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¿ELECTORAT NACIONALISTA?

(Cómo no discriminar)

por a. ajens

“...Parra, trabajo de temporero”/“mi nombre es Gloria, trabajo de temporera”/ “me llamo César, y también soy temporero”/ “soy temporera, trabajo dando vuelta el año”. M. Canales, Toquihua, julio, 1998.


Mont Perdut

En qué lengua - castellano y/o catalán – habla, viene inscrito tal nombre de entrada, ese título? Y si fuera (sólo en) catalán, ¿cómo traducir al castellano migrante, si hay tal, tal título? ¿Electorat nacionalista? ¿Electorado – por no decir e-lectorado sin más – nacionalista? Dejemos reposar un instante estas preguntas en nombre del nombre, del título, en medio de la guerra en curso. ¿Cuál guerra? La guerra que anuncia Mauricio Electorat, la guerra declarada por los nacionalistas (catalanes) a España por el  hecho de afirmar que Cataluña es una nación, una nación diferente de España (Som una nació, Catalunya is not Spain – nótese ya el bilingüismo al paso en la concitada cita); cf. M. E., Catalanismo contra Cataluña (Revista de Libros, diario El Mercurio, Santiago, 11 de noviembre). ¿Cómo no traducir: todos quienes afirman la existencia de una nación aymara como nación distinta de Chile le declaran la guerra a Chile (y de paso a Perú, Bolivia y Argentina)? ¿Y los mapuches? ¿Y los...? (¿Es que Chile está irreductiblemente sitiado? ¿Otra vez la guerra, La guerra de Chile ?). Pues no: no voy a traducir sin más aymaras por catalanes, vascos por mapuches, gallegos por likan antay alias atacameños... Pero el meollo de la declarada guerra, según Mauricio Electorat, permanece: la dificultad de aceptar la existencia de un país, de un Estado, pluri o héteronacional, y todo ello – toda esa dificultad – en nombre de una supuesta diversidad, de facto, sin embargo, a ratos bien poco diversa si no francamente encubridora de un nacionalismo invertido. ¿Meras frases hechas?

A no dudar de los buenos deseos de Mauricio Electorat y de otros/as escritores/as  que por estos días se alzan, en pro de la no discriminación, contra elnacionalismo en general y contra el nacionalismo catalán en particular (los escritores Rolando Sánchez Mejías y Régis Bonvicino acaban de lanzar una campaña global contra el nacionalismo en las artes , con un planteo análogo al de Electorat). Con todo, dicho está, la buena consciencia no basta. Por de pronto para desarmar las máquinas de guerra (si la hubiera) de aquello que se denuncia con el nombre de nacionalismo. En ocasiones incluso las mejores intenciones pueden encubrir (¿automática, inconscientemente?) las peores violencias. El universalismo o el cosmopolitanismo sin más puede ser a veces una pócima tan peligrosa como su aparente contrario, el nacionalismo. ¿Es el caso? Tal vez. ¿Tal vez Mauricio Electoral se espejea con los males que denuncia? ¿Tal nacionalista acérrimo repite mecánicamente la maquinería excecrada y no logra abrirse a sí como a alter? No tan rápido.

Veamos. Dice. Electorat: Como toda cultura nacionalista, la del catalanismo es cerrada en sí misma, hostil al mundo, autoritaria. Los nacionalistas [catalanes] han declarado la guerra a España sobre la base de frases hechas: "Som una nació", "Catalunya is not Spain", etc. [Subrayo]. A más abundamiento: habría una cultura, una cultura nacionalista, en general,  y versiones específicas o locales que se limitarían a actualizar con diversos grados de intensidad su esencia única: cerrada, agresiva, autoritaria, etc. Todo lo cual resulta ya bastante estraño si se tiene en cuenta que algo así como una cultura (nacionalista, para el caso), si hay tal, es difícil sino imposible que se dé en general, esto es, sin inscripciones más o menos singulares de toda laya (no sólo lingüísticas). Si hay fabulación, no digamos mera ilusión o simulacro, de lo en general, ésta se diera como efecto de inscripción allende la dicotomía entre lo general y lo particular, lo universal y lo singular, lo ideal y lo material, lo cerril y lo sublime. Pero, en fin, éste acaso fuera uno de los límites del planteamiento de Mauricio Electorat – dar el nacionalismo, en general y de entrada, por sentado: El nacionalismo, en general, es una prueba de las limitaciones del ser humano, "el amor cerril a unos íconos" [extraño giro: el nacionalismo – esencialmente hostil, está dicho, agresivo – sería el amor, el amor tosco, rústico, en la punta del cerro acaso, el amor en bruto a unos íconos, a unas imágenes o ideografías – de sí, de lo supuestamente propio: amor (pero) sin amor, otro nombre acaso del nombre del Dios del amor, amor puro, sin otro/a], pero, continúa Electorat, el nacionalismo catalán es un fango que está acabando a pasos agigantados con la cultura catalana [Pero, ¿por qué precisamente pero, si ya está dicho que la cultura nacionalista catalana, como todo nacionalismo, sería cerrada sobre sí misma, y, por tanto, es cosa de tiempo nomás, putrefacta?]. En cualquier caso: habría el nacionalismo en general, como cultura, y la cultura (nacionalista) catalana en particular – todo, pues, sólo multiplicable por lo uno (poco importa que este uno sea dicho luego tradicional, tradicionalmente cosmopolita, y aun internamente diverso, esto es, para el caso, monodiverso). Uno, univocidad y simplicidad identificatoria de el nacionalismo que organiza la máquina retórica en juego en Catalanismo contra Cataluña y que, con todo, luego Mauricio Electorat identifica como la esencia propia del nacionalismo, de todo nacionalismo: la totalización, la coacción de lo uno. Se denuncia por una parte a quienes totalizan “la cultura catalana” y al mismo tiempo se afirma la totalización del nacionalismo como cultura homogénea. Por caso: tras criticar a una diputada que ha poco afirmara que sólo hay una cultura catalana, y la lengua de esa cultura es el catalán, Mauricio Electorat, que ya habrá afirmado que hay una cultura nacionalista en general y que ésta es inequívocamente cerrada sobre sí, hostil y autoritaria, se preguntará al cabo: ¿En qué se diferencian estas afirmaciones del "Una, Grande y Libre" de Franco?  ¡Francamente!

Operar con tal unicidad identificatoria (con tal identificación unívoca que de paso repone las inscripciones metafísicas y su copulsión de presencia plena, tal un nacionalismo [pero podríamos decir también: un humanismo, un feminismo, un indigenismo, un ecologismo, un socialismo, etc.] en sí, esencial, indiferente e indeferenciado desde siempre) no sólo fuera injusto respecto a identificaciones (nacionales, étnicas, de género, de clase, etc.) pasional y temporeramente liberadoras, sino también fuera resueltamente inoperante frente a la violencia denunciada, la que a su modo, textual, termina por replicar no poco. Es como meter (casi) todo en el mismo saco: a Fernando Pessoa y al Führer, a Jaime Saenz y al Duce, a Pablo de Rokha y a Pinochet, y, cómo no, a un Electorat nacionalista y a otro. ¿Cómo no discriminar?

Tal vez sólo fuera posible desarmar las maquinarias de guerra de “el nacionalismo” y la de su espejo universalista contando de antemano con que el uno como el otro jamás habrá/n sido uno, y que la diferenciación que desde siempre habrá afectado a eso que por economía y/o por pereza llamamos simplemente “el nacionalismo” (catalán, por caso) habrá abierto juego de entrada a entreveros, diferendos y disenciones de toda laya y, eventualmente, quién sabe, a guerras, tanto entre su adentro y su afuera como en su propio impropio adentro – como adentro de su afuera.

- No te entiendo, carajo. De veras que no te entiendo. Nada.
- ¿Será que a falta de idealidades puras hay cada vez también otra cosa –  no digamos ya nación –, “cuerpo” en escritura? Te lo sugiero de otro modo: lorea la palabra nacionalismo en el Diccionario de la tan fabulosa como Real Academia de la Lengua española, esto es, castellana (texto que dificilmente podría catalogarse de catalanista aunque sí de españolista). Fíjate que no hay ningún núcleo duro (irreductible o esencial) del nacionalismo, que eso viene repartido tan significativa como absurdamente de entrada, y, por demás, que entre la vigésima segunda y la vigésima tercera edición de la susodicha las mudanzas no son poco relevantes. La cosa, pues, cada vez, tiembla. Y en tal estremecimiento no hay receta ni referente preasegurado que valga. (De ahí una eventual decisión, o, quién sabe, un poema, y ya no el simple programa ni la máquina retórica nomás aceitada, tan práctica como teórica). ¿Vas a quedar petrificado en tal “cerril” nacionalista fábula? ¿Vas a echar por la borda lo mejor con lo peor? ¿Al bebé, oui, cher ami, con el agua de la bañera? ¿A la Revolución boliviana del 52 enterita, sin ir más lejos? ¿También a De Gaulle y buena parte de la franca Résistance al nazismo? ¿A todo decir que se diga en nombre de lo nacional y/o del nombre del nacionalismo? (Un largo etcétera). ¿Cómo – tan tosco? (Non direi esta vez tout court galego ).
- Me malentiendes. Además, ya me estás sacando de las casillas... Y si te conozco de veras no te conozco, ni en pelea de perros – acaso seas nomás un pinche deslenguado extranjero... O tal vez un intranjero, quién sabe, pero cerril, en bruto, de la punta del cerro.
- Faltaba más: justo estoy llegando del Mont Perdut, no lejos de  Barcelona, y lo que sea me tiene por demás sin cuidado en el desmadre interminable, exnativo como fuera. De muestra, una botonera: más de una hendidura, cómo no, en la nieve, lo que acaso te ahorre volver a leer esta introducción que abiertamente aquí se cierra, en la punta del perdido cerro, bien afuera:

OTHERS, MOTHERS, deia el nen en la concepció, tornant del desert — així

mateix deia (sense dir)
un lot, a si,
és a dir, de dents, es deia —

dia primer, nit i dia;

no hi ha món, no hi ha encara llengua
en aquesta marca sense marca, mare-
màgnum propi, però — què trans-
ombra,  què exapropia per endavant
món, llengua, mare?

en net: the net? – l’art                                                

d’autrui appris à même le seul vers
le seul, autreur d’ailleurs,

comarca aquí, dia segon.

 

 

 

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