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LAS VERDADERAS ACTITUDES DE ANDREA CABEL
(1)

Denisse Vega Farfán (2)


Lo siguiente, no pretende ser en absoluto una crítica académica, ni una crítica en sí en alguna de sus variantes. Las impresiones aquí volcadas obedecen a una lectura atenta y regocijada del libro "Las falsas actitudes del agua", de Andrea Cabel García, desde un punto de vista de lectora, y si se podría decir, de escritora; que al igual como Andrea decidió adoptar la Poesía como una forma de vida. Habida cuenta, una aproximación, un garabato que sólo hallará la forma, cuando lean el libro.

"Y trató de imaginar cómo se vería la luz de una vela cuando está apagada.", es el epígrafe del escritor inglés Lewis Carrol con el que Andrea nos invita a iniciar este itinerario por las llanuras y relieves de sus versos. Umbral que nos seduce a introducirnos para ver que habita detrás de él, pues tal como Alicia en el país de las maravillas de Carrol, Andrea también nos recrea su propio país, aquella geografía líquida y boscosa, de ciénaga e irradiación, donde personajes como Salvador, Micaela, Susana o Giulia encuentran su fundamento, a pesar de las falsas actitudes que refleja el agua, el derruido juego de naipes tras la mano que se queda vacía, palpando nuevamente su propia vacuidad; pero siempre, otra vez, bajo la diáfana sombra de una sucesión de ventanas, como el amor, que reclamarán constantemente ser abiertas de par en par, como la angustia, del que también están embalsamados sus escritos.

Cada poema de Andrea Cabel tiene fibras, venas, sangre, carne, latidos, respiración, vida propia, galerías donde suaves matices y esmeriles compases de un alma fragmentada y en constante reconstrucción, conforman una unidad inquebrantable; mediante un lenguaje conciso, limpio, ordenado, desprovisto de coloquialismo, interiorista, exquisito en imágenes, en oportunidades metafísico, cuyos dardos bien afilados dan en el blanco de la claridad y la grisura. Como diría Octavio Paz: "el poema es una totalidad viviente."

Andrea nos devuelve el conjuro de la metáfora, savia nutricia que puede escenificar más de mil palabras en una sóla imagen. Asimismo, para ella la musicalidad y la fonación, constituyen elementos indispensables, que se perciben en sus poemas de forma natural y no como un juego artificioso. Rescata ese trabajo de filigrana, ahora mayormente perdida, defenestrada, que poco se practica en la actualidad.

Así como la asimétrica piedra del desasosiego que va siendo esculpida con cuidado, transpiración y paciencia, hasta adquirir una tersa textura, es el trabajo que Andrea realiza con las palabras, las moldea, las hermana, macera cada verso que se cose a su papel; pero no como fraseo meramente estético, sus poemas se esmeran en revelar más allá de su estructura, en hallar la médula de lo que la arroja a escribir, fusionar la contradicción, la escisión del amor en pálidos reflejos que la asechan. El amor en sus diversas aristas, el cual constituye la biela del presente libro, el amor como luz y como sombra, como borroso y perfumado boscaje.

Pero también, Andrea hace que cada experiencia humana (no sólo de amor) a través de la palabra se constituya en un episodio cardinal, sin establecer colisiones entre ellas, sin discriminarlas. En esa efervescente búsqueda del yo, de los verdaderos rasgos de su ser, hay una lucha de alianzarlo todo, de aceptarlo, de drenarlo, de volverlo a reciclar; porque cada sentimiento benévolo o tóxico para ella es importante, sobretodo para su papel, porque el alma del poeta es de papel (como decía Eielson). El papel: ese mar acromático donde Andrea esculpe lo mejor de su mundo pálido y fúlgido, atrapado en una jaula musical.

"mi máscara, / se asemeja al andrajo que te viste"; nos dice ella, enfrentando, tomando al cernícalo por las astas y por el lomo irascible, con un yo poético desnudo, maravillado y angustiado ante la inmutabilidad y la desintegración del sentido de vivir. Sí, esa necesidad de ser a veces máscara, para no ser reconocida, no ser herida, no ser 'un ser', que sea demolido por un Goliat que es el propio abismo. Disfrazarse en árboles, en pájaro, en infancia, en espuma, en ondas lumínicas y nebulosas ante los ojos del gigante; y así pues, sean los versos el Eljanán que lo destruya con su honda.

Sea FRUTA PARTIDA, segunda parte de Las falsas actitudes del agua (y mi predilecta por cierto), en donde liminarmente nos inserta en una estación de suaves, despejados, y coloridos horizontes; en la que Andrea nos desenmaraña toda una historia de febriles y contundentes revelaciones; develándose, confesándose.

"El mundo renacía/ y yo era capaz de renacer en él", nos dice la autora en el segundo poema de donde nace un enigmático y luminoso Salvador, y tras él, Camila y Susana, como constelaciones oscuras para poblar soledades y derrocar precipicios. Pero desde ya, anticipando en cierta forma la condena a la separación, sea el siguiente verso: "millares de manos y terciopelo acogían el volumen del sacrificio."

¿Compartimiento de soledades?, ¿monólogos de dos vacíos, acaso?, quizás, pero también esa capacidad de maravillarse con el cortejo más sencillo del alma, cito el siguiente fragmento: "encontré tus ojos. los encontré verdes y sin fondo./ estaban ahí con el vértigo imposible (…)/ yo los miré, / adorando la ventana. Queriendo irme con ella. /"

Su poesía encara, acusa; sean los siguientes versos: "me arrodillo reptil y roja y / vislumbro las columnas de otoño /solo restos mutilados / desde aquí arriba, / solo lepra y oreja." Sí, como dije, encara y acusa, pero también como una luz que ha perdido su armadura bajo la incandescencia de la soledad, solicita el sosiego, de un ser que abra la cruda celda de su precipicio. "Nuestra ínsula fuga Salvador", dice ella en una parte. Último llamado ante la inevitable construcción de Babilonia, donde Camila y Susana son definitivamente los acordes que jamás volverán a resonar, partituras amarillas sobre un falso teclado en suma. Sea el siguiente fragmento: "ahora no me aísles. no me dejes cautiva, escondida tras los bajeles / haciendo romances y hurtándote a la noche, como altisidora falaz, / dame una sentencia / un vals de colores y rayos que galopen la noche."

¿Los amores que se van son acaso los fantasmas que más nos acosan?, posiblemente. El amor en la poesía de Andrea aparece como un autoreflejo y una negativa, un rayo que parte la oscuridad en incontables noches y agonizantes amaneceres; cito: "el amor, / es como un rayo que galopa/ que abre valles / que me devuelve al río, /es un rastro infinito / imposible. /". Sus poemas así, constituyen un puente hacia la liberación; pero no rechaza al amor, lo acoge con los nidos más copiosos, dispuestos en las ramas más altas de su ser para protegerlo, y le rinde tributo a su llegada, permanencia y huída, con coraje y lucidez.

"Escribir sobre el amor es un acto que sólo puede originarse en el destierro, pues será siempre extrañamiento y nostalgia de un paraíso inalcanzado y buscará franquearse con ese tú que es su razón de ser y de existir", alguna vez leí esto de un lúcido Javier Sologuren, palabras que tomo para describir los últimos pasajes de Fruta Partida, cuando el cauce de lo logrado finalmente se desborda y la ausencia, el helado laberinto, el inevitable retorno al páramo, nos deja en la contemplación de sus 'falsas actitudes'. Sea el siguiente extracto: "micaela ha muerto como una cantiga al amigo, ha muerto sin cana ni pena, elegante y blanca rodeada de sedosos mantos más blancos todavía." He aquí el real fruto partido.

Es innegable, hay como una asidua búsqueda de enmarcar los vacíos, las sombras, los espectros, en vez de las presencias, un afán de encontrar el cielo en la propia ausencia. Pero acá no hay butaca para la resignación, encontramos a un yo poético que siempre busca renovarse, que no se conforma sólo con cantar el abismo, y triturarse entre las fauces de la tribulación. Los versos de la poeta, no son de aquellos que se complacen en el desgarro. Para cerrar esta historia, Andrea nos planta un Beleño en su hoja. Beleño, planta narcótica que aletarga la muerte, ¿acaso también palabra narcótica que intoxica la soledad?. El caos ingresa rebelde por sus venas y sus versos lo doman hasta hacerlo jirones. Así, la esperanza aparece como arma de supervivencia, y ella consolando a Salvador (consolándose) en su intento de darle un orden al caos, le dice: "aún queda la tierra que dejó y el cielo para sembrar".

Siempre quedará algo que se repite en todas las mujeres, un núcleo obstinado que no se quiebra, que no cede ante los latigazos y transformaciones del tiempo. Así, cavar en el alma de una mujer, será en el fondo, cavar en el alma de todas: las que estuvieron (como Giulia), las que están y las que aún no vienen. Mujer de espliego, de agua, de fuego, de alquitrán, de suelo, de cartón, de arreboles, etc.; es lo mismo. TODAS LAS MUJERES HAN SIDO TÚ, nos canta Andrea, en la última sección de su libro, donde sitúa a la mujer como un cuadrangular de espejos, como punto de partida, de retorno, de condena y de muerte; pero también, como un atajo hacia la eternidad, como barco de rescate frente a la vacuidad y la obsolescencia de un mundo que cada vez nos soporta menos en su cuna.

"Descifrado engranaje solar" o "desposeída luz", como ella diría.
¿Contradicción?, sí, se halla una notable contradicción, pero la belleza también es contradicción, está en los poros de lo que no se llena y en el bermejo que interiormente se nos derrama, por una suave astilla de luz incrustada en el calor de una mujer. ¿Pero acaso tan meliflua la astilla, que se convierte en prohibición?; sean los siguientes versos: "mientras ellas, cobijadas pronto, en su cielo nuevo de alas convexas, se cuentan, a escondidas del padre, los cabellos, y se destruyen las llagas lamidas". Como diría Alejandra Pizarnik: "¿Y quién no tiene un amor?/ ¿Y quién no goza entre amapolas?/ ¿Y quién no posee un fuego, una muerte, un miedo, algo horrible,/ aunque fuere con plumas, aunque fuere con sonrisas?"

Con los poemas de TODAS LAS MUJERES HAN SIDO TÚ, la autora también nos da a entender que existen mujeres que nacen con un dorado hilo de Ariadna, con el que se logra escapar luego de haber luchado y derrocado al minotauro, o siquiera dejarlo en agonía. Porque "mujer" también es par y disyunción conjuntiva. Sea el siguiente verso del poema "LEJANAS": "se ven los trajes y se distinguen parecidas./ se reconocen fácilmente entrelazadas, como instancia plural".

Y al final, Andrea concluye en que una mujer es un gladiolo y un aguijón a la vez; sea el siguiente verso, último verso de su libro: "Techo sembrado de lluvia con raíces gigantes, y/ sondas verdes sujetando la bomba que naufraga inmóvil."

Estamos pues, considero, ante una poeta deslindada de todo canon, por su concentrada y apolínea originalidad. Una nueva voz que empieza a solidificarse con notable madurez y profunda percepción. Andrea sabe que escribir, es un campo de caminos azules y a la vez una gran batalla, que requiere de un perfil serio y persistente para poder ganarla y al final, dejarse llevar como bandera por las manos de la sabiduría. La poeta, con éste su primer libro y demás publicaciones (que son como flores de loto que brotan desde el fango), sólo nos reafirma que la travesía continúa, que el boleto no caduca, ni caducará. En palabras de Octavio Paz: "El arte no es un espejo en el que nos contemplamos, sino un destino en el que nos realizamos".

"Las Falsas Actitudes del Agua", es sin duda a mi criterio, una pieza inolvidable que nos deja este año 2006, que se nos va: como ramas de olivo en mareas de azufre.

Voy concluyendo, con la sensación de haber tenido que decir mucho más, porque cuando uno lee un libro como el de Andrea Cabel las palabras no se agotan, fluyen como marejadas cada vez más voluminosas conforme se le relee.

Finalmente, me permito concluir estas humildes observaciones con el siguiente poema, uno de los que más me ha remecido del libro de Andrea.


[giulia]

la palabra entra, me vuela las sienes,
y la noche se empeña en hacerme sola,
en caerse lenta
en hacer nudos contables,
en recordarte giulia.

con tus alas plenas y sin tus tres nudos blancos.
con tus dedos fríos,
sin celo
sin color prusia,
hecha sombra desesperada
y sabiduría fugaz de pájaro hecho verano.

giulia, mi ángel,
mi nudo.

todo se traslada, como palabra y sien que vuela,
como máquina de hacer ave,
y noche sin circunstancia.


 

(1) Comentario pronunciado el 10 de noviembre de 2006 en el Centro Cultural ICPNA de Trujillo - La Libertad, con motivo de la presentación del libro "Las falsas actitudes del agua" de Andrea Cabel.

(2) Denisse Vega Farfán (Trujillo, Perú, 1986). Estudiante de Derecho en la Universidad César Vallejo de Chimbote. Premio Poesía a Vallejo (2001), y Pluma Vallejiana (2006) por la UCV. Autora del poemario EURITMIA (2005). Forma parte de la muestra de poesía joven "GENERACIÓN DEL 2000?" (Claroscuro, Círculo Abierto Editores, 2006) y de la antología de poesía "19 Poetas Peruanos-Generación del 2000" (Lapsus Web, Miguel Ildefonso, 2006). Integrante de la Galería - Taller de Artes Plásticas "PALAMENCO" de la Universidad Nacional del Santa-Chimbote, participando así en numerosas exposiciones pictóricas locales. Poemas suyos han sido publicados en diarios y revistas como Correo, La Industria, El Heraldo, Letralia, La Siega, La Manzana Mordida, Sieteculebras, Arteidea; entre otros. Se encuentra preparando su siguiente libro y su primera muestra pictórica personal.

Website: http//:matrizmusical.blogspot.com

 

 

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Las verdaderas actitudes de Andrea Cabel.
Por Denisse Vega Farfán.