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La Sicilia de Alfonso Calderón



Por Carla Cordua
El Mercurio, "Revista de Libros", viernes 31 de marzo de 2006

El enfoque principal de este "Retorno a Sicilia" es personal y familiar, pero como el autor es un erudito, viajero curioso y preguntón, la obra está llena de informaciones literarias, históricas, lingüísticas, políticas y de sagaces observaciones sobre estos italianos que vinieron a probar suerte en América del Sur.

 

El último libro de Alfonso Calderón (Palimpsesto. Retorno a Sicilia, Santiago, RIL editores, 2006, 254 páginas) está dedicado a la patria de origen de su familia, la isla de Sicilia, de la que vinieron los abuelos a fines del siglo XIX. Se trata de una obra cuya composición resulta de asociar libremente recuerdos, lecturas, viajes, observaciones, giros lingüísticos, comidas, costumbres de parientes y amigos, inmigrantes sicilianos que se avecinan y naturalizan en Chile. Está redactada en breves trozos numerados que en ocasiones mantienen un mismo tema a lo largo de varios de ellos, pero que, por lo general, son discontinuos. El enfoque principal de la obra es personal y familiar, pero como el autor es un erudito aficionado al estudio, de vastas lecturas, viajero curioso y preguntón, siempre decidido a averiguar y a aprender, el texto de la obra está lleno de informaciones literarias, históricas, lingüísticas, políticas y de sagaces observaciones sobre la vida y la experiencia de estos italianos que vinieron a probar suerte en América del Sur. Solían llegar aquí viniendo de Buenos Aires, su puerto de desembarco en el continente, y después de atravesar la cordillera en mulas. Gente resistente, determinada y valiente que viene a trabajar y a prosperar donde se supone que hacer ambas cosas resultará más productivo que llevarlas a cabo en Sicilia, una isla económicamente pobre. Vienen familias completas y éstas, apenas pueden, siguen trayendo a otros parientes con el fin de acabar de completarse y de formar aquí un círculo amplio de personas próximas y confiables.

Algunos pasajes excepcionales de este libro más bien informativo y descriptivo, muestran las emociones del escritor frente al asunto del origen familiar, el cual se encontraría, cree Calderón con Heidegger, en el futuro. "Sicilia. Genitrix". "Sicilia. Mi Tierra Prometida, el Absoluto Visible. Sé que doy, cada día, los primeros pasos, tratando de encontrar la raíz del Todo. Soy de aquí, he sido siempre de aquí. Desde el fondo de la historia, viví lo que mis antepasados, y en Milazzo podría instalarme a conversar con el pasado. No soy, por cierto, un penitente, sino alguien que, al registrar la vida de mis abuelos, ve sus señas, oye las palabras que decían, toca la tierra hasta encontrar la raíz de un árbol vivo y el manantial que lo nutre. Creo que ellos me contemplan con el fin de saber si vengo con las manos vacías. Los movimientos de la mar de Homero no me distraen en mis afanes. Hallar a Salvú y a María, los abuelos".

Palimpsesto es un libro encantador por su variedad, su tono veraz y directo y el interés permanente de su contenido. Pero la facilidad con que se lee y el placer de hacerlo no dependen de una idealización rosa de la experiencia colectiva a la que se refiere y en la que el autor busca participar con todos sus medios. Lejos de ello, se trata, en verdad, de una faena costosa y difícil: de un trasplante dramático y en buena medida imprevisto por quienes lo sufren, por un lado, y de la recuperación de las distancias y del tiempo trascurrido, por el otro. Contada mayormente desde el punto de vista del autor, un niño de pocos años primero, un joven escritor, luego, las dificultades de los adultos se traslucen, pero no ocupan el primer plano del texto. El título dice mucho por exacto y expresivo. Un "palimpsesto" es, como sabemos, un pergamino manuscrito, cuya primera escritura ha sido borrada para escribir en él de nuevo. Los abuelos, los padres ya no están pero el nieto viaja, recuerda, lee, reflexiona, guarda fotografías y medita sobre su procedencia. Tiene lo que hace falta para reconstruir lo lejano y recuperar el pasado. Además, le tocó en suerte un origen privilegiado por la complejidad de su historia, el genio de sus escritores, la belleza de sus ciudades y monumentos: una isla estrechamente ligada a la Grecia clásica, al glorioso Mediterráneo, lugar de mitos, aventuras y batallas. ¿Quién resistiría el impulso de volver allá, de recuperar las riquezas que representa?

El carácter y los modos de la vida isleña están concebidos y descritos por Alfonso Calderón de una manera bastante cercana a la que ofrecen los maravillosos libros de Leonardo Sciascia sobre Sicilia, frecuentemente recordados y citados en la obra que comentamos. Sin embargo, hay una gran diferencia entre ambas versiones debido a que Calderón ilustra la descripción general con los dichos y las narraciones de sus abuelas y tíos, que le hablan al niño en el dialecto siciliano, que éste no siempre entiende del todo, y con las propias experiencias. Por suerte, Calderón conserva lo suficiente de esta lengua como para reproducir en Palimpsesto los sabrosos consejos y frases de sus mayores en su versión original. Calderón confirma, además, lo que asevera Sciascia sobre la aprensión y la desconfianza de los sicilianos, diciendo sobre sí mismo: "Cómo no he de saberlo bien, pues mi madre siempre fue así, y yo padezco de todo cuanto expone Sciascia". Y más adelante agrega: "Tengo una enorme desconfianza en los seres humanos".

Como la abuela no habla castellano durante los años de su vida en Chile, el niño le sirve de traductor cuando salen de casa. "Iba con ella, casi siempre por la calle Victoria, de tienda en tienda, sin dejar atrás los baratillos, las fruterías, los almacenes, sirviendo, como he dicho más de una vez, de traductor, sí, de traductor de cinco años, dispuesto a buscar eufemismos para evitar las palabras malsonantes e injuriosas que ella arrojaba sobre la cofradía de los tenderos o vendedores de feria". Además, y como ejemplo de los elementos concretos que matizan, en este libro, lo que ya sabemos de Sicilia: "Abuela decía que ella deseaba morir en su cama, como era costumbre en su pueblo. Y así ocurrió, en septiembre de 1950. Sin embargo, recordaba que ir al hospital podría permitir quitarse años de purgatorio luego de morir".

Los viajes de Alfonso Calderón le sirven no sólo para ver lo nuevo sino también, muy importantemente, para comprar libros y para irlos leyendo. La lista de lo adquirido en Catania y Siracusa y la de lo que no pudo conseguir allí es impresionante. Junto con la tradición oral de la familia, el cine, la música y la lectura son las fuentes del considerable conocimiento de Sicilia que ya ha adquirido el escritor antes de llegar al lugar. Insatisfecho con las visitas de lugares y regiones, sigue estudiando la historia, la geografía y las opiniones de gentes famosas que han visitado Sicilia antes que él. En este sentido, Palimpsesto es una verdadera antología de las declaraciones que el país les ha arrancado a sus ilustres visitantes: a Cicerón, Abraham ben Samuel, Goethe, Cervantes, Tocqueville, Nietzsche, Renan, D. H. Lawrence, Baudrillard, Durrell y a muchos otros. No incluyo ni a los ilustres italianos ni a los ilustrísimos sicilianos en esta lista de gentes a los que Sicilia ha inspirado a decir sus relaciones con ella.

El retorno a Sicilia de Alfonso Calderón es un viaje a la vez espiritual, biográfico y literario. El escritor no cree que vaya a volver físicamente a la isla de sus antepasados. Pero escribiendo este hermoso libro la ha recuperado de la única manera en que se puede recuperar el pretérito: se la ha acabado de apropiar pensándola y contemplándola. En la obra el lector encontrará también muchas cosas sobre Chile, sobre ciudades en las que ha trascurrido la vida de la familia de Calderón y la de su descendiente chileno, como Valparaíso, Los Ángeles y otras, y también sobre personas de aquí, como Jorge Teillier, Luis Oyarzún, entre otras. Pues Chile y Sicilia tienen en común no sólo a Alfonso Calderón sino también volcanes y terremotos, e incluso algunos vicios, como la afición a dar sobrenombres y lo que el autor declara enseguida: "Me dijeron que en Sicilia lo mejor que puede conseguir alguien (y a menudo se trata de un compromiso muy serio, sin fecha de término) suele ser la arraccumannizza, es decir, una recomendación que impida la complicación de alguna diligencia, entrabada por acción del Estado o de particulares. Si viene de un 'hombre de honor', los asuntos se 'aceitan' diligentemente".

 
 

 

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La Sicilia de Alfonso Calderón.
(Palimpsesto. Retorno a Sicilia. Ril Editores 2006).
Por Carla Cordua.
El Mercurio, Revista de Libros de El Mercurio
Viernes 31 de marzo de 2006.