–¿Cómo está el café, Igor?
–Reconfortante con este frío.
–Afuera llueve a cántaros.
Sonido de neumáticos y luego el crash del golpe. Un hombre abre la puerta del vehículo y sale disparado como energúmeno a observar el daño en la defensa trasera.
–¡Hijo de puta, mira lo que hiciste!
Al hombre le falta el aire, quiere gritarle al sujeto que no se baja.
–Mira, hijo de…
No termina la frase, se le cierra la garganta, su rostro se torna azul y cae arrodillado. El otro conductor desciende del auto y observa cómo se le escapa la vida.
–Señor, qué le pasa.
–Perdone por gritarle –apenas balbucea.
El hombre tumbado recobra el aliento.
–Esos dos se están mojando, Igor. El tipo comenzó a gritar y se desplomó.
–Habrá sido un ataque cardiaco.
–Llamemos una ambulancia –saca Daniel su celular.
–Parece que están bien los hijos de p...
Igor no puede acabar la frase. Hace un esfuerzo por tomar aire.
–¿Qué te pasa?
–No puedo respirar...
Se cae de espaldas y se retuerce en el suelo.
–Levántate –Daniel le presiona el pecho.
Pese a los esfuerzos, en unos minutos Igor ha fallecido.
–Sáquelo de aquí, no quiero problemas con la policía –dice el mozo.
Daniel lo mira con furia y le grita:
–Cabrón de mierda –encolerizado– no ves que está muerto.
Se aprieta el cuello con la mano derecha, le falta el aire. El mozo lo mira asustado.
–Hijo de puta insensible –gritan los otros clientes.
Los rostros de todos se tornan azules y el mozo aterrado agarra el celular y llama a una ambulancia.
–Estaban tomando café y uno primero, luego el otro, cayeron desplomados –le explica al oficial de policía– al final todos dejaron de respirar.
–Tendremos que revisar los ductos de aire acondicionado.
–Pero a mí no me pasó nada, oficial.
–Quizás el café está envenenado.
–Yo mismo vacié el café y le puse agua a la máquina.
–Está detenido…
–Qué le pasa, oficial –se rehúsa a que le coloque las esposas e intenta escapar.
–Alto, cabrón.
El policía cae desplomado, apenas ingresa aire a sus pulmones.
–Ayúdeme, amigo, perdone por gritarle.
El mozo lo levanta y lo dispone en un asiento. El oficial respira hondo.
–Es muy extraño… están pasando demasiadas cosas raras.
Parece una canción de Charly García, pero el policía acaba de resucitar y no está para darse cuenta de la situación. El mozo se asoma a la puerta y observa a lo largo de la avenida cuerpos desplomados. La gente grita y no sabe cómo reaccionar, no era el café, tampoco el aire acondicionado.
–Algo nos está matando –piensa el mozo y marca el celular.
–Cristina, algo ocurre en el barrio Italia –le dice a su novia– algo insano está sucediendo.
–Dices que llamaste a la policía.
–El oficial murió delante de mí.
–Cierra el local y vente para acá.
–Pero está lleno de muertos, parece una escena de Walking Dead.
–Voy para allá entonces –responde Cristina.
–No vengas, mi amor. Jamás me perdonaría si te pasa algo.
Uno de los cuerpos agita su pecho, reacciona de algún modo.
–Amor, esto no puede estar ocurriendo.
Otro de los cuerpos reacciona y también respira.
–Amor, no vengas, esto es muy extraño.
–Igor, despierta –Daniel resucitó hace apenas un minuto.
–Amigo querido, la pesadilla ha terminado.
Igor abre los ojos y no recuerda. Está arrimado contra la pared y Daniel lo abraza. Ha dejado de llover y desde la ventana se observa el San Cristóbal. Unos rayos de sol iluminan la cumbre. Los carros del teleférico circulan entre las estaciones, mudos testigos del vendaval de las palabras.