Alberto Rubio
 
 


Alberto Rubio

Trances

Editorial Universitaria
Colección Los Contemporáneos
1 9 8 7

COMENSAL

Arrimado a la esquina de la mesa,
fiel, infinito el son de mi cubierto,
quisiera seguir siempre el mismo Alberto
Rubio resucitado con su presa.

¡Qué olorosa la carne me embelesa
dorada, tan real, y tan despierto
de mis sentidos yo, por fin tan cierto
que la separación de amigos cesa!

Brindis ahuyentan hoy mutuos agravios,
pero injurias del Tiempo corporales
ne dependen jamás de humanos labios

ni de la ingratitud de los mortales,
tampoco del perdón nuestro de sabios
cristianos y felices comensales.

 

INMOVIL

Fatiga despuntar un par de pasos:
basta el impulso como heroico avance.
Deslumbra agotador el solar trance
de perseguir las albas, los ocasos.

¿Correré siendo sol por campos rasos,
rayos mis piernas de frugal alcance,
si sangro sombra en vesperal percance,
rotos sanguíneos y solares vasos?

Dios mismo se cansó cuando encendía
su universo, del mundo, que no cesa
de cansarme como a Él lo cansaria

con su fulgor de chispa en cielo presa,
viva en el tiempo enorme todavía,
pronta en el infinito a ser pavesa.

 

REMOTO

Vives arando allá en lejana zona,
siempre inmensa la fe por las raíces,
que en mazorca y racimo se corona.

Bajo tu cuerpo surcador fiel yace
la finca, fecundada con maíces
y vides en sus ávidas matrices,

la savia, sangre tuya que renace.

Ya las cosechas fueron. Quemas -humo-
prontas las cañas secas del verano.
Podas, sarmientas: va estricta la mano.

Mano que ya se tiende hacia el consumo
del vino aéreo y nutritivo grano.
Si te enfermas de noche con el zumo

por celebrar triunfante la cosecha,
te remedia la harina: luces sano
de mañana, persona bien derecha,

sólo curva si arando al sol, barbecha.

 

MILENARIO

Me vuelvo esa persona demorosa,
confusa, cuya prisa más la atrasa
cuando sale; no sabe qué le pasa.

¿Las redes o tejidos? ¡Buena cosa!
Los huertos y jardines, tanta rosa,
fruta, alfalfar, viñedo, bestias, casa;

riegos, siembras, cosechas
-labores a sus horas y en sus fechas-,
libres actos rituales suyos, míos,

constante campesino milenario
que se encarna en mis propios albedríos,
ni hosco ni demasiado solitario,

algo sociable, alguna vez parlero;
hombre que vive a gusto,
sobresaltado por el solo susto

de perder, rey feliz, el reino entero,
donde al fin otra fruta ágil madura:
sangre propia enraíza en su escritura.

*
* ... *

Se enreda en los olvidos y en las llaves.
Quizá no haya cerrado bien la puerta.
Vuelve. ¿Dio de comer a perros y aves?

Les brinda presa y grano. ¿Listo? -¡Alerta!
-llaman cuclillos de relojes viejos-.
Ni caballos ni tren, coches o naves,

obran milagros hacia los festejos
antípodas, llameantes de entusiasmo
glorioso, que se apaga a estas alturas:

ni a los postres llegaras. Como en pasmo
de amor contemplas siembras, frondas: juras
que no saldrás debido a la tardanza,

sin confesarte nunca esas ternuras,
ni el temor a perder frutas maduras:
quizá la Muerte, súbita su lanza,

allá en la misma fiesta a fin te alcanza.

 

GALÁN

Tanto tiempo que esperan esas flores
vagas, alertas desde los rosales,
ser envío de amores

secretos, potenciales
en culpas atrasadas
que no han nacido y viven desahuciadas.

Así no sé de males
míos, pero me importarán los daños
a las probables víctimas de engaños:

las rosas en esperas
de ser las verdaderas
rosas que envíe yo, ¡por tantos años!

¿Mi vida existe verdaderamente
fundada en esa imagen del envío
tan irreal a fuerza de pendiente

como cosa inventada a mi albedrío?
Para mí el mundo vive si lo siento,
nutrido por mi propio sentimiento.

 

PADRE

Ni el tronco yo, ni tú la esbelta copa,
ni tallo ni renuevo desgajado.
Ven a la mesa. Escarchará la sopa
de seguir enfriándose a mi lado.
Si no probaras nunca más la cena,
furia, helor en mí: todo, menos pena.

Te pasó por tus fines de semna,
huésped innumerable, apaciguado
por fin en el nidal de una ventana.
¿Cabeceaste? Y al vuelo. Malas veces
punzantes al buscar un abismado
sueño por vida y vino hasta las heces.

Tan joven padre -en todo apresurado-,
creabas prematuro abuelo un día,
suspenso entre contento y resignado
con su creencia de que envejecía
por culpa tuya, un poco adelantado,
no por años ni penas todavía.

¿Se cumplió un vaticinio de gitana,
todo el caer cada segundo, cierto,
blando el cuerpo, el apoyo, hijo de lana?
Me enfurezco: te has muerto.
¿No debiste almorzar esa mañana,
después viajar orondo por el puerto?

Glorioso puerto el logro en el abismo,
cavada universal caverna eterna.
¡Ven! Y vuelve a caer conmigo mismo.
¡Cae! Amortigua el golpe aquí en mi pierna
fuerte de ambos, más mía, sí, que tuya.
¿Presto? ¡A cantarle a Dios doble aleluya!

Si fuéramos cayendo en fiel abrazo
filial, dar el perdón a Dios Destino,
aunque se porte doble y asesino,
ambos en el enredo de ese lazo
tendido en el alfeízar hacia el alba,
sin que me grites: "¡Padre! ¿Quién me salva?"

Mejor solo al vacío, merecida
muerte por ser mayor, padre anhelante
de que plena se cumpla toda vida;
más la vida de un hijo desbordante
de generosidades, fuerzas, dones,
en poco tiempo frutos a montones.

*
* ... *

La víscera dulzona me atraganta
con su oleaje en salada escaldadura,
honda la llaga sorda que supura.
¿Deleite en el sollozo? ¿Pena santa?
Siempre lo humano del vulgar consuelo
superable mil veces por el hielo.

Tierra sobre el quebranto. Fortaleza.
Erguirme edificando mi futuro,
solar palacio amable muro a muro
donde viva feliz de pieza en pieza...
cuando el muchacho pierde el mundo, todo;
todo el sol, el vivir, ¡y de qué modo!

Me recoja -mejor- árbol de furia
con sus ramas blasfemias en regazos
rencores; goce tenso entre los brazos
frondosos de odio -nunca de lujuria-,
sin rojos frutos hacia tentaciones
gulosas, ni sedantes floraciones.

¿Mejor vivir sin odio, resignado?
Tan evocable ante fecundos huertos,
¿Cómo olvidarlo? ¿En yermos o en desiertos,
sobre glaciares o en un mar nevado?
Si conjuro al demonio de la ira,
basura soy, que Dios tan limpio tira.

¡Eso! Transformarme en un guiñapo,
ser trapo limpiador de un suelo inmundo
de sentimientos
. ¡No! Siento profundo
supurando, no pura cosa o trapo,
bola entera de nervios, pesadumbre
de viscoso rencor, viscosa lumbre

nadadora en sus lágrimas rabiosas,
batracio en la penumbra de su pozo
de llanto llovedor hasta el destrozo
con babas siderales, venenosas,
de la Tierra y galaxias que no lava
ni a lenguetadas Dios bajo la baba.

Devorara mi viscera una fiera
de selva que, de noche, repentina,
gracias a una piadosa orden divina,
desde el fondo del sueño me creciera
hasta el nido absoluto del reposo,
ya ni sombra del sol tan alevoso

*
* ... *

Veloz, cruel de verdores el paisaje,
huertos jocundos como por sevicia
-garfio en mi carne la mortal noticia,
pendiente en autobús tardo mi viaje-;
las frutas, burlas de veneno eterno;
las frescas fresas, brasas del infierno.

Yo no abarcaba el daño, de increíble.
La tierra guarda atroz semilla al fondo.
Los rosales giraron en redondo:
dieron rosa de horror al fin visible.
Verdad malvado, súbita, desnuda,
breve desposa al buen dios de la duda.

Ángel negro el teléfono en mi oído,
batió el anuncio ni hoy más convincente.
¿Final de Armando? ¿Cómo? ¿Un accidente?
Golpe en la boca al ángel maldecido,
témpano interno mi primer sollozo.
¿Morir por nada siendo aún tan mozo?

Su faz, hasta absoluta en un segundo;
la sangre, un vino por traidora espita.
Piedad total -también por mí-, infinita.
¿No me quedaba de él nada en el mundo?
¿Su vida en flor sólo un fugaz boceto?
¡Frutos sus versos, sangre suya el nieto!

Me desprendo. ¿A la noche? Giro el hombro,
brazo al alfeízar: tarde. Mi caída.
La Tierra también cae desprendida.
Morir: mi solitario, enorme asombro.
Me vuelve lo fatal más sabio y fuerte.
¿La vida se me va? También la muerte;

mi afán de contemplar las luces bellas
sentado a la ventana -mortal causa-;
mi vértigo al caer sin pía pausa;
¿pero no asciendo al mar de las estrellas?
Por fin al alba el absoluto ocaso;
choque de sol y luna; Dios; el paso

Por la ventana, al alba, su figura
vi un dia tan gallarda a la salida
suya, en mitad del patio detenida,
dudosa, pese al ímpetu y premura,
que sentí con mi orgullo el raro daño
de un padre fuerte o un hijo rey extraño
[...]

* * *


Hace tres décadas, el entonces joven Alberto Rubio publicó su primer libro de poemas: La Greda Vasija, que dejó la evidencia inmediata y sólida de un gran creador.
... A más de 30 años de aquel libro, aparece el presente, segundo y último. Decisivo: una especie de Quevedo moderno, con esguinces robustos y locuciones plenas de sentido, aunque trastocadas por el estilo del poetachileno, no parecido a nadie entre nosotros. Aquí se echa mano del noble verso endecasílabo, agrupado en tercetos, pero más frecuentemente en sonetos; perfectos en su calidad humana y lírica, en su nupcia de fondo y forma.

... Hay en Rubio un humor negro, muy español y quevediano también; una serenidad recia de gran estirpe estoica, más que cristiana; un dolor trascendido por la belleza. Ante la desgracia del hijo (poeta también), muerto al caer de una ventana, erige un poema ejemplar, el último de Trances: "¿Se cumplió un vaticinio de gitana? / ¿Todo ha sido tremendamente cierto? / ¡Cómo fuiste a caer, hijo de lana! / Me enfurezco: te has muerto".
... Alberto Rubio, nacido en 1928, pertenece a la Generación del 50, en la que también destacaronEnrique Lihn, Jorge Teillier, Efraín Barquero, Oscar Hahn.

( de la contratapa.)

 

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letras.s5.com , proyecto patrimonio, ALBERTO RUBIO: Trances. 1987

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