Estoy afuera del Nano’s. Día frío, perfecto para un café, libre de los niños hasta las
seis. Jornada Escolar Completa. A esta hora son pocos los clientes. Visto de negro,
fumo un cigarrillo tras otro. No soy vieja, pero mi rostro acusa el vicio. Observo a
un joven atractivo, mucho menor que yo, sé que todavía me la puedo, aunque el
matrimonio me destruyó, la sola idea de ir a un pub y dejarme seducir, me agobia.
Vivo de la generosa pensión de mi exmarido que permite dedicarme cien por ciento
a los hijos. Un poco alcohólica, habitual del Bar-budo, bebo gin para relajarme.
En las mañanas fumo diez cigarros y a las cuatro estoy media borracha. Vengo en
Uber para no tener problemas. Almuerzo siempre afuera, odio cocinar. Ya no echo
de menos el sexo, de hecho, mi ex salía con una de sus practicantes. Ella estaba a su
cargo, de foguearla para asumir mayores responsabilidades. El maldito se lo tomó a
pecho y continuó su enseñanza fuera de horario.
También me gustan los happy hours, aunque mis amigas no me apañan, supongo
que les doy lástima, siempre termino algo mareada. Dejo a mis hijos con una niñera
que los acuesta temprano. Hoy a la noche iré al Santo Remedio, antes de que cierre
sus puertas. Nunca bailo, les digo no a los curiosos. Bebo junto a la barra y veo
todas esas caras felices.
No soy fea, pero sí antipática. Hoy invité a una amiga, el plan será matar unos
espumantes. No me da hambre y respondo sus preguntas en forma lacónica. Me veo
como esas de treinta y tantos. Alfredo me dejó por una mucho más joven, juraba que
la pasábamos bien yendo a la ópera y a restoranes exclusivos. Me encargaba de los
niños. Él percibía altos ingresos, esa ventaja comparativa nos hizo llegar a un
acuerdo.
Yo era una subgerente destacada en el Banco de Chile, era de las pocas en el área de
grandes empresas. Lo pasaba bien en los almuerzos y jamás dejé que se insinuaran,
la muy tonta siempre vestía elegante. En casa usaba pantalones, pero el ambiente del
banco estaba plagado de misóginos. Me convertí en la mano derecha del gerente
zonal y de verdad hacía buenos negocios para la institución.
Con Alfredo negocié una lucrativa pensión. Sabe que por él y los niños postergué mi
futuro profesional. Quiero que crezcan rápido y salgan de la universidad. No me
queda mucho amor para dar. Todavía mantengo buenos contactos. Vamos en la
segunda botella, Andrea parece una señora, pero su cara irradia felicidad.
–Eres mi única amiga que todavía está casada.
–Tenemos problemas igual que todos, a las doce nos vamos.
–Queda la segunda de espumante.
–Prefiero no seguir tomando.
–Las chicas ya no me aguantan, dicen que tengo que dar vuelta la página.
–Mañana dejo a los niños en el colegio.
–Yo igual, pero me basta con dormir tres horas.
–Maricarmen, te puedo presentar a un amigo de mi esposo.
–¿Otro abogado? Ya tuve suficiente.
–Tienes que volver a ser tu misma.
–Mira cómo bailan y se divierten.
El Uber me dejó en la puerta del edificio. Despido a la niñera mientras mis hijos
duermen. Abro el refrigerador y saco una botella de vino blanco. Una copa de esas
largas y enormes para secar lágrimas. Pongo una película de Netflix. Violet y Finch, de amor interracial, no es la típica y tonta de adolescentes. Aborda el tema del
suicidio y sus diálogos y citas literarias no son ingenuos. Estoy súper borracha y
emocionada con la actuación de Elle Fanning, no soy rubia como ella, pero tengo un
cuerpo nada despreciable. Hace mucho tiempo que no me sentía sensual. El cuarto
de los niños está cerrado y apago la luz. La noche brilla y no he cerrado las cortinas.
Dejo caer la ropa y brindo en ropa interior. Mi lencería es fina, me acaricia, bebo
más vino y las imágenes develan mis deseos. Hace un mes que bebo como
condenada. Me alimento de puras ensaladas, de verdad mi cuerpo parece de
gimnasio. No son deseos sexuales, sino otros más oscuros, pero esta noche parece
ser más sensual.
–¿Óscar?
–Andrea me hablaba siempre de ti.
–Maricarmen me dicen mis amigas.
Fue una noche de copas y él me invitó a su casa. Algo alocado, tuvimos sexo en la
alfombra. Mi cuerpo entregado a lo usual. No estoy para orgasmos, prefiero que
sigamos bebiendo hasta el amanecer. Los niños desaparecieron del menú, Alfredo ha
estado alterado e histérico, hace semanas que dejo a los niños con los abuelos.
–Eres apasionada.
–¿De qué hablas?
–Tuvimos sexo en el baño de hombres.
–Debo haber estado muy borracha.
–Tomaste la iniciativa.
–¿Dónde fuimos?
–Al Subterráneo.
Pedí un Uber y llegué de madrugada. Hacía frío, me dolían los pezones. Saqué la
botella de vino del refrigerador y bebí hasta desmayarme.
Despierto desnuda. Tuve sexo porque estaba jodida, sin consciencia. No recuerdo
los detalles. ¿Entré al baño de hombres? Recuerdo haber seguido a Verónica, ha
pasado casi un mes. Ella bajó del departamento de Alfredo, a comprar supongo, era
de noche.
Tuve el mejor orgasmo cuando aceleré a fondo y su cuerpo se elevó por los aires.
Iba con las luces apagadas y escapé rumbo a casa. La niñera se despidió y cerré la
puerta de mi cuarto.