Proyecto Patrimonio - 2025 | index |
Américo Reyes Vera | Autores |












BREVE HISTORIA DEL ASOMBRO
de Américo Reyes Vera

(Ediciones Nueve Noventa - 2025)


Tweet ... . . . . . . . . . .. .. .. .. ..

 

*


Termino de leer “Breve Historia del Asombro” de Américo Reyes y me convenzo de lo que ya sabía hace tiempo: que su poesía es una maquinaria diseñada para hacer que no nos perdamos en la gravedad de las palabras. Aquí está permitido caer y levantarse y la moral del poeta no es otra que la moral del que enarbola la única bandera posible: la libertad absoluta. Contra el ceño fruncido de quien apuesta a la posteridad, la fe es la manera en que los poemas construyen un destino posible de ser compartido.

Los libros de Américo son como los cuentos de Borges: llenos de espejos y máscaras, de caminos con entradas y salidas diversas. Cuando todo parece imaginación pura el poeta nos aterriza con una sensibilidad que transforma el juego en algo que, si bien cercano a la verdad, niega transformarse en dogma. Una ultra conciencia lo libera siempre (nos libera) de creernos el cuento literatoso, pero al mismo tiempo nos advierte que la única realidad comienza y termina en el poema.

                                                                                   Ricardo Herrera Alarcón
(texto de la contraportada)

 

*

 

 

Gonzalo Muñoz Bravo, editor de Nueve Noventa Ediciones.
y el autor Américo Reyes Vera

 

SELECCIÓN

 

COPYRIGHT (IV)

            El domingo en que Boric fue elegido Presidente de Chile
yo estaba en el Guaiquillo tomándome un merlot
—después de votar decidí relajarme—
y por razones que mi inteligencia no alcanza a precisar
me acordé de mi padre don Jorge Reyes Miranda
quien más de una vez sacrificó su hora de colación
para que yo transcribiera mis poemas a máquina
en una Olivetti de la Oficina de Vialidad de Curicó
donde él se desempeñaba como auxiliar de aseo
sólo que en esas veces aludidas las oficiaba de centinela
en la puerta de la oficina que daba frente al kiosco de la plaza
y me alertaba y exigía presuroso
—cuando veía venir a los primeros funcionarios públicos—
que finalizara urgentemente mi labor de dactilógrafo clandestino
y me marchara con mis poemas escritos a máquina
—que yo escondía como un botín entre mis cuadernos—
al Liceo Politécnico Juan Terrier
donde cursaba el primer año de enseñanza media.

 

*

 

EL REGALO

            Esta mañana opté por llegar tarde a donde sea
luego de haber divisado en Villota con O’Higgins
a un inmigrante parsimonioso cuya nostalgia
—al parecer no asumida—
le enrojecía el rostro.
Aunque también dicha nostalgia lo convertía en un tipo sexy
al que  sólo le conciernen los asuntos muy íntimos
—sus ademanes lograban que el observador juicioso adivinara
una especie de incertidumbre que lo envolvía por completo—.
Daban ganas de abrazarlo
como si acabara de hacernos un regalo
cuando en verdad el único regalo
era haberlo visto.

 

*

 

TARDE DE ENERO CON MI AMIGO VERSÁTIL,
EN EL BOLICHE DE LA TÍA ALICIA

            No te ensalzo a ti porque denigre a otro
—para ocupar un vacío que le debe a otro vacío su existencia—.
No te echo de menos porque haya obviado
otras probabilidades de la añoranza
ni te canto porque olvidé la canción que aprendiera de niño.
No quiero que pienses, Moisés,  que éste es un poema de amor
—ya sabes que los detesto—
ni que sorbeteo tu copa  
cuando vas al baño
sólo por el placer de sorbetear.
No supongas a priori que te debo mis insomnios
ni mis mejores momentos
que no he vivido todavía
si de ti dependiera.
Yo soy más real de lo que imaginas.
Y te lo digo yo… que te he soñado mil veces.

 

*


BAREBACK IV

            Desnudo se ve de más edad
como si le sobraran límites
o como si algo que se escondía en él
cobrara vida del modo más brutal.
Y es que, sin falsas pretensiones,
frente a un hombre desnudo
recupero siempre la inocencia…
pero sólo para volver a perderla.

 

*

 

BAREBACK VIII

            Como percibiera en él aires familiares
me acerqué, a fin de preguntarle si nos conocíamos.
“No, papi, pero podríamos empezar ahora” me respondió
entre adulón y coqueto, con acento caribeño.
“¿Empezar qué?” le pregunté intrigado.
“Empezar a conocernos” contestó.
“Allí está oscurito” expresó, señalando con los labios
el rincón más oscuro de esa plazuela abandonada
en la que nos encontrábamos
—y en la que abundaban latas de cerveza y cachureos de todo tipo—
y agregó, no sin picardía: “La oscuridad es donde mejor se conoce la gente…”
Acepté y lo acompañé al sitio propuesto.
Cuando acabamos me espetó: “Son veinte lukitas”.
“¿¡Cómo!?” respondí asombrado. “¡No hablamos nada de eso!”
Pero igual le pasé las únicas veinte lukas que tenía,
sólo para salir cuanto antes del embrollo.
Fue el instante en que me guiñó un ojo, susurrándome
en tono de revelación: “Volvemos a no conocernos, papi”.
Y se fue quién sabe a dónde.

 

*

 

BAREBACK XIV

     Amigo, disculpa: necesitaba cansarme.
Venía de rendir cuentas demasiado obvias y al verte supe que me pertenecías.
Yo era, al fin, hijo de tus vacilaciones —como tú de las mías—.
Aprendí a ser un sabio al abrazarte y no sólo tu sinceridad era nueva para mí
—no sólo tu noción de fe, no sólo tu piel—.
Y aprendí a quejarme, siendo libre.
Amigo, fuiste un hombre besado: el mejor.

 

*

 

SEMBLANZA

     En la FELICUR, cerca de los baños, vi a un joven misterioso muy parecido a mí.
Aunque yo no soy joven ni misterioso.
Mis mejores años han quedado atrás y mi privacidad no es tema para nadie.
Bello además era ese joven.
Y a mí con echarme un vistazo basta para corroborar que de todo hay en la viña…
Pero el joven del que hablo —insisto— era muy parecido a mí.

 

*

 

CANTO DEL GAY ANCIANO

(Ciudad Espléndida, agosto de 2021)

     Tentado estuve de escribir el “Canto del gay anciano”pero no me dio el cuero.
“Alguien se puede ofender” deduje.
Además, a mis sesenta y pico, todavía quemo mis petardos.
Debo reconocer, eso sí, que en situaciones muy puntuales he sido, a regañadientes, una criatura inservible —y he ansiado también que siempre esté lloviendo para no tener que salir de mi casa en busca de webeo—.
En medio de esta pandemia, mis glándulas fallan a veces.
Pero me agarro firme a “la tabla de salvación de la poesía” y paso piola —según mis amiguis— en una jornada de copas, infringiendo las leyes del mentecato con mi mascarilla de seis colores.
¡Ah bendita mascarilla! Gracias a ti puedo sonreírle lascivamente a un guapito y él piensa sin duda que soy un tipo gentil y que le estoy deseando buena suerte con su novia… cuando en realidad me lo estoy comiendo con los ojos.

 

*

 

BOLERO CERO

        ¿Que yo le dé las gracias al amor?
¡Ja! ¡El amor debiera dármelas a mí!
Por las veces que lo defendí cuando lo denigraron.
Por las noches que lo esperé con impudicia y desgarro, pero en balde.
Por los poemas que en su honor escribí, y luego declamé ante un auditorio impasible.
Por la piel ajena que protegí del rencor y la rabia.
Por los aventureros que ensalcé como si fueran dioses —salvo dos o tres, que resultaron ser menos infranqueables que yo—.
Por el agua que no bebí a fin de que fluyera serena hacia otra sed, más justa y franca.
Por la solemnidad inconfesable y que ponía mi carácter en un mejor nivel.
Yo también creí que la rebelión constituía un acto de entrega, de amor.
Yo también fui un ochentero contumaz y no sólo yo sino millones apostamos a creer, es decir, al amor.
A un paisaje que no tiene que ver con ningún país, a una guerra sin perdedores, al más bello sobresalto, he rendido mis tributos.
¡Mis tributos! Así es como hoy lucen, así huelen: nefandos.
El amor me debe a mí —como a millones— su dignidad a contracorriente, su desfachatez… y su errática existencia. 

 

*

 

CARTA DE CONSTANTINO KAVAFIS
A UN MUCHACHO DE LOS EXTRAMUROS

                                                                                   Días de 1900

Es medianoche y veo luz en El Yugo Bar
a cuya última mesa me dirijo afanoso pues te oí
tarareando una antiquísima cancioncilla griega
y pensé: “¿Cómo la conoce este muchacho
que no debe tener más de veinticuatro años?”
Luego reparo con inmenso pesar en tu copa vacía
pues una copa vacía —has de saberlo—
provoca más sed que una copa llena.

“Cuántos trabajos costó ser indulgente”
me gustaría decirte, y agregar   
muy cerca de tu oído: “No hay
más ciudad que una emoción a la que siempre retornamos
ni más indisciplina que la rebelión de los cuerpos”.

Y si las exaltaciones se palparan
como se palpa la deuda que te adquirimos con el fervor
yo te daría mi regocijo en prenda: estoy
tan salpicado de la erudición de mis inquisidores
ahora que te ofrezco esta inquietud desbordante
y esta botella contenedora de lo incontenible
si bien me apena tu pantalón deteriorado de noctámbulo sin oficio
—que permite no obstante adivinar de mejor modo
la exquisitez de tus miembros
y el esplendor de tus rutinas disipadas—.

Ya comprenderé que no sólo muertos he perdido
y que mis traidores van de aquí para allá
enarbolando sus amonestaciones y sus cánticos.
¡Y quién dijera que son los bastardos de Teócrito!
¡Los burladores de Sócrates el desenmascarador!
¡Los exiliados de Ítaca la inconclusa!

¡Y quién dijera cuánto queda por traicionar!

¡Oh sensual alejandrino! No sólo vi luz en El Yugo Bar
sino también tu lozanía y tu abandono y me acerqué a tu mesa
a implorarte que nunca dejes de cantar las viejas canciones 
de la Patria Real, trocándolas por un misterio que exceda los sentidos
y las malas costumbres y las burlas consensuadas.

Otros dirán: “¡Bienvenida, desgracia!”. Yo digo: “¡No importa!”

¡Ya continuarán los eruditos
pregonando sus estúpidos sermones!

 

*

 

CARTA DEL HIJO DEL GUAIQUILLO
A DON JORGE MANRIQUE

               ¡Ah don Jorge!

               No todos los ríos
van a dar a la mar
que es el morir.
Mi río, por ejemplo,
va a dar a la mar
que es el vivir.

PD: Ni siquiera lo dibujé: por donde anduve tomé algo: luces, sombras, meros, escondrijos, pétalos, espinas, arenillas… y comencé a fabricar un río con sus estruendos y sigilos; incluso le inventé un pasado, historias que hablan de pescadores y fruteros, niños rotos, leñadores, bandidos y farsantes… A dicho río, sin embargo, no lo llegaré a conocer. Falta mucho tiempo para que florezca la espuma que lancé a sus orillas y aún sus mismas orillas no están del todo terminadas; sus aguas carecen de decisión y voluntad, y sus sauces recién están aprendiendo a llorar; sus animalejos no han sido bautizados, y cualquier ruido los perturba; no han nacido las criaturas que derrocharán desnudez y templanza entre sus rocas, y mi nostalgia es apenas una luz que tarda en mostrarse tal cual es. Por eso, don Jorge,  mi río va a dar a la mar que es el vivir.

 

*

 

CARTA DE EMILY DICKINSON
A SUSAN HUNGTINTON

En Amherst un río lleva mi nombre
y tú  ¡oh Susan!  puedes verlo correr desde tu ventana
a veces desemboca en tu sueño —
sólo porque no lo nombras — no es relegarlo

Nómbralo ahora — antes fue un pájaro  — antes
dale presencia — mansedumbre — dile 
que lo entiendes — que para entenderlo
te ha servido suplicar a la hora en que los demás se apilan

Bailan extrañamente agitando — sus pañuelos
deja que las — blancas — aguas del río que lleva
el nombre de tu  súbdita — se aquieten — cedan —
antes de que se pierdan definitivamente — en su destino.

 

*

 

CARTA DE STELLA DÍAZ VARÍN
A LOS DEMONIOS DEL FUTURO

A

¡Ahí van mis indios manantiales!
¡Ahí van mis tripas en una micro de Ñuñoa!
¡Ahí van mis muertos presentes!
¡Ahí va mi hombre fósil a la pampa roja!
¡Ahí va mi pianista Patricio hacia su luz!

B

Demonios del futuro: sólo ustedes sabrán que las veces en que ningún hijo de puta apostó un céntimo por mí… ¡fui extraordinaria!

C

La poesía que nadie ve al menos es descrita, pasa por aquí y por allá, se desenvuelve de mejor laya en una época que en otra, saca ronchas, brilla con luz propia pero también con luz ajena, no es blanca ni negra y cabe en una sola palabra aunque Ella es todas las palabras, parece una eternidad pero es más que eso; la poesía no salva: más bien condena; enferma más que sana.
Yo soy una enferma: enferma de buscar palabras que me sanen. La poesía tampoco conmueve: más bien calma a quien la busca y enseña que morir tampoco sirve de mucho.
Poesía.
No Poesío.
¡SEA!

 

*

 

CARTA DEL HERALDO BLANCO
A SU ALTER EGO

               Empezaron quemándome los ojos
               Yo estaba exigiendo claridad y no vi venir el zarpazo
               El segundo objetivo fue mi pecho
               Anduve sin pecho el resto de mis horas
               Y llegó el turno de mis manos
               Quedé sin manos al borde de la acera
               luego me arrancaron el sexo    el páncreas    las orejas
               Perdí mi cuerpo entero en esa metrópoli
               que no paraba de dar vueltas y vueltas
               Lo último que me quitaron fue la voz

Alguien
          muy
apegado
          al        
presente
          está
hablando
          por      
mí
          y
reportando 
          estos
sucesos

 

*

 

POST SCRÍPTUM

            La cosa es más o menos así: repica con fuerza en mi cotidianidad íntima el lado masculino de mi madre, lo que me induce a ser muy confiado, y el lado femenino de mi padre, que me infunde terquedad y no poca malicia, aunque en general soy un vicioso inocentón —pero en la acepción juguetona del término— y es que no concibo mi vida sin vino y sin poesía, lo que equivale a declarar que, en estricto rigor, me defino como un “borracho poético” —que suena harto mejor que “poeta borracho” o “weón borracho” a secas—. En mis ratos de ocio —que son los más productivos— la paso muy bien en un boliche, o en mi casa durmiendo a pata suelta, o en algún río de la Rectísima Provincia, principalmente en el Guaiquillo, acompañado de un buen vino tinto de la zona. Y si ando con la weá me amurro y no pesco y nadie puede reprochármelo porque soy —o pretendo ser— un poeta, y por lo mismo un ciudadano requetecontra libre, al menos en un 99,9%... Seré libre del todo cuando deje de necesitar un lector, un oyente. Un interlocutor válido, aquél al que Parra ha definido, en un tono casi religioso, como “elemento sagrado”, y en el que Luis Oyarzún seguiría pensando “si estuviera en una isla desierta” como lo consignó en su Diario el 26 de febrero de 1956. Así y todo, en este punto debo ponerme ceremonioso y deslizar una confesión: quizás envidie de corazón al intelectual, al erudito que nunca he podido ser y quizás por eso he sido como mi supuesto lector ha querido que yo sea... pues en el fondo del fondo del fondo sé que sin un lector no soy nada, aunque a ese lector haya debido inventármelo. Sin esa urgencia del aplauso o la pifia, de la burla o el abrazo, yo sería 100% libre. Pero también más retraído y por lo mismo mucho más consciente de mi derecho a pasar piola. Es la única manera saludable de revelar y dejarse revelar, supongo. Y como me convertí en un viejo de oficio, no estoy hablando de tiempo cuando sostengo que todavía me queda... muchísimo que vivir. VALE.

ARV


* * *



. .








Proyecto Patrimonio Año 2025
A Página Principal
 |  A Archivo Américo Reyes Vera  | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
BREVE HISTORIA DEL ASOMBRO de Américo Reyes Vera
(Ediciones Nueve Noventa - 2025)