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Papelucho: la infancia perpetua


Alejandra Costamagna
Letras Libres, Julio de 2002



De niña, leyendo Oliver Twist, Esther Huneeus sufrió. "A los niños hay que entretenerlos y educarlos, no hay que exponerlos a historias tan tristes", diría años más tarde. La escritora chilena, que este año cumpliría un siglo, nunca empató demasiado con la tristeza. Consecuente con esta idea, Huneeus se sentó temprano frente a su máquina de escribir y creó un personaje infantil ufano, vivaz, curioso. Un personaje que, sin alejarse completamente de la tristeza, estuvo siempre más cerca de la felicidad que del dolor: Papelucho.

Con el seudónimo de Marcela Paz, la autora envió el primer libro de historias de Papelucho al concurso de cuentos convocado por Editorial Rapa Nui. Se trataba del diario de vida de un niño de ocho años, de clase media, que registraba los actos de su existencia con particular intriga y expectación. El texto presentado era, en realidad, una reescritura de otro elaborado en 1934. Ese mismo año la autora había publicado su primera obra, Tiempo, papel y lápiz, una selección de relatos que no tenía otra pretensión que la de entretener. "Pido a mis lectores benevolencia para este libro pasatiempo, descuidado de estilo, incoherente, disparatado, fácil de digerir", escribió al inicio del texto. La crítica, sin embargo, celebró su pluma fresca y humorística, y un fino manejo descriptivo del mundo psicológico. Dos años después vino la novela Soy colorina, tan bien recibida como el volumen anterior. Pero el concurso Rapa Nui fue el que consagró definitivamente a la autora y determinó el norte de su carrera literaria, que se materializaría más tarde en la escritura de 24 libros infantiles y juveniles. A Papelucho a secas siguieron otros once volúmenes: Papelucho casi huérfano (1952), Papelucho historiador (1954), Papelucho detective (1956), Papelucho en la clínica (1958), Papelucho perdido (1960), Papelucho, mi hermana Ji (1964), Papelucho misionero (1966) Diario secreto de Papelucho y el marciano (1968), Papelucho, mi hermano Hippie (1971), Papelucho en vacaciones (1972) y Papelucho soy dix leso (1974).

Cuando la ágil saga ya había capturado la atención de un buen número de lectores, el crítico literario Raúl Silva Castro escribió: "La inquietud de los chicos, sus bromas y payasadas, que suelen perturbar a los mayores, aparecen descritas de mano maestra. Basta este libro para consagrar a su autora entre los novelistas de las nuevas generaciones." Papelucho ya era un clásico de la literatura infantil local. Sin embargo, la autora nunca se creyó demasiado el título de literata ni fue incorporada a los circuitos oficiales. "Si me hubiera dedicado a la literatura, debí haber buscado un estilo pulido, un lenguaje. Y eso no lo quise hacer. O no pude. Porque me aburrí y me cohibía", confesó años más tarde, con varios premios acumulados y otros libros, como Los pecosos o Perico trepa por Chile, instalados en el registro de la literatura infantil chilena. Las tertulias literarias y la vida social tampoco entusiasmaron demasiado a la escritora. "Una no halla de qué hablar", explicaba lacónicamente su desgano.

El bajo perfil y la férrea discreción de Esther Huneeus limitaron el conocimiento público de su vida privada. Nacida el 29 de febrero de 1902 y fallecida el 12 de junio de 1985 en Santiago de Chile, la escritora perteneció a una familia tradicional de clase alta, enérgicamente religiosa y de concepciones políticas conservadoras. De acuerdo con la costumbre de la época, no asistió al colegio, sino que se formó con clases particulares en su hogar. A sus padres, Francisco Huneeus y María Teresa Salas Subercaseaux, les interesaba que sus ocho hijos no sólo tuvieran una buena formación en materias escolares básicas, sino también en instrucción de idiomas, de música y de aspectos particulares de la cultura europea. Así lo hizo Esther y posteriormente asistió a algunos cursos dictados en la Escuela de Bellas Artes. La escritura, como oficio, empezó en su adolescencia. Los que inicialmente fueron bocetos de ensayos, se tradujeron muy pronto en artículos de prensa, cuentos y novelas. Amparada bajo seudónimos como Paula de la Sierra, Lukim Retse, P. Neka, Nikita Nipone o Juanita Godoy, la escritora comenzó a colaborar en diarios como La Nación, El Diario Ilustrado, El Mercurio y La Tercera, y en las revistas Lectura, El Peneca, Ecran y Margarita y la emblemática Pandilla, ésta última, fundada y dirigida por ella.

Entre 1964 y 1967 Marcela Paz dirigió la Organización Internacional del Libro Infantil (IBY) y en 1982 obtuvo el más alto galardón chileno: el Premio Nacional deLiteratura. El jurado explicó que su decisión se debía al especial cultivo de la literatura infantil demostrado por la autora y al hecho de haber creado un personaje literario de alcances nacionales y universales. "Supo captar en detalle todo ese enjambre de animadas aventuras que sólo la fantasía de un niño puede vivir en plenitud", argumentó el jurado en alusión a Papelucho. "Emplea un lenguaje acorde con la naturaleza sicológica del alma infantil, de modo que la totalidad de nuestros hijos, como la de sus progenitores, pueden disfrutar a sus anchas con tales aventuras y chiquilladas, pues las retrata de cuerpo entero".

Aunque no hay cifras oficiales de venta, se calcula que las historias de Papelucho venden hoy alrededor de 200 mil copias al año en el mercado legal chileno. La cifra supera las 70 mil unidades que la saga de Harry Potter ha comercializado en el país. Para el reciente aniversario del nacimiento de Marcela Paz el diario popular chileno La Cuarta tituló así su página cultural: "Harry Potter es un cabro desabrido al lado de nuestro querido Papelucho." El personaje, sin duda, ya es parte del sistema nervioso nacional. Papelucho es flaco, feo e ingenuo, pero su huella ha quedado perpetua en la historia de la literatura infantil chilena. Y acaso en la historia de la literatura infantil universal.

 

 


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