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Preguntas sin respuestas:
La hora azul de Alonso Cueto.
Anagrama, 2005.

Por Lilian Fernández Hall
1 de junio del 2006



Ganadora del prestigioso Premio Herralde de novela 2005, La hora azul de Alonso Cueto fue seleccionada en forma unánime por el jurado entre las 242 novelas presentadas. La obtención de este Premio ha significado, entre otras cosas, la consagración del escritor peruano en los círculos literarios de Europa. No se trata, sin embargo, del descubrimiento de un principiante, o de un desconocido que sale a la luz. Alonso Cueto (Lima, 1954) es autor de una docena de libros, entre los que se cuentan novelas, relatos, ensayos, artículos periodísticos y reportajes. Su penúltima novela, Grandes miradas, publicada en el Perú en 2003 y en España por la misma editorial Anagrama en 2005, ha recibido los elogios de los lectores y de la crítica en general, inclusive de parte de los "grandes" de la literatura peruana actual: Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique.

Grandes miradas y La hora azul marcan una nueva orientación, o una vuelta de tuerca, en el trayecto literario de Cueto. Autor hasta entonces interesado fundamentalmente en el mundo interior de sus personajes, de tono intimista y estilo sobrio y moderado (tantas veces comparado con el de su maestro Henry James), en sus últimas novelas Cueto aborda temas de candente actualidad de la historia peruana contemporánea. Mientras que en Grandes miradas fue la dictadura fujimorista la que estuvo en la mira, en La hora azul es la etapa de violencia y horror que constituyeron los años de la guerra entre el Ejército peruano y el grupo armado Sendero Luminoso los que le dan un referente histórico al relato. Esta incorporación de temas tan urgentes y delicados de la realidad de su país, se produce de una manera madura y natural en la prosa del escritor peruano. Fiel a su profunda vocación literaria, Alonso Cueto no cambia simplemente de rumbo y escribe una novela política, de denuncia o propaganda, sino que esta vez el individuo, el ser humano que siempre ha querido explorar como escritor, se encuentra a sí mismo en el contexto histórico que le toca vivir.

La hora azul narra la historia de Adrián Ormache, un exitoso abogado limeño llegado a la cuarentena. Adrián tiene todo lo que se considera envidiable en los círculos a los que frecuenta: una familia encantadora, éxito en el trabajo, dinero en abundancia, vacaciones en el Caribe, vida social intensa y un aspecto deportivo y juvenil. La muerte de su madre, con quien tenía lazos muy íntimos, lo sacude. Pero más lo sacude una revelación que, de a poco, va tomando forma: su padre, ex oficial de la Marina peruana, activo en Ayacucho durante los años de la guerra con Sendero Luminoso, se revela ahora como una figura siniestra: torturador y asesino. Las revelaciones, lentas y dolorosas, van abriendo aspectos inconcebibles no sólo de la figura de su padre, si no de un período en la historia de su país que Adrián apenas había intuído. Adrián se sumerge en esta historia sin reparos, sin salvavidas. Un hecho especial lo cautiva: el oficial Ormache - su padre- se enamora de una prisionera, a quien priva de la libertad y obliga a permanecer a su lado. Esta logra, sin embargo, fugarse y el capitán nunca se repone de esta "pérdida", a tal punto que le pide a su hijo, en su lecho de muerte, y sin que éste lo entienda entonces, que la busque. Y eso es lo que hará Adrián.

La novela se estructura, en un principio, como una suerte de novela policial, donde la búsqueda, paradójicamente, no es la búsqueda del culpable sino de la inocente. Esta búsqueda significa, a la vez, el viaje de Adrián hacia el pasado de su padre, hacia una parte de la historia y de la geografía de su país, que, a pesar de tenerla tan cerca, nunca había ahondado. Es, finalmente, el viaje de Adrián hacia el interior de sí mismo, un deseo de encontrar sentido y redención a su propia vida a través del deseo de redimir la figura de su padre.

El estilo de Alonso Cueto es el de un escritor maduro y seguro de su herramienta de trabajo. Lejos está del realismo mágico, del costumbrismo o de los excesos del lenguaje. Una prosa pulida, sobria, adaptada a los distintos vaivenes de la narración. Se ha hablado mucho de la influencia de Henry James, ya mencionada, o de la influencia carveriana en ese estilo casi minimalista, esencial, exento de frases innecesarias. Quizás olviden los críticos el tema sobre el que Alonso Cueto doctoró en Literatura en la Universidad de Texas: la prosa de Juan Carlos Onetti. La elegancia y precisión del escritor uruguayo encuentran, a nuestro parecer, un discípulo alerta en el peruano.

La inspiración para esta novela la toma Cueto, indiscutiblemente, de la realidad: está basada en un hecho real, contado por uno de sus amigos. El mismo Cueto dice: "Todas las realidades conflictivas son realidades que crean historias, que producen historias, las historias siempre surgen de los conflictos, de las diferencias, de los contrastes, si viviéramos en un mundo totalmente armónico no habría historias, o serían historias muy aburridas." (1). Además, durante el proceso de escritura de la novela, el autor viajó a Ayacucho. Visitó Huanta y Huamanga, tomó fotos, conversó con la población local e intentó ver y oír las historias que allí se le presentaban. La importancia de la imagen para dar cuerpo a la narración tiene relación con el tema de la mirada, otro de los grandes temas de Alonso Cueto (y presente en el título de su anterior novela). Mirar de frente, ver, es, de alguna manera, enfrentar una realidad que muchas veces, de tan dolorosa resulta insoportable. La violencia durante los años de la guerra es algo que muchos desean olvidar. Pero el autor sabe que la única manera de seguir adelante es mirar de frente al pasado, para poder construir, a partir de allí, el presente y tener la esperanza de un futuro. Cueto cuenta que la lectura del Informe final de la Comisión de la Verdad, que investigó los crímenes durante los años de la guerra, le sirvió enormemente para poder escribir su libro. También ver las fotos y escuchar los testimonios. De la misma manera, Adrián Ormache se entrega de lleno a la búsqueda de la verdad: de lo que sucedió cuando su padre sirvió en Ayacucho y de lo que sucedió con su país durante esos años.

El mismo autor define su novela como "un cuento de hadas al revés", en el sentido de que Adrián partiría de una realidad privilegiada para perder todo lo logrado (familia, trabajo, éxito, reputación) en pos de una búsqueda que lo llevará a territorios donde el dolor y la pobreza son el pan de cada día. Se ha dicho también que la culpa sería el móvil de Adrián, una especie de sentimiento de responsabilidad por las acciones innobles de su padre (2). Sin embargo, no son sólamente ésas las fuerzas que llevan al personaje a sumergirse en el pasado y a enamorarse de Miriam, esa mujer enigmática y silenciosa. Es una suerte de curiosidad, o de necesidad: el deseo de saber qué hay más allá de ese mundo de personajes con éxito, dinero y vidas vacías al que pertenece. Deseos de ver, quizás, la verdadera cara de la vida, no siempre bella, no siempre feliz, sino tantas veces marcada por el sufrimiento y la violencia, pero también por la dignidad y el sacrificio. Miriam, Miguel y los habitantes de Ayacucho logran, en la novela de Cueto, un peso y una profundidad que no logran los personajes de "cuentos de hadas" de los suburbios ricos de Lima, del mundo de Adrián. Por más guapa y encantadora que se nos muestren Claudia, su mujer, e inclusive sus niñas, todas nos dejan una sensación de siluetas sin contenido, de seres superficiales que pasan por la vida sin rozarla. La vida burguesa y privilegiada de Adrián le otorga seguridad, comodidades, posibilidades de abrirse camino incluso en las zonas de marginación que visita. Pero es un mundo que cada vez lo satisface menos, y cuando encuentra esa rendija, esa grieta en la fachada perfecta del mundo de su madre, no puede evitar introducirse en ella, y adentrarse en ese mundo de la guerra, el terror, la tortura, el sufrimiento y la muerte.

Su fascinación por Miriam es producto de esta atracción por un mundo desconocido, o ignorado hasta ese momento. El hecho de que Miriam fuera prisionera de su padre es sólo la excusa para un primer acercamiento. Miriam representa el pueblo de Ayacucho, cargado por su dolor, pero digno, íntegro. Alonso Cueto balancea magistralmente la descripción de la suerte personal de sus personajes con la descripción del horror de los años de lucha. Este no es un relato pormenorizado de los hechos de violencia ni nunca fue ésta la intención del autor. El terror durante los años de la guerra senderista (1980-1992) se filtra en la historia de cada personaje, y éste es el telón de fondo continuamente presente en la novela (3). Son los hechos que enmarcan la vida de Miriam y su entorno, pero que también influirán definitivamente en la vida de Adrián e, indirectamente, en la de su familia. La novela de Cueto no es, sin embargo, como ya señalamos, y como el autor mismo lo dice, una novela política, en el sentido de una novela cuyo centro y eje sea la actividad política del Perú en las últimas décadas. Curiosamente, la novela de Cueto ha dado lugar en algunos medios a una suerte de debate sobre el compromiso del escritor y el tema de la literatura política que ya parecía agotado en los años 70. El autor es muy claro al respecto: " Pienso que ningún escritor está comprometido a narrar sobre su realidad. Un escritor tiene que hablar de aquello que lo conmueve. A mí siempre me ha conmovido Ayacucho, ciudad que quiero mucho, a la que fui mucho de joven y a la que he vuelto con mucha frecuencia" (4). La habilidad literaria del escritor peruano es justamente lograr que el texto, conservando los marcadores de la época (la guerra, la crueldad, las diferencias sociales abismales), se transforme simplemente en la historia de un ser humano en constante búsqueda. En este caso es Adrián quien, sumergido en su época, busca las respuestas a las preguntas que lo atormentan: ¿quién fue su madre? ¿quién fue, realmente, su padre? ¿por qué ambos actuaron como lo hicieron? ¿cuáles fueron sus elecciones y por qué las tomaron? ¿quién es Miriam, quién es Miguel, qué universos no narrados se esconden en sus silencios? Y, al final de todas las preguntas, la primera y la más difícil de responder: ¿quién es él mismo? ¿cómo ha podido cerrar los ojos ante una realidad que ahora lo desborda? Preguntas que, tanto en la novela, como en la vida, no siempre obtienen respuesta. O una respuesta distinta por cada persona, o por cada período de la vida. Y ésta es justamente el mérito de la buena literatura: no brindar las respuestas sino ayudar a formular las preguntas.

La fascinación por Miriam y la necesidad de redimir los pecados de su padre, conmocionan la vida de Adrián pero no la destruyen. De alguna manera es esta fidelidad del personaje a su voz interior la que lo salva. Cuando Adrián entiende que hay una realidad que él no ha explorado, un mundo que ha existido paralelamente a su mundo, un mundo oscuro, siniestro y doloroso; se decide a explorarlo cueste lo que cueste. Y le cuesta mucho - su reputación, su matrimonio, su trabajo- pero es, a la vez, el que lo salva.

Esta no es una novela trágica, estridente, sino más bien una novela profundamente melancólica, de tono moderado y sobrio; pero también conmovedora y bella. Con una prosa llana y eficaz, pero sugestiva y envolvente. Un texto imprescindible para quien quiera seguir la trayectoria de la literatura peruana y latinoamericana actual, que tantos nombres interesantes nos está brindando, tanto entre los consagrados -entre quienes ya debemos contar a Cueto- como entre los más jóvenes y brillantes autores como Jaime Bayly (5) y Santiago Rocangliolo (6). Vaya también un reconocimiento a la editorial Anagrama de Barcelona y a su director Jorge Herralde, que una vez más logra agregar un título imprescindible en su lista de premiados.

 

 

Notas

(1) Ver entrevista con Alonso Cueto en www.clubcultura.com. Ver también Cueto, Alonso. "Una épica de los secretos" en:
http://notaszonadenoticias.blogspot.com/2006/04/una_epica...

(2) Así abordan el tema Adrián y su amigo Platón:

"(…)
Y ahora te mueres por esa mujer que no conoces. ¿Qué vas a decirle?
-Ya te digo que no sé.
Le pedí al mozo otra cerveza.
-Puta, te dirás que te perdone, pues. ¿Que le vas a decir?
La voz de Platón sonaba como un rugido.
-¿Que me perdone por qué?
-Puta, por tener un padre tan cabrón como el tuyo.
-Yo no tengo la culpa de mi padre.
-Claro que sí, o sea, en parte tienes la culpa, oye.
-¿Por qué?
-Todos tenemos la culpa de nuestros padres, y de nuestros hijos también.
(…)
-Qué tonterías dices, oye.
-No sé, a mí me parece que tenemos la culpa. Son nuestros padres y nuestros hijos, no son unos cualquiera. Son como nosotros. No podemos librarnos de ellos."
Alonso Cueto. La hora azul. Barcelona, Anagrama, 2005, pp.148-149.

(3) Curiosamente, Alonso Cueto acaba de recibir el Premio de la Casa Editorial de Literatura Popular, de la República Popular China. La hora azul ha sido elegida como la mejor novela en español del 2005. Un jurado de cinco hispanistas, presidido por Hu Zhenai, concedió el Premio tras la evaluación de numerosas obras hispanoamericanas y españolas. El premio significa un contrato para la traducción al chino mandarín y un viaje del autor a Pekín para recibir el Premio en una ceremonia oficial (información tomada de: www.resonancias.org) Lo paradójico de este Premio es que justamente en la novela de Cueto hay una fuerte crítica a la guerrilla de tendencia maoista Sendero Luminoso por sus acciones violentas durante los años de la guerra, y este premio es otorgado justamente por el país cuya ideología aún vigente inspiró las ideas de Sendero.

(4) Ver "El premio Herralde para Alonso Cueto", por Enrique Planas, en "El Comercio", Lima, 08/11/05.

(5) Premio Herralde de novela 1997 por La noche es virgen.

(6) Premio Alfaguara de novela 2006 por Abril rojo.

 
 

 

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