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Arnaldo Enrique Donoso
"La Sombra de Dios"

Por Santiago Bonhomme



Arnaldo Donoso es de esos poetas que surgen desde el margen más frágil de la poesía, el juego suicida del lenguaje, la aceptación profunda de todo lo que se dice se escribe y viceversa.

Nace en San Fernando, Chile, el año 1980, y reside en nuestra ciudad desde el 2000, asumiendo el crecimiento del oficio literario en Chillán, este Chillán a veces mentiroso en lo literario o por lo menos en sus apuestas, hasta hoy, vagando en la vanguardia fome del noventa. Arnaldo, en cambio, sólo escribe desde esa posición que muchos anhelan: la claridad absoluta y permanente del visor real y momentario. Hablo de "Del Estado Del Arte", su segundo libro que ha sonado fuerte, incluso antes de dar a luz, vaticinio atmosférico del trascender. Así es esto.

- Donoso, en el libro "Del Estado Del Arte" se escribe un poema a mi juicio fundamental, "VII" o "La Sombra de Dios".
- Siento una gran preocupación, desde siempre, tanto por la filosofía como por la ficción, así como también por los símbolos y fetiches, por los arcanos y clarividencias, todos ellos constituyentes de las religiones, de la religión que implantó el invasor, en nuestro caso. Doy un gran valor al signo, al símbolo, a la cifra. "La sombra de Dios", cita del apartado "[Sodoma Artificial. Statu Quo]" de mi "Del estado del Arte", es lo ominoso y la dicha, lo oculto y la verdad, la calma y la ira, la nada y el todo, la sombra y la luz. El claro-oscuro del barroco: la zona de indeterminación. También es la binariedad absoluta, y no se te olvide que nuestro sistema conceptual se rige por una estructura binaria. Pero debo ser aún más específico, creo. Esa frase a la cual aludes está inscrita en un capítulo que no caracteriza el mundo cristiano o religioso, sino a la deconstrucción del estado del arte que me propuse para el texto. Todo lo que he leído en mi vida está allí. El libro en sí es un arcano terrible, pues lo terrible es la cuestión y no la respuesta. La deconstrucción me hizo sesgar y extraviar las isotopías que yo mismo había proyectado, por tanto "la sombra de dios" es el límite del creador, de la construcción, es decir, la muerte de la creación, si podemos hablar de creación en nuestros días, como afirmo en mi poema "La Ciudad", un poema del libro anterior, que no sé si conoces. En términos concretos, dentro de la metáfora de la construcción, la materialización del poema está en la foné y en la escritura y siento que cuando un segmento tiene reminiscencias bíblicas, o con carácter de arcano, está en lo perfecto o, en otras palabras, está bien construido.

- Háblanos de tú primer libro: "Aproximación a la situación anómala y oblicua del lenguaje".
- A ver. Es complejo ser uno mismo el exegeta de su obra, a lo más puede uno hablar del plan que traza al iniciarla, plan que por cierto nunca cumple. Desde esa perspectiva, el plan siempre fue hacer eso que te digo que es complejo: la exégesis. La exégesis como constatación de que no puede ejecutarse la obra total del Mallarmé de "Un coup de dés". La constatación del poema enorme del que hablaba Borges, de la intertextualidad, de los problemas que la lingüística tiene desde el estructuralismo al hablar de literaturiedad, con Barthes, o de la ampliación del prisma de esa misma disciplina desde Lakoff en adelante; de los problemas de la traducción; del problema de la dispersión y la unidad, entre muchos, muchos otros. Pero vamos por parte. A ver. Lo anómalo es la trasgresión a la forma canónica o instituida por la academia. Lo anómalo funciona en el plano del texto y su estructura. Lo oblicuo es el nervio que atraviesa las anomalías, la trasgresión como isotopía, es la integración entre cada texto o segmento particular. Lo oblicuo funciona en el plano del discurso y sus implicaturas culturales. Anomalía y oblicuidad como barroquización. En consecuencia, me aproximo a una isotopía o recurrencia de la trasgresión de lo real en el libro, hacer de éste un mundo en sí, para sí, desde sí, una integración y no una mera repetición del mundo que vemos y percibimos como lo hacen los poetas-poetas, como dice Raúl Zurita. Esa integración como ficción es la que da cuenta del lenguaje poético y del estado del arte. Eso es todo. Sé de lo que hablo, soy profesor de esto, y esa vanguardia falsa que nos quieren presentar otros no es lo mío. La cosa es estructura y ruptura. No pura cháchara güeona y recuerdos de poeta cuarentón. Espero que los otros que escriben de literatura en este medio lean y juzguen

- Siempre planteo a los creadores su relación con la ciudad, cómo soporte creativo y aceptación del hábitat, que lamentablemente es real.
- Temo no estar seguro si lo que preguntas es la ciudad como poema o la urbe. Es decir, creo que tú no estás seguro de preguntar eso. O si formulas la pregunta correctamente. Pero eso es bueno, porque ambas son lo mismo y la metáfora de la construcción que planteaba nos servirá. La ambigüedad de la pregunta me gusta. Se deja la respuesta en boca del oráculo. Mira, hablaba de isotopías: éstas se basan en la existencia de la repetición o reiteración de información. Esta reiteración es la condición necesaria para que un texto sea coherente. Imagina un texto cualquiera, sin esa "condición necesaria". Imagina una ciudad que tenga una señalética fragmentaria, caótica, incoherente. Imagina un libro que vuelva sobre sí mismo en ese devenir isotópico e imagina los carteles que anuncian algo en las calles, varios de ellos en una sola cuadra. La repetición de la forma de los semáforos cada tres cuadras. La repetición de un paso de cebra, la repetición del isotipo de una marca de ropa o comida express. La repetición de la misma blusa en cuatro o cinco mujeres en el centro. La repetición de un segmento. Ese es el espacio ambiguo y de especulación, del latín 'speculum', nos recuerda John Ashbery, que significa 'espejo'. Esa repetición borgeana de los espejos frente a un mall. Esa traza de verse a sí mismo en los otros y en la letra, ahora que la ciudad es mi libro. Ese espacio ambiguo se plasma a partir de su contraparte: la lectura aberrante. Sinécdoque y metonimia entonces es "Sodoma" en "Del estado del arte", que por mecanismo isotópico es "La ciudad" de la "Aproximación…", mi otro libro, si pensamos que los dos libros son uno. Y lo son. Ese destello de neón son destellos de palabras en el poema, los encuentros casuales, los lugares: todo es en esos dos textos. La ciudad y sus personajes me remiten al Maquieira de "La Tirana" y "Los Harrier", y la noción de texto-escenario. El mismo Maquieira ha expresado que ese texto escenario es tomar al libro como una película y Gilles Deleuze ha hablado de la condenación del libro y la defenestración de la escritura. Jorge Luis Muñoz en su tesis de grado también habla al respecto: el arcaísmo del gesto escritural.

- El proceso natural voluntario del crecimiento artístico, tiene que ver muchas veces con las relaciones generacionales…
- Mira. El término generación es de por sí poco representativo. La posición historiográfica de los estudios literarios en nuestro país, desde hace algún tiempo, carece de un criterio metodológico claro. Hablamos de generación del 80', del 90', incluso ahora se habla de la "post 2000" (Hernández; 2004). Se han esbozado por parte de Andrés Morales, de Iván Carrasco, de Julio Espinoza, de Eduardo Barraza, entre otros estudiosos, serias correcciones y subversiones a la perspectiva diacrónica para adoptar una sincrónica que dé cuenta de otros fenómenos del sistema literario. Pero vamos a tu pregunta: en el plano personal hay güeones muertos que me caen mejor que los vivos. Eso tiene que ver poco con lo que decía, pero te respondo en serio: muchos de los vivos son unos hijos de la gran puta. Por lo mismo creen ser o estar muy vivos. En verdad, en Chillán, de entre los poetas y escritores vivos, no sé si de mi generación o no, unos pocos y muy diversos: Jorge Luis Muñoz, Juan Gabriel Araya, Sergio Hernández, tú mismo; Ibacache y Rozas. Milton Leiva y Patricio Morales, que se nos han revelado hace poco. Y que no se te olvide el viejo Eduardo Lund, quien viene escribiendo narrativa y artículos viscerales, inaugurales: la escoria deformada por el espejo, lúcido y lúdico. Abigail Desafí, a quien no conozco mucho, pero leído con fruición, y otras gentes del Grupo Literario Ñuble. Respecto a Santiago y otras locaciones: Héctor Hernández, quien es mi editor, la gente de "Contrabando del bando en contra", mi editorial. Felipe Ruiz. Jorge Montealegre, quien está en España; Harold Durand, chillanejo en Estocolmo; Rodrigo Flores, en México D.F.; Rodolfo Hlousek y Gerardo Quezada, en Temuco. A Raúl Zurita y Peter Smith. Cristián Cruz, lárico a quien tampoco conozco, pero leo. Mi familia. Otras gentes del teatro y de la plástica, como Máximo Beltrán. En San Fernando, Gonzalo David. A los otros locos, a los culturales, ya ni los pesco. Los culturales son pura chapa. Andan por ahí, modelando libros, "mira este libro" te dicen, con voz ronca. ¡Sacos de güeas, siempre en un estado crepuscular! Reconozco sólo a la gente que me respeta, incluso prefiero juntarme con los viejos. Los cabros, y algunos no tan cabros por lo general, son puro conventilleo, sonetos, maraqueo y robo. De entre los muertos tengo muy buena relación con Humberto Díaz Casanueva.

- Donoso, siempre nos hablas de (po) ética…
- Hay una vértebra importante en esta construcción que es lo mío, a la que siempre aludo. A la concepción (po) ética, a visualizar a la poesía como una herramienta de resistencia, de hacer política, de crear plataformas y redes de apoyo. Si bien, comúnmente, estamos del lado de lo académico, del estudio literario, discursivo y político, debemos comprender que se ha generado un cambio de paradigma: la complejización del supervivir. Ese supervivir es transversal a nuestro accionar en la vida, si eres profesional, obrero, indigente, bancario, etcétera, da lo mismo. El imperialismo ha complejizado sus instrumentos de dominación, por tanto tenemos que complejizar nuestro discurso. La escritura es dominación, pero si ese dominio es honesto debe imponerse y legitimarse. Prefiero hacer esta literatura de la que se dice compleja, pero asimismo decir que la escribo desde la población Vicente Pérez, que es donde vivo acá en Chillán. De hecho, hay un trabajo que ha sido publicado sólo en la web que se llama "Imágenes de Xíle", así, con esa (X) que es la (Ch) en el chat, en los mensajes de texto. El texto habla de la pobla y representa esa tensión dialéctica entre lo que realmente somos, una nación sojuzgada, y lo que queremos ser: un "país desarrollado": celulares para gente que toma leche y come bien una vez al mes. Es un caso patológico y paradójico de notar. Los gringos vienen del futuro. Incluso son más socialistas que lo que pudimos ser nosotros en algún momento.

- Qué te pasa con la creencia de la poesía contemporánea, te lo planteo porque has escrito algo sobre eso.
- Sí. He escrito un par de escritos teóricos y críticos con buena aceptación. Han sido citados y algunos bastante celebrados. Parten desde una instintividad derrideana, con visos de algunos más cercanos. No sé si llevo vastas lecturas, pero en lo personal, las llevo apasionantes. Para mí es un halago esto de las citas y elogios, tanto de los autores de los textos de los que hablo como de otros críticos más viejos, y lo digo con humildad, pues no me gusta jactarme de mis amistades, porque una cosa es quién eres y otra con quién hablas o con quien casualmente te encuentras. Bien. Contemporáneos. Dejemos en esa categoría a los poetas nacidos de los 50', más menos, en adelante. Me interesan los poetas y escritores inteligentes, creativos, rupturistas, buenos arquitectos. En esa línea, y de manera aleatoria puedo decir que he estudiado bastante a Raúl Zurita, entre los mayores, por su construcción factorial y alegoría del dolor; a Gonzalo Muñoz, por el quiebre sintáctico y el texto como galería y laberinto; Carmen Berenguer, por la hipermodernidad y gesto neobarroco; Elvira Hernández, por la subversión; Diego Maquieira, Rodrigo Lira y Juan Luis Martínez, por la puesta en escena y montaje en el plano objetual, construccional, tipográfico y simbólico. Fíjate que de Maquieira y de Muñoz dijo cosas Néstor Perlongher: comportan un gesto manierista único. Andrés Morales, a quien leo hoy por hoy, por la impronta barroca más clásica y sus imágenes. Sergio Badilla que se me revela, porque no lo había leído. Me gustó. Entre los más jóvenes: Damsi Figueroa, Javier Bello, Alejandra del Río, Gustavo Barrera Calderón, más que su madre, de veras. Ya entre nosotros, con mucho respeto, a ti, Santiago Bonhomme. Tú conoces el estudio que hice sobre tus "Fábulas de la Muerte". Me impresiona tu capacidad de crear imágenes complejas y el decir sin decir, junto con la huella barroca y huidobriana, lo último por sobre todo. Eduardo Barahona, en esa misma línea. Héctor Hernández, una obra enorme, isotópica. Paula Ilabaca, por la construcción inocente que da el quiebre sintáctico. Allí hay una imitación de la sintaxis latina. A Diego Ramírez aún no lo cacho. Hablo sólo de quienes he leído y de quienes he escrito. Espero leer más y escribir otro tanto. Ambiciono sólo la lucidez. Sólo eso.



VII

EL CLAMOR DE LOS CUERPOS VA DE MI MANO
A LA MANO DE DIOS EL FUEGO POSTRERO ES EL SELLO
NO OIGA MI CARNE LA TROMPETA DEL TIEMPO DE LA TRIBULACIÓN
EN MI LENGUA 144.000 SON LAS LANGOSTAS BRASAS CONTIENE EL CALIZ DE TU IRA UNO
DE LOS JUSTOS DE JEBEL ED-DRUZ APUNTA EL
CIELO, TEMO,

SEÑALES LLUEVEN, CORRO, CAE EL FUEGO.


YO

ME CUBRO LOS OJOS


CON LA SOMBRA DE DIOS

 

 
 

 

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