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"POESÍA REUNIDA"

Razones de una excepción

Adán Méndez

 

No tiene sentido compararlo con nadie que no considere básico una maestría artesanal y técnica para la labor poética. Tampoco tiene sentido compararlo con los pesos pesados, no es un poeta que escriba para un público. La lectura de Rubio es unipersonal. Jorge Guillen le es muy cercano, en talento y filosofía, aunque el español en algún momento extravió esa autocrítica radical que Rubio supo mantener siempre en acto, consciente de que a una poética como ésta le conviene ser escasa. Funciona mucho mejor como deslumbrante contraejemplo. Uribe, Óscar Hahn, y recientemente Rafael Rubio y Juan Cristóbal Romero son otros poetas que comparten la absoluta preocupación por el aspecto artesanal del poema. Aspecto que Rubio lleva siempre con alegría, y me parece que precisamente esta inimitable felicidad con que ejecuta las composiciones más difíciles es lo que en definitiva lo vuelve una figura tan excepcional y solitaria. Es poeta, es chileno, y sin embargo, inexplicablemente, es optimista. El único cuyo optimismo es creíble y contagioso: su media sonrisa ante la muerte no es burlona, ni tampoco quiere hacer reír. En su poema más conocido —"La abuela"—, la negatívidad absoluta de la muerte es invertida mediante un humor tan sentimental como irónico. La abuela queda viva en su muerte, hecha un personaje de irreductible, porfiada simpatía.

Esta particularidad tan evidente está hecha de una cantidad de particularidades discretas. Esos imperativos de primer juez de la Isla de Pascua. O ese humor y erotismo, cosa rara, estrictamente líricos. Uno y otro por su naturaleza derivan a lo dramático, cuya frontera Rubio pulsa a menudo, pero nunca traspasa. Digamos que es todo lo humorístico y erótico —e incluso todo lo picaresco— que se puede ser, sin dejar de ser lírico. Ni aún en la elegía llega a ser dramático excepto por breves raptos, rápidamente recuperados en una —aunque herida de muerte— cristiana esperanza que exclama "¡Sea!". Enlaza con esto su condición fusional. Rubio en gran parte de su poesía está fantaseando, y no pocas veces realizando, su fuga con el objeto. Lo que éste encarne en determinado momento —cepillo, muralla, perro, zapallo, estero, mosco, sauce, etc.— no es tan importante como esa erótica cognoscitiva. Sus objetos rara vez tienen una nobleza heredada, claramente prefiere los objetos corrientes. Esto le permite un constante humor de fondo: lo que "alto brilla allá en los cielos", resulta ser un "departamento".

No sólo en su temática, sino también en características especiales como sus permanentes sinestesias —"Oidor": "Tañe lejos el sol..."—, muestra esta fluidez libertaria. De un poeta que confunde con tanta facilidad los límites entre los sentidos, no extrañará que juegue —literalmente— con la gramática y la sintaxis. "Greda vasija", "cabello camino", "llaga ventana", son los ejemplos más sencillos. Del mismo modo, sus adjetivos son a veces verdaderos viajes para sus sustantivos. Son tan ingeniosos, tan sugestivos, como los de Pezoa Veliz. El cielo es una "bola verídica", la luz "cuelga suicidada", la abuela es "honda", es "recóndita". Esta libertad la encontramos en cada aspecto de su obra, en el modo por ejemplo en que transita de la sobrescritura al habla más corriente, camino que deshace con la misma facilidad. O también en todo ese arte de las pequeñas variantes, donde repetidamente se modifica a sí mismo. Las acrobacias formales las realiza a la pasada, como un regalo para quien la note y en las que nadie tropezará.

Luego de La greda vasija y Trances, sus poemas dispersos son una suerte de tercer libro, que incluye algunos de sus mejores poemas —"El río", "Sala de ciervos"—, y que nos permite apreciar cómo a sus dos libros publicados en vida los acompañó una incesante experimentación. Supongo ingentes los borradores a través de los cuales llegó Rubio a este destilado. Lo patente en todo caso, sea cual haya sido el aprendizaje, es que el resultado del mismo fue un dominio pleno del arte, una solitaria e ingrávida ciencia jovial, alcanzada a los veintitantos años con La greda vasija y sometida a décadas de maduración. Otra excepción: Alberto Rubio fue fiel toda su vida a la letra y al espíritu de este temprano libro genial.

 

 

 

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"Poesía reunida" de Alberto Rubio.
Razones de una excepción.
Por Adán Méndez.
Revista de Libros de El Mercurio, 1 de abril de 2007.