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Artaud:
La escritura poética como posición política
 

Por Alexis Donoso


“Tal vez es una ley de la inteligencia
que el abandono de la realidad
sólo puede conducir a fantasmas”
Antonin Artaud

 

Nos encontramos a setenta años aproximadamente de que en su escrito “En plena noche o el bluff surrealista” Artaud sintetizara de manera aguda hacia dónde condujo la desvinculación de la esfera cultural de la sociedad o de “el mundo real”. En este sentido quienes antes fueron sus camaradas pasarían a ser sus más férreos enemigos políticos, ya que aquello que se encontraba en juego no era si no la decisión sobre la(s) forma(s) que él o los artistas tomarían, las formas de su emancipación; y dicha decisión estaba antecedida de una mayor o menor conciencia y responsabilidad de esa forma que se asumía o que se deseaba. Quiérase o no la forma que en este caso el poeta o los artistas deciden convertirse en su escritura u obra es una decisión que no dejaba de ser ni un ápice, una decisión política.

Se intentó ir más allá del lenguaje, de lo expresivo y comunicacional, que era ir más allá de la historia para crear la historia misma.

Para entonces despuntaba el socialismo en la Europa en que se encontraban los surrealistas quienes intentarán llevar a cabo, fracasando en ello, el proyecto de emancipación de la humanidad a través de la esfera artística, la Revolución, la trastocación de los valores de la sociedad burguesa que siguen siendo la acumulación progresiva y deliberada de la ganancia; excedente que se daba en la explotación ejecutada hacia los no poseedores de los medios de producción por los dueños de estos medios; cuestión que de manera sintetizada no seria si no la dinámica producida por la propiedad privada de los medios de producción Capitalista en una sociedad biclasista o reducida por la teoría marxista a dos clases antagónicas en las que la minoría-dominante construye mecanismos de explotación permanente para asegurar la reproducción del capital y en la que se demarca por sobre cualquier otra la idea de Tiempo de trabajo como control social, creando una relación contractual desfavorable entre capitalista/empleado, por consiguiente lo que se quebrará es la relación capital/trabajo método utilizado por el capital para reproducirse permanentemente y de donde  se extrae plusvalía del proletariado a  la vez que se le enajena de su trabajo, es decir, se paga la fuerza de su trabajo por debajo del valor generado por esta misma fuerza; y que en el arte se podía traducir al sometimiento de la obra como una cuestión meramente útil para hacerla circular en el mercado como pura mercancía, lo que generó resistencias y subversiones que devinieron en la teoría del arte por el arte que fue en sí una teología del arte y una posterior radicalización que derivó a su vez en una teología negativa por tanto el rechazo absoluto de cualquier función social y de toda determinación que se diera a través de un contenido objetual, acción, postura que vino a ser al fin y al cabo su entrampamiento, ya que es sabido a estas alturas el tipo de financiamiento que tuvieron ideas de este tipo por la CIA en los Estados Unidos, donde artistas, escritores, intelectuales, vanguardias de izquierda y centro izquierda (entre ellos George Orwell, Hannah Arendt entre otros) gozaron de la publicación, eventos, cócteles, viajes, que intercambiaron consiente o inconscientemente por un alejamiento de la critica al modelo económico y de vida que se estaba desarrollando para los ciudadanos norteamericanos, optaron por un silenciamiento y la no intervención en el mundo social por éxito, comodidad y fama. Cuestiones como estas no varían demasiado en una actualidad más resiente donde el mercado logra integrar las formas que lo resisten como también crear los espacios adecuados para el desarrollo de sus disidencias y por otra parte el estado utilizado por los gobiernos de turno para fines de obtención y permanencia en el poder financia y promueve aparatejes ideológicos que permiten la simulación de la democracia integrando la critica complaciente del modelo económico por medio de la creación de una cultura oficial.         
            
Ahora bien, volviendo a la partida y a la cita que da articulación a este texto tenemos la posición asumida por Artaud quien ridicalizará su intención y la llevará a su extremo, su poética latirá en los limites del lenguaje, en la devaluación general de los valores que intentará llevar hasta sus fines más últimos.
              
             “Que los surrealistas me hayan expulsado o que yo mismo me haya alejado de sus grotescos simulacros, hace mucho que no es ésa la cuestión. Me retiré por que estaba harto de una mascarada que había durado demasiado, por otra parte estaba muy seguro de que en la nueva posición que habían elegido, no menos que en cualquier otra, los surrealistas no harían nada. Y el tiempo y los hechos no tardaron en darme la razón. Uno se pregunta qué puede importarle al mundo que el surrealismo coincida o no con la Revolución o que la Revolución deba hacerse por fuera y por encima de la aventura surrealista, cuando se considera la poca influencia que los surrealistas han tenido sobre las costumbres y las ideas de esta época. Además, hay todavía una aventura surrealista y acaso no ha muerto el surrealismo el día en que Bretón y sus adeptos creyeron que debían adherir al comunismo y buscar en el terreno de los hechos y de la materia inmediata el resultado de una acción que normalmente sólo podía desarrollarse dentro de los marcos íntimos de la mente”. "Antonin Artaud En plena noche o el bluff surrealista" 

Lo dicho aquí por Artaud también puede ser leído como dar un paso al lado junto a su escritura poética, junto a sí mismo y dejar de ser responsable de los valores que mueven a una sociedad, ya que tanto quienes la critican como quienes la aceptan terminan actuando y por ende siendo parte inevitablemente de ella. El gesto de Artaud es lo que se conoce como el desenmascaramiento del autor, el que de manera ineludible es responsable de un orden social; y por otro lado es una redefinición del “escribir” como un acto que desliga de todo tipo de responsabilidad a quien lo ejecuta, la expresión pública y privada son las que se ven trastocadas, no hay una relación de responsabilidad de la persona con la obra que produjo, escribir deja de ser una actividad que conlleve una responsabilidad y pasa a ser una actividad vacía.

Dichas posiciones asumidas llevaron a que la esfera cultural se alejara completamente de la esfera social deviniendo en una revolución subjetiva denominada posmodernidad, ruptura con el mundo moderno que hasta nuestros días nos envuelve en una problemática sin resolver: la de la forma que se debe asumir de acuerdo a las necesidades que varían en los tiempos y el sentido o función que se debe dar a una creación u obra bajo determinadas condiciones de producción y explotación que se tienden a complejizar y evolucionan en su eficacia o de lo contrario si es que se debe dar o no un sentido o una función.
    
Si para aquella época se trataba y sigue tratando del sentido que tomó o que ha de tomar el arte, bajo determinadas condiciones de producción dentro de una cosmovisión moderna, posmoderna como se quiera y más dentro aún de unas condiciones sociohistoricas, económicas y por siempre políticas en las que se produce una escritura u obra ya sea poética o de cualquier otra disciplina artística. Si el asunto era el de la obra echa vida y de la vida que se crea y respira através de la obra, por tanto, unir vida y obra en un gesto, en una intención política que tenía la misión de transvalorizar a la manera de Nietzsche los valores, las costumbres, el ethos burgués por medio de una acción revolucionaria que en cualquiera de los casos como dijimos tiene que ver con la historia y con la posición que se toma frente a ella. ¿Cuál sería hoy este sentido bajo las actuales condiciones (económicas, políticas, sociales, históricas) de producción las que por el contrario de haber cambiado se han extremado, radicalizado hacia la extracción de la ganancia y de la apropiación de plusvalor por tanto de trabajo ajeno?

En éstas circunstancias la escritura poética y en general la obra de arte, no debe agotarse en obtusas ambiciones escriturales y volverse una aparente constante de farándula y de breve resonancia social por las especulaciones millonarias que danzan en el mercado, si no que debe ir en busca de su permanecía, de una ambición más grande como sacar a los pueblos de la miseria cultural en la que sus lideres los tienen, menos aún debe agotarse en la publicidad de sí mismos que los poetas o artistas suelen hacer a través de ellas o en una carrera por la obtención de premios, becas y publicaciones apresuradas que exigen resultados inmediatos que luego se traducen en un éxito a corto plazo otorgado por la ignorancia y la estupidez pública, si no que la escritura poética como cualquier obra de arte debe Ser por el contrario, una salida de todas las coacciones que imponen quienes actúan con fines del éxito por el éxito, una forma que responda a las necesidades de nuestro tiempo: una posición política de resistencia y cambio que se define por la relación crítica y de repudio que mantiene frente al modelo económico de una sociedad que se rige por la sobreexplotación, el consumo y endeudamiento en que deja sometidos a sus individuos y donde el sentido estético que conlleva asumir dicha posición es: un movimiento del corazón que se trastoca a sí mismo, una forma de colocarse en la vida y ante las historias y todas las realidades posibles. 

 


Aunque no se citen explícitamente influyeron en la articulación del texto de una u otra manera:
Federico Nietzsche, Carlos Marx, Antonin Artaud, Jean Genet, Jean Paul Sartre, Susan Sontag, Jurgen Habermas, Michael Foucault, Guilles Deleuze, George Bataille, Arthur Rimbaud, Rainer María Rilke, Constantino Kavafis, Vicente Huidobro, Oscar Saavedra, Roberto Salazar G, Marcos Arcaya, Ulises Serrano, Alberto Barraza, Felipe Ruiz, Pablo de Rokha, Humberto Díaz Casanueva, Rosamel del valle,  Enrique Vila Matas, Roberto Bolaño, Charles Baudelaire, Maurice Blanchot, Franz Kafka, Louis Althusser, Walter Benjamin, Paul Valery, Piere Bourdieu, Roland Barthes, Jacques Derrida. A ellos y a los muchísimos que sin querer omito, todas las gracias.

 

 

 

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