Proyecto Patrimonio - 2005 | index | Alfonso 
          Calderón | Autores | 
             
             
             
            Capital inédita
              "Memorial de 
                Santiago" de Alfonso Calderón
                Ril editores. Santiago, 2005. 294 páginas.
                
                Por Ximena Ceardi
                El Mercurio de Valparaíso, Domingo 
                7 de agosto de 2005
                
                
            
          
          Nuestro insigne ratón de biblioteca vuelve a la carga con 
            su quincuagésimo libro, cifra a la que debieran sumarse los 
            más de doscientos prólogos que ha realizado por amor 
            a las letras y a los amigos. 
          Nuevamente bajo la editorial Ril, esta vez ofrece una inédita 
            semblanza de la geografía más relevante de Santiago. 
            Calderón nos debía este viaje; uno que se acerca tanto 
            a su talante minucioso 
y 
            libresco, como lo hacen al nostálgico y lúcido vagabundeo 
            esas "Horas perdidas en las calles de Santiago" de Roberto 
            Merino. Si este último es un cronista delicioso, Calderón 
            se nos presenta quizá como el mejor compilador que tenga nuestro 
            país; jugando con citas y párrafos extraídos 
            de antiguas y nuevas lecturas y, seguramente, de tardes completas 
            instalado en la sección Referencias Críticas de la Biblioteca 
            Nacional. 
          Nadie como él para ensamblar, en un escrito sabroso, culto 
            y a la vez "chimuchinesco", la pila de anécdotas 
            estrambóticas que rodean la existencia del parque Forestal, 
            la Alameda, los cerros San Cristóbal y Santa Lucía, 
            la Quinta Normal, el Parque Cousiño, el Teatro Municipal, el 
            Mercado, la Estación Central y el río Mapocho.
            
            Calderón, como ratón que es, tiene buen olfato y así, 
            paseándose entre la crónica roja, los anales y memorias 
            municipales, las tarjetas de invitación a exclusivas fiestas 
            y ceremonias, los libros de viajeros y las memorias de residentes, 
            logra armarnos un viaje por el tiempo, la geografía y los rasgos 
            atávicos de la cotidianidad urbana. 
          Hijo de Valparaíso, don Alfonso ya nos regaló un contundente 
            memorial porteño que se ha convertido en referencia obligada 
            de todo aquel que quiera entender vida e historia del Puerto, y un 
            excelente relato de viajes por un país poco nombrado por los 
            chilenos como es Bélgica. Ahora, este "Memorial de 
            Santiago", viene a pagar las deudas que tiene con la capital, 
            ciudad por la que deambula desde hace más de cinco décadas.          
          El periplo es atractivo, como todo viaje cargado a la menudencia 
            y a lo insólito. A ese "cahuín" tan propio 
            de la identidad nacional, donde se mezclan crímenes pasionales 
            de alta sociedad, con historias de aparecidos, tremendos esfuerzos 
            constructivos y reconstructivos y ciertas inveteradas costumbres de 
            generaciones pasadas. Cómo no va a ser entretenido enterarse, 
            por ejemplo, cuáles eran los trazados que caminaban los siúticos 
            y aquellos que guardaba para sí la más "rancia" 
            oligarquía; que Miguel Serrano hacía la cimarra en el 
            Santa Lucía, donde muchos otros hicieron el amor; o que el 
            zoológico del San Cristóbal sirvió para burlarse 
            de media fronda en sus primeros años, cuando con sorna, Benjamín 
            Velasco Reyes señalaba suelto de cuerpo y refiriéndose 
            a empingorotados conocidos de la época "...allí 
            estaban los pequenes y los patas de loro, el jabalí Cabrera, 
            la gringa Fanny, el cojo González y otros más…".          
          En resumen, el libro tiene de todo y para todos. Y por lo mismo, 
            será disfrutable tanto por santiaguinos de viejo cuño, 
            como por porteños o puerto monttinos… total, chilenos somos 
            todos y "hacemos chilenadas de Arica a Magallanes". 
          
          
           
          
            
          
           
          Historias 
            de la calle
            
            LAS MARCAS LITERARIAS DE SANTIAGO: 
            EMIGRACIÓN, DELINCUENCIA Y POESÍA
          Por 
            Javier García
            La Nación, Miércoles 
            17 de agosto de 2005
            
            
          
          
            Al parecer la ciudad está 
              siendo un buen producto para las editoriales. La reciente publicación 
              del libro “Santiago imaginado” de Carlos Ossa y Nelly Richard y la 
              reedición, después de 20 años, de “Memorial de 
              Santiago” de Alfonso Calderón, lo confirman. Acá un 
              paseo por la literatura urbana que se ha escrito en estos últimos 
              años. 
            
          
          El poeta francés Charles 
            Baudelaire y el teórico alemán Walter Benjamin le dedicaron 
            versos e interminables párrafos a la ciudad, como una musa 
            perdida entre la multitud o la posibilidad de disfrutar del ocio y 
            el vagabundeo entre calles asfaltadas.
          En Chile, a fines de la década del ‘40, 
            Benjamin Subercaseaux escribió en su libro “Chile o una loca 
            geografía”: “Hay un Santiago que sólo ve el turista, 
            Hay un Santiago de los que llegan por el sur y un Santiago propio 
            según el barrio en que vivimos”. 
          En estos últimos años se han 
            publicado y reeditado libros memorables como “Santiago de Chile” de 
            Armando de Ramón, “Arenas del Mapocho” de Ricardo Puelma y 
            “La muralla enterrada” de Carlos Franz, donde se analizan 73 novelas 
            de la literatura chilena del siglo XX vinculadas a Santiago, desde 
            “Juana Lucero” (1902) de Augusto D’Halmar hasta “La bella y las bestias” 
            (1998) de Darío Oses. 
          
          TARJETA POSTAL 
            
          “Santiago imaginado” (Ed. Taurus 2005), es un libro creado por El 
            Convenio Andrés Bello, proyecto coordinado por el investigador 
            colombiano Armando Silva, el que propuso una investigación 
            simultánea en toda América Latina. Es por ello que los 
            próximos libros que aparecerán en la misma editorial 
            son “Montevideo imaginado”, “La Paz imaginado”, “Quito imaginado”, 
            más las ciudades de Lima, Caracas y Buenos Aires, entre otras.          
          Carlos Ossa, quien había realizado diversos artículos 
            sobre el tema urbano, cuenta  
            que en la elaboración del libro “nos interesó profundizar 
            en los costos de la modernización neoliberal en la ciudad de 
            Santiago. Hicimos la investigación a partir de los estudios 
            culturales, y nos encontramos con un Santiago bastante distinto a 
            los discursos oficiales”, cuenta. 
          “Santiago imaginado” es un libro que describe los procesos históricos 
            de la urbe capitalina desde una mirada arquitectónica y social. 
            La presentación gráfica, fotografías de los diferentes 
            barrios de la ciudad, es notable en un libro donde las estadísticas 
            no son pocas. 
          El volumen abre con las siguientes palabras “En el reverso de las 
            tarjetas postales que se venden en el Correo Central, situado en la 
            Plaza de Armas, están impresas las siguientes leyendas: ‘Santiago 
            de Chile: una ciudad moderna y atractiva a los pies de la cordillera 
            de los Andes’ (...) ‘Distintos aspectos de Santiago, moderno, pujante 
            y dinámico”.
          Al parecer estas leyendas están llenas de optimismo, ya que 
            el estudioso del tema urbano Miguel Laborde ha señalado que 
            en Chile da la sensación que estamos en un lugar que recién 
            venimos llegando “cuando uno camina por Vitacura, no se da cuenta 
            que ese camino lo construyeron los Incas. Si tuviéramos esa 
            conciencia viviríamos de otra manera, mejor parados en el espacio”, 
            aclara Laborde. 
          Sin embargo frente al tema literario, a lo largo del siglo XX, la 
            ciudad comienza a ser claramente tema para la literatura chilena. 
            Ya existían registros de ella en el siglo XIX en la obra titulada 
            “El Mendigo” (1844) de José Victorino Lastarria.
          Carlos Ossa comenta sobre los estudios que abordan la ciudad de Santiago 
            “sería equívoco pensar que en Chile no se ha hecho un 
            trabajo persistente y continuo, probablemente este menos visibilizado. 
            La obra de Armando de Ramón está poco  
            difundida, pero es importante. Además desde principios del 
            siglo XX en la literatura chilena comienza a aparecer la ciudad”.          
          Como ejemplo, las novelas que introducirán en su argumento 
            a Santiago durante el siglo pasado son “El museo de cera” (1981) de 
            Jorge Edwards, “Mala onda” (1991) de Alberto Fuguet, “Oír su 
            voz” (1992) de Arturo Fontaine Talavera, “El nadador” (1995) de Gonzalo 
            Contreras y “Una casa vacía” de Carlos Cerda, publicada en 
            1996, entre otras. 
          Con otro lenguaje y utilizando como formato de escritura la crónica, 
            están los libros de Roberto Merino “Santiago de memoria” y 
            “Horas perdidas en las calles de Santiago”, más las crónicas 
            del autor de “Loco afán”, Pedro Lemebel. 
            
          
          HANNIBAL LECTER
          En el caso de “Santiago imaginado”, es un libro donde se tratan de 
            cruzar los múltiples Santiago(s) que coexisten “sus contradicciones, 
            segmentaciones, violencias y diferencias tanto de clases como de espacios 
            urbanísticos o de acceso en los beneficios del mercado”, relata 
            Ossa. 
          Santiago ha crecido sin plan y con asombros ocasionales, inventándose 
            un presente continuo que conforma la imagen de una ciudad desmemoriada 
            y al mismo tiempo compulsivamente orientada hacia lo nuevo. 
          En el último capítulo de “Santiago imaginado” titulado 
            “Nosotros/ los otros”, se explica el fenómeno de la hibridez 
            latinoamericana, puntualmente la emigración peruana. Carlos 
            Ossa cuenta que “deseamos explicar que uno de los aspectos más 
            evidentes de la relación de la globalización con la 
            ciudad tiene que ver con la  
            movilidad emigrante y con los nuevos prejuicios y al mismo tiempo 
            la respuesta de nuestra ciudad ante el otro. Es por eso que los miedos 
            se acrecientan ante la presencia del extranjero de una manera agresiva”.          
          Pero “Santiago imaginado” tiene la virtud de recoger también 
            casos de nuestra historia delictual para hablar de ciertos fenómenos. 
            Síntoma del costo de vivir en una ciudad poblada en 1950 por 
            1,33 millón de habitantes ante los más de 6 millones 
            de ahora. 
          En el subcapítulo “Marcas ciudadanas” se recoge el caso de 
            Roberto Martínez Vásquez, más conocido como “El 
            Tila”, quien dejó un relato postmortem que ya se lo quisiera 
            E. Allan Poe: “¿Por qué ahora que estoy muerto, frío 
            y duro como la piedra, me persiguen cual celebridad del jet set o 
            de la farándula o quizás de la política? Yo no 
            busqué la fama, pero ésta -la muy maldita- llegó 
            cuando estaba vivo, no fui a caso un caníbal, igual o superior 
            a Hannibal Lecter, pero de la vida real”. 
            
          
          MEMORIAL GRIS
          Desde la década del ’50 en adelante los poetas tendrán 
            como ambiente en su obra la temática urbana. Enrique Lihn con 
            su “Paseo Ahumada”, Jorge Teillier, Gonzalo Millán, Rodrigo 
            Lira, Elvira Hernández y Nicanor Parra con “Los vicios del 
            mundo moderno” harán de la urbe su manifiesto. 
          El escritor Alfonso Calderón editó en 1984 “Memorial 
            de Santiago” y que ahora es reeditado bajo RIL Editores junto a fotografías 
            e ilustraciones de la ciudad antigua. 
          Calderón recuerda que su libro nació motivado por ingresos 
            económicos “cuando perdí cargos en la dictadura me quedó 
            tiempo y un banco me obsequio dinero para poder investigar. Trabajé 
            durante un año con archivos y diarios de la Biblioteca Nacional 
            y el verano del ’82 me encerré en el calor de un departamento 
            a escribir el libro”. 
          Calderón, autor además de “Memorial de Valparaíso”, 
            fue criado en provincia y tenía la idea que Santiago “era absorbente, 
            cruel y encerrado”. 
          En su libro Calderón desarrolla la historia de ciertos lugares 
            memorables de Santiago. La Quinta Normal, el Teatro Municipal, la 
            Plaza de Armas, el cerro San Cristóbal son un pretexto para 
            hacer memoria y reconstruir en el papel una ciudad muy distinta a 
            la que vivimos hoy en día. 
          Calderón cree que las ciudades son fieles a sí mismas 
            “hay una línea dinámica de transformaciones, pero los 
            más viejos tienen una relación dialéctica de 
            la mirada entre la ciudad que fue y la que es. El Santiago que recuerdo 
            es el de los años ’50, una ciudad gris, con una posición 
            anticapitalista y con una gran diferencia de clases”, afirma. 
          “Memorial de Santiago” tiene cientos de historias que contarnos. 
            En el cerro San Cristóbal el 24 de noviembre de 1923 se colocó 
            la primera piedra del funicular, o que el zoológico estuvo 
            primero en la Quinta Normal y que Joaquín Edwards Bello lo 
            llamó “un conventillo de animales”, o que hace más de 
            tres siglos el río Mapocho era proveedor del agua que bebían 
            los santiaguinos, o que entre 1820 y 1872 existió en el cerro 
            Santa Lucía un cementerio y que los condenados a muerte y suicidas 
            eran enterrados entre las rocas del costado oriente del cerro.
           
          
           
          Memorial de Santiago
              
            Alfonso Calderón
          En esta obra, profusamente ilustrada, se entregan inéditas 
            semblanzas de la geografía más relevante de Santiago. 
            El Parque Forestal, la Quinta Normal, la Alameda, los cerros Santa 
            Lucía y San Cristóbal, la Plaza de Armas, el Teatro 
            Municipal son algunos de los lugares revisitados por Alfonso Calderón, 
            con la precisión de un miniaturista que captura los rasgos 
            de la pequeña historia del país a través de los 
            detalles más significativos. Con el inicio de un nuevo siglo, 
            la lectura de estas páginas permitirá al lector aproximarse 
            a una siempre escurridiza identidad, sorprendiéndolo al reconocer 
            en esta historia aquellos rasgos atávicos de la cotidianidad 
            urbana y ciudadana.
            
          
          
          
          
          Alfonso Calderón nació en San Fernando 
            en 1930. Es poeta, ensayista, antologador, cronista, profesor y crítico. 
            Desde su primer libro, Primer consejo a los arcángeles del 
            viento (1949), ha publicado más de cincuenta obras literarias. 
            Junto a ello, ha compilado y difundido las crónicas y ensayos 
            de Augusto D'Halmar, Joaquín Edwards Bello, Ricardo Latcham, 
            Martín Cerda y Hernán Díaz Arrieta. Ha colaborado 
            con diversas publicaciones periódicas, como El Serenense, El 
            Día, Ercilla, Hoy y Apsi, así mismo fue director de 
            la revista Mapocho de la Biblioteca Nacional. Es Miembro de 
            Número de la Academia Chilena de la Lengua y miembro correspondiente 
            de la Real Academia Española.
          En RIL editores ha publicado: Memorial de Valparaíso, Ángeles 
            de una sola línea, Diccionario de voces desautorizadas, 
            así como los poemarios: Una bujía a pleno sol, Santa 
            María de Los Ángeles, Árbol de gestos, Cuaderno 
            de Chiloé, Cuaderno de Punta Arenas, Cuaderno de La Serena, 
            La mirada del espejo, Poemas griegos, Regreso a Santa María 
            de Los Ángeles, Testigos de nada, Toca madera; los diarios: 
            El olivo viejo que lloraba (1981-1989), Traje de arlequín 
            (1993-1995), Cayó una estrella (1952-1963), La valija 
            de Rimbaud (1939-1951), Bélgica. Notas de viaje 
            (1983-1987).