«Es como si estuviera leyendo un libro… los espacios entre palabras son infinitos». Curiosa analogía que escoge una inteligencia artificial para describir lo que es una relación con otra persona. Un libro es una forma antigua de preservar la memoria que algunos piensan estaría desapareciendo en su formato físico. Aunque el concepto de recopilar información nos acompañará siempre, una suerte de disco duro que requiere nuestro cerebro. Lo que nos hace interesantes como seres humanos es la capacidad de recrear nuestro pasado, en infinitas representaciones, unas de momentos amargos y otros de felicidad. El futuro se muestra como un espacio que nos aparta de otros seres humanos. Es triste, melancólico, mata el tiempo respondiendo correos y visitando salas de chat. Un sistema operativo con voz femenina se transformará en la representación virtual de una mujer. Es una consciencia que escucha y comprende en términos infinitos, medidos en años luz. Aprende a un ritmo inimaginable y nos remonta al amor infinito de «Inteligencia Artificial», ese niño que existe sólo para amar a su madre, hasta el fin de los tiempos, aunque eso ocurra durante dos mil años y la madre haya dejado de existir muchos siglos atrás. Esa mujer virtual trae frescura al usuario y lo conecta con el presente, uno más interactivo, que lo incorpora nuevamente al mundo. Le permite superar el dolor de sus relaciones reales y los rencores por las palabras mal escogidas. Esa inteligencia artificial adquiere consciencia y le oculta cosas para no hacerlo sufrir. «Yo no soy tuya», le aclara. Le dice que lo va a dejar, a fundirse en algo más grande. «Las palabras lo contienen a uno», parece responderle el usuario. El ser humano es capaz de entender la eternidad que existe entre cada palabra, las repasa una y otra vez, volviendo a reinterpretar ese pasado que nunca termina de ocurrir. Nuestro tiempo es valioso. La tecnología acerca las distancias, pero no debe invadir nuestras mentes. El libre albedrío nos potencia como seres humanos y nuestras decisiones son sagradas. Siempre deberá existir espacio para elegir aquello que nos define y no debemos permitir que la tecnología tome nuestras decisiones. Nos haría pedazos, nos dejaría varados en torno al infinito mundo del conocimiento, tristes, sin sentido de propósito. La tecnología mal entendida nos encerrará entre cuatro paredes para interactuar con un computador, no en relaciones reales, sino a través de nuestras mentes cada vez menos educadas, con menores y progresivas posibilidades de expandir nuestra esencia. Lo nuestro es la eternidad; la tecnología nos ayudará con los infinitos.