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Alexis Figueroa

El laberinto circular y otros poemas.


por Patricia Espinosa
La Epoca, 3 noviembre 1996



Con Vírgenes del Sol Inn Cabaret, Alexis Figueroa (Concepción, 1956) ganó, hace una década, el Premio Casa de las Américas. Un libro que inexplicablemente ha tenido poca difusión crítica, lo cual, en contrapartida, se ha convertido en ganancia, permitiéndole moverse o subsistir por otros canales. Así, de mano en mano, me llegó hace unos años, un envejecido ejemplar; esas feas ediciones Casa de las Américas, de mal papel y tapas deslucidas. En cuyo interior, algunos lectores habían inscrito improvisadas notas al margen y hasta una dedicatoria amorosa. Como un muro cualquiera, este libro había producido intervenciones espontáneas en los desconocidos lectores que me precedían. Imaginé entonces, que pudo estar en algún parque, un casino universitario o simplemente en medio de unas cervezas, y que algo habría en aquel libro que permitió tales marcas. Virgenes del sol... contiene una tristeza que atestigua e indaga en la inmundicia urbana. Una mirada a la vez violenta y esperanzada, en torno a los fragmentos de una modernidad saturada de signos acrílicos y presagios de muerte. Poemas cuya dispositio se asemeja mucho a la de un relato: un colérico y asqueado cuento sobre un simulacro de buen mundo latinoamericano. Figueroa nos introduce en un puerto lujurioso y en el Inn Cabaret, enclaves de la angustiosa "región de la utopía"; donde pululan no sólo mariners ansiosos, sino también las bíblicas Ester o María Madonna y la luminosa Susana "en la calle, levantando sus dos manos para/ hacerse visera bajo el sol". Mujeres que parecen reproducir a la famosa Malinche; una suerte de eterno femenino, sobreexpuesto y violentado por la masculinidad de la cultura.

La escritura de este autor se aproxima desde lo real al simbolismo. Realidad y símbolo, precisamente, constituyen una de las matrices en que se ha desenvuelto la joven poesía nacional realizada con posterioridad a 1980. Un lirismo crítico que dejaba entrever una profunda creencia en la utopía. Virgenes del sol..., enmarcada en un ámbito cercano al testimonio, posee una fuerza poco dada en la poesía reciente; un decir convulso y aterrorizador que, por lo mismo, la hace especialmente particular. Así Figueroa, condenado, en cierto modo, por el acierto de su primera obra, nos presenta ahora un nuevo y diametralmente distinto trabajo: El laberinto circular y otros poemas.

Un volumen donde predomina la centrada, hegemónica y autorreferencial voz del poeta y su mundo oficial. Resulta claro que ya no es el mismo de Vírgenes del sol...; ya no está aquella visión quebrada del hablante y de su mundo; atrás ha quedado también, la alternancia entre lo real y lo onírico. Hay en su reemplazo, una opción desmedida por lo simbólico, la poesía ya no intenta reproducir el caos extratextual, Ha optado ahora, por revivir mitos, palabras, temas y figuras consagradas por su condición de alta sublimidad poética: por ejemplo, el poeta es catalogado de Orfeo o viajero celeste.

Situación que en primera instancia descoloca, pero que al poco andar se asume como una opción racionalista de abandonar el explícito contradiscurso cultural, por un hacer poético codificado en la abstracción y la simbología. Como en "El huevo de pingüino" donde señala: "el símbolo redondo y exéntrico del huevo/ gozoso arquetipo de la Ó tan femenina"; o en "El cielo protector", que dice: "Lechosa luz y blanca, suma total de los sentidos/ Mamífera leche original que dio los mundos...". Enunciaciones atravesadas, además, por la utilización de fósiles poéticos: élitros de arena, párpados de espuma, gotear de azogue o argentino circular de las esferas. Quizás, la hiper-conciencia del hablante, intente reeditar un canon lírico, compuesto de estereotipos, muletillas, tics y luego conflictuarlos. Sin embargo, el conjunto se empaña por la carga implícita de tal lenguaje. Resulta complicado captar los sutiles matices irónicos, que se podrían haber intentado al recrear estilos desprestigiados y en desuso.

El desplazamiento de Alexis Figueroa, nos parece tremendamente interesante, en términos de cómo evoluciona un quehacer poético que comenzó su instalación durante el gobierno militar. Período en que surge una poesía que relativiza la fuerza del yo y se involucra en la degradación de la historia. Figueroa, fue uno de aquellos autores que, ubicados en el vértice de una bisagra (entre lo mundano y el referente simbólico- metafísico) han debido, a través del tiempo, optar por una redefinición total de su proyecto estético. La poesía surgida en medio del conflicto político, poseía una fuerza vital que se ha ido transformando en mera logicidad. Había claramente un anhelo social común que se mezclaba con los deseos particulares de los sujetos líricos y que incidía en una escritura que forzaba límites y acudía a la experimentación. En el presente, advertimos un giro: el engrandecimiento del yo en su desvinculación de lo mundano. El laberinto circular..., nos entrega una poesía puertas adentro, un yo habitante de las altas esferas que se vuelve hacia sí mismo como única preocupación y que ha logrado desprenderse de lo otro en la mayor parte de sus poemas. Un otro que se le cuela, a pesar de todo, en algunas oportunidades, como: "Yo pasaba veloz con mi carrete/ de la mano de la chica poesía". O en "Alicia en la clínica" y "Correspondencia de Alicia". Dos bellos poemas que hurgan en lo fantástico y en la visión oscura y fatal de la Alicia de Lewis Carroll, inmersa en el haschis, intoxicada de valium, atrapada en "el espantoso universo Victoriano" e interpelando al propio escritor: "no me escribas/ ni me uses como imagen tutelar de tu metáfora". Des-asirse de su Alicia, retazo de su antigua poesía, ha sido el proyecto de Figueroa en este libro que desafía linealidades.

Si hay algo que no se puede cuestionar a la escritura de El laberinto circular... es que resulta formalmente correcta. Un lenguaje sin temor a la palabra difícil, al recarga-miento semántico o al desborde retórico. Poesía, a fin de cuentas, que puede resistir cualquier disección académica, porque denota precisión, enciclopedismo y una clara conciencia respecto a lo que desea significar. Poca histeria y demasiada mesura. Una etapa diferente en la escritura de este autor que recupera un enrarecido subjetivismo y se distancia del diálogo con lo real. Una redefinición del centro, que nos parece legítima, consciente e intencionada.

 

 

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Alexis Figueroa: El laberinto circular y otros poemas.
Por Patricia Espinosa,
La Epoca, 3 de noviembre de 1996.