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(La poesía chilena en suspenso)

andrés ajens

 


Lo que comienzo a leer ahora ahora* lleva por título: LA INTERRUPCIÓN - DEL RELATO EN LA POESÍA CHILENA. El guión que puntea este nombre - cita, fugaz, de Vallejo - remite al comienzo de "Magistral Demostración de Salud Pública" (in CONTRA EL SECRETO PROFESIONAL), justo después del primer envión, éste: "Recuerdo muy bien cuanto pasó [...] Pero, por raro que parezca, hacer el relato de lo acontecido allí, me es absolutamente imposible..." (Lo acontecido allí - lo da a leer entre líneas el último fraseo del (¿imposible?) vallejeano relato - no sería otra cosa que el acaecer de esa noche oscurísima, "negrezca", catástrofe epocal, que luego habrá sido llamada 'Holocausto', 'Shoá', 'el Exterminio', etc. Nótese que Vallejo escribe esto en los años '30). Tal hiato entre recuerdo y relato, entre memoria y narración, no se invoca aquí, con todo, como epígrafe o exergo; si exergo hubiera - mas no hay tal - ése sería éste: roza, roce; de rozar (del lat. rumpere, romper): "limpiar o desembarazar las tierras o los campos de plantas quemándolas o cortándolas" (DICCIONARIO EJEMPLIFICADO DE CHILENISMOS, F. Morales et al., U. de Playa Ancha, Valparaíso, 1987). Pues aquí sólo voy a rozar algunos hilos o hilachas de LA POESÍA CHILENA, de Juan Luis Martínez (Archivo, Valparaíso., 1978), algunos filos, digo, del relato.

Antes de ir a la roza, breve, un rodeo: LA POESÍA CHILENA no está en ninguna antología de poesía, "chilena" o no; más: LA POESÍA CHILENA ha carecido hasta ahora casi de toda atención crítica - esto es: la crítica (chilena o no), así como los compiladores de poesía (chilena o no), habrán sido enteramente ciegos ante LA POESÍA CHILENA hasta ahora. Tal situación no sería achacable sólo a una eventual ignoracia personal de antologadores y/o críticos, ni a una comedida confabulación de su parte, pero tampoco al mero azar. Que LA POESÍA CHILENA haya podido dar lugar a tal "ceguera" sería más bien un síntoma de lo indigerible que aquella ha podido llegar a ser para quienes dicen o creen ocuparse de la poesía chilena - si tal hubiera. No se trata simplemente de una cuestión de "injusticia"; al contrario... (Hay excepción y media a lo dicho; pues, media, una frase lanzada por Enrique Lihn y Pedro Lastra en su colectura de LA NUEVA NOVELA de J. L. Martínez, donde de LA POESÍA CHILENA dicen, textualmente, entre guiones: obra ésta que prescinde ya de los caracteres atribuibles a y esperables de un libro) Otrosí: LA POESÍA CHILENA tampoco se encuentra en ninguna antología de poesía latinoamericana, ni de poesía femenina, ni de poesía mapuche... ¿En qué sentido LA POESÍA CHILENA pudiera ser parte de - o intervenir en - las llamadas poesía femenina y mapuche? Respuestas, acaso, por venir.


DEL RELATO

No es este el lugar ni la hora para entrar en mayores disquisiciones en torno a todos las acepciones posibles de la palabra relato - sea en sentido estricto, lato o relato. Para lo que viene, bástenos al menos dos. Relato, en su uso más común, es el enunciado ('oral', 'escrito', 'visual', etc.) que viene a dar cuenta de un acontecimiento o de una serie de acontecimientos. Pero, relato puede ser también lo contado, esto es, la 'historia' o el acontecimiento mismo referido (y así, por caso, podemos decirle a alguien: "no creo en tu relato" - si no nos resulta verosímil lo referido, el 'contenido' de lo que se ha contado). En LA POESÍA CHILENA, veremos (o no), ambos relatos se entrelazan hasta un límite descoyuntante, y el correlato de tal liminar entrelazadura es que la diferencia misma entre relato-enunciado y relato-acontecimiento se disloca, tornándose por momentos francamente inasignable.

¿Qué decir del relato en LA POESÍA CHILENA? ¿Qué acontecimiento o encadenamiento de acontecimientos LA POESÍA CHILENA relata? Si prestamos atención a cierto cabeceo sobre el relato que sugiere que todo relato puede ser entendido como la expansión de una forma verbal mínima (para LA ODISEA: Ulises vuelve a Itaca; para ALTAZOR: Altazor cae en su parasubidas; para Magistral demostración de salud pública: el escritor expresa su emoción ante lo ocurrido, etc.), de LA POESÍA CHILENA decimos: el padre del poeta le entrega a éste unos papeles (o, si se quiere: el poeta recibe unos papeles de su padre - muerto -, suerte de herencia o, ya se veremos por qué, co-herencia). El relato es en tiempo presente, y el pasaje que leemos a continuación está al comienzo del libro, en letra blanca sobre fondo negro, cerrándose en forma abierta, esto es, con dos puntos:

Existe la prohibición de cruzar una línea que sólo es imaginaria. // (La última posibilidad de franquear ese límite se concretaría mediante la violencia): // Ya en ese límite, mi padre muerto me entrega estos papeles:

Inútil recalcar aquí que se trata de uno de los escasos pasajes "propiamente" discursivos del poema. En éste no hay sólo fotografías, dibujos, banderas de papel, etc., sino hasta una bolsita con tierra. Y es que el relato en LA POESÍA CHILENA no sólo se cuenta en o con palabras: si atendemos, por ejemplo, a las fotografías de la portada y contraportada del libro, pisparemos el desarrollo de un relato visual que no es una simple ilustración de lo narrado verbalmente en el libro, etc. Es esta escritura no 'fonologocentrada', derridano decir, sino más bien 'verbivocovisual' (Joyce / de Campos), la que, muy probablemente, ha espantado a más de alguien de o ante LA POESÍA CHILENA - como si este descentraje y proliferación de lenguas y escrituras fuera una pócima demasiado fuerte para ciertas almas bellas, tradicionalmente bellas.

Aquí podríamos preguntarnos: ¿cuál es esa línea "imaginaria" cuyo cruce está vedado y cuyo franqueo sólo sería posible "mediante la violencia"?; ¿la que separa ficción y realidad?, ¿o: vida y muerte? (esto: si calamos, justamente, en el personaje donador de papeles, el "padre muerto"). Dejo ahora en suspenso estas preguntas - corto es el tiempo, y ya he dicho que hoy sólo voy a rozar algunos hilos de LA POESÍA CHILENA - ; me concentro en lo que pasa con el relato...


DE LA INTERRUPCIÓN

Los papeles que en el límite el "padre muerto" entrega al lecto-escritor de LA POESÍA CHILENA son básicamente cuatro certificados oficiales de defunción de personas de nacionalidad chilena (Lucila Godoy Alcayaga, alias Gabriela Mistral; Neftalí Reyes Basoalto, alias Pablo Neruda; Carlos Díaz Loyola, alias Pablo de Rokha; Vicente García Huidobro Fernández, alias Vicente Huidobro -nombres legales, esto es, sujetos de derecho, ciudadanos), junto a 30 banderitas de Chile, de papel, y un quinto certificado de defunción, al final, de Luis Guillermo Martínez Villablanca (padre del propietario de los derechos de autor de LA POESÍA CHILENA, esto es, de Juan Luis Martínez Holger). Si dejamos momentáneamente entre paréntesis lo que pasa aquí con la bandera (chilena), es decir, con ese símbolo por antonomasia del 'cuerpo' de Chile (y que a la vez cita un pasaje de LA NUEVA NOVELA, un entrepáginas, entre la 134 y 135, que precede a la sección final del libro: "Epígrafe para un libro condenado: la política") nos encontramos entonces ante cinco relatos de muerte, esto es, a su modo, de interrupción (de la vida), los cuales, entre paréntesis, prácticamente no dejan leer la referencia a los nombres de los poemas - con indicación de edición y número de página - inscritos en las respectivas fichas de lectura: como si la referencia biográfica, de veras tanatográfica, no hiciera sino dificultar la remisión a cada poema. Se trata pues de relatos o minirrelatos intercalados, al modo de la "Novela del Curioso Impertinente" en EL QUIJOTE... Relatos mínimos, se entiende, oficialícimos relatos, escritos en nombre del Estado de Chile, homogéneamente preformateados (nombres y apellidos del fallecido, estado civil, fecha, lugar y circunstancias de fallecimiento, etc), relaciones radicalmente impersonales y que, sin embargo, portan cada vez el nombre y la firma singular del o de la funcionaria estatal responsable.

Pero relato de interrupción no es interrupción de relato - por más que en LA POESÍA CHILENA ambos momentos no comparezcan enteramente disociados. En cuanto a la interrupción del relato de LA POESÍA CHILENA, ésta no tiene, por de pronto, un lugar único ni fijo de ocurrencia. Podríamos catearla (tal interrupción) desde la tierra contenida en la bolsa rotulada "Tierra del Valle Central de Chile" o desde la constelación fotográfica que abre y cierra el libro o, también, desde la cuestión del doble nombre impronunciable y entre paréntesis del (poeta) o (autor), o desde el inusitado entrecortarse del discurso en la portada de la 'caja' (continente y/o ataud de LA POESÍA CHILENA). La interrupción - que, como la roza y el roce, proviene del rumpere latino - se da a leer aquí como suspensión o paréntesis cada vez puntual (cuya duración, con todo, nadie podría predeterminar); no como fin del relato o del megarrelato, entonces, ni como relato del fin (omega-relato). De ahí que tal interrupción se desmarca de algunos énfasis de la vanguardia posmodernista (pos-Darío), esto es, de las vanguardias, que programáticamente pretendiera expulsar lo narrativo del poema (cf. Vicente Huidobro, prefacio a HORIZON CARRÉ, 1917; cf. el Manifiesto Ultraista de 1919, donde explícitamente se aboga por "la supresión" del "tema narrativo" considerado como cualidad "ajena" y "parasitaria" al poema). Afirmar, entonces, como ha sido habitual hasta ahora, que el poeta de LA POESÍA CHILENA formaría parte de algo así como la "neovanguardia" en poesía parece, por lo menos decir, apresurado.

Dicho esto: la interrupción del relato de LA POESÍA CHILENA (relato, como [les] relato, de la entrega de "estos papeles") sobreviene acaso del modo más explícto tras los primeros 4 microrrelatos oficiales de muerte y de los nombres de poemas anotados en sus respectivas fichas de lectura (esto es: "Los Sonetos de la Muerte", para Gabriela Mistral; "Poesía Funeraria" para Pablo de Rokha; "Solo la Muerte", para Pablo Neruda, y "Coronación de la Muerte" para Vicente Huidobro). Tras ellos, los papeles (y la entrega) se discontinúa o desconéctase 'durante' precisamente otras cuatro fichas de lectura, vacías, para retomarse luego con las banderitas de Chile y el certificado de defunción del padre del propietario de los derechos de autor de LA POESÍA CHILENA (a no confundir con el 'poeta' lectoescritor, o 'narrador-poeta'). No creo andar enteramente desencaminado ni concular los derechos de autor de Juan Luis Martínez Holger si leo este hiato o abertura en el relato, estas cuatro fichas vacías, como una implícita interpelación de LA POESÍA CHILENA a cada eventual lector o lectora a participar de su escritura y entonces, fugazmente, a co-actuar el papel o rol de quien entrega o reparte los "papeles" en LA POESÍA CHILENA, esto es, el "padre muerto" (p.m., decir de Patricio Marchant en SOBRE ÁRBOLES Y MADRES, y también a. m., esto es: autor muerto - desaparecido o suspendido: como sugiere Roland Barthes, citado en traducción por Enrique Lihn, en la medida que "el autor reputado como padre y propietario de su obra está aquí denegado... el texto se lee sin la inscripción del padre"). No sólo toda la 'poética' de Martínez autoriza tal intervención sino que también en otros textos es más que explícito en su apelación al lector como co-anónimo-autor. (El enigma del doble nombre impronunciable y entre paréntesis del 'autor' se comenzaría aquí a desentrañar: en la medida que el texto exige la co-autoría-anónima del lector o lectora, el poeta-narrador se desdobla de entrada. La invitación al lector no es pues a ocupar el lugar del "autor" en sentido jurídoco - digamos, el sujeto de derechos intelectuales - sino a actuar el papel del destinatario o instancia narrataria inscrita, al modo de un guión teatral, en el texto. De ahí que la escritura del poeta-narratario, o poeta-lectoescritor/a, no podría ser enteramente arbitraria, salvo... violencia extrema. Ahora bien, la interrupción del rol, esto es, del guión, sus lindes o fronteras : cuestión, aquí, en el límite suspenso, abierta). En esta extra-vía LA POESÍA CHILENA habrá venido a subrayar lo que - de manera mitigada o explícita - siempre se habrá alojado ya cada vez en cada poema: su carácter abierto, su envío a otro/a (lo que no significa, como está dicho, a la arbitrariedad sin más, sino correspondencia precisamente a tal envío). En otras palabras: la interrupción del relato da lugar a la irrupción de otro/a, de otro relato o microrrelato por de pronto (no totalmente otro, con todo, pues si no habría modo de efectuar el zurcido invisible - o no tanto - entre uno y otro). Paso, entonces, de la narración a la narracción, de la lectura a la lectoescritura: doble escena de la escritura lectoescribiéndose en el borde dramático de LA POESÍA CHILENA. O, como escribiera Huidobro en su momento, tomándole la palabra al pie de la letra (casi), a un viejo yatiri o poeta aymara: Ne chantes pas la rose, ô poète; fais pleuvoir (MANIFESTES, París, 1925). (Nayax yatiriwa, etc.).

[Dicho sea de paso: LA POESÍA CHILENA suspende, y precisamente en el paso, la identidad o identificación misma de LA POESÍA CHILENA, genéricamente hablando - si tal hubiera: tradición y/o artefacto. Y ello al menos doblemente, doble entre paréntesis (al) cuadrado:

1. En la medida que LA POESÍA CHILENA vierte un concepto en un nombre o, si se quiere, un nombre general o genérico en uno singular o 'propio', tal escritura apresura la inscripión de una catástrofe identificatoria no menor, cuyos efectos - especialmente orales u oraliterales - nadie podría ya venir a medir con exactitud, o controlar. Pues: ¿de qué hablamos cuando hablamos de LA POESÍA CHILENA?, ¿de LA POESÍA CHILENA?, ¿pero cuál: la générica o la singular?, ¿la de Neruda, Mistral, Huidobro, de Rokha et al. (incluyendo de cierto la de Martínez)?, ¿nomás la de Martínez? ¿O...? Se podrá argüir que lo que aquí comparece es la importancia de los efectos de escritura en 'sentido estricto'; bastaría acaso con leer (ojear) este papel que estoy leyendo ahora para despejar dudas. Mas la catástrofe identificatoria es, un decir, catastrófica al cuadrado, puesto que lo que aquí se ha llamado nombre singular o propio - LA POESÍA CHILENA- no elimina enteramente la posibilidad de leerlo en tanto concepto o nombre genérico : es el límite mismo entre nombre y concepto lo que (se) desmojona y desfonda. Con LA POESÍA CHILENA la identificación - entre 'significante' y 'significado', entre modelante y modelo o, si se quiere, entre 'hijo' o lector (que recibe su papel de tal) y 'padre' o autor (que reparte los papeles) habrá venido machimbradamente a colapsar. La interrupción de la identidad, de la identificación que le da a lo Mismo su posibilidad, entonces: efecto de interruptor y, en la habitación y estancia familiar (chilena), singular cortocircuito general.

2. Pero también: en la medida en que la interrupción del relato en LA POESÍA CHILENA viene a ser asimismo interrupción del relato de LA POESÍA CHILENA, es, como [os] relato, la identidad misma de LA POESÍA CHILENA (nombre y concepto) la que se suspende como relato. Que no haya identidad, u operación identificatoria, sin relato, o allende un relato, no nos habrá de sosprender: la operación identificatoria no sobreviene sin mecanismos técnicos, analógicos y, más ampliamente, tropológicos (y estos, sabido, no se dan en un total fuera-de-relato). Por ello: la interrupción del relato suspende, sin anular, el relato. Que tal suspensión (que habrá acontecido cada vez en cada poema) venga a subrayarse hoy con tanta fuerza en LA POESÍA CHILENA (in media res): posibilidad inaudita tal vez, esta vez, de articulación y despliegue de otros (poéticos) relatos, históricamente desoídos o ahogados por la, a ratos, compulsiva identificación nacional-estatal en poesía: identificaciones por idioma, por 'etnia' y/o 'raza', por región y/o localidad, por género y/o sexo, por por continente y/o subcontinente, por enhuelladura, etc. y, claro, con sus respectivas interrupciones irrumpientes - sin tales puestas en suspensión, sólo repetirían maquinalmente el gesto hegemónico entrevisto en la filiación estado-nacional].

En otra ocasión habré sugerido incluir en una de esas cuatro fichas de lectura vacías de LA POESÍA CHILENA el certificado de defunción de Violeta Parra y una referencia a "La muerte con anteojos" (in DÉCIMAS, AUTOBIOGRAFÍA EN VERSO; Sudamericana, 1988, pp. 203 y 204). Esta vez había pensado incluir el certificado de defunción del propio Juan Luis Martínez Holger junto a la referencia a un poema suyo, inicialmente - calara - un fragmento de la LA POESÍA CHILENA misma; luego me he venido a percatar que LA POESÍA CHILENA ya está (citada) en ella misma, aunque paradojalmente a crédito del padre (muerto) de J. L. Martínez. En efecto, en la última ficha de lectura, medio tapada por el microrrelato oficial de defunción de Luis Guillermo Martínez Villablanca, viene anotado el nombre del poema o entre-poema "Tierra del Valle Central de Chile" que, junto al libro y dentro de la caja, forma parte del relato en suspenso de LA POESÍA CHILENA. Así que elijo otro: "La Desaparición de una Familia", página 137 de LA NUEVA NOVELA, en la ya nombrada sección "Epígrafe para un libro condenado: ...". Y dejo, por ahora, las restantes dos fichas de lectura tal cual, vacías, pues no pretendo agotar aquí la lectoescritura de LA POESÍA CHILENA, digo, marca y comarca, co-escritura.

Me hubiera gustado decir algo más, con todo, sobre lo que pasa con el 'sujeto' (lírico y/o narrativo) en todo esto y acaso también una palabra sobre poema-y-autobiografía en esta vuelta tan marcadamente tanatográfica, a no ser por el paréntesis que viene a marcar la referencia a Violeta Parra ("La Muerte con anteojos", como he dicho, está remitido a AUTOBIOGRAFÍA EN VERSO), pero yo les he prometido sólo rozar esta vez LA POESÍA CHILENA y es eso, tras esta sobrepujada elipsis, hincándole ahora el diente a lo pendiente, lo que haré.

Roza - de la interrupción (y/o vice versa), esta vez, con todo: con dedicatoria. A la memoria nueva, extrema, dura, pues, de los siguientes entrecortados versos de Shibboleth - poema 'alemán' de castellano entrecalado (Hinter-Spanisch) -, don de Paul Celan (la traslación, mía):

Pon tu bandera a media hasta,
memoria [...]

ven,
te encamino hasta a las voces
de [Nueva] Extremadura.

 





Memoria de Celan (Paul Anschel), quien a fines de los años '30, en su Chernowitz natal - ex provincia del Imperio austro-húngaro, luego rumana, luego alemana, luego soviética y actualmente ucraniana - terminara por convencer a su padre de las inconveniencias de emigrar a Sudamérica, paterno proyectil ante los avanzados destellos de aquello que Vallejo presintiera como lo negrezco. Innecesaria migrancia para el hijo (único), según da cuenta un ¿problemático? tempranero biógrafo, Israel Chalfen, sobre todo si ello implicaba desplazarse según él a un lejano país salvaje (sic). Entre Francia y la América Meridional - puntual disyuntiva del poeta por venir -, entre Tours y, quién sabe, meridianamente (un tel détour), Talca, hoy, ¿quién lo dijera?

Vamos ya a la roza - roza que desbroza la cosa no incinera trama (MAS ÍNTIMAS MISTURA, 1998):


**

 




* Leído (interpretado) en el Museo O'Higginiano, Talca, 19 de noviembre de 1999, en el marco del II Seminario Internacional Chileno-Argentino Cultura, Identidad e Integración Regional, organizado por Instituto de Estudios Humanísticos Juan Ignacio Molina de la U. de Talca, que por entonces dirigía Javier Pinedo; posteriormente fue recogido en MERODEOS EN TORNO A LA OBRA POÉTICA DE JUAN LUIS MARTÍNEZ, edición al cuidado de Elvira Hernánez y Soledad Fariña (Intemperie, Santiago, 2001) y más tarde en Panorama contemporáneo de la poesía del sur, revista Ginebra Magnolia nº 2/3, Lima, 2003, edición a cargo de Reinhard Huamán Mori y Cinthya Torres. Con anterioridad, el 13 de diciembre de 1997, con ocasión de una "presentación" de LA POESÍA CHILENA de J. L. Martínez organizada por Soledad Fariña y la viuda del escritor en la Fundación Neruda de Valparaíso (dado que la "cajita" jamás fuera presentada en vida por J. L. M.), con intervenciones de Roberto Merino, de Soledad Fariña y del suscrito, leí el textil denominado LA POESÍA CHILENA MISMA, el que fuera recogido por la revista El Espíritu del Valle nº 4/5, Santiago, 1998, al cuidado de Gonzalo Millán. El título, aquí, entre paréntesis - (La poesía chilena en suspenso) -, es yapa para esta ocasión.

** Vestigios de la roza (acotada quema) de la bandera chilena de un ejemplar de LA POESÍA CHILENA, que acometiera tal vez en Talca, para gran escándalo de los vigilantes del Museo O'Higginiano (más preocupados, eso sí, por la integridad de los cuadros con escenas históricas que adornaban la sala que por la inmunidad de LA POESÍA CHILENA como tal).




 



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