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Aníbal Ricci Anduaga | Autores |








LOS MISERABLES


Por Aníbal Ricci


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En Chile, las Pymes pagan la mitad en impuestos y les dan subsidios para solventar cambios en el salario mínimo. Políticas públicas en favor de esas empresas intensivas en mano de obra, importantes a la hora de disminuir el desempleo e indicador de la salud en la economía. Pero su camino es sinuoso y están expuestas a quiebras masivas en períodos de contracción. Los ejecutivos esquilman a las Pymes con la mayor tasa de interés que faculta la ley, mientras ellas explican parte significativa de las ganancias de los bancos. Las apalancan al máximo con tasas usureras que conforman un altísimo gasto financiero y la deuda sobre capital la fuerzan a niveles peligrosos.

Abusar de los organismos con menor poder de negociación, un rasgo humano que responde a la ley del más fuerte, se da a nivel de naciones como al forzar a un trabajador a hacer el trabajo sucio.

En períodos de recesión, las Pymes no tienen herramientas para subsistir. La culpa no es tanto de los ejecutivos de cuenta, sino de los subgerentes y gerentes sin cultura ni consciencia que administran a los subalternos de manera despótica. "A esos huevones sáquenles el jugo, cóbrenles la máxima convencional". Llegan las crisis económicas y esos mismos gerentes ejecutan de inmediato sus hipotecas. Saben que las Pymes no tienen la generación productiva para salir a flote. No les cobran un spread en función del riesgo, simplemente las aplastan al primer descenso en las utilidades. Las metas de esos funcionarios son principalmente por colocaciones y por diferencial de tasas.

El ejecutivo presiona a la Pymes a aceptar condiciones injustas, los gerentes saben que tienen la sartén por el mango. Asimetrías en el poder de negociación, operan como el casero en el arriendo de piezas a extranjeros, con total impudicia. Sin ese crédito usurero la microempresa no podrá pagar los sueldos. Como el dueño de casa al alegar por la desaparición de comida del refrigerador. No interesa la versión del allegado, no tiene voz ni voto, será siempre el culpable, incluso tildado de ladrón.

Ese subgerente excelente, con consciencia social y muy técnico, capturado por la competencia. Lo reemplaza otro subgerente que saca todos los clientes al ejecutivo nuevo. Le asigna el doble de empresas quebradas para sacarle jugo financiero, todas inviables. Ese ejecutivo estudió cinco años en la universidad para convertirse en el señor de los mandados y hacer el trabajo sucio. Podrá incrementar los ingresos por metas cumplidas, pero debe convertirse en un concha-de-su-madre para seguir siendo empleado del banco.

En Chile podrá haber mayor corrección legal, que en Argentina por ejemplo, pero hay una extendida cultura de abuso.

El ejecutivo con alguna moral renunciará y pasará al otro lado del mostrador. Se dará cuenta de que el resentimiento campea en las Pymes, la víctima del sistema también puede ser un despiadado victimario. Un funcionario de TVN se independiza, obtiene ingresos de 30 millones por diseños de programación, sus gastos no superan los cinco palos y le paga un millón a un administrativo por fustigar a una tropa de alumnos en práctica. Paga honorarios y subsiste gracias a la rotación de estudiantes universitarios. En las reuniones con el administrativo dirá que los bancos lo maltratan, lo que podrá ser cierto, aunque posee ingresos suficientes para contratar diseñadores de software. La ley del más fuerte, el eufemismo es maximización de las utilidades.

Otra Pyme donde un dueño recibe remuneración por administrar veinte maestros que construyen espacios de venta en los malls para Falabella, Ripley, la Polar. La misma mentalidad, les interesa la plata, no la continuidad de la empresa, menos los trabajadores. Uno de los maestros pierde los dedos de su mano derecha en la sierra del taller. No lo irá a visitar a la Mutual de Seguridad, tampoco pensará en una indemnización, simplemente volverá al trabajo y lo despide aun antes de que se materialice su pensión por incapacidad.

La cultura del abuso se origina en la pobre educación y en la escasez de moral al interior de las familias. El lenguaje es brutal, los bancos me hicieron arar, ahora me transformo en el verdugo de seres con menos oportunidades. El mundo de las Pymes responde al “sálvese quien pueda”. Aun así, existe gente honorable en esas promotoras del empleo y trabajadores que los respetan... ésas son las microempresas resilientes que sobreviven a los ciclos económicos.

Hay abuso de poder en las empresas públicas. A partir de los operadores políticos que instala cada nuevo gobierno y a partir de la burocracia ante el usuario que luego de la pandemia se amplificó. Ese jefe de sección con sospechosos vínculos en empresas proveedoras, los puestos inamovibles hasta la tumba. Existirá mayor conexión digital, pero se escudan en otorgar horario de atención para cuando les plazca.

Algo patético como guinda de la torta. Un gerente pasado de copas habla con el administrativo, en medio de esos cócteles para mejorar el clima organizacional, le confiesa: "contrato a puras madres solteras que ojalá tengan más de dos hijos... son tan leales y obedientes”.

Cada sujeto que abusa de su posición, ese tipo mediocre que destaca explotando a los demás, pero que en su mezquindad puede hacer un infierno la vida del otro. Esa dueña de hostal que vive de las rentas, que estruja a los extranjeros porque no tienen alternativa. Ese padre o madre de familia que por el hecho de poner el pan en la mesa cree tener derecho a golpear a sus hijos.

Maldito ser humano.




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