civilización — y los Números eran vetustos lagartos prehistóricos con cables en el cerebro —y los Números vestían a la moda como en un circuito de carreras — y los Números se inyectaban cosas para ver olores — y los Números eran niños llorando entre paredes de concreto sentados y escribiendo — y los Números eran decrépitos ancianos contando cuántos años les faltaban para morir — y los Números eran pobres mujeres arrastrándose entre los barros tan secos de nuestras Arenas tan pobres — y los Números eran Abejas esquizoides libando de la miel Real que es el Amor universal — y los Números eran mis dedos arácnidos ordenados para rasgar tablillas y sangrar — y los Números eran altos edificios tan blancos hechos para explotar como el Sol que no se ve — y los Números eran collares de cuentas bañados en mierda y en vírgenes imágenes de falsos Ídolos — y los Números eran las Burbujas del Sentido chocando con la costa desde el Mar de la Abundancia — y los Números eran el maldito hospicio de los hombres con una soga al cuello — y los Números eran Aves volando hacia el Sol para morir como si este fuera un Águila Negra y voraz — y los Números eran un lenguaje extraño para los que habían mutado y para los que ya habían muerto — y los Números eran un sueño tan despierto y del que no se podía salir — y los números eran mi padre y mi madre llorando por mis hermanos no natos — y los Números eran el Cielo y la Tierra y el Agua y el Diluvio y las Plantas y las Nubes y yo mismo golpeando y llorando sobre las Doradas Puertas — y los Números éramos como venenosas espinas a los lados del ascendente Camino — y los Números ∞ — y los Números 0 — y los Números — y los N° — y los — y — Ø.
24° Me estaba quedando ciego. O era que todos nos estábamos quedando ciegos. Y es que los Colores se habían ido. El brillo se había ido. Las pupilas se habían ido. El Sol se había ido. La luz se había ido. Nada nos quedaba excepto el Arenal entre las manos. Pero yo no sabía nada sobre el eje de la Tierra. Yo no sabía nada sobre los pétalos y las brácteas de las Flores. Yo no sabía nada sobre las hojas de las Plantas. Yo no sabía nada sobre las conchitas de los caracoles. Yo no sabía nada sobre los ocelos de los insectos. Yo no sabía nada sobre los Cristales de Hielo — Yo no sabía nada.
25° La Tiniebla numérica era más calurosa que el mismo palenque y nuestras carnes se chamuscaban como barro seco quebrado en pedazos. Los Números ya no luchaban. Éramos el Rebaño de Él y estábamos más dormidos que la Noche misma. A veces
Aves acusaban en mis manos. Los Tulipanes, las Orquídeas, las Hortensias, las Rosas, las Camelias, las Magnolias: todas me lloraban. El chillido de esos Campos para siempre en mi memoria — las nostálgicas imágenes se chorrean en mi mente y un escarabajo caleidoscópico me dice que salga al fin de la Caverna.
26° Los Números querían crecer cada día, crecer y más. Los Números luchaban por elevarse sabiendo que jamás alcanzarían el ∞ — se arrancaban los agujeros unos a otros, los Ojos ciegos y opacos; se empujaban en tropel al ver las Doradas Puertas en sus Sueños — contrario a lo que se podría pensar, los Números no se marchitaron en la Planicie, sino que se vieron obnubilados por las posibilidades de su infinidad numerológica. Los vi demacrarse, entonces. Los vi desgarrarse las mandíbulas. Los vi encenderse Estrellas en la garganta y gritar. Se desparramaron como montañas — ellos eran lo único que importaba, cada uno, solo, elevándose exponencialmente hacia el ∞ — así fue como caímos en las terribles Depresiones intermedias de nuestro Eriazo, Agh.
27° Rompimos con todo equilibrio. Las polillas nos comían desde adentro, llenos de mierda. Girábamos y girábamos en torno a nosotros mismos, mareados ante el Mar de la Abundancia, en el vértigo, invadidos por el asco, la náusea. Fuimos olas enteras de Números haciéndose espuma contra las Doradas Puertas — nos perdimos en el Sueño sin saber nada de Sueños. Nos quedamos dormidos sobre el Fuego helado del Desierto. El Error, Oh Señor, el Error. Vagamos errantes. Siempre lo hicimos por tantos años. Todo había sido sólo un Sueño. Y jamás nos movimos.

 

* * *

NOTAS

[1] Furigrafía es un término que le da Hawad, poeta y artista nómada del pueblo tuareg, a una serie de trazados que son también poemas en trance.

[2] gracia eterna /solución diluida de ácidos sulfúrico-nítrico.

 

Leer Halo. [19 poetas nacidos en los 90]



 



 

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LA CARAVANA DEL DESIERTO
Sobre Halo, 19 poetas nacidos en los 90s. Comp. Héctor Hernández Montecinos
Chile: J.C. Sáez Editor, 2014
Por Yaxkin Melchy